martes, 31 de octubre de 2017

OLVIDATE


   Lo de la escuela pública fue idea de tu abuela, ahora, esto de invitar a tu cumpleaños a la hija de la portera y a los chicos de esa escuela, no corresponde. Por eso quería que fueras a “Jesús de las piedras”, ni tu padre me escuchó. Tenés que socializar con chicos educados, hijos de profesionales, gente bien vestida y bien hablada. Hija, tenés que entender que tienen olor a milanesa, muchos no usan desodorante. No puedo permitirlo.
   La niña lloraba tanto que la vieja la mandó a su cuarto y le cerró la puerta. La niña echó llave por dentro. Total, para qué le festejan su cumpleaños con hijos de amigos de los grandes. Casi todas chicas tontas, que encima  regalan cosas aburridas como una camiseta blanca y un suéter que pica. Jugar a las estatuas y al gallito ciego.
   A mí me hacen feliz los chicos y las chicas de la escuela. Sobre todo los chicos audaces que caminan la cornisa, le ponen dulce de leche al mástil. Además me invitan, las chicas no, porque son sedentarias. Los varones me enseñaron a trepar árboles más altos que la escuela. El otro día llevaron un Marlboro al patio y me invitaron a fumar con ellos. Las chicas se reían, secreteaban, pura envidia.

   A mí los varones me gustan hasta para besarlos que, desde ya, es un asco.

lunes, 30 de octubre de 2017

FRESIAS



   Pasaba por su buzón, dos rosas blancas y alguna carta de Servicios, pero las rosas no tenían tarjeta de destino, ella las hizo propias. La sorpresa de dos margaritas o tres clavelinas en el buzón, le endulzaban el café con leche. La intriga de no saber la atraía, sentía que a su alrededor se le abría un continente desconocido.
   Las flores seguían la ruta del buzón a sus manos, le cambió la vida. Se vestía con esmero y escote. Iba a la peluquería, a la dermatóloga y un ataque de botox ínfimo porque era joven, le daba lindo.
   Un día no encontró nada y le preguntó a la Portera: —Sí Srta Maggi, Ud sabe que yo también las extraño y eso que no eran para mí.
   Hacía una semana sin flores y desayunaba sin azúcar, volvió a los jeans y una camisa. Se juntaba el pelo con una goma, de memoria. Pasó un invierno triste, donde sus amigos fueron libros. Cuando el sol se dignó a ofrecer tibieza, cruzaba al banco de la plaza. Vio pasar, cerca de sus zapatillas, un chico en bicicleta, con un ramo de fresias, tan contundentes que perfumaron toda la calle. Dejó la bici contra un árbol, y se sentó en el lado opuesto a Maggi. Ella pensó que lo mejor era seguir con su lectura. No iba a fantasear con nada, porque los finales le salían sufridos. El chico, con desenfado, se acercaba a Maggi. Fue inesperado, pero una florcita de Fresia le acarició la mejilla. Ella no dijo nada, se levantó y caminó lento alrededor de la plaza. Él tampoco dijo nada, pero caminaba a su lado con el enorme ramo de fresias que rozaban los brazos, las manos y el cuello de Maggi. 
—¡Huuyy! Tu bici, volvé a buscarla…
   Él la miró, pura pestaña y pupila. —No me arruines este momento, por cuatro fierros con dos ruedas.
   Maggi volvió a su silencio de siempre. Llegaron a caminar tan pegados, que las fresias les dejaban un camino amarillo dando sol en la sombra. Cuando atardeció, Maggi habló en secreto. —Éste es mi edificio, te dejo aquí y gracias.
   El chico la tomó del brazo y con pupilas dilatadas le explicó:            
—¿Sabés lo que me llevó saber dónde vivías? ¿El miedo que me dio cuando te disfrazabas de Srta, el laburo para dejar las flores en tu buzón? Ni loco te me escapás, ahora yo soy de vos y vos de mí. 

domingo, 29 de octubre de 2017

EDITORIAL PARA NOVATOS


   Este Editor, me despierta lo peor de mí misma, debe ser porque soy lo peor. Me dijo con esa voz de perverso sin talento: —No, querida, no puedo aceptar este cuento, le falta, le falta…no sé qué le falta pero le falta, traé algo mejor mañana, te espero.
   Hice uno donde puse hasta el alma, que me la encontré, hacía mucho que la había perdido.
   —No, no y no! Cuentos con fondo político, a tres días de las elecciones, me quedo sin Editorial. Muy bueno el cuento, pero ahora no va. Hacete otro, pero ponele carne a la parrilla, vos sabés.
   Me tragué el odio y le hice uno, con tira de asado, mollejas, chinchulines y una familia muerta de hambre, que con el olor no más se conformaba. Ellos no comieron porque la parrillada era de unos corruptos, que vivían en la esquina. La flia eructó hasta la noche, por la ingesta de humo.
   Tardé, más de lo debido, o de lo que debe De Vido, el tipo me atendió en pijama: —Ah…mija, me agarrás en un mal momento, mal para vos, para mí fenómeno, la Secretaria dijo que sí, anda sin un mango la pobre, armé un catre de campaña y me estoy dando el gusto. Te ruego que por un tiempo, no me traigas material y te doy un consejo, pensá bien si lo tuyo es escribir.
   Antes de cerrar la puerta, se agarraba la bragueta con la mano, lo demás no lo cuento porque es un asco. 
                                          

sábado, 28 de octubre de 2017

LITERADURA

  
   —Te voy a contar Paula, no sé cómo vas a hacer si querés escribir y no encontrás personajes. Hay una vieja, que en todos sus cuentos y novelas, mata al protagonista o a los protagonistas. No puede hacer un cuento donde algún personaje no sea acribillado, acuchillado, suicidado, asfixiado, desangrado, ahorcado por voluntad propia o ajena.
   La Mujer tanática escribió cientos de miles de cuentos, se le atribuyen millones y ella recuerda que debieron ser muchos más.
   Hubo un momento donde los escritores no pudieron escribir, porque todos los personajes eran finados.
   —Pero cómo?, Don Quijote y Sancho Panza, Martín Fierro, el Mío Cid, Pío Baroja y otros, eran antiquísimos ¿Los mató a todos?
   —Tenía un método infalible, resucitó hasta los personajes de la Biblia y la Toráh, luego de la resucitación los exterminaba.
   Los escritores se aunaban para que esta vieja se dejara de joder con matar personajes. Era energúmena, vivía sola. Le mandaron la Gendarmería y la desaparecieron, fue buscada hasta que casi dejó de salir su foto en los diarios. La encontraron ahogada en una acequia, con los dedos de la mano derecha, gastados hasta las falanges, había escrito más de lo que cualquier ser humano, fuera capaz.
   —¿Y cómo se llamaba?
   —Nadie está seguro, pidieron ayuda al Instituto de Nombres Perdidos en Estocolmo, allí respondieron de inmediato, su nombre era “Luisa Viscocha Maltratada”. Junto al Informe había una nota: “Se duda de su existencia”. 
                                                                         

viernes, 27 de octubre de 2017

HASTA EL AMANECER


   Trabajó toda la vida para el Sindicato de la Destrucción. El tío viejo, que le cedió el puesto, decía: —Ya se sabe, después de una Elección, viene una construcción para mostrar buenas intenciones. Cagamos. Al poco tiempo recuperamos. Nunca les alcanza La guita. Y ahí es donde entramos a tallar nosotros. La gente se arrepiente de haberlos votado y nos vivan como si nosotros pudiéramos.
   —Ya sé cómo es , Tío, ponemo un tipo con cara de boludo bueno y seguimo el baile. Es importante que bailen todos, así se olvidan de los libro, la comida y de pensar, cuanto meno piensen, mejor.
   —Vos, Rubén.-Dijo el Tío viejo-.Viste que la gente se pone en fila, para lo único que son prolijos, uno tras otro y la misma diatriba, con algún cambio o un nombre que se repita setenta años.
   Rubén quedó con Violeta en comer pizza con un vinito, acá en la esquina, en “Clavel del Aire”. Ella le acariciaba el pelo y con voz de lira:  —Rubén, no te metás en política, es un buen laburo, pensá que la Destrucción logró un Sindicato, te aseguran el futuro, pudimos restaurar la casa que nos dieron sin puertas, tenemos el autito, flojo de papeles, pero anda.
   Rubén pidió otro vaso de vino, observando una mosca restregando sus patas hilo en un sobrante de pizza pura grasa. —Sabé qué pasa, Violeta, se va a correr la voz que soy un forro, un cagón, en algún grupo tengo que estar y defendiendo cuando pinte.
   Violeta hizo pucherito: —Estamos esperando un hijo.
   Él era un tipo fuerte y líder, nadie lo quería, pero le chupaban las medias por valiente y estar cerca del poder.
   Fueron a pasar unos días a Las Toninas, él tenía ganas de pescar en el muelle de Sta Teresita. Violeta se cansaba, mucha playa y panza, no lo acompañó. Rubén llevó su equipo de pesca, no fue calzado. “Son vacaciones”, pensaba. Un pibe de doce años preguntó: —¿No me da algo de carnada, Sr?
   Mientras Rubén buscaba en su balde, el pendejo le metió un cuchillazo en la carótida, estaba oscuro, no había casi nadie. El pibe se afanó las cañas, el balde con carnada y veinte mangos. Caminaba despacio, era rengo.
   Rubén se desangró en la punta del muelle, hasta el amanecer todos pensaban que dormía. Violeta tuvo sus primeras contracciones, durante el amanecer. 
                                       

jueves, 26 de octubre de 2017

TA-TE-TI


   El Sr Blandengue tenía una mujer que la rompía. No se sabe cuándo, porque él, de las siete de la tarde hasta las cinco de la mañana, tomaba alcohol. Empezaba por los importados y terminaba con los nacionales. El tipo tenía conducta, mesa, silla y solito miraba la noche, los que pasaban o los detenidos por algún quilombo policial. Había un Sr Doctor, vaya a saber en qué mentira, que lo miraba con admiración. Fue el primer novio de su esposa, ésos que las viejas decían: —¡Qué linda pareja!
   Y las jóvenes: —Éstos no van a durar nada, muy ideal y todas sabemos dónde terminan los ideales.
   Esto último lo decía Estelita, envidiosa hasta la operación de nariz. El Sr Dr vaya a saber, miraba a Blandengue y dudaba lo que alguien le contó. El tipo era el matón del Sindicato de la Destrucción. En pedo y todo, mataba perfecto. Bajo su edificio, un pibe viejo le limpiaba el auto en la calle, era paranoico Blandengue, prefería en la calle como la gente, que toboganeaba su clase media a punto de extinguirse. El pibe vestido de rockero, luego de su trabajo, miraba cómo se iba en copas el tipo de la mujer linda. Lo bichaba sentado en la barra, iba con un hermanito para introducirlo en la vida nocturna. —Toto, ¿te podés quedar solo un rato con esta birra?
   Aprovechó a Blandengue en copas y tocó el timbre en lo de su bella mujer. Era un regalo la vieja, lo atendió sin preguntar, cubierta con un portaligas y nada más. Lo agarró del jopo Presley, lo tiró en el sillón.
   —Qué suerte! Apareciste temprano Blanden, ese peinado te queda cool, vayamos a las cosas. 
   Cuando el rockero salió del depto, lo agarraron dos morochos y lo surtieron meta piña y patadón. El boliche quedaba en cruz, la mano asesina del Sindicato cruzó corriendo, pero el rockero tenía la cara hecha mierda, como para darse cuenta que era el lavador de su auto. El hermanito aterrizó en el episodio como un ángel. —Paren un poco Sres, yo al rockero lo conozco, no es capaz de matar a nadie, como el Sr Blandengue. Se trata de una persona buena el del jopo, él mismo me dijo: —Voy para ver una Señora mal atendida, pobre Sra, tan linda que es.
                                                                   

miércoles, 25 de octubre de 2017

CUÁNTO, CUÁNTO, CUÁNTO TIEMPO


   Cuando viajo a dedo me pierdo. Entré en un pueblo llamado Bom Principio. Caminé por calles con olor a pan recién horneado. Luego de caminar esas casas de aspecto medieval, me perdí. Un señor viejo y encorvado preguntó si no desayunaba con él. Lo vi tan solo que acepté. Elogié su casa de maderas antiguas, como una casa de cuentos, flores en macetas colgantes y el resto austero. Dijo que podía recorrer la casa a mi antojo. Él prefirió su silla hamaca, con un bastón que golpeaba el piso una y otra vez. Entré, había olor a naftalina con humedad. El aire ausente de toda brisa. Nadie se trasladaba por la casa. Algo quedó quieto. Entré al escritorio, tenía una foto del führer con Goebbels brindando con algo. Había carpetas por orden alfabético, más fotos de convenciones nazis.
   Alguien me tocó el hombro con un bastón, era el señor viejo y encorvado, venía su siesta. Acordamos que lo visitaría al día siguiente. Llevé mi maquinaria fílmica, fotográfica, grabador y un bolso invento propio.
   Hoy estaba más achacoso, igual me seguía, al escritorio, al dormitorio, al living de sillones olvidados de color. Nos despedimos, no pude extender mi mano. Escribí lo vivido, publiqué las fotos y el señor viejo y encorvado guardaba un parecido escalofriante con Gustav Adolf.
   Mi artículo se publicó en todo el mundo y el material crecía en seguidores.
   Le acercaron un sobre blanco, debía extraditarse a Estados Unidos. Cuando lo fueron a buscar tenía el uniforme completo, con gorra y medallas ganadoras. Todo atado con sogas porque le quedaba grande.
   Me vio entre el contingente, con extrañeza. Yo levanté mi brazo y dije:-heil hitler. No sé por qué hice eso ¡Qué sé yo por qué!
                                         

martes, 24 de octubre de 2017

TREINTA Y NUEVE GRADOS


   Sola, encerrada en la cocina, hacía un calor nada frecuente para este lugar. La pileta estaba sucia, el motor quemado y el aire acondicionado no funcionaba. Dos recursos que me dejaron con treinta nueve grados adentro de mi casa. Estaba la posibilidad del río y la certeza de estar seco. Me acosté en el mosaico y tocaron el timbre. Era un ladrón muy simpático y educado. Lo hice pasar y le pedí que guardara el arma, me daba fea impresión.
   —¿Dónde está el dinero? Si no es molestia.-Dijo casi con pudor-. 
   Imploté, sentí calor volcánico interno.
   —Está en falta.
   El chorro ni me escuchó, sumergido en un libro que tomó de mi biblioteca. Preguntó si se lo prestaba.
   —¡Cómo no! Puede llevarlo a condición que cuando termine me lo devuelva.
   —Yo siempre devuelvo, a una docente como usted con más razón. 
   Lo miré desconcertada, le pregunté cómo sabía mi profesión.
   —Me di cuenta porque tiene libros interesantes, lenguaje cuidadoso y una sola banana, con mosquitas, en la frutera.
   Quiso atarme a una silla, no se lo permití. Siempre me dio claustrofobia la inmovilidad forzada. Le propuse al ladrón que se sentara y me esperara. Yo sé buscar en mi casa sin desordenar. Hice lo posible, pero no encontré nada. Él se deprimió y dejó colgar la cabeza sobre el pecho. Le pisé la única banana que me quedaba. La puse con mosquitas y todo. Me pareció más nutritiva. Le di de comer como a un bebé con cucharaditas espaciadas. Cuando estaba en eso, sentí un calor diabólico. Tomé el arma de su bolsillo y le disparé, mientras le llenaba la boca con un repasador.
   Ahora estoy acá, fresquita. No saben si darme prisión perpetua, arresto domiciliario o licencia sin goce de sueldo.
                                                           

lunes, 23 de octubre de 2017

LOS QUE VAN Y VIENEN


   Pasó por nuestra mesa, hacía mucho que nadie la peinaba, linda y desesperada, me di cuenta tarde, la Madre le ordenó: —Tenete de mi mano porque sino te perdés.
   En el otro brazo le colgaba una bolsa del Super, grisácea y gastada. Miró la mesa buscando una golosina, yo no tenía, me place dar caramelos a los chicos, pero no tenía. La niña quería comer algo, pasó su manito libre por las migas de otras mesas. No parecían desposeídas, pero ella tenía hambre, hambre desde que nació, por eso el pelo reseco, el cutis áspero y los ojos entornados que brillaban cuando otra niña mordía un tostado.
   —¿Por qué estás seria? Si no leíste el diario, mirá los chistes, hay alguno bueno.
  Me dio bronca hasta que dijera lo de los chistes. Pasaba mucha gente y Madre e Hija, entre pasos se confundían. Lo pesqué mirando traseros. 
—Dame plata, rápido que cierran.
   Crucé la calle, había esos negocios de cotillón con disfraces de tul falso, pelucas de colores, varitas de hada y coronas de princesa. Compré rápido, las empleadas me regalaron pulseritas, me vieron cara de angustia, me temblaban las manos. Las vi sentadas esperando el micro. Un chico vendía sánguches, le compré una pilita. Crucé de nuevo, le acerqué el bolso a la nena. —¿Cómo te llamás?
   —Carola.-Dijo-.
   La Madre mostró una sonrisa. Le extendí el bolso. —Te lo dejaron en aquel banco, un retraso del Día del Niño.
   —No, no es mío, ya pasó el Día del Niño.
   —Te aseguro que sí, tenía un moñito que decía: “Para Carola”, se salió de la bolsa y una moto lo llevó pegado en una rueda.
   Ella abrazaba el bolso, miraba todas las motos. —¿En cuál estará el moñito que decía Carola? 
                                             

domingo, 22 de octubre de 2017

CARTAS


   El cartel de mi casa decía en letra gótica: “AYUDANTE DE TRADUCCIÓN”, al tipo que lo hizo, un gringo joven y vanidoso le pareció adecuado cambiar el texto por “TRADUCTOR Y CÍA.” Lo felicité por su trabajo, pagué. Me apasiona que la gente viva ilusionada, se les pone el gesto liso y la sonrisa persiste.
   Una mujer vestida de negro entró sin llamar y me extendió una carta, colgaban de sus pestañas dos lagrimitas emocionadas. Pidió que leyera el contenido en francés, idioma ignorado por ella y si tenía a bien contestar en su nombre. Hice la lectura interna para no perturbar a la mujer. Le escribía una amiga que vivía en París desde hacía cinco años. Rogaba que no se hiciera presente en su casa debido a su nueva condición socioeconómica. Sus nuevas amistades detestaban las personas sin ingresos cuantiosos y mal vestidas, como ella. Decía que se aburría, alejar sus nuevos amigos la pondría muy triste. Agregó que la amistad tiene fecha de vencimiento. Total, aburrirse en París o en Buenos Aires daba igual. Una firma de expediente cerraba la carta.
    La mujer, ansiosa de palabras que pude traducir, con diccionario por medio y recuerdos del colegio en la hora de francés. El desprecio y el abandono no necesitan traducción, tienen olor a merde.
    Elegí palabras regias: “Querida Yanina, estoy tan contenta de verte pronto y abrazarnos y contarnos todo y recorrer los lugares donde vivieron los grandes. En estos días tramito tu pasaje, no quiero que gastes en tonteras. Yo, tu mejor amiga, Isabel Adorno, te espero en una casa que se te va a caer el culo. Hay muchos candidatos para presentarte. De los ricos y famosos. Sos tan bella que podrás elegir a tu gusto. Viajá sin maletas, tengo un vestidor repleto de modelos subversivos. Es la moda ¿Viste? Voy a buscarte al aeropuerto. Me late el corazón ante la sola idea que vengas. Mon petit amigá, nos vemos.”
    La mujer vestida de negro exigió que le redactara una respuesta inmediata, pagaría mis honorarios cash.
    “Querida Isabel Adorno: no sé cómo llegaste al máximo de tu hipocresía. Estoy enterada que vivís en Santiago del Estero y ganaste el odio de todo tu pueblo. Siempre fuiste pijotera, pero ignoraba que sos ladrona al servicio de las bestias que nos gobiernan. Me casé con una eminencia de la Francia, tengo dos hijos que son una promesa. Vine a visitar a mi madre y vuelvo con su abrazo genuino. Yanina del Brete.”
    Luego de las cartas me invitó a un restorán de Puerto Madero. Nos tomamos todo, yo simulé el desenfado decontracté de los franchutes. Fuimos amantes por dos días. ¡C’est la vie! ¡Vive La France!
                                          

sábado, 21 de octubre de 2017

ANTAGONISTAS


   Sus dolores de cabeza resultaron un tumor del hemisferio derecho. La operaron, resultó benigno. Antonia tuvo una recuperación lenta y poco auspiciosa la secuela, perdía el equilibrio, usaba bastones.
   —No solamente me tengo que sostener de los picaportes, estoy sorda del oído derecho, con un silbido que forma parte de mi vida.
   Nos comunicábamos con el viejo teléfono de bakelita, sostenía la relación porque estudiamos juntas, nuestros gustos adolescentes eran igualitos. Cuando se mudó a La Plata, Antonia tenía una postura política y yo otra. Disentíamos fuerte, hasta que un día nos agarramos de los pelos. Luego tratábamos de olvidar temáticas politicoideas.
   —Si desaparecen, por algo habrá sido.
   No tenía filtro la loca. Cuando la tortura y la muerte se dio entre su flia, cerró el culo.
   Yo me retiré al hipismo fanático y Antonia a la burguesía careta, bien vestida y ambiciosa. Nos seguimos queriendo y Antonia decía:
  —Nuestra amistad es ancha y lujosa.
   Yo asentía. Hasta que fui a vivir a un pueblo lejano, donde nadie de Bs As me visitaba. Antonia venía seguido, pero los años la pusieron extremista en cualquier cosa opuesta a lo más razonable. Defendía lo indefendible, era una tara sin cura. Mi marido opinaba: —Negra, no me la banco más, me mandonea más que vos.
   Mi hijo, Pipo, igual: —Mamá, duerme en mi pieza, tiene el patrimonio de la tele y pide que le lleve agua, que le alcance el cenicero ¡Por favor, que no venga más!
   Un día de sol, árbol y silencio, recorríamos caminitos y la escucho: —Todo lo que pasa es culpa de Macri.
   A mí el tipo no me simpatizaba, pero antes que la Chorra de la Perra, lo prefería.
   —Me da tanta lástima Santiago Maldonado, lo hicieron desaparecer estos hijos de puta.
   Me pudrió: Antonia, Maldotado, Maldonado, o cómo se llame, es un imbécil, que nadie asevera que existe, se usa para tapar otras cosas ¿No te das cuenta? Acá hay muertos todos los días y no le importan a nadie. ¿Cómo le vas a dar bola a un boludo?, bueno vamos a la terminal y te saco pasaje.
   —¿Por qué yo que hice, qué dije? ¿Eh?
   Nadie le pudo responder. Esperamos el micro con ella que nos abrazaba. —¡Cómo los voy a extrañar!
   Cuando la vi partir, pensé: Antonia, vos acá nunca más, nunca.
   Ahora estamos viejas, me llama una vez por año, ella no me escucha, yo no la entiendo.
   Uno nunca termina de conocer a los amigos, pero estoy segura que la comunicación anual es para ver si todavía estoy viva. Una perversa la loca.
                          

viernes, 20 de octubre de 2017

CRISTÓBAL


   Lo veía casi siempre a la salida del departamento. Ese pasillo largo que llegaba al centro de la manzana.
   Era inevitable verle, porque el ancho de la puerta sólo daba para su increíble personaje.
   Las chancletas destartaladas y su musculosa percudida no daban cuenta de sus maravillosos ojos griegos.
   Al principio me divertía cómo protestaban los vecinos.
   Decían que Cristóbal desprestigiaba la casa “Qué se creía. Eso no era un conventillo, que las expensas eran muy altas para tener un tipo en musculosa y chancletas en la puerta de entrada”.
   Como Ulises, mantenía una mirada alta, un perfil sereno. Sólo se movía un poquito para dejar pasar de cotè a la Señora de Guaraña.
   El viejo había sido un inmigrante griego, con un dinero traído, compró una casa chorizo en Berisso. Alquilaba cada pieza a una familia distinta. El baño y la cocina se compartían. En el medio de la cocina, un samovar de la otra tierra, funcionaba para las fiestas judías, ortodoxas, católicas, cumpleaños y fin de año.
   No sé bien cómo murió el viejo. Cristóbal empezaba a contar algo, pero, en un momento se detenía, nos miraba y rajaba a regar los malvones. Así que como esto se repetía cada vez que recordaba al viejo, imaginábamos que “eso” le pertenecía y que los malvones eran bálsamo del mandato paterno.
   Cristóbal trabajaba de repartidor de quesos “La Paulina”.
   -Lo mejor que hay en quesos, viejo, yo que estoy en esto te lo garanto...-. Decía con orgullo.
   Viajaba en una camioneta tan destartalada como sus chancletas, verde oscura, con las marcas de las pinceladas, parecía un furgón del cementerio municipal.
   Nuestro edificio pretendía ser una construcción tipo, clase media, hacinada, pero con discreción. Si alguien quería ver al “otro lado”, sólo tenía que tocar el timbre en el departamento de Cristóbal. Se sentía un olor extraño, a batatas fritas, con plancha mugrienta y un humo que parecía instalado, daba un aura a la entrada de Cristóbal.
   Nos abría la puerta con toda franqueza, gritaba nuestros nombres como para que se enteren los muertos y nos palmeaba la espalda hasta derrumbarnos en sus aceitadas  sillas de cocina.
   En la misma cocina tomábamos mate y fumábamos como caballos. De todas maneras, el record de tragar humo, lo tenía el inefable Cristóbal.
   Se enroscaba contando anécdotas tristes, los ojos se le ponían transparentes, le complacía emocionarnos. Jamás se le quebró la voz, ni siquiera cuando lo echaron de “La Paulina”. Con la cabeza erguida y palabras tranquilas, nos relató la más atroz de las traiciones.
   Me acuerdo que lo agarramos de las manos, fue un reflejo del corazón. Él, me ofreció un mate, lo tomé de un solo trago. Me quemé hasta el alma. Pero no dije nada.
      El tipo bien valía llenarse la boca de ampollas.
                                                 

jueves, 19 de octubre de 2017

INYECCIONES


   Nuestro Farmacéutico, muy querido y apreciado por mis padres y después por nosotros. Preparaba recetas homeopáticas, alópatas o inventadas. Estas últimas daban mejores resultados que las escritas por los diagnósticos médicos tradicionales. Mi flia lo bautizó: El Farma Pardal. Su apellido era Paz. —El sólo nombre me tranquiliza.-Decía mi Abuela-.
   Era alto, flaco, pelo cortado al estilo nazi y llevaba un guardapolvo blanco que iba de su nuez de Adán hasta el borde de sus zapatos, también blancos. Su esposa y colaboradora, le llegaba a la cintura, portaba una corona blanca rígida, sobre su cabeza de cuatro pelos. Cuando nos recetaban inyecciones de calcio o las reductoras de infecciones, tan densas que se pasaba haciendo cinco minutos de masajes circulares. Empezamos a odiarlo, cuando descubrimos que no era necesario dejar ambos glúteos al aire para una inyección. Mi hermano menor le preguntó: —¿Paz, a Ud le gusta darnos inyecciones?
   Él contestó con voz perversa: —Es lo que más me gusta sobre la tierra.
   Mi Madre, luego de saber aquella respuesta, nos acompañaba.
   —Sr Paz, le sugiero que las inyecciones las aplique más lentas y se evitará tanto masajito posterior.
   Él la miró con odio. —Sé lo que hago, no necesito sus indicaciones.
   Así, terminante. Mi Madre le pagó y salimos al trote.
   —Qué tipo desagradable, se divorció del bagayo enano y está peor. Lo consultaré con Papi. Él coincidirá conmigo, no lloren chicos.
   Mi Padre, confesó, que en dos recetas magistrales le había producido una urticaria importante, primero le pareció natural, pero uniéndolo al relato de Mami, decidió ir a la Farma, para aclarar lo sucedido. Llegó y estaba cerrada, hermética. Había dos policías custodiando la puerta.
   Paz estaba dentro, respondiendo un interrogatorio por abuso de dos menores de cuatro y cinco años.
   —¿Y qué pasó?-Preguntábamos ansiosos-.
   Mi Padre abrazó a mi Madre, gesto que no veíamos con frecuencia y dijo: —Paz, se fue a Calcuta, para trabajar con la Madre Teresa.
   Todos respiramos tranquilos. La Farma estaría cerrada por siempre jamás.

                                       

miércoles, 18 de octubre de 2017

DÉJENLA SOLA, SOLITA Y SOLA


   Eran veinte manzanas, con un casco de muchas habitaciones, decoradas con camas con dosel y sábanas primorosas.
   Decidieron usarla para reuniones empresariales, durante una quincena y el resto para uso personal y amistades o conocidos, invitados a pasar algunos días. Los hermanos: Abel y Toro, muy astutos para los negocios, respetaron los viejos montes y naranjos, que abrazaban la casona, dejando espacios para el sol y sus pasos circulares. Los hermanos presentaban a su hermana. —Ésta es Adela, nuestra hermana menor.
   Ella los miraba con el odio de sus años, a la gente presentada y a sus hermanos. No tenían padres. Abel y Toro la dejaron a cargo de una alemana citadina. —Chicos, Marlene me trata mal, sirve el desayuno frío sin tostadas y las comidas siempre son polenta, o salchichas con puré.
   Los hermanos lo tomaban como quejas de niña malcriada, cuando la visitaban, una vez por mes o cada tres meses, Marlene la acicalaba con rizos y vestidos de buen corte. Adela estaba blanca y con poco peso. —Toro, me tenés que creer, no me lleva a la escuela, desaparece con el jeep hasta entrada la noche. Ahora me pega por cualquier cosa, primero fueron sacudones, luego pellizcos. Igual no lloro, no le voy a dar el gusto.
   Los hermanos preguntaron a Marlene. —Es una niña que da trabajo, pero es tan linda y educada, es un gusto.
   Los hermanos le creían hasta que un día descubrieron moretones y arañazos en el cuerpo de Adela. —No es nada, me gusta andar por el bosque y tropiezo, o las ramas que no distingo.
   A Marlene le aumentaron el sueldo, con la idea que fuera más cuidadosa con la niña, no tan niña, cumplió doce y nadie lo recordó.
   Toro y Abel pensaron que la niña era algo mitómana y Marlene,  encantadora y sincera. Ellos trabajaban en Bs As y no podían llevar a su hermanita, carecían de tiempo.
   Una noche de verano, Adela estaba sola. Acercó un banco a la alacena, bajó un vino abierto que dejaron sus hermanos y tomó tres vasos como si fuera gaseosa. Por primera vez se sintió feliz, había una invasión de luciérnagas que iluminaban los naranjos, el cielo lleno de estrellas y la luna redonda tenía los tres Reyes Magos, que pensaba Adela, vivían allí. Al amanecer apareció Marlene, que cuando vio, se tapó la cara con ambas manos y chocó contra un árbol, su cabeza dio en el volante y el Jeep se incendió con Marlene adentro. Los hermanos llegaron al atardecer. Adela sin vida colgaba de un naranjo, con una cinta blanca alrededor del cuello. Lejos de sus pies, la vieja banqueta del piano, quebrada.
                                                              

martes, 17 de octubre de 2017

A MÍ MAÑANA


   La miraba mientras dormía, una composición de una virgen del Renacimiento.
   Uno de los ángeles de Miguel Ángel.
   Despertó y restregó sus ojos, que le pincharon por las pestañas sueltas y las lagañas. Se forman igual, aunque uno fuera celestial.
   Quiso dar vuelta, la luz directa le cegaba y tenía más sueño. No pudo, tenía una mano dormida y la otra estaba en eso. Sintió las piernas alargadas, quiso flexionar las rodillas, resultó imposible.
   La bronca ensoñada lo vio, era una sombra negra rodeada por rayos de sol. Le traía té y le extendía la cucharita para darle.
   Se despertó. Tenía piernas y brazos atados con hilo .Él levantó la cama por el respaldo, puso diccionarios en las patas y con un cepillo antiguo, la peinó de ángel y la coronó con flores y estrellas de papel crepe.
   Ella sonreía de asombro y pensaba que vivía un sueño.
   Le cayó encima la sombra, la taza, la cucharita, el té. Nada hizo ruido. La violó con la certeza, de que los ángeles estaban para amarlos, por las dudas la había atado. Hay ángeles rebeldes.
   Ella, que se llamaba Rosa, lo miró de lejos. Las compañeras, que presenciaron todo, se reían, otras lloraban, otras lo esperaban al amanecer siguiente, con el hilo sisal en la mano.
   Salió caminando rápido, erguido en su guardapolvo blanco, impoluto. Alguien le dijo: 
—Buenos días Doctor.
   Él contestó: — Buenos días.
                                         

lunes, 16 de octubre de 2017

CONFLICTOS TEOLÓGICOS


   Somos tres hermanos, energúmenos, por eso vivimos juntos y solos. Jesús está convencido que es hijo de la Virgen María.
   —¡No! le digo, Jesús, es imposible, si era virgen, esa tal María, no pudo parirte, a mí me dijeron que naciste por obra y gracia del Espíritu Santo.
   Jesús me mira con desconfianza. —O sea que el Espíritu Santo es mi viejo, y entonces. ¿Quién es mi Mamá?
   Yo no entiendo mucho, pero le expliqué que tal vez su madre no era tan santa y el Espíritu era un sinvergüenza, que se apellidaba Santo.
   Dudo de su paternidad porque hubo un José, carpintero, metido en el embrollo. La madre, que era una mujer de carácter y autoridad máxima en Belén, lo ascendió a Dios, y ahí fue donde hizo carrera. Llegó a dominar hasta nuestros días. Jesús, muy inteligente, interrogó: —¿Si fue en el Año 1, quiere decir que cumplo 2017 años? No puede ser, a vos te engrupieron, tan viejo no soy.
   —Y a lo mejor, pero pensá que somos tres hermanos, vivimos juntos, no le damos bola a nadie y viceversa.
   Es el día de la Madre y no sabemos a quién felicitar, nos ahorramos el regalo y la fiesta. Duele no festejar.
   Mi nombre es José y el de nuestra hermana, María. El que más sufrió fue Jesús. Durante la dictadura lo engramparon en una cruz y le ensartaron una corona de espinas. Por suerte resucitó y subió a los cielos, es una forma de decir, vino a casa, Calle Pichincha al 1200.
   Casi no nos hablamos, pero tomamos mate todas las mañanas, María duerme sola, porque vive dudando que seamos sus hermanos, nos pasa a los tres. Jesús, que a veces es el más lúcido, en una ronda matera dijo: —A esta altura debemos cortarla, somos hermanos y si nuestra vieja no nos quiere y no es capaz de aparecer ni para su día, ya le llegará su Citación Judicial, por abandono de personas.
                                

domingo, 15 de octubre de 2017

PASEN Y VEAN


   Delante era un boliche con una luz amarilla, donde jugaban telas de araña cazando mosquitos. Un mostrador antiguo, de pobre y bebidas Valle Viejo, Hesperidina, vino suelto, vasos percudidos y tres o cuatro hombres solos, sentados estilo: “Es lo único en la vida que se parece a mi vieja”.
   Se asomaba gente joven, bien vestida, repugnante, como son los que tienen poder adquisitivo. El cantinero prendía una luz, con un botón tras mostrador: “ADENTRO PODÉS TODO”, se abría una puerta trampa y pasaban los chicos. La música impedía escuchar, si pedías una gaseosa te traían una birra, si pedías un margarita, te traían una birra, si pedías un tequila no te traían nada, porque no te escuchaban. En los costados se recortaban fileteados de Martiniano Arce, que daban a mesas alargadas, donde se fumaba porro, en otro merca, al fondo pastillas de diseño. Los laser móviles intermitentes hacían olvidar si uno caminaba por el techo, por el piso, o las paredes. La música de vinilos importados los manejaba un DJ múltiple y genial.
   Perdí a mi novia Olivia en tres oportunidades, no la extrañé, porque se me venían encima cada minón franelero que me sumergí en otro planeta, cuando me apoyó las tetas un trava, usé todas mis fuerzas hasta encontrar a Olivia. Estaba en el baño de hombres, con cinco tipos, según ella no pasó nada, yo le creí. Ocurren cosas raras en esos boliches canutos de Puerto Meadero. Más para nosotros, que somos de Juárez.
                                                                        

sábado, 14 de octubre de 2017

ME CAGO EN EL MUNDIAL 78


   Lo descubrí en una ventana, era un hombre de dientes enormes y pelos parados. Me asusté, después del vos sos, yo soy, hubo un intercambio de corrientes  que acercaron para siempre. Viajes aquí nomás. Viajes largos. El puro viaje. Un no amigo deslizó: —No es tuyo sólo, es de todos, no podés apropiarte.
   Nos ocupamos mutuo, el no amigo se equivocó. Había que volver de Ecuador, o Irlanda, o Brasil, un corazón herido con controles estipulados. —Mirá, hay jugadores de fútbol que sobreviven.-Lo dijo René, el mejor operó al mejor, tres veces. Entre una y otra, conocer algún otro lugar, caminar despacio, medicación adecuada.
   —¿Qué soy para vos? ¿Me querés? ¿Me amás? ¿Soy tu novia?...
   Miraba estrellas de noche y plantas de día. —Es ridículo, para mí sos “compañera”.
   Habré puesto ojos ausentes y dijo: —La mejor, la única.
   Corrimos al mar que nos llamaba, le gustaban las olas, decía que eran para domarlas. Había pocas personas en la playa, pero todos lo miraban, una cicatriz de clavícula a ombligo, otra lateral izquierdo de pecho a columna y una oblicua del lado derecho.
   Regresamos para la última, sesenta días en Bs As. Él, internado, yo viajando, dos colectivos de ida, dos de vuelta. Todos los días el despertador, mi tía Mimí hacía desayunos, no me pasaban por la garganta. Una tarde que le pedí siesta, agotada, él dijo sí. Me quedé dormida, una enfermera llamó por teléfono, dijo que fuera, no pasaba nada, extrañaba. Pegué con mi cabeza en la pared ¡Cómo pude no despertar! —Yo te llevo.-Dijo Mimí.
   Taxi. Allí estuve. —Tengo febrícula, dijo René que así no, muchos cables, suero y sangre, nadie me explica, andá vos.
   —Ahora no hay nadie, subí y bajé treinta veces, ni un triste enfermero, algo pasa.
   Tiró la máscara, alzó la voz. —Son estos milicos asesinos, se llevaron la gente del Sanatorio también.
   Deliraba, busqué el termómetro, casi 40°, mojé una sábana con agua fría y otra y otra. Bajó a 38°, busqué las guardias nocturnas. Todos mirando el mundial 78, nadie quiso dejar. Una masticando chicle: —¿Habitación 405?, ése no tiene solución, mamita.
   Dijo “ése”, la puta. Dormí al lado, alguien entró. Convulsiones. Me sacaron al pasillo. Escuché frascos que se rompían, crash, crash.
   —¡Tenelo, boludo!
   Esas cosas sin sentido, vino el clásico que avisa, con los brazos de circunstancia. Lo empujé, lo pasé de largo. Mi tía Mimí me abrazaba y una consuela como puede. —Todo ese dolor te pone hermosa, hermosa. 
                                                               

viernes, 13 de octubre de 2017

ESPERANZA

  
   Cuando murió Catalina, Gregorio quedó mareado, extrañado. Cuando nadie lo miraba, andaba entre los árboles con la esperanza desencontrada. Soñaba que Catalina decía: 
—Gregorio, te espero en el banco de las casuarinas, mañana a las ocho.
   Y allí estaba él, con dos manzanas, por si ella tenía hambre, tantos días sin comer…locutaba solo: —No sé por qué me decís que venga, son las doce y no llegaste, eso no me lo hiciste nunca, decime la verdad ¿Hay otro?
   Esa noche, en un sueño, se encontró con Catalina, flaca y desmejorada. —Perdoná que la otra vez no fui, igual escuché tu pregunta “¿Hay otro?”, Gregorio, me extraña, ojalá fuera como vos pensás, pero no, estoy sola y no sabés lo aburrida que es la muerte. Basta de encontrarnos en los sueños, debés tener esperanza, duele al principio, pero después se diluye. A mí me pasó con mi primer marido, yo algo te conté. El dolor con el tiempo se transforma en una foto que besás al pasar y luego confundís con la lista de compras…
   Gregorio se despertó transpirado, tuvo hambre por primera vez y se bañó de inmersión con espuma. Terminó de acicalarse, se miró al espejo y parecía como antes de aquello.
   Cruzó a la plaza, se sentó en el mismo banco, bajo las casuarinas. Tomó sol con ojos entornados, por vez primera no le dolía el pecho. Una Señora se sentó en el otro extremo, muy buena moza, sacó su tejido. —Qué linda mañana, no sabe cómo me gusta escuchar el sonido de las agujas cuando tejen.
   Ella suspiró y contó que desde su viudez, lo único que la distraía era tejer en ese banco…
   A Gregorio le cayó tan bien la Señora, que se animó: —Si no es entrometido ¿Cuál es su nombre, Señora?
   —No, no lo es para nada, Señor, mi nombre es Esperanza.    
                                                        

jueves, 12 de octubre de 2017

— QUÉ TEMA? —NO SÉ, ESCRIBAN


   Cuando viene de mal humor, se parece tanto a mi vieja, que dan ganas de esconderse abajo de la mesa. —Freddy, ¿viste que llegó de brote?
   —¿Vos qué decís? ¿Qué, va a tomar examen, para torturarnos con ecuaciones…?
   —Señores, las manos sobre la mesa, las mochilas en el piso, el cuaderno, una lapicera y escriban.
   Nos llama “Señores”, lo menos que puede decir es “Niños”, acá yo no veo ningún Señor.
   Sole, que es forra, pregunta: —¿Srta, sobre qué tema?
   Y ella contesta: —No sé, escriban.
   Sole, que sigue forra, aunque una cambie de renglón. —Seño,¿lo corrige hoy? ¿o lo llevamos a casa para autocorregirnos?
   Contesta con desgano: —Se autocorrigen, estoy con bronquitis.
   Chau, buenísimo, el tema es “No sé, escriban” y no lo corrige ahora, me descargo: “Mi Srta tiene cara de culo, porque le pagan mal, o el marido tiene el auto roto. O se enteró que la hija está embarazada y el hijo es puto. Nos odia la víbora, con perdón de las víboras, porque somos chicas y ella es una vieja chota, llena de patas de chimango. Sabe menos que nosotros, es burra. En casa opinan igual, pero me enseñan mis padres, tengo doble escolaridad. Las dos desagradables. El Día del Maestro, debiera ser un día de duelo, no de festejo. La de este año fue la peor. Tiene mal aliento, cuando pasa entre las mesas, se ve que hace cuatro días que no se cambia el calzón.”
   De pronto escucho: —Cambié de idea, llevo tres trabajos, el de Carola, el de Sole y el de Freddy.
   Carola soy yo. Esto es el fin. 
                                   

miércoles, 11 de octubre de 2017

SABÉS QUE ES LO MEJOR QUE PODÉS HACER SI VIVÍS EN TANDIL? -IRTE ----------------- -DIPPY,(CREO)


   —Isa, el marido es arquitecto, se recibió en la UBA. ¡Y mirá lo que hizo!
   Isa pensó que tal vez fueron los constructores improvisados, como consuelo le dijo. —No trates de apagar mi odio, desde los cimientos, se raja todos los días en lugares imprecisos, me rompió el inodoro “Pescadas” de mi Abuela, junto con la bacha estampada. Podés creer que se cayó una viga mientras comíamos y partió la sopera, nos salvamos de pedo. La viga se fue derrumbando encadenado, íbamos cambiando de habitación.
   —¿Y cómo lo resolvieron?-Preguntó su amiga-.
   La miró con ojos de vaca muerta: —Corrimos hasta llegar a los vecinos, que ni conocíamos. Nos recibieron con una comprensión exagerada. A ellos les pasó lo mismo con el mismo arquitecto. El vecino se dio maña y construyó una cabaña de troncos machimbrados, lo ayudó su mujer, una regia la mina, te digo.
   —¿Qué te parece que haga, Isa?
   —Primero tomate un Rivotril. El sábado se van a Buenos Aires, posta. Nos ponemos pilchas de trabajo, llevamos cuanta herramienta encontremos y les destrozamos todo. Tapices, alfombras y ropas nuevo rico, las metemos en el vestidor que nos enrostraban. Nafta, fosforitos y llamamos a los bomberos, viven alto, son pretenciosos. El lunes, cuando lleguen a su casota, encontrarán humitos agonizantes.
   —¿Y si el fuego toma nuestras casas, bah la tuya?
   —Isa, yo quería guardar el secreto, sé quién sos, te digo. El Juez que va a intervenir en la causa, es mi amante, mucho más fiel a nuestra relación que a cualquier sobrecito. El arquitectrucho tendrá que resarcirnos en Euros, Dólares y Pesos. Después del moco que se mandó ¿Sabés quién le va a dar trabajo? Nadie, absolutamente nadie.  
                                                                                                                           
Estuvimos dos ciudades, veinticuatro horas sin internet, disculpen queridos lectores, anoche no pude publicar mi cuento diario.
Muchas gracias a Telecom por los servicios NO prestados.
                                          Un abrazo de Patricia.   

lunes, 9 de octubre de 2017

SE LLEVARON HASTA LOS CABLES

                                                                
  Hace cuatro días que espero al plomero. Me baño con tachitos y lo demás igual. No salgo porque me dijo que si no venía de mañana, sería de tarde, o al día siguiente. Aparecieron dos pérdidas de gas, llamé al gasista. —Estoy al toque, ando por la zona.
   Ni avisa que se le rompió la camioneta, puede venir recién la semana entrante. Llovió, llovió, llovió tres días seguidos, siete goteras superaron baldes y cacerolas. Me comuniqué con el techista. —No sabe la cantidad de clientes desesperados, a Ud le doy prioridad, y eso que yo mismo tengo goteras, llego al mediodía o a las tres, si me desocupo y sino, mañana a primera hora.
   Golpean la puerta, me llevé puesto el perchero. —Hola Martirio ¿Vos tenés luz?
   —Esperá que me fijo, no, no hay. Ahora llamo al electricista.
   —Ni te molestes, es un corte general, seguro.
   —No te preocupes, Soledad. Llamo a la Usina.
   —Holá? ¿Usina? No tenemos…
   —El corte será de diez días consecutivos, cayó todo el cableado y recién vienen de Tornquist, con suerte mañana.
   — Falta agua también. ¿Y qué hacemos?
   —Si tiene pileta use el agua de ahí. Sino, compre bidones, ¿no junta agua de lluvia? Bueno, haga lo que pueda, que sé yo…
   —Escuchaste lo que dijeron, Soledad, son unos hijos de puta.
   —Mirá, acá los culpables son la chorra de la Perra y todos los negros de mierda, con cargos o sin ellos, que robaron lo que pudieron y los imbéciles sueñan que vienen por el resto. Para encubrir la van de plomeros, gasistas, electricistas, techistas. Creo que un revólver al menos hay que tener.
                                           

domingo, 8 de octubre de 2017

PASOS

                                                     
   —Estos uniformes son espantosos, el color, la rigidez pectoral, las bombachas que estrangulan los tobillos…
   —A mí me ocurre distinto, nunca tuve botas, mi calzado era ojotas en verano y zapatillas de tela heredadas de mi hermano, finitas y con algún buraco en el talón o la punta. Recuerdo un invierno, venían dos chicos de frente, uno me gustaba hacía tiempo. Me hizo un saludo casi invisible, justo en ese momento se desprendió la goma completa de mi suela derecha, seguí caminando con la capellada sola, sintiendo mi planta helada y por no perder dignidad llevaba mi cabeza en alto, pisé un sorete y escuché a mis espaldas las risas de los chicos, el que me gustaba levantó la suela, caminó y me alcanzó, me entregó la suela como si fuera una rosa. —Tal vez  puedas pegarla.
    Yo, como una estúpida la metí en una bolsa del Super y dije “gracias”. El chico se dobló de risa y yo doblé la esquina llorando.
    —Eso fue antes, ahora tenés unos borcegos de cuero abrigados, un cinto que te marca el talle, un arma de adorno, pero nadie sabe y estos rodetes perfectos, que muchos envidian, tenemos dieciséis años y si en lugar de pisar baldosas rotas, camináramos alfombras rojas, otra sería la historia.
—¿Qué otra?
—No sé, otra.    
                                       

sábado, 7 de octubre de 2017

ÍNTIMAS


   —Sería incapaz, te crió los chicos, cubrió algunas de tus situaciones maritales, leal como no conozco a nadie. Pensás en denunciarla, estás loca y aunque fuera como vos contás, perdoná, pero sos una pijotera de cuarta. Pitusa, reflexioná.
   —Eran mis cucharitas de plata, con mis iniciales, si hubieran sido los serruchitos, no digo nada, pero a vos bien que te dio bronca cuando la pobre Mapela se llevó la sopera, ni seguridad que fue ella, Merce, pensá y tené memoria. La dejaste en la calle, sin documentos, por una sopera de mierda, no jodamos. Si al final hacemos como la muerta resucitada de mi vieja, que cosa que le faltaba, le echaba la culpa a la muchacha.
   —Aquí, entre nos, mi viejo se cogía a la pobre Mapela, lo más patético es que mi vieja sabía y no decía nada. Porque prefería que mi viejo la dejara dormir y sin interferencias.
   —Tengo que confesarte algo, Pitusa, no quiero perder una amiga por un tipo sin atributos elementales, me acosté con tu marido. Ahora comprendo tu cara de mal cogida. Pero yo, igual te quiero. Fue un momento de debilidad.
   —No me pidas perdón, estamos a mano, yo me acosté con el tuyo, te aseguro, Merce, si hubiera percibido que es tan poca cosa…¿Cómo hacés, decime…
   —Dormimos en cuartos separados y están los amigos de mi hijo, una no es de fierro, viste?
   —No, ¿ves?, yo a tanto no llego, soy Católica y…en fin.
   —Como todos los católicos sos hipócrita, porque mi propio hijo me contó que en la cama sos una yegua. Quedate tranquila, él no es soplón, me lo contó a mí porque sabe que somos íntimas amigas.
                                          

viernes, 6 de octubre de 2017

ESTÁN TODOS LOCOS


   Cuando sus padres murieron, Lina vivió con sus tíos. Pasaba por la Iglesia intimidada, hasta que un día, sin misa, entró. Había un sacerdote rezando con absoluta concentración, Lina se sentó al lado llorando con hipos. El Sacerdote le secó las lágrimas y dijo: —Sonate la nariz, primero un lado, después el otro, epa, epa, ¿Cómo te llamás?
   —Lina, pero no le diga a nadie que vine.
   —¿Quién te hizo esto aquí?¿Y aquí? Los bracitos. Vamos a curarte, Lina.
   —No, no quiero.
   —Acá hay una sala de primeros auxilios y tus heridas sangran mucho.
   La tomó de la mano y notó dos deditos violetas. Por suerte había una Doctora que le realizó curaciones hasta el entablillado de los deditos quebrados. Tenía seis años y no pesaba nada. La Dra pidió al Sacerdote que la acompañara, según Lina vivía con sus tíos. Tardaron en atender, salió una mujer tan golpeada como la niña y se escuchó la voz de un beodo que finalmente dijo: —Salgan de mi casa, soy el dueño y hago lo que quiero.
   Les cerró la puerta en la cara y metió a Lina dentro, como si fuera un almohadón. Ellos subieron al auto y fueron a la Policía.
   —Venimos a denunciar el abuso de una niña y un hombre que parece el autor.
   —Espere un momento Sr Cura, ya sé de quién me habla es la familia  Killing. Él es el Comisario, yo no puedo hacer nada, ahora le digo, hay mujeres que merecen una salipa de vez en cuando y los niños también, a mí me sucede y a veces se me va la mano…
   Se fueron los dos consternados y se presentaron en el Juzgado del Menor y la Flia. —Acá no hay personal para tomar esa denuncia, la Jueza de Menores viene de mañana, o no viene, depende.
   Los dos se metieron en el auto y apareció un joven que estaba dentro del Juzgado. —Les pido reserva, porque puedo perder el trabajo, ya estoy amenazado. No creo que me pase nada, pero vieron cómo está todo. El Comisario y la Jueza actúan en connivencia, hay drogas, prostitución y todos los miasmas que deben saber por los Medios.
   —¿Y qué hacemos entonces?
   —Dra, como no estamos en Estado de Derecho, yo en lugar de Ud, me llevaría a la niña y a su tía, les pido discreción, tiemblo de la impotencia, pero Ud sabrá , Padre, que en definitiva es un problema de conciencia. Me voy, está lleno de soplones, hace mucho que hablamos.
   El Pueblo era chico, la Doctora Rosita vivía en un sitio alejado, la catramina de la yuta no podría acceder. Vivía así porque su marido estaba acusado de un robo que no cometió. Rosita blanqueó delante del Cura, trabajaban casi juntos. Lina abrazaba a la Tía y le contaba que la Dra Rosita y el Curita las salvarían.
   Salieron un amanecer los cuatro, la niña y la Tía no podían creer en esa casita como debajo de la tierra, con ventanas malvonosas y el marido de Rosita los recibió con sendos tazones de leche recién ordeñada.
   El Sacerdote y la Dra Rosita regresaron pronto al Pueblo, dando mil vueltas para no levantar la perdiz.
   Igual, perdices había a patadas.
                                                 

jueves, 5 de octubre de 2017

PAPELES Y DESPUÉS


   Las depresiones estacionales colisionaron, llegaron juntas, tuvimos verano mezcla con otoño, invierno con primavera.
   Llevo las cuatro y la cabeza me explota. Ni el habla ni la escucha ni los psicofármacos me alcanzan. Si llevara esta tortura permanente en dineros, sería millonaria y la depresión me seguiría, por envidia, para que no disfrutara por nada de ese maravilloso beneficio.
   Vino mi exmarido, Pichón, quiere la separación. —Malena, yo te aguanté y te acompañé en todos tus bajones y no quiero seguir hablando de mis virtudes para con vos.
   —¿Y de qué va todo esto?-Le pregunto agánica-.
   —Quiero un divorcio de común acuerdo, sin actitudes agresivas, somos adultos.
   —Te recuerdo, Pichón, que no sólo sos adulto, sino adúltero.
   —Es así, Malena, pero fuiste la primera en saber.
   Le vi esa cara de hipócrita profesional. —Un honor, Pichón, sos un lord.
   —Bueno, lo que quieras, nena, pero me parece justo que nuestros bienes se dividan en partes iguales.
   Le pregunté, casi sin voz: —¿Por qué? ¿Vos querés algo más, buitre?
   —Basta de subestimar al contrario. Acá tenés el expediente, sería prudente, de tu parte, firmar sin kilombos.
   Sabía cada letra sin ver, imagino perfecto. Subrayé con rojo las pertenencias de mis padres y lo que gané yo pelándome el culo. Leyó teniéndose el mentón, como si fuera pensador inteligente.
   —Gracias, Malena, siempre fuiste una Señora.
   Quiso besar mi mano. La retiré con asco. 
   —Lamento no poder decir lo mismo de vos, no voy a nombrar tus cosas que provienen de dineros malhabidos. Ni tu corrupción integrada a vos como una parte de tu cuerpo. Latrocida, lavador, testaferro, le robaste hasta a mis Abuelos. Dudo si no fuiste el ideólogo del crimen de mi hermano. En cuanto a tus adulterios, con las esposas de tus mejores amigos…quiero que todo esto se arregle entre abogados. No pises esta casa y te prohíbo hablar conmigo o con los chicos. La tenencia es mía, ellos están tristes, porque presenciaron y escucharon. ¿Sabés por qué te odian? Porque me levantabas la mano cuando te emborrachabas… Andate, cerdo.
   Y lo amenacé con una cuchilla. Fue un error grueso, él saco su cuarenta y cinco y me dio en el abdomen. Miro el techo, los cables, la ventana. No tengo ganas de seguir. No tengo qué seguir.