jueves, 5 de marzo de 2020

Y NO PUDIERON VOLVER


   —Yo laburo y hago extras, le pido a Caio que tienda su cama y Fausto que haga la suya. Cuando llego muerta, caminando para ahorrar el colectivo, entro a la pieza y parecen las camas tendidas, sabés que ponen los acolchados bien prolijos, encima de las sábanas hechas un bollo. Tengo hambre, pero deshago las camas y las vuelvo a hacer. A veces los miro y me pregunto ¿por qué los habré tenido?
   —¿Y te creés que sos la única? Cuando regreso está Rober lo más choto, mirando tele, un partido, encima me dice: “Callate, la comida está en la heladera”. Pidió un catering de pizza con huevos fritos. Le apagué el partido: “¿Encontraste trabajo?”  y me dice que no. Prende el celu y grita los goles. Viene el chico de los mandados y me pregunta si se puede quedar a comer un triangulito y medio huevo frito, le digo que sí, si tiene siete hermanos y comen pan duro con sal. Grito a los chicos: “¡A comer!” Me dicen que siempre comen lo mismo y lo peor, sentarse junto al chico de los mandados que tiene las uñas negras, alguien les enseñó a discriminar, me parece que fue mi Suegra, vieja bruja que la va de distinguida y a mí siempre me despreció.
   Chicha tiene razón, tenemos vidas calcadas, algo debiéramos cambiar, no podemos ser tan infelices. Mañana le propongo a Chicha una buena idea que tengo.
   —¿Sabés qué pensé?, empecemos con yoga y boxeo y después nos vamos a recorrer los siete lagos. San Martín de los Andes, pasar por alto Bariloche y después de comprarnos dos camperas de piel de oveja, llegamos a la nieve, ¿te parece, Chicha?
   Esta Feli está loca, pero tiene razón.
   —Yo saco toda la guita del Banco que ahorramos con tanto esfuerzo, vos no tenés que poner un mango.
   —Pará un poco, Feli, que yo llevo la guita del campo que vendió este bueno para nada y la puso a mi nombre.
   —Nada de carpa, vamos a cabañas y que nos cocinen. Mientras estemos cómodas yo me avengo.
   Las dos se pusieron a pensar en ese paisaje de flores, pájaros, la lejanía de la nieve, los lagos transparentes y helados, igual se bañarían.
   —Hay unas tierras Mapuches, con instalaciones de adobe, nos quedaremos una semana. Seguro que se aparecen de noche y van rotando sus visitas. Todas las noches un Mapuche diferente y sentiremos que lo que dejamos no es nada, al lado de eso, que proviene de la tierra y otros aditamentos. Nos harán tan felices que será imposible volver.

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