miércoles, 11 de marzo de 2020

UNA FAMILIA PECULIAR


   Piola, sobrino de Fray Luna, volvió de Australia, el Tío pensaba que llenaría de pecados la ciudad. Fue como un presentimiento. La mayor de sus sobrinas, Sebastiana, acosaba a Piola. Se le sentaba en la falda y mientras preguntaba por qué los canguros tenían bolsillos tan grandes.
   —Allí portan a sus hijitos y los protegen de peligros.
   Sebastiana le metía las manos en los bolsillos y con cara de ángel decía:
   —Es que hay muchos moscos, así me siento protegida, no me pican, pero me parece que tus bolsillos tienen los fondos rotos y se aprovechan del palo retráctil, ya van dos que te quieren picar. Oia!, tenés bolitas, mi hermano tiene bolones. Bueno, me bajo porque sin comerla ni beberla, abusás de mi inocencia. Yo te puedo hacer un juicio por esto, o contarle a mi Papá, que te va a romper la cara. No te preocupes, no lo haré. En algún punto me gustó.
   Fray Luna lo esperaba en el confesionario, Piola se puso de rodillas y se tapaba la cara: —Pedile a Dios que me perdone, tu preferida Sebastiana, abusó de mi confianza de Tío, parecía una putita entrenada. Yo no tengo pecados, a lo sumo una mentirilla para entretener el almuerzo, juro que después nada más. ¿Cuál será mi castigo?
   —Debes rezar un Padrenuestro, tres Avemaría y un rosario completo, de semillas secas. Tengo algo más que agregar, Sebastiana es una niña que vino a confesarse antes que vos y lo que me contó dista mucho de tu relato, dice que sos el culpable de lastimar su infancia, con perversiones que ella desconocía. Le di la absolución de culpa y cargo y la bendición del Señor.
   —¿Vos te acordás, Fray Luna, lo que me hacías cuando era chico y mis Padres no estaban? Me tocabas el culo mientras decías que lo hacías en nombre del Señor: “Quedate quietito que voy a dar una Misa privada, vos serás mi candelabro, poné el culito flojito, como si te pusieran un supositorio, la vela es delgada, entrará con facilidad”. Me pusiste boca abajo en el altar y antes, prendiste la vela. Te pusiste a rezar hasta que la vela terminó y vos seguías rezando, mientras se me quemaba el culo. Cuando te diste cuenta, me hiciste jurar que no le contaría a nadie, si no el Diablo, me vendría a buscar.

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