lunes, 30 de noviembre de 2020

EL PLACER Y LA CONDENA

 

   —Mirá Jorge, había un Señor que limpiaba los vidrios del lado de afuera y justo cuando te iba a decir que del piso dieciocho era un peligro suicida, se cortaron las dos sogas que sostenían una madera larga. El tipo cayó a la vereda y hay manchas de sangre en este vidrio.

   Jorge me dijo que carecía de importancia, contrataron a otro Señor para que haga el resto y también se cayó en la calle como una mosca.

   Los obreros son así. Es gente sin oficio.

   —Sofía, contame qué te trajo la Consulta.

   —Estoy triste y la tristeza me deja sin nada.

   Jorge replicó con voz de campana:

   —Vas a venir dos veces por semana.

   —¿Dos que pago por una?

   —No Sofía, la cifra es la misma multiplicada por dos.

   —Necesito ayuda, pisé sin querer a mi tortuga. Bajé del auto y la fui a ver, creí que estaba muerta, la llevé al Veterinario, elegí el mejor. La reconstruyó con titanio y la dejó internada una semana. Cuando la tuve conmigo, estaba sana, como recién nacida. Pensé que por su edad no tenía chance. Después seguí yendo al Veterinario, con cualquier excusa. Se dio cuenta y me propuso pasar esa noche con él. Le pregunté si me llevaría a comer. Me contestó que necesitaba una noche haciendo el amor. Fui una mujer ideal, según decía él. Me cortó la cara, no quería compromisos permanentes. Hablé con la tortuga y le pregunté. Fue muy interesante, la tortuga no me respondió, era como estar sola y allí me quedé sin ganas de nada. ¿Qué puedo hacer, Jorge?

   Me contestó que conmigo podía hacer lo mismo que el Veterinario,  pero como era un Psi ortodoxo, pareció contestar ensoñado. Se hizo un silencio largo y me di vuelta para mirarlo, estaba profundamente dormido y se roncaba todo. Traté de despertarlo. El muy petimetre me dejó hablando sola. No me escuchó nada, como habían pasado dos horas, le dejé su dinero multiplicado por dos. Elegí no seguir con las consultas. Me habló por teléfono y preguntó si todavía estaba vigente su invitación a acostarnos. Explicó que un Psi ortodoxo tenía su permitido, pasar una noche conmigo.

   Después se enamoró y vivíamos juntos. La única conversación consistía en un “sí” o “no”, nada más.

   Cualquier día me dijo que por ser menor, se le podía armar un quilombo de aquellos. Me echó como a un perro. Fui a casa y no salí de al lado del teléfono. Se me cansó la esperanza y no me dieron ganas de nada.

   Soy muy vengativa y le pisé su gato al Veterinario. Y a Jorge le maté el perro, quedó planchado en el medio de la calle. Volví a pasarle por encima. Después los llamé y les conté lo que había hecho. Ambos me reputearon y me cortaron en la oreja. No entiendo a los hombres.

   Les conté a todas las personas que conocía y los dos se quedaron sin ningún paciente. Qué chusma que es la gente, la noticia salió en todas las redes sociales.

domingo, 29 de noviembre de 2020

PREVISIBLES SORPRENDENTES

 

   Estoy cansada, muy cansada. Un Tío me regaló un pasaje de autobús con cama. Recorría pueblos coloniales con historias sobrecogedoras. (Perdón por la coincidencia de estas palabras.)

   Lo único que llevaba en la mochila, era un pijama y pantuflas. Cuando subí al autobús encontré mi cama y dormí el cansancio acumulado. Cuando desperté íbamos por el último pueblo colonial. Miré todo con los párpados inflamados. Era un pueblo triste, de casas cerradas y ningún cristiano caminando por ahí.

   En esa parada subió una persona con cara de dormir. Hizo un chiste, que no hizo reír a nadie. Eran pasajeros de sonrisa difícil. Preguntó dónde quedaba su cama. Justo al lado de la mía. Se acostó con muchas ganas de dormir. Cuando llegó la noche roncaba como un elefante. Al cabo de unas horas me preguntó:

   —¿Me das tu mano? La necesito para dormir. Una mano cálida que me haga soñar cosas lindas.

   Yo se la di para que no se sintiera solo. Sé lo que es extender una mano y no encontrar otra mano, por mi historia anterior. No la cuento, es mejor olvidar. Este tipo me inspiraba confianza y las manos se apretaron y durmieron lindo. Nos despertamos con muchas ganas de seguir durmiendo. Nuestras manos estaban violetas de tanto apretar. Con el primer rayo de sol, su mano apoyaba sobre mi teta izquierda y la mía sobre su bragueta. Se escuchó una voz milicada:

   —Bruselas, fin de viaje.

   Si sucedió algo más yo no sé, bajé sola del micro y él no estaba o nunca existió. Estoy cansada, muchísimo más cansada que cuando este viaje comenzó.

sábado, 28 de noviembre de 2020

DEMASIADO TARDE

 

   Oliverio fue a ver a la Vecina de arriba. Subió los escalones, todo tenía olor a desinfectante. Mientras esperaba que lo atendiera escuchó canillas y mangueras abiertas.

   Abrió la mirilla:

   —Ah, sos mi Vecino de abajo, conocí a tu Madre. ¿Nunca te lo dijo?

   —En general cuando una persona se murió no puede contar nada. Además lo que me indignó fue estar sentado frente a mis queridos pensamientos y usted los mojó con tres litros de lavandina. Las pobrecitas doblaron sus tallos y los pétalos se secaron.

   —Mirá, te voy a abrir para que veas cómo limpio el departamento. Pongo alcohol aumentado al cien por ciento, para que desinfecte bien y después agrego lavandina concentrada. Arremangate los vaqueros y sacate las zapatillas, así no te mojás.

   A Oliverio el agua le llegó a las rodillas. El depto tenía una inclinación hasta el balcón, por allí salía toda el agua que fue a parar sobre sus pensamientos.

   —Se ve que usted es dura de entendimiento. Señora, la próxima vez que usted tire agua con cloro a mis nuevos pensamientos…

   —Para empezar, soy Señorita y en edad de merecer.

   —Esto es una orden, póngale cemento a todas sus rejillas, si así no lo hiciere, le voy a pedir al Encargado que le corte el agua.

   —Sí, lo entiendo, se siente desahuciado, se ha puesto pálido. Esta noche paso por su departamento y lo voy a resarcir de su pérdida.

   La vieja apareció desnuda y en camisón, llevaba una maceta con un pensamiento en el medio.

   —Sra o Srta, para el caso es lo mismo, seguro que viene con la intención de coger. Usted da asco por donde se la mire y las personas que tienen un sólo pensamiento, dan pena.  Yo tengo tantos que muchas veces se estrellan en mi cabeza. Las que tienen uno sólo, te traen de regalo una maceta con un malvón. Odio que haya confundido un pensamiento con un malvón, es de Vieja traidora e indecente, que pretende que me la coja.

   Le puso una trompada y la Vieja cayó por las escaleras, debido al detergente que ella misma esparció se resbaló y parecía desmayada. El Encargado le dijo, que al final se murió con un malvón en el culo.

viernes, 27 de noviembre de 2020

TECNOLOGÍA MOCHA

 

   A través de Internet se conocieron. Una cita por fotos y preferencias mentidas. Ella llegó primera, tenían una mesa reservada, estaba ansiosa por conocerlo. Según la foto tomada de perfil lo mostraba como un señor buen mozo, de pelo negro y ojos intensos. Lo reconoció porque daba vueltas sobre sí mismo, hasta que encontró la maderita que decía Reservado.

   Se desplomó en la silla.

   —Te pido disculpas, pero hoy trabajé más de lo acostumbrado. Ser Abogado es una vocación y ahora vos contame de tu vida.

   —Soy Médica Psiquiatra y mis sesiones son de cinco minutos a diez, cuando se me juntan todos los quiero matar. Hay algo que me intriga mucho, ¿por qué siempre estás de perfil hasta cuando conversamos?

   —Viste que yo me tiro el pelo sobre este ojo. Me tapo uno por la desgracia provocada por mi hermano, jugábamos a la pelota paleta y me tiró una pelota en el ojo. Los dos nos quedamos mirando, ¿podés creer que el ojo rodó? Y cuando llegó a la rejilla se metió y desapareció. Casi me operan en EEUU, pero a mi Viejo no le alcanzó, no tenía plata. Por eso te mandé mi foto de perfil. Para mí la sorpresa de verte, petisa, gorda y veinte años mayor que yo. En tu foto parecías alta flaca y joven.

   Ella le contestó:

   —Estoy llena de cirugías, te confieso que no soy Médica Psiquiatra, me encargo de atender el teléfono y dar los turnos que correspondan. Antes de irme limpio el piso del Consultorio. Me miento tanto, hasta a mí misma, que lo termino creyendo.

   —Te voy a decir mi verdad verdadera. Yo tampoco soy Abogado prestigioso. Soy Recolector de basura. No tuve otro remedio, nadie quiere un empleado con un ojo menos.

   Se olvidaron de comer y salieron del brazo hasta la calle.

   —Ché, pará con apretarme el brazo, después me dejás marcas azules. Hace cuarenta años que estamos casados, habíamos quedado en repetir la misma situación de la primera vez que nos conocimos.

   Él la miró como para pegarle una trompada y se la pegó nomás, ella le daba rodillazos en las bolas. Siguieron peleando durante todo el trayecto hacia la casa.

   —Yo no sé qué me pasó cuando decidí casarme con vos.

   —Yo tampoco sé.

viernes, 20 de noviembre de 2020

AVISO

 

Queridos lectores: Durante siete días no podré escribir para mi blog, les pido que me dispensen y no me abandonen.

                                                                                           Patricia.

jueves, 19 de noviembre de 2020

APARECE DE CUANDO EN VEZ

 

    —Me nombraron Canciller en Venezuela.

   —Pero Quintina, ¿cómo no me avisaste? ¿Vas a venir aquí o te quedás allá?

   —Voy para allá, quiero ver a los chicos que ahora deben ser grandes. ¿Quién me nombró?, lo ignoro. No sabés cómo me arrepiento de meterme en política. Los Cancilleres no hacen ningún trabajo, el único privilegio es que podés subir a un avión e ir a cualquier lado. Eso para mí, es un acto de corrupción.

   —Quintina, me estás contando todo. Sigamos esta conversación cuando nos veamos cara a cara.—dijo Roberta.

   Pensar que estudió con mis libros y con los que yo le afanaba. Hice tres carreras y elegí tener hijos, limpiar y preparar la comida. Lo llamaría “odio de casa”. Rolo me ayuda, cuando retorna de su trabajo. Vuelve a las diez de la noche y a veces a las cuatro de la mañana. Me pongo el camisón y tomo la pastilla. Cuando llega escucho:

   —Dios, qué cansado que estoy, reventado estoy, creo que hoy no puedo hacer lo que hacemos los viernes.

   —Yo tampoco puedo, me duele la cabeza, mucho menos sentir el olor de la Secretaria que duerme con vos.

   —¿Y cómo sabés, Roberta?

   —Me lo contaron tiempo atrás. Viene perfecto para divorciarme. Me voy con Quintina para pasar unos días en Venezuela.

   —Te vas y me dejás solo?

   —No, con tu Secretaria te dejo. Me compré un ajuar de ropa, vestidos largos y sandalias, todo lo pagué con tu tarjeta. Quintina me invitó a las fiestas que hace la Cancillería. Dijo que había un francés que te daba vuelta. Puede ser un francés noble, haré lo posible para que me dé bola.

   —Roberta, sos una mujer vieja, lo que contás es peripatético.

   —Yo no me meto ni me importa tu vida, Rolo. Te pido que me lleves las maletas abajo, que está Quintina con un Rolls Royce, prestado por la Cancillería.

   Al francés, que era un noble verdadero, le encantaron mis tetas caídas, mi culo inexistente, la cara fruncida y la transparencia de mi esqueleto. El noble francés me dijo que fue amor a primera fiesta y confesó que mi olor tanático lo volvió loco. Acá lo llamarían cojomondongo. Allá es “Je t’aime Roberté”.

miércoles, 18 de noviembre de 2020

LO HACÍAN EXISTIR

 

   Era tersa como una rosa. Cuando enviudó hablaba como si él existiera. El finado tenía un lugar en la mesa, con plato y cubiertos. Ella servía la comida pero a él le dejaban una rosa en el plato. Los muertos no comen, se dejan comer. Lo abrazaba para caminar en el bosque, abrazaba el aire, con la forma de él. Salían a la calle y ella hacía como que lo tomaba del brazo. Y así andaban, él llegó a parecer un fantasma. Los hijos sufrían porque la gente decía que su Madre estaba loca. Un día hicieron su reclamo:

   —Mamá, ¿podemos salir con Papá?

   —Primero le voy a preguntar si quiere... dijo que sí, los va a llevar al Cine.

   Se sentaron en tres butacas y dejaron al medio una butaca vacía. Vino un Señor a sentarse y le dijeron que la butaca estaba ocupada.

   —No, chicos, está vacía, yo me siento.

   —¡¡Noo!! Lo está aplastando a nuestro Padre. Voy a buscar al Acomodador. Papá, ¿te hizo mal en las piernas?

   La Madre los esperaba afuera, besó a su marido, lo había extrañado, siempre estaban juntos. Los chicos rodearon a su Madre e hicieron una ronda tomados de la mano. Se formó un círculo con un espacio al medio.

   Compraron un kilo de helados de chocolate. En el asiento vacío agregaron una copa con dos cucharadas de helado. Cuando terminaron, la Madre lavaba las copas, había una con el helado derretido, la lavó como a las otras. Miró la rejilla y vio como poco a poco, el helado desaparecía.

martes, 17 de noviembre de 2020

AMORES DESAMORADOS

 

   La Música Clásica me lleva y un malvón en una maceta, también.

   —¿Me entendés lo que te digo?—dijo Clásica.

   —Sí, pero a mí me gusta bailar Salsa.—dijo Salsa. Es entretenido, podés ir al Boliche y sacudir el cuerpo, los tipos te miran arrobados, ya sea por el culo o por las tetas.

   Dijo Clásica:

   —Tengo que decirte algo, necesito que me escuches, soy gay, pero no se lo digas a nadie.

   Dijo Salsa:

   —Y bueno, una elige, no te preocupes, ya se te va a pasar.

   Clásica le dijo:

   —Primero le tengo que decir a mis Padres. Me da vergüenza, además no estoy segura si soy gay.

   Hablaban en voz baja y tomaban mate hasta que estaba lavado con palitos nadadores. Clásica era superdotada, Salsa era tonta e ingenua. Clásica vivía otra vida que su amiga desconocía. Sus amistades, mujeres solitarias pero acompañadas de hombres nuevos, con actividades inquietantes, solían abrirse con Clásica y le contaban con detalles cómo amaban. Eso  le despertaba una curiosidad morbosa,  Clásica quería vivir las experiencias de sus amigas. Era una mujer con mucha cama, los jóvenes la llamaban “Kamasutra”. Los seducía con la lengua, las manos y les permitía conocer el interior de su sexo, amplio y generoso. Los hombres se enamoraban. Cuando las amigas tenían noticias de sus putadas, aparecían enojos donde Clásica disfrutaba. Cada vez que eso pasaba, se quedaba con una amiga menos.

   Salsa la visitaba y hacía alardes de sus amantes. Su amiga quería probarlos. Los salseros eran capaces de montarlas como caballos y pedían más y más de sus experiencias catreras.

   Salsa presentía que Clásica la traicionaba tanto, que competían a ver quién era la mejor amante. Salsa la seguía queriendo. En definitiva salía perdidosa. Clásica sabía resultar imprescindible.

   —¿Vos sabés, Salsa, que me encuentro cansada de hacer el amor todos los días?

   Hubo mutaciones en su vida, comenzó por quedar embarazada.

   Se encerró en su casa los nueve meses. Hasta que parió un varón y llamó a Salsa para que lo conociera. Fue muy doloroso, ella no podía tener hijos. Clásica, cuando vio cómo sufría, le dijo:

   —Si querés te lo regalo.

   Salsa lo aceptó de inmediato. Clásica se quedó sola y dedicó su vida a dormir y hacer Pilates. (Bueno, este cuento no lo puedo seguir, queda a criterio del lector encontrar sus propios finales, estoy demasiado cansada, escribir todos los días un cuento me deja de cama, ustedes dirán.)

lunes, 16 de noviembre de 2020

LA CULPA ES DEL GOBIERNO

 

   Se compró un auto viejo, él mismo lo restauró. Salió con un amigo para andar su vehículo.

   —Lo dejaste como nuevo, me alegro un montón por el producto de tu trabajo.

   Anduvieron por una calle llena de baches arreglados, como se hacen las cosas en este país, un lenguetazo de pedregullo, alquitrán y listo.

   El auto quedó varado en el arreglo improvisado, cayó en un pozo del tamaño del auto. No podían salir. Las puertas no se abrían por la presión de la tierra. Abrieron las ventanillas, fue peor, se llenó el auto de pedregullo y barro. Una napa subterránea los arrastró hasta una boca de tormenta con deshechos cloacales. Emergieron sin el auto, pero salvaron sus vidas. Mientras tomaban un vino, protestaban en voz alta.

   —La culpa de todo esto es por orden de llegada, primero el Intredente, segundo la marioneta Alborto, que responde a la Perra, las distintas Cámaras peleando tiempo completo para ver cómo nos pueden cagar. Si trabajamos nos cagan, si no trabajamos nos vuelven a cagar. Personas honestas quedaron dos, vos y yo.

   —Ché, no te olvides de Lilita.

   —Ah, sí, tenés razón, hay algunos que no son corruptos, pero si dirigieran la batuta, se contagiarían como el Covid.

   En otro rincón del Bar, un tipo comenzó a contestarles:

   —Si no les gusta ¿por qué no se van?

   —¿Qué dijiste, pelotudo?

   —Dije la verdad, se quejan los haraganes.

   Uno de ellos se levantó, le tiró el café a la mierda y tomándolo de las solapas, lo recagó a trompadas. Llegó la Yuta enseguida y el más agresivo, ni bien los vio:

   —¿Y ustedes a qué vienen? Si nosotros con los impuestos les pagamos las camionetas, los uniformes y al final no sirven para nada.

   Los canas quedaron congelados. Los jóvenes aprovecharon y se robaron el móvil. Lo entraron en el Taller Mecánico del auto que se hundió. Le cambiaron la fisonomía, lo pintaron con cuatro colores desagradables.

   Cuando terminaron salieron a los pedos y se estrellaron con un pelotudo que venía de contramano. La Ambulancia llegó más tarde que la Yuta y no pudieron hacer nada por el hacinamiento de Sanatorios, Hospitales y otros miasmas más comunes, propios de la Argentinitita.

domingo, 15 de noviembre de 2020

DÓNDE ESTÁ EL POZO

 

   Todos los veranos íbamos a Chascomús con mis primos. Mis Abuelas vacacionaban allí. Era una casa grande que tenía a María como Casera todo el año. Entrábamos gritando, ella nos recibía siempre con el mismo batón, agrisado por el tiempo. No la besábamos porque tenía lunares con pelo y pinchaban. El mal humor dibujado en su cara sin dientes. Era tan flaca como un hilo. A los chicos nos hacían comer aparte de los grandes. Tenían razón, éramos rebeldes y maleducados.

   El fondo había sido una entrada para coches de caballos. Quedaba un pedazo de tierra apisonada con un largo cordel para la ropa, rodeada de alambre de gallinero. María tenía media docena de pollos y un gallo copetón. Las Abuelas nos pedían que no jugáramos allí. Lo prohibido siempre es una tentación. Mi primo Luis nos hacía pasar por debajo del alambrado. María decía que bajo la tierra había un pozo, sólo ella caminaba por ese lugar, le gustaba asustarnos.

   Saltábamos y nos reíamos hasta que el pozo se abrió. Primero cayeron los más grandes:

   —Bajen, basta de cobardía, no saben lo que se pierden.—Dijo Facu.

   Bajamos todos y el asombro nos sorprendió. Había una casa igual a la de arriba, la recorrimos y llegamos a otra casa. Se escuchaban voces que nos indicaban la presencia de la última casa.

     Nos dio miedo y subimos las escaleras hasta llegar a la superficie, mientras, María tendía la ropa sin darnos ninguna importancia. Volvimos a la casa grande:

   —Vengan chicos que está la comida servida. —Dijeron nuestras Abuelas.

   Tropezábamos unos con otros, había frutillas con crema y tres botellas coca cola. Nos vinieron a buscar mis Padres.

   —Vayan a lavarse las manos.

   Por primera vez les obedecimos.

sábado, 14 de noviembre de 2020

MUJER DISTRAÍDA

 

   La Tía Clota transpiraba, le caían gotas de la cara, las axilas, y me encargó que comprara una pileta de lona. La llevé a su casa.

   —¡Por fin tendré un lugar para refrescarme!

   A la semana me llamó:

   —Luisito, cuando me meto se rebalsa y después queda casi vacía, pienso que es por mi gordura.

   —No te preocupes Clota, te construyo una de hormigón armado, le agrego una escalera así podés nadar y te olvidás del verano.

   Horadé la tierra con una pala y después con una transcavator. Era tan profunda que parecía llegar al centro de la tierra. Le pedí que bajara de peso para no quedar atrapada en el fondo de un agujero negro y después no poder salir.

   —¿Y con la lona qué hago?

   —La usás de limpiapiés antes de tirarte en la otra.

   Tía Clota se estaba poniendo pesada. El aguante que tuvo su marido llegó a enfermarlo, Clota lo demandaba todo el día.

   —Eulogio, me tiene que obedecer, para eso me casé con usted.

   Ella venía de familia de cavadores, tal vez fueron un ejemplo para mí. Me regalaban una pala por año, llegué a tener cincuenta palas. La Tía Clota era una mujer testa ruda y ambiciones absurdas. El día más caluroso del año la fui a visitar. La pileta se llenaba lenta, tenía cinco centímetros de agua.

   —¡Tía Clota! ¿Dónde estás?

   Seguí el camino de las ojotas abandonadas, el Lavapiés con las queresas flotando. Se había tirado de cabeza desde el trampolín, parecía una x, los brazos, las piernas y los ojos abiertos sin mirada.

viernes, 13 de noviembre de 2020

CON EL ODIO PROPIO

 

   Trabajé en el campo, repartí piedritas en la plaza y ahora esto. El tipo, no sé qué pretende. Dijo que le construya una pileta grande y honda. Como es mi Patrón, tengo que obedecerle, aunque no es mi especialidad hacer caso a los deseos de un tilingo que se pinta la boca y lleva rímel en las pestañas. Le pregunté si en el gabinete tenía una pala o algo parecido, me contestó de malas maneras:

   —Quiero que haga el pozo con sus propias manos, para eso le pago.

   Noté en su mirada, un dejo de perversión. Cuando yo trabajaba todo el día, bajo los rayos del sol, me dolía la espalda y tenía  los brazos cansados. Se me salieron las uñas de tanto escarbar esa tierra dura. Hice medio metro y me quedé dormido. Mientras, el Patrón se hamacaba en la galería. Tenía un espejo de mujer y recomponía su maquillaje. Me dio un puntapié para que me despertara y siguiera trabajando. Daban ganas de matarlo. Forcé la puerta del gabinete y encontré una pala. Era más fácil así. Hice más de un metro en dos horas.

   —Quiero que la termine para mañana, está por llegar mi Madre, se llevará una sorpresa, cuando esté listo y si vos no la terminás estarás listo también.

   Este imbécil ignora que soy dueño de este campo.

   Me considera un ignorante. Llegó su Madre con cincuenta mil malaquitas que trajo de Grecia para que yo solo las pegara una por una. Terminé la pileta con una profundidad de cinco metros. Un día de calor abrazante se tiraron los dos tomados de la mano.

   Ni repararon que ninguno sabía nadar. Cada vez que lograban sacar sus cabezas, con todo el odio que tienen los que odian, les daba golpes en la cabeza y ellos se hundían hasta desaparecer. Me dio pena que el agua transparente se tiñera de rojo y era imposible ver el fondo.

jueves, 12 de noviembre de 2020

CONVERSACIÓN ANIMADA

 

   —Mientras estudian no me usan y eso que soy un cenicero importado. ¿Será que me desprecian?

   —A mí me pasa lo mismo, dejan el cigarrillo y me queman los bordes. A veces se olvidan. El otro día casi llegan a quemarme toda.

   —Se compenetran y nos olvidan.

   —Con el servicio que les prestamos, tenemos que vengarnos, seguro que dan mal todas las Materias. Recemos por eso. Ojalá pueda abrir mis patas y les incendio todo. Me va a doler, pero me pongo cicatul y listo.

   —No sé por qué te preocupa tanto, sos la preferida de tu Abuela, gubeada con dibujos originales del Marqués de dos puertas, bien barrocas.

   —Ellos también se van a incinerar y les harán trasplantes de piel que son dolorosos. Bien merecido lo tienen. A vos te hicieron trizas, a pesar de protegerte, no pude ayudarte y sin patas, menos.

   —Les podemos gritar.

   —¿Vieron lo que les pasó por hacernos esto? Los Padres se van a enojar, sobre todo cuando vean que se incendia la casa completa.

   —Además de descuidarse son burros y tontos.

   —Yo diría más tontos que burros.

   —Como epílogo podés rescatar un buen pedazo del vidrio del cenicero y les arrancamos los ojos.

miércoles, 11 de noviembre de 2020

ALGUIEN LES HIZO LA CABEZA

 

   Me convidó tres pastillas vencidas, Calixto era un tipo generoso y de buen corazón. Se cansó de nuestra amistad, comió todas las pastillas que quedaron y después lo negó. Me trajo un sobre de alka seltzer y dijo:

   —Te va a hacer bien, vos no necesitás nada para dormir.

   Compartíamos una carpa más chica que nosotros. En medio de la noche y de la nada, apareció una mujer.

   —Me llamo Sirena Encantada, al decir Encantada lo uso como saludo, mi nombre es Sirena. ¿No me invitan a dormir en esta carpa con ustedes? No miren con esas caras, mañana iremos a una Capilla para pedir perdón, por todo lo que haremos. No es ningún pecado dormir abrazados. A mí me da mucho miedo la soledad de este lugar.

   Tenía un buen cuerpo, fue una sorpresa cuando nos mordió el cuello y otras cosas placenteras. Cuando terminaba conmigo, seguía con Calixto. Por la mañana estábamos agotados. Sirena partió sin despedirse.

   —¿Cómo no nos dijo que se iba? Le brindamos todo, hasta un sándwich de mortadela.

   —Calixto, quiero recomponer nuestra amistad de toda la vida. Mis mejores vacaciones fueron con vos.

   —No sé cómo lo vas a tomar, pero a Sirena la soñamos, nunca existió.

   —Tengo como prueba, mordiscones en el cuello.

   Calixto se rió mucho de las conclusiones de su amigo. Cuando vio que le manaba sangre de su cuello, se espantó. Desarmaron la carpa y encontraron escamas dispersas. Si fue verdad o mentira, no lo hablaron más.

   —Después de todo, las pastillas y el alka seltzer, nos hicieron efecto. El más inolvidable.

   Guardaron aquel secreto para siempre.

martes, 10 de noviembre de 2020

EN EL VERANO DEL JARDÍN

 

   Hacía dos temporadas que no pintábamos la pileta. La última vez había musgo en los rincones y el fondo resbaloso, daba para nadar o nadar. Lo llamamos a Martín, especialista en pintar piletas.

    Con una amoladora eléctrica la lijó. Luego le pasó tres manos de celeste cielo. Extendió una media sombra para protegerla de semillas de palmera, hojas y los malignos algodones de los chopos.

   Todos los días sacudíamos la media sombra y la volvíamos a colocar. La llenamos y parecía vasito. Le decíamos vasito cuando estaba transparente.

   —El agua está vasito pero no nos metamos, todavía hace frío y nos podemos agarrar cualquier peste.

   No pudimos esperar y saltamos a la media sombra. Con nuestro peso llegamos al fondo. No podíamos subir, nos envolvió la media sombra y quedamos atrapados en el fondo. Encontramos dos pajitas de Martín y por allí respiramos.

   Era imposible subir juntos.

   Los vecinos le contaron al pintor.

   —¡Pero cómo hicieron eso! Las pajitas tienen ácido puro.

   Nos asustamos porque el ácido perforó los pulmones.

   Cuando Martín se dio cuenta que no tenía solución, nos empujó por la cañería de desagote y salimos junto con el agua a la calle. Los que pasaban miraban los dos cadáveres. La corriente se encargó de dejarnos en un pantano de tierra movediza. Fuimos succionados hasta no quedar nada.

   Martín fue hasta el pantano. Escuchó una conversación lodosa y profunda:

   —Yo te dije que no le pagaras adelantado. Mirá cómo nos dejó!

   —Me parece que estamos muertos. Qué vamos a discutir, te invito a bucear por el barro, tal vez encontremos una salida.

lunes, 9 de noviembre de 2020

VILLA ELISA 1932

 

   Vendían una casa de campo que decía en su frontón 1932. La casa era más chica que el frontón, la habían pintado de blanco refulgente por fuera y amarillo huevo por dentro. Me dijeron que no tenía ninguna ventana, por tanto el sol no entraba, el amarillo le recordaba a la casa que el sol existía.

   Ni bien apoyé el único baúl que traía apareció una rata pequeña de ojos luminosos, le siguió otra y otra y otra. Me resultaron muy útiles, ya que carecía de luz. Caminaba entre ellas que iluminaban mis pasos y las más grandes subían a la mesa, para que yo viera más. Adorables criaturas, detestadas por el universo de los hombres. Fui a buscar a mi novia en sulky, para mostrarle la propiedad dónde viviríamos. Cuando vio cuanta luz provenía del interior de la casa, entró dando saltitos felices, antes de mi posterior entrada. Escuché alaridos de mi novia, no distinguí dónde estaba. Abrazada a un tirante del techo:

   —¡Por favor sacame de aquí me dan miedo y asco!

   La ayudé y salimos a la intemperie. Le expliqué que me prestaban un servicio gratuito y una pena infinita porque las pobres carecían de vivienda y por mi parte, podía compartir el techo con ellas. Ella lloraba y me empujaba con bronca, pensé que nunca nos casaríamos.

   Para mi asombro, pasado su ataque:

   —Te ruego que me perdones, no podría vivir sin vos.

   Todas las mujeres hacen depender su vida de nosotros y encima lo dicen. Ésta también, pero yo quise casarme igual. La noche de bodas se mostró contenta, durmiendo sobre las ratas y más ratas sobre el acolchado, tantas que no pudimos consumar el sagrado matrimonio.

   Por la mañana salí a trabajar, temprano, le prometí que volvería antes del anochecer:

   —No te preocupes, las ratas te harán compañía y te protegerán.

   Ella quedó blanco nube. Ni bien partí, salió ella con el sulky, me pasó, se dio vuelta y dijo en voz alta que iba de compras. No había nada en la alacena, dijo.

   Después del trabajo llegué agotado al frontón 1932. Busqué mi esposa y no la encontraba, ni siquiera las ratas alumbraban el interior. Me acosté en el piso, dormí todo el cansancio de la tierra, me restregué los ojos y la llamé. No estaba ella y no estaban las ratas. Salí al sol y al verde, había cientos de gatos comiendo con fruición de las que ya no quedaba nada. Lo que no pude, ni puedo entender, es porqué de mi mujer, tampoco quedaba nada.

domingo, 8 de noviembre de 2020

PLENA ÉPOCA

 

   —Hoy vienen unos amigos a comer. Me propusieron un ascenso. Ya estoy nombrado. Por favor, te pido Tavita, que no me hagas quedar mal. Si te preguntan acerca de lo que más te gusta hacer, no digas “cojer”. Cuando fue la comida del ascenso anterior, se sintieron abrumados y me miraban con lástima. Hiciste tu Carrera en Inglaterra, te recibiste con honores, sos una chica culta e ingeniosa, tan hermosa como era tu Madre. Quiero que te vistas bien, nada de apoyar tus pies en medio de las piernas de algún comensal. O por lo menos sacate el zapato. No traigas a tu Novio, mal entrazado y peor hablado.

   —Me gusta decir esas cosas, pensá que mi libido se encuentra en su mayor extensión. Esta vez te prometo un control absoluto, mientras no me aburra mucho.

   —Acordate Tavita, que cuando habla algún grande, los menores permanecen en silencio.

   Le tocó el turno a ella, apareció en el Comedor, en pijama y descalza. Se sentó en la cabecera. Y con miradas divertidas le preguntaron:

   —¿Vos que pensás de los que nos están gobernando?

   —Que se están robando todo, que devuelvan la guita los muy degenerados y sería interesante también que se murieran y cayeran para siempre en las llamas del Infierno. Esta mañana me desperté con muchas, muchas ganas de acostarme a dormir. No quiero comer, subo y me abrazo a la almohada. Tengan ustedes muy buenas noches, ha sido un placer conocer a los amigos que le darán un ascenso corrupto a mi Papá, que no entiende nada.

   —A Tavita, lo que más le gusta de la vida es coger, ¿y yo qué le voy a decir?, si a mí también es lo que más me gusta.

sábado, 7 de noviembre de 2020

LUDOVICO ESCURRE

 

   El zaino lo dejó tirado ahí, cuando tropezó con una vizcachera. Los compañeros trataron de ayudarlo, pero él quedó mormoso para siempre. Igual terminó sus estudios, gracias a Profesores que lo felicitaron en su última exposición. Era tartamudo y llevaba su tiempo esperar que terminaba.

   Los compañeros formaron un buffet y lo invitaron a trabajar con ellos. El Doctor Ludovico Escurre aceptó. Le asignaron un escritorito con una máquina de escribir Royal.

   Se pasaba el día tropezando al que viniera. Decidieron mandarlo a juntar papeles del suelo, cambiar el rollo de papel higiénico y atender a los clientes cantando, para hablar de corrido.

   El Doctor Ludovico Escurre se cansó del trabajo y de sus compañeros. Tenía capacidades diferentes, se autonombró responsable de sanitarios. Hizo el curso de limpiar sanitarios de mujeres. Ellas encantadas porque después de hacer, les pasaba el papel, con tal entusiasmo que las dejaba como nuevas. Les destapaba las cañerías, para comprobar si quedaba todo como correspondía. Para eso probaba con su propio miembro.

   —Doctor Ludovico Escurre, usted limpia como nadie.

   En otra oportunidad, también para asegurarse, empezó a usar los palos de las escobillas y salían limpitos, como nuevos.

   —A mí me gustaba como lo hacía antes. Disfrutaba mucho.   Dis…dis…fru..fru…ta…ta…ba…ba…mu…mu…cho…cho. Sí…sí…mu…mu…cho…co…co…mo…mo…na…na…die.

   Los dos eran tartamudos.

   —¿Y…y…si…trae un…un…ca…ca…ballo, pin…pin…to pa…pa…para que…que…me…me…ha…ha…ga el…el…mis…mis…mo, tra…tra…ba…jo…que…que…usted?

   —Es que sa…sabe se…se…seño…rita…que…cuan…cuando e…era más jo…jo…joven me…me…caí de…de… un ca…ca…ballo, pa…pa…ra su…su con…con…suelo me…me…pa…pa…rece que…que…la…la…qui…quiero.

   —Yo…yo…yo tam…tam…bién, lo…lo…lo…quiero.

   Fueron conocidos como “los amantes del baño”, porque cuando entraban no salían nunca.

viernes, 6 de noviembre de 2020

PICHONES

 

   Llevaba a la esquina, la bolsa de residuos.

   Alguien tiró una piedra y quedé tirada al borde del camino. Venían algunos autos, rodé unos metros, me detuve cuando llegué adentro de un pajonal.

   Rocé mi cabeza y noté que tenía una protuberancia con el formato de un huevo. Casi me desmayo, todo me daba vueltas. Me tomé de una rama para ponerme de pie. Quedé colgada ahí y tuve pesadillas. Soñé que me trepaban por la espalda, lombrices de la tierra.

   El huevo de mi cabeza empezó a resquebrajarse. Emergió un pichón de colibrí. Eso me alivió y descubrí que la madre pájara sacaba de mi espalda una lombriz chica y le daba de comer en el piquito. Cuando hice los primeros pasos, me rodeaban colibríes colgando de la nada. Levitaban cerca de mis ojos y metían sus picos dentro de mis orejas, tal vez les gustaba el zapallo.

   Volví a casa acompañada de tanta sutileza, de tanta joya transparente. Cuando me senté a desayunar me preguntaron:

   —¿Cómo volvés tan tarde y con tantos pájaros?

   Mi Padre contestó:

   —Esta chica siempre tuvo pajaritos en la cabeza, fíjate que se olvidó de tirar la bolsa de residuos, ¿dónde pasó la noche?

jueves, 5 de noviembre de 2020

DISPERSIÓN

 

   —No le cuenten a su Madre que salimos a comer con una Señora y ustedes…, me caso de nuevo. Renuncié a mi trabajo, a comer arroz todos los días, a fumar y a tomar vino.

   —Si Mamá se enoja, enojada, te va a pegar una trompada o un cuchillazo.

   —Es que me gustan las dos, no sé con cuál quedarme.

   —Elegí la señora nueva, está sin estrenar, no como Mamá que está usada por vos y por tus amigos. Mientras ella hace el arroz, aparece un amigo, se encierran en el dormitorio. Según Mamá es para charlar. Y los demás hacen lo mismo mientras vos estás en la oficina. Muchas veces se le quema el arroz. Lo da vuelta y dice: “hoy comemos tarta de arroz”.

   La otra Señora, tenía una casa pequeña, con una pileta olímpica. Había caviar y palmitos en la heladera y en el freezer helados de todos los gustos. Nos invitó a vivir con ellos.

   —Para mí es un hada. —dijo uno de los chicos.

   —Para mí es una pileta olímpica. —dijo otro.

   La Madre se fue a vivir en comunidad con gente hiponga, mucho más jóvenes que ella. Engañó a todos diciendo que era virgen. Por las noches paseaba los montes y se encargaba de estrenarlos a todos.

   Terminaron pensando que la mujer era una atorranta encubierta, por el FBI.

miércoles, 4 de noviembre de 2020

UNA TAREA PLACENTERA

 

   El Proctólogo encontró la punta de un hilo sisal.

   —Afloje, le va a tirar un poco, con esta pinza lo saco enseguida.

   Pasaron tres horas y el Proctólogo continuaba, era hilo sisal y no terminaba nunca.

   —Señor ¿por qué no fabrica ovillos? Tomaré un descanso.

   El Paciente sentía un gran alivio en todos los órganos del cuerpo. Lo que él pensaba exceso de cerveza en su estómago, era hilo sisal. Con paciencia Zen, logró realizar 1500 ovillos. Los vendió en el mercado blanco a precios descomunales. Prestaba un gran servicio, para desinfectar el interior del organismo.

   Los amigos del Paciente, sabían que lo que entraba por la boca, tarde o temprano, salía por el culo. El Proctólogo recibió pacientes nuevos que le contaban cómo habían procedido. Coincidían las cifras, 1500 y en el mercado blanco aplaudían.

   Tuvo ganas de hacer lo mismo. Y así lo hizo, pero sin introducirlo por la boca, juntó un montonazo y lo entró en la zona anal. La suerte no estuvo de su lado y cuando salió, resultó que el hilo salió todo junto.

   Pasó un año resolviendo los ovillos. Le hicieron un monumento “El ovillo más grande del mundo”. Recibió el Premio Nobel, el Martín Fierro, Medallas de Oro del Ejército Argentino.

   Lo nombraron Profesor de Proctología.  

martes, 3 de noviembre de 2020

ACUERDOS MENDACES

 

    Nos casábamos a la semana siguiente, Estaba preparada la Iglesia, las Invitaciones y comenzaron a llegar los regalos. El vestido de boda de mi Abuela, que después fue de mi Madre y ahora me miraba al espejo y todos elogiaban el parecido con mi Madre, sin oropeles.

   El día que llegué a la Iglesia, mi Novio se retardó. Cuando después apareció, vislumbré sus ojos indecisos. Estando frente al altar, el Sacerdote habló las clásicas preguntas que se daban en ese momento. En cuanto llegó su respuesta, dijo un “no” cerrado. Se retiró despacio y me saludaba con tristeza.

   —Esto no termina aquí, Elena…a lo mejor…

   Y desapareció.

   Entre el dolor y la vergüenza, fui a vivir al campo de mis Padres. Ellos decidieron mudarse y yo los acompañé. Seguí con mi fracaso a cuestas, estaba desolada. No podía despertar de aquella pesadilla. Un mediodía me pidieron que fuera a llevar las cartas de mi Madre, a sus amigas de la infancia.

   —Señorita, aquí hay un montón de correspondencia, ¿por qué no busca? Muchas fueron devueltas, por no encontrar el domicilio.

   Todas se dirigían a nombre de mi familia. Una en particular me llamó la atención. Llevaba una letra que reconocí enseguida: “Queridísima Elena: en tiempo de esta ausencia, me dieron muchas ganas de verte. Te pido perdón y me arrodillo a tus pies…etc. etc.”

   Sentí como si hubiera escrito aquel petimetre, por el que sufrí tanto. Un hombre de verdad, se casó conmigo, tengo cinco hijos.

   Por fin comprendí que el matrimonio, es un algo totalmente prescindible, realizado por la vieja cobardía de no saber vivir en soledad. Y la conclusión es que con mis hijos me divierto mucho y con mi Marido me aburro demasiado.

lunes, 2 de noviembre de 2020

PERO NO

 

   Lo lamento por las Tías Abuelas, que murieron hace un tiempo. Me dejaron su casita con dos dormitorios y un living grande. Había ventanas donde el sol daba media vuelta y después la vuelta entera. Había jardineras de madera, con geranios y malvones. Un sauce llorón en el fondo y una hamaca con cadenas. Cuando era chica, las Tías la instalaron para mí. Quedaba casi en el campo, todo un beneficio, no tenía vecinos.

   Llegué temprano el primer día y limpié gozosa hasta el último rincón. Fui a dormir sin comer y desvestirme y con las zapatillas puestas. Dormí en la cama de la Tía Juana, que tenía olor a violetas y sábanas con almidón. No pasaban autos ni personas.

   El silencio de la noche hacía olvidar el estrépito de las capitales, donde viví mucho tiempo en un departamento compartido. Me desvelo fácilmente. Desde hace unos instantes oigo un ruido, pienso que se va a detener, pero no. Recorro las canillas para ver si alguna pierde, pero no. Me atreví a subir a la bohardilla, estaba encerado, impecable, como lo dejaron las Tías. No se escuchaban ratas ni mosquitos silbadores. En un ataque de cobardía volví a la cama. Por la mañana me desperté con la cara cubierta de aserrín. Abrí la ventana y descubrí la proveniencia, era un bicho taladro trabajando. Le llené su agujero con veneno F-100.

   La noche siguiente, algo me hizo abrir los ojos. Desde hace unos instantes oigo un ruido que me asusta. Y al final eso no es vida. Vuelvo a la mugre de las Capitales, donde todo hace ruido, si hay uno, no se nota.

domingo, 1 de noviembre de 2020

INSENSATEZ

 

   —Mamá, ¿podemos hacer un pocito aquí?

   —Si les divierte sí. Cuando entren se sacan las zapatillas.

   El pocito ya estaba. Palearon los tres, competían con la tierra que sacaban. Llegaron al tamaño de una pileta media. Prendieron la manguera y cuando llegó al borde, se tiraron a bañar. Emergieron, esperaron al más chico, tardaba en salir, demasiado. Tardó tanto que los vecinos lo esperaron alrededor. Siempre hay alguno que dice lo que piensa:

   —Hace horas que estamos y no pasa nada.

   Todos se fueron dándoles a los Padres un anticipo de pésame. Empezaron a cavar más hondo, toda la noche. Tan profundo que después no podían salir. Olvidaron un pequeño detalle. ¿Cómo iban a subir, si la tierra comenzó a desmoronarse sobre ellos? Los hermanos llamaron una transcavator. Nadie se animó a decirles nada.

   —Miren, nuestra máquina se está hundiendo, el hoyo se agranda, es un agujero negro.

   Lo hermanos lloraban y se abrazaban. Por un costado del jardín apareció el que faltaba.

   —¿Cómo saliste? ¿Cómo no avisaste? Te dábamos por muerto.

   El chico miró el hoyo. Lo habían cubierto de tierra y después lo apisonaron.

   —¡Qué desperdicio de trabajo! Les voy a avisar a nuestros Padres.

   —No te molestes, porque ya no están, murieron en el derrumbe.

   —¿En serio están muertos?

   —Bien muertos, no dieron señales de vida.

   El más chico dijo:

   —Hay que pensar en el sepelio y en este caso, no pagamos nada. Están enterrados, les plantamos flores, para no levantar la perdiz y es una alegría tener mi cama, pared por medio, bien cerca de mis Padres, como me gusta a mí.