jueves, 19 de octubre de 2017

INYECCIONES


   Nuestro Farmacéutico, muy querido y apreciado por mis padres y después por nosotros. Preparaba recetas homeopáticas, alópatas o inventadas. Estas últimas daban mejores resultados que las escritas por los diagnósticos médicos tradicionales. Mi flia lo bautizó: El Farma Pardal. Su apellido era Paz. —El sólo nombre me tranquiliza.-Decía mi Abuela-.
   Era alto, flaco, pelo cortado al estilo nazi y llevaba un guardapolvo blanco que iba de su nuez de Adán hasta el borde de sus zapatos, también blancos. Su esposa y colaboradora, le llegaba a la cintura, portaba una corona blanca rígida, sobre su cabeza de cuatro pelos. Cuando nos recetaban inyecciones de calcio o las reductoras de infecciones, tan densas que se pasaba haciendo cinco minutos de masajes circulares. Empezamos a odiarlo, cuando descubrimos que no era necesario dejar ambos glúteos al aire para una inyección. Mi hermano menor le preguntó: —¿Paz, a Ud le gusta darnos inyecciones?
   Él contestó con voz perversa: —Es lo que más me gusta sobre la tierra.
   Mi Madre, luego de saber aquella respuesta, nos acompañaba.
   —Sr Paz, le sugiero que las inyecciones las aplique más lentas y se evitará tanto masajito posterior.
   Él la miró con odio. —Sé lo que hago, no necesito sus indicaciones.
   Así, terminante. Mi Madre le pagó y salimos al trote.
   —Qué tipo desagradable, se divorció del bagayo enano y está peor. Lo consultaré con Papi. Él coincidirá conmigo, no lloren chicos.
   Mi Padre, confesó, que en dos recetas magistrales le había producido una urticaria importante, primero le pareció natural, pero uniéndolo al relato de Mami, decidió ir a la Farma, para aclarar lo sucedido. Llegó y estaba cerrada, hermética. Había dos policías custodiando la puerta.
   Paz estaba dentro, respondiendo un interrogatorio por abuso de dos menores de cuatro y cinco años.
   —¿Y qué pasó?-Preguntábamos ansiosos-.
   Mi Padre abrazó a mi Madre, gesto que no veíamos con frecuencia y dijo: —Paz, se fue a Calcuta, para trabajar con la Madre Teresa.
   Todos respiramos tranquilos. La Farma estaría cerrada por siempre jamás.

                                       

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