jueves, 31 de octubre de 2019

HONORABLE



   Es el mediodía, es la hora que hay menos gente, le pegunté a un Policía, si había que ir en ayunas, dijo: “No”, con cara de Policía. El pasillo estaba custodiado por el Ejército en traje de desfile patricio, galera negra con una pluma roja, sacos azules, pantalón blanco y banderas flameantes representando todos los partidos. Había ventiladores para que flamearan las banderas. Las mesas eran de caoba y en vez de cajas, urnas funerarias, talladas a mano, con una pequeña raja al costado, el Presidente de mesa y sus secuaces, vestían con smoking y las mujeres de largo, con escotes depravados. Me tomaron el número de documento y como decía el protocolo, el sobre vacío con membretes negros y velcro, para cerrarlo.
   Cuando entré al cuarto oscuro, cerré la puerta y estaba todo negro, mi cuerpo se puso todo negro, ni las manos de cerca podía mirar, me dieron vahídos, perdí la noción de techo, piso y paredes.
   Me sentí como Alicia en el País de las Pesadillas. Me dejé llevar, quién sabe dónde. Las boletas eran como los murciélagos, me rozaban y volaban. Cacé una en el aire y la metí en el sobre, que por suerte tenía apretado en mi mano. Metí una boleta tomada al azar y cerré con el velcro. Encontré un picaporte, tenía una lucecita roja y un cartel luminoso, con letra de imprenta, que decía “Salida”.
   Un Señor, vestido de funerario: —Permita usted el sobre, que lo introduzco en la caja.
   No era mi sobre, era otro. Yo lo único que deseaba, era irme rápido, un hombre con rostro de Diablo y cuernos de vaca muerta, me abrió los portones del Cementerio. Llegué a mi cajón, de memoria.
   Estaba cansada, antes de volver al sueño eterno, pensé: ¿para qué despertar a los muertos, para ejercer el derecho de todo ciudadano? Si yo, ya no existo.

miércoles, 30 de octubre de 2019

REMEMBER



   Acordate cuando recién aprendí a andar en bicicleta y en un rincón de la vereda, apareció un impedimento muy difícil de sortear. Solté los manubrios y me tapé los ojos, no pude elegir otra alternativa.
   Acordate, vos me llevaste al cirujano de tu familia. Tenía una herida en la frente, que no dejaba de sangrar, me dijo, como buen carnicero, que eso con vendas no era solución. Sin ninguna sonrisa, suturó de lado a lado mi frente. Acordate, mirabas cómo trabajaba y él pidió que te sentaras, tenías curiosidad por mi herida, pero ninguna piedad por mí. El cirujano me dio pastillas para el dolor y la cicatrización.
   Acordate. Volvimos, yo en el asiento de atrás y abrazaba tu cintura, por miedo, vos pedaleando con una habilidad sorprendente. Cuando llegamos a casa, no quisiste contarle a Mamá. Acordate, que el Doctor me puso anestesia local, me bajó la presión y sin tocar el timbre, me llevaste al sillón. En casa no había nadie, era natural.
Acordate que fuiste a la cocina y me pusiste en la cabeza un pañito mojado con agua fría. Eso me alivió, acordate de mi mirada, yo te quería, me di cuenta, vos también y no era de ahora, con el último paño estrujado, llegó mi Vieja y le contamos a dúo. Ella le dio más importancia a lo que ibas a estudiar, que a mí, acordate, le dijiste que Medicina.
   —¿Qué rama te interesa?
   —A mí me gustaría ser cirujano. -Acordate-.
   Cuando Mamita querida entró en la cocina, para hacerte café, vos aprovechaste y me besaste la boca. Saliste corriendo y Mamá preguntó: 
—¿Cómo, se fue sin tomar café?
   Acordate que después: —¿Cómo me vas a decir eso? Estoy embarazada porque los dos quisimos.
   Acordate.

martes, 29 de octubre de 2019

GORINA LEJANA



   A mi amigo Alfredo le tocó ser Presidente de Mesa, en un lugar llamado Gorina, rodeado de campo sin nada. Hasta que vio una Escuelita derruida pero con techo. En la puerta decía “Escuela N°24. Hoy dispuesta para el Sufragio”,
   Alfredo atravesó los escombros y se encontró con una mesa larga que le faltaba una pata. Había un cartel pintado a mano, que decía: “Presidente”, otro “Secretario Adjunto” y el último “Para entregar los sobres”. Alfredo se sentó en el último lugar de un banco largo. Le dolía la columna, no tenía ni pared para apoyar la espalda. Cruzaba una pierna sobre la otra y al rato al revés. Había una bomba vieja, pudo tomar agua y mojarse la cabeza. Descubrió un teléfono entre escombros, pero con tono. Habló con la Junta Electoral: —Me encuentro como Presidente de mesa, sin ayudantes, ni siquiera…hola, holá, holáá.
   —Ya le mandamos alguien.-No mandaron a nadie.
   Había un viejo ciego en un banquito, cebando mate, Alfredo le pidió que le convidara, porque ya no daba más. —¿Usté viene por las eleciones? Yo no le quiero afligir, tome este mate, sin azúcar, nunca vino nadie, ni para las otras eleciones y por lo que veo, para esta…¿Sabe qué es lo que pasa? La gente está trabajando, no tiene tiempo para votar y ellos saben que cualquier candidato es un corruto.
   Si no fuera por el viejito ciego, Alfredo se largaba a llorar.
   —Vea, joven, yo tengo cajas viejas, tres o cuatro con los fajines, sin nada adentro, eso sí, o las vienen a buscar o usté a como a las ocho se me retira. Pero quédese tranquilo que no van a venir. Para ellos, acá no esistimos.
   Alfredo esperó un micro que nunca llegó, volvió a su casa caminando, haciendo veinte kilómetros a pie.
   La mujer lo despertó temprano, para decirle quién iba ganando. —Callate, Rosalía, no me interesa, son todos unos hijos de puta. Dejame seguir durmiendo.   

lunes, 28 de octubre de 2019

NINFA TETONA



   Ella probó con un beso en una plaza y Julián le dijo que a él no le gustaban las minas. Era tan ansiosa que se colgó del timbre de la casa de Oscar. Le llevó un té a la cama y le dio un beso entusiasmado “este es mío”, pensó. Oscar le confesó que tenía una novia más grande que él: 
—Aprendí cosas, ¿no me notás más grande?
   —Tocan el timbre, debe ser ella para darme la inyección. ¡Tiene una mano! Bueno, a vos no te cuento porque sos mujer.
   Silvia, superada por sus fracasos, se miraba en el espejo del negocio del Padre, era flaca pero tenía unas tetas inmensas, le faltaba un cartel que dijera: “Se Vende”. Conoció al hijo del socio de su Padre. Eran de la misma edad, concertaron una cita, que más que cita fue un sillón donde ninguno pensó en comer.
   Se casaron por Civil, porque Silvia era judía. Planearon un viaje a España, Silvia y Gacho de luna de miel, los amigos los siguieron. Los demás para encontrar minas y vender arteinsanías. Fueron los primeros en fabricar tarros chicos con aire de distintos lugares, hicieron guita.
   Cuando llegaron a las Baleares, Gacho estaba tan cansado que se durmió en la arena. Las Baleares los recibieron sin vegetación, pero con piedras que la partían. Eran todos hombres alrededor de un fuego, había pipas con hachís, que Silvia no había probado. Le vino bien, estaba triste porque Gacho se durmió, eran todos hombres y ella la única mujer, eso revirtió su depresión.
   Un amigo, cercano a Gacho, la invitó a subir a su moto, No terminó la invitación que ella ya estaba arriba. La llevó a un lugar extraño, una cueva de tamarindos. Bajaron de la moto y Pedro la tomó de una mano y se metieron en un buraco del tamarindo. Ni palabra se dijeron. Pedro era Acróbata y Silvia, Bailarina.
   Silvia decía que su primer día de luna de miel, fue un concierto. Volvieron de día y Gacho seguía durmiendo. El consejo de Pedro fue que lo montara, para domarlo. Así Gacho se despertó bien dispuesto, pero la vida está llena de contradicciones. Silvia cayó con parte de Gacho, adentro de su boca, durmió con chupete dos días.
   Estaba tan hinchado, nadie quería tironear, le inyectaron por el rictus de la boca de Silvia, aceite de oliva con jabón de lavarropas, le dieron una vuelta y después la vuelta entera. Gacho no lo pudo creer, quedó como un ñoqui elongado. Lo vendó con cicatul, una Enfermera de Argelia: 
—Usted tendrá que hacer una rehabilitación, cuando por fin esté curado, querrá tenerme consigo. Le puedo dar un consejo, dele un tiempo a su libido y de esa mujer, proceda de inmediato con el divorcio. Después de todo esto, si quiere darse una vueltita, hacemos una nueva rehabilitación, pero esta vez apasionada.    

domingo, 27 de octubre de 2019

LOS MÁS QUERIDOS



   Irlanda, Rumania, Ucrania, Polonia. No sé quiénes son los que leen mis cuentos. El uno de Rumania o el número que fuera, las noticias que recibo, son de periódicos que en la mayoría no les importa nada. Aman mostrar cómo los humanos se pelean por dinero, poder y miasmas de toda índole.
    Tengo familiares en Irlanda, pero nos desconocemos. A Ucrania la quiero porque allí vive Quintina, que no veo hace unos años. Mi abuelo era Ucraniano y siendo un hombre muy rico, murió en la más absoluta pobreza, pero sé que me tuvo en brazos aquí en mi tierra, que ya no es mía.
   A Polonia viajaron unas parejas amigas, asistieron a un recital que se presentó en el Bosque Torcido de quinientos pinos. Fue tal el asombro y la rareza, que durmieron allí mismo.
   Las torceduras de los árboles, las realizaron los nazis, para construir unos aparatos que iban a usar y nunca hicieron. En esos tiempos, era Pomerania, que pertenecía a Alemania. No pudieron, bueno, algo que no pudieron.
   —Abuelita, ¿por qué dejaste a tu Marido en Ucrania?
   —Pertenecía a un grupo opositor…me da tristeza, te lo cuento otro día.
   Yo nunca pude viajar por mi enfermedad, todos dicen que algún día podré, tienen más esperanzas ellos que yo. Hablé con Quintina después de diez años, tiene un avión privado. Me vienen a buscar en diciembre.
   —Traemos a pasear tu enfermedad. Vivo con un poderoso, que lee tus cuentos, algunos le gustan y otros dicen, que sos una vieja loca.  Insiste, por los estudios que mandaste, él y su equipo, aseguran que te van a curar. Después podremos viajar a Irlanda, tomar cerveza hasta morir y conocer a tus parientes.

sábado, 26 de octubre de 2019

CONSECUENCIAS



   —Venís y me pedís perdón, te salió mal, no te publicaron una mierda. Yo sé cuál es la razón, tus cuentos lindan lo porno, a los pocos lectores que quedan no les gusta la cosa obscena y el lenguaje soez. Los cultos se alejan de las lecturas bizarras. El abuso que hacés reduciendo el mundo al engaño, la traición, disfrazando al hombre y la mujer, a veces los niños, al sexo en situaciones groseras. El lector siente que le faltás el respeto. Vos sos una persona que leyó toda la vida y los Autores que te gustan son excepcionales. Deberías pensar en historias que despierten la imaginación, el libre pensamiento, la complejidad de la psiquis de cualquier personaje. Dignificar al hombre, abrirles caminos que provengan de tu buena conciencia. Mi Viejo siempre decía que ojalá algún día te conociera. Yo dediqué toda mi vida a la Literatura. Se me cayeron las pestañas en la Universidad, desafiando teorías estancas, promoviendo los buenos. Cuando te encontrás con la hoja en blanco, escribí con las mejores intenciones… Sos una mala persona, porque vaya a saber, sacás lo peor de vos misma. Y sé que sos capaz, mirá lo que son esas tetas embandejadas, me dan ganas de comerlas hasta el corpiño, me enteré que te dijeron que soy un boludo y es cierto, tengo las bolas grandes y no sabés el acompañante. Sos descarada, te sentás en el sillón con las piernas abiertas, se puede ver el vaquero descosido, justo ahí, ni siquiera usás bombacha. Noto que tenés frío, porque se te paran los pezones, o me querés calentar o de verdad tenés frío, voy a cerrar la ventana, que está justo detrás del sillón, soy tan torpe que me caí encima tuyo, como Editor de envergadura soy distraído, ni cerré la ventana y además me pedís que me quede encima de vos.
   —¡Ay, qué lindo! ¿Cómo hacés para darme calor tan luego ahí?
      Yo no te contesto pero te recibí con un pantalón sin botones y ninguna falta de respeto, entré en el agujero, que vida de mierda, al rato se terminó.
   —Mañana es domingo y tengo que ir a votar. ¡Qué garrón!
   Le dije que no fuera: —La política no existe, los tipos quieren guita, lo mejor que podés hacer es venirte derecho a casa y hacemos la práctica de las porquerías que escribís. A mi cabeza no le interesa, pero no me preocupo, espero que me la hagas perder y encontrarla de nuevo, sin descanso, hasta que termine el recuento de votos.
   —Me encantó tu idea, me voy e tener que lavar bien los dientes, el uso de la lengua lo requiere.

viernes, 25 de octubre de 2019

PAGAN DOBLETE



   —No sabés lo divina que es, llega temprano, los baña, los lleva a la Escuela, los va a buscar. Te digo, si se me va me muero. Son diabólicos como el Padre, los chicos. El martes los bañaba y le pidieron que se metiera con ellos, encima Mechi no les dice que no a nada. Se metió con el guardapolvo.
   Le pidieron que se saque todo, querían saber cómo era una mujer grande, desnuda. Lo primero que le preguntaron fue por los pelos de la entrepierna, como ella no se depila, les respondió que era un gatito. ¿Sabés lo que le hicieron? Quisieron sacarle el gato, Mechi gritaba, porque la arañaban, se le colgaban de los pelos, uno le dijo al otro:   —No hay caso lo tiene pegado, pero lo podemos acariciar.
   Ella les dio permiso y empezó a gemir: —Sigan, chicos, el gatito está encantado cuando le enrollan la cola.
   Hasta que Mechi empezó a gemir de nuevo.
   —Ché, vamos a dejar el gato, porque me parce que Mechi va a llorar.
   Cuando llegó la Madre, le contó: —Los chicos son tan cariñosos y mimosos, dan gusto. Hoy se portaron como adultos. 
   —Decime, Mechi, hoy hay huelga de micros, mi Marido te llevará a tu casa, queda lejos para que vayas caminando. 
   —¡Vamos, Mechi!, que con la huelga, la ruta está saturada. 
   El Señor la esperaba con la puerta abierta: —Por cómo sos con los niños, te traje un regalito, tomate tu tiempo, es de chocolate.-Y se señalaba la bragueta. Era cierto, un helado, un poco torcido en la punta-. 
   —¿Me lo da, Señor?   
   —Se va a derretir, mejor chupalo de aquí. 
   Ella lo terminó enseguida, al final tenía crema de huevo, fue lo que más le gustó. 
   Llegó a su casa, la esperaba el Marido con medio kilo de helado de chocolate: 
   —Perdoname, Aldo, comí mucho, gracias. 
Se fue a dormir, el Marido la miró y tenía cara de satisfacción y la sonrisa instalada: —Por eso le gusta trabajar en esa casa, se ve que la tratan bien y además le pagan el doble.


jueves, 24 de octubre de 2019

CATALINA



   —¿Por qué no me querés? Cuando preparé los fideos no sabía que adentro tenían gusanos, eras vos el hambriento, yo ignoraba que los fideos huecos tienen habitantes, no me mires así, con los ojos fijos. ¿Me vas a pegar? ¿Todavía tenés memoria de cuando te apagué el cigarrillo en el ojo? Tenés que comprender, dejé de fumar, fue un homenaje a la despedida. No me diste ni las gracias, ni un besito, te metiste en el baño para mojarte horas con agua fría.
   —¿Por qué no me querés? Para tu cumpleaños te regalé una caja preciosa, me besaste el cuello antes de abrirla y cuando viste la coral saltar sobre tu corazón, pretendiste pegarme. ¡Cómo no apreciaste una víbora de múltiples colores! Yo te llevé al Hospital, te sacaron el veneno y ni siquiera me dijiste:“¡Gracias!”.
   —¿Por qué no me querés? A mí me hace llorar picar cebolla, entonces dijiste: “Lo hago yo, no me gusta verte lagrimear.” Y entonces, para ayudarte, piqué por el otro lado, no sé, me confundí y te partí el índice. ¿Te acordás? Tratamos de buscar la parte que ya no estaba, fue en vano, se fue por la rejilla, te curaste enseguida, tenés buena cicatrización, lástima que no pudiste volver a tocar el piano.
   —¿Por qué no me querés? A tu amigo lo largó la mujer, perdió el  trabajo, yo lo consolé en el lugar más cómodo de la casa, el colchón. Le acaricié la cabeza para tranquilizarlo, cuando sentí que por fin se relajaba un poco, seguí por el cuello, el pecho y no soy de hierro, le ofrecí todo mi cuerpo y nos quitamos la ropa por comodidad. Menos mal que terminamos justo cuando llegaste vos y le pegaste dos trompadas, ni te acordaste del tango: “El hombre no es culpable en estos casos, cebame unos mates, Catalina”.  Y eso rimaba, porque yo me llamo Catalina. Cuando le tiraste la pava de hierro en la cabeza, ¡lo mataste! Fuiste en cana por homicidio atenuado por las circunstancias. Cinco años te dieron y yo te iba a ver todas las semanas, lo único que me pedías eran puchos y como una boluda te los llevaba y enseguida me gritabas que me fuera.
   —¿Por qué no me querés? Si volviste a casa con esa pulserita y pensé que te habías hecho puto, pero cuando me agarraste para amarme, me doblaste boca abajo sobre la mesa y me metiste un palo de escoba en el culo, para que lo sepas, me gustó.
   —¿Por qué no me querés? Ahora ni siquiera me podés contestar, comiste los fideos que te preparé, yo sabía que tenían gusanos adentro, para matarlos les agregué veneno para ratas, no tenía más condimentos.
   —No me mires con esos ojos, aunque sea guiñame uno, ¡oia! Te caíste al piso, esperá que te ayudo, ¿ché, qué te pasa?, no te late el corazón, no respirás, estás muerto, te salen gusanos por la nariz y por un hueco de la boca.
Antes de llamar una ambulancia: —¿Por qué no me querés?

miércoles, 23 de octubre de 2019

JENNY, SOS CUALQUIERA



   Cuando entré a una librería, para mirar y comprar, hubo diferentes ocasiones que me indignaron a fondo. Las fotos gigantes de Videla, el asesino, en las portadas de libros gordos, todos en fila de dos estantes.
   Y otros dos, las portadas de los que vendieron el país. Kirchner, el estrábico, y su mujer tan hinchada de botox y de robos. 
   Con abstracción, los daba vuelta, en ocasión de Fin de Año, donde las gentes hacen cola en Jenny para comprar y regalar. Había un Custodio que descubrió mi jugada, parecía una calesita, los daba vuelta otra vez. Se formó una barrera espontánea, de gente aprisionada, tomé todos los libros y los arrojé bajo los mesones, no sé dónde caían, pero el Custodio perdió la razón.
El libro que yo buscaba era de Monterroso y el Vendedor no lo encontraba, con cara de ratón me mostró un ejemplar, al cabo de dos horas. Le pregunté el precio y contesté que el precio me quedaba grande. Fue atinada mi decisión, porque para pagar, debía hacer una cola de ochenta, antes que yo. Así como lo digo, ochenta personas.
    El Vendedor mareado porque no había oxígeno, aflojó su corbata y dejó lo mío, al libro perdido. Lo metí furtiva en mi chaqueta y cuando crucé la puerta sonaron las alarmas. Corrí al Estacionamiento y salí por la puerta contraria. Le sugiero al lector que pruebe para las Fiestas, en especial en las librerías que carecen de ideología. Olvidé relatar y ni pienso volver atrás, dos señores viejos y divertidos, me aplaudieron en silencio y hasta patearon algunos libros que asomaban.
   En el Pueblo donde vivo, a nadie se le ocurre proceder de ese modo, asco dan los soldaditos. La Ciudad de La Plata no se lleva los laureles, pero hay más gentes de pensamiento propio.

martes, 22 de octubre de 2019

DENUNCIA



   Da el solcito sobre el cuaderno, la música es de Albinoni, cuánto tiempo sin internet tenían los músicos, para componer tanta maravilla. Siempre, o casi, hay un él, en este momento toma una ducha, me dan ganas de meterme con él. Recuerdo las dimensiones del duchero y las ganas desaparecen.
   Mejor me voy a la orilla y me sumerjo con la tercera ola. ¡Qué masajes nos hace el mar! Esa virtud de tragarnos y devolvernos, me recuerda la música de Albinoni, llega casi hasta aquí. El mar es calma chicha y la brisa llena mis oídos con notas.
   Es una pena, pero aparecen tres cuatriciclos con seis boludos, que abandonan sus máquinas de joder los sonidos del mar, se meten y nadan hacia mí. Me violan cinco, al sexto no se le para.
  Yo tomo la frase de relájate y goza. Me relajé pero no gocé. Se fueron en sus molestias rodantes.
   Él nada hasta donde estoy y pregunta si me indispuse. Le dije que sí y fui caminando hasta el Destacamento.  

lunes, 21 de octubre de 2019

VISITAS



   Música clásica, la tarde señala por costumbre mi almohada. No puedo romper la siesta, por tener la impronta incorporada, se me cansaron las tabas, que claman la horizontal. Es un Handel triste, tal vez me equivoco, tomé mucho vino.
   —¡Vamos a lo de Moni! El agua tiene transparencia, dale que sí.
   Yo, no tenía ganas, pero me acordé de Luis, el francés, imaginé quedarme dormida en el sol y apoyar mi cabeza en el hombro del francés. Soy boluda, porque yo tengo catorce y él, como treinta y pico largos. Eso es lo de menos, sé que le encanta que vaya, por los disparates que digo.
   Música clásica sonó de nuevo.
   —¡No! Yo quiero rock, a Luis le gusta y es capaz de bailarlo en el agua.
   Me tiro de cabeza, mis amigas duermen. Nos juntamos como los caballitos de mar, bien en el fondo, asoma la cabeza de mi hermanito, que con risa perversa, le cuenta a mi Mamá.
   Ella se tira hasta el fondo, lo arrebata al francés de mis brazos, no aguanto, necesito la superficie.
   Hay música clásica, me armo un porrito y miro hasta el fondo, mi Mamá y él, se están besando.

domingo, 20 de octubre de 2019

AH! SOLEDAD



   —A vos te interesa tener un hijo?
   —Sí pero no.
   —A ver, explicame.
   —Sí porque  alguien tiene que decir Mamá, pellizcarle los cachetes,  cuando alguien te pregunte: ¿A quién se parece? Me dará la oportunidad de decir “a sí mismo”.  Y no, porque cambiar pañales con mierda, me da asco o que eructe y te manche la ropa, que llore de noche. No poder dormir hasta tarde, si tuviera una Nana que se ocupe todo el día, de esos plomazos…pero no tengo guita.
   —¿Tenés Novio?
   —¡Ay qué antigüedad! Si me gusta lo invito a un revolcón. Pero más de dos días con uno me aburre, le pido que se vaya, pasa un tiempo, no me gusta alzarme, prefiero encontrar otro rápidamente, me interesa hablar un ratito antes, por si tiene mal aliento y si en su puta vida, leyó algo como la gente o vio películas de culto. Puede que haya alguno que me cope sin hablar, porque me doy cuenta que no cabe en mis pretensiones, pero tiene rico olor y alguna cosa que me cae muy bien. Conozco lo más por un ratito y después me voy o nos vamos juntos, eso es ideal.
   —¿Desarrollás alguna actividad?
   —¡Sí! Me apasiona mentir, sobre todo a mis amigas. Les cuento que vi a sus Maridos con otras Mujeres, en situaciones comprometidas. Me despido de mis Padres e invento que por dos años, debo asistir a una beca en algún lugar. ¡Cómo los voy a extrañar! Ellos viven en un Geriátrico que me deprime y los visito por obligación una vez por semana. Me parece una buena decisión. Hay que separar con un poco de aire, las relaciones parentales.
   —¿Qué cosas despiertan tu piedad?
   —Levantarme temprano y tener que ir a trabajar. Abrir la alacena y descubrir que no queda nada. Mirarme en un espejo y darme cuenta que no soy joven. Lo que más despierta mi piedad, soy yo misma.
   —¿Atendés el teléfono cuando alguien te llama?
   —Tengo un contestador automático, con una voz grabada, que dice: “En este momento no está, deje su mensaje”. Escucho para sacarme la intriga de saber quién me ha llamado, casi de inmediato lo desenchufo. Suelo mirar alguna película en Netflix y no me gusta que me interrumpan.
   —¿Sos una persona de buen carácter?
   —A veces no estoy segura de ser una persona y no tengo buen carácter, por eso te voy a pedir que apagues el grabador y te vayas de inmediato.
   Me di vuelta y ya no estaba, por suerte no sabe que maté una persona, o dos, no recuerdo bien,  como soy buena estratega nadie lo sabe, ni lo sabrá. Y esta idiota que vino para hacerme un reportaje, por ser la mejor vecina del lugar, es extraño, porque no tengo vecinos.

sábado, 19 de octubre de 2019

INEXPLICABLE


   Cacho era el Jefe, un tipo normal, ni alto ni bajo, ni gordo ni flaco. Cara con baches que alguna vez fueron granos, sweters bremer escote en v, de colores tranquilos, camisas impecables, pantalones comunes, buenos mocasines, como totalidad, un burgués por la mitad. A continuación de él, trabajaba Vicky, una mujer flaca, recién recibida de Abogada, que hablaba a los demás como si estuviera litigando.
   Tenía cara angosta y pelo con claritos. En ese tiempo no existían mujeres sin claritos. Y los cortes, como el de Vicky, cortos, tipo pensamiento único.
   Su larga cara, con una nariz en la que nunca reparé, porque sus ojos eran tan bizcos que le dirigían la palabra mirando su entrecejo. Los bizcos me resultaban incómodos. Cambiaba su vestuario con asiduidad compulsiva. Estaba casada con un hombre que conocí tiempo después. Cacho también estaba casado, pero eran muy camaradas con Vicky, sin que mediara ningún amor descarado. El resto de los empleados, eran pobres “que no se nota” y groseros en el hablar, de ellos aprendí ese idioma, es una jerga que domina y reemplaza la hipocresía de los llamados lenguajes educados.
   En un boliche conocido, se ubicaron detrás de mí, Cacho y su Mujer, muy hermosa y distinguida, unos ojos enormes de gato y una trenza negra y brillante que recuerdo con envidia. La Madre de Cacho, erguida, tan linda, que Cacho parecía adoptado. Suegra y Nuera se querían, porque hablaban fluído en el oído y se reían de a dos.
   Enfrente estaba Vicky, la reconocí por los claritos y por el hombrecito que tenía al lado, encorvado y pintaba canas. Por debajo de la mesa, Cacho y Vicky se franeleaban las piernas. No quería ser testigo de esa traición sin nobleza, me fui sin que me vieran.
   Tomó vacaciones, Vicky y me fue saludar al regreso: —¿Sabías que me operé?
   Me dio alegría, por fin terminar con esos ojos bizcos, que tanta molestia ajena producían, giré para mirarla y me sobresalté, sus ojos cruzados estaban igual, preguntó: —¿Te gusta?
   Se había hecho una cirugía innecesaria en su nariz, que nadie recordaba cómo era antes.
   Quedó embarazada y tuvo mellizos, el Marido los llevó al trabajo, orgulloso. Todos quedamos muy impresionados, uno era el vivo retrato de su menudo Marido y el otro, exacto a Cacho.
   Cuando los chicos cumplieron diez años, el Marido de “Vizcky” (con los años la bautizamos así), se pegó un tiro. Al mes del fatal episodio, Vicky dejó los mellizos a cargo de una Mucama, viajó a Europa con Cacho, en un transatlántico. El Capitán del barco, era bizco.

viernes, 18 de octubre de 2019

MILAGRO SERRANO



   Un ángel bajó del cielo o de Necochea, no se sabe bien. En vez de saludar con las manos, saludaba con las alas. Era virgen, se le notaba en los ojos, siempre mirando al cielo. Vivía con Uma, una perra grande y tan cuidadosa, que logró echar a Luna, una gata impertinente.
   Tenía un novio que trabajaba en el mismo lugar que ella, pero la jornada de ella era de doce horas y la de él también, una de ocho a ocho y otra de ocho a dieciocho, al no encontrarse nunca, Cielo siguió el camino de la virginidad. Ella atendía con bonhomía a todos los clientes por igual, les tenía enorme paciencia a los viejitos y a los niñitos también. Le sobraba inteligencia, sabía que las Madres tuvieron aquellos niños, para darle el gusto al cuerpo. A Cielo le parecía, que las pobres criaturas eran huérfanas por autonomasia.
   La mañana de la atmósfera blanca, donde nadie circulaba por el efecto visual, de la soledad absoluta de todo ser o cosa viviente. Una luz vertical daba sobre la figura de Cielito, tras mostrador. Primera en arribar al trabajo, con los codos apoyados y las manos cruzadas bajo el mentón. Las alas reposaban tranquilas, abrigando su espalda, era un jueves veintiuno de Junio y hacía tanto frío, que los termómetros se partían.
   Un extraño de túnica azul, bordada de estrellas, pies descalzos y un kipá de terciopelo rojo, dijo algún secreto al oído de Cielito, abrió sus alas mientras él le tomaba sus manos, las puertas se abrieron solas (y eso que tenían triple llave). Él desplegó unas alas blancas níveas, salieron caminado y exhalaban un calor que despejaba la neblina.
   Al cruzar la Avenida, tomaron vuelo abrazados y sus cuatro alas llegaron al sol, que los recibió con tazas de leche tibia y rodajas de pan de campo.
   Se casaron en Diciembre.

jueves, 17 de octubre de 2019

MADRUGÓN



   Me acosté casi a las seis, para mí las doce es la madrugada, instalarme en la vida me cuesta, mínimo diez horas. Escuché varios timbres y voces de campo, decían: —Venimos a despedirnos.
    Yo pensé que mi Marido sabía inventar, pero no, se ve que no sabe.
   —¡¡Patricia, son tus Primos del campo, te vienen a saludar!!
   Yo salí así como estaba y no lo pude creer, todos canosos y carrujados, con un Sobrino precioso y su Novia francesa, igual. Fue una pena, pero no pude sostenerme en pie. No recordé quién era mi Primo, ni quién mi Sobrino, me cuesta reconocer, para conectar las neuronas, sólo con los antidepresivos y lavarme los dientes.
   Casi pregunto por un Padre de ellos, que murió el año pasado.
   —¿Y vos que hacés, Primita?
   Tardé en contestarle, pero al final me salió: —Yo escribo toda la noche y de día leo.
   Y ahí empezó mi primo, imaginando: —Es igual que tu Papá y lo señaló a Eduardito.
   El viento y el frío, partía en cuatro, los invité a pasar, pero estaban muy apurados. Ellos vendieron sus tierras y les daba pena aquel tema. Cuando se fueron pensé que iba a llorar sin parar. Pero me acosté de nuevo y me entregué al sueño. Aparecieron mis primos, los Tíos, las Tías, mis Abuelas, mi Abuelo, mi Viejo y todos me contaban y se contaban qué estaban haciendo, dónde iban a viajar. Quién se había recibido y cuántos íbamos a ser para Nochebuena. Si alquilábamos en el verano en esta costa, o más allá.
   Yo iba con mi Primo en un botecito de madera y él remaba y me salpicaba y no paraba el guacho, me daba frío el agua. Me desperté sobresaltada y lo primero que vi, en pantalla gigante, fue la cara de mi Marido, que me tiraba gotas en los ojos, que recibían el plomo de un día más y un día menos.
   —Pero decime, boludo ¿por qué los atendiste? Me hiciste quedar tan mal, no les cebamos ni mates.
   Él se puso serio, cansado de compartir mis deficiencias neuronales.
   —¿Pero si recién te despertás?, te lo digo en este orden, todos los que decís que vinieron, ya no existen, todos murieron de tu familia, la única que queda viva sos vos. Si no fuera por mí, seguías de largo hasta las cuatro.

miércoles, 16 de octubre de 2019

¿VOS DECÍS?



   —¿Hoy no vino la gatita?
   Neni, con voz cansina: —Fue a dar el último examen de Anestesista.
  Ahí me tomó la desconfianza, si Ailén me anestesia, ¿sabrá cómo se hace?
   —Para que te des una idea, Ailén cuando no trabaja aquí, estudia. Y ahora que me decís, tiene cara de gato asombrado, nariz de gatito olfativo y boca complaciente, para un enano o para un gigante, que cuando suceda, sea cuidadoso y no la parta. Es una espinita graciosa, tiene culito parado, las tetas nunca se la miré.
   Pensé en la operación complicada de Neni, entonces le pregunté: —¿Vos la tuviste de Anestesista?
   Me dijo que no, ni en pedo, era buena y cariñosa escondida, pero si no se había recibido, para una práctica no quiso arriesgar su vida.
   Un día apareció un tipo pretencioso y la llamó: 
—¡Vamos, Mesera, quiero un café doble, ahora!
   A lo que ella replicó: —¿Ud no se dio cuenta que soy Anestesista? Si le parece le acerco un café con anestesia, tal vez se convierta en simpático y respetuoso.
   El tipo aceptó con la cabeza: —Bueno, pero nos vemos esta noche en “Paca”.
   La espinita engañera le dijo que sí, ya lo tenía en vista y la pinta del tipo le gustaba. Ailén entró al boliche, con el pelo rubio, sin la cofia. Bailaba con tal entusiasmo, revoleando la cabeza, que el tipo se dio cuenta que era la Anestesista del Café. Estaba sola, bailando con ella misma. Él se acercó y apenas rozó su espalda. Ailén giró de inmediato con ojos irónicos y un gesto: “Rajá de acá”.
   El tipo ni se movió. Ella fue directo al Dueño: 
—Marito, pedile a ese idiota que me deje en paz, no sé qué le pasa, yo no le doy cabida y el tipo me sigue, se apoyó en mi espalda. ¿Qué me decís?
   Marito, pensó que Ailén deliraba, porque él,  ni bien pasada la entrada, no podía dejar de mirarla, le gustaba un montón, pero nunca se atrevió y esa noche la vio, bailar sola, como siempre que iba.
   —A mí me parecés una chica tan graciosa en tu andar de espinita, que ese tipo tan grandote no te conviene, tiene cara de robalegría.
   Le preguntó cuánto era y le dijo: —Te pago  con esta ampolla de morfina, que me afané del Hospital. Yo no soy ninguna espinita y vos, mejor bajá la panza.
   Subió rauda a su auto nuevo y le habló al espejuelo, ella no sabía estar en silencio: —Un tipo grandote, buen mozo, otro el Dueño de un boliche, otro un Profesor y ninguno se atreve a, se atreve a, bueno, se atreve a.

martes, 15 de octubre de 2019

ESCRIBÍ



   Heredó el hijo, Johnny Cash, la Editorial Fibra de Papel, le cambió el nombre e hizo contactos de menos trabajadores, como la suya. Era diferente a su Padre, le interesaban los contenidos que atrajeran lectores más exigentes. Cuando me convocó llevé los últimos escritos.
   Su nombre es Kala Boj, la conozco a través de mi Padre. No le voy a contar la evaluación, porque su lucidez era intermitente. Ella recordó cómo odiaba las reformas de último momento y la ausencia de repetición de sus ediciones.
   —Aquí le traigo el último material que escribí.
   Jhonny Cash apartó del escritorio lo que le llevó.
   —Mirá, Kala, pienso que hay mejores palabras escondidas dentro tuyo. Leí algo que seguro es lo que trajiste y me pareció de un lenguaje soez, irreverente, lindando con la pornoescritura. Que no te angustie mi opinión, soy un iniciado, pero lector permanente. Mi Padre leía lo que le traían y con ingenuidad, pensaba en el bolsillo. No estuvo feliz mi comentario. Kala, te pido un cuento corto, que carezca de groserías. Si hay una palabra obscena, que sea atinente, no le hace, podés. No sos una esclava, usá tu libertad, no consultes Internet, lo que no sepas inventalo. Te largo un título que es lo que más complica al Autor: “La primera piedra”.
   ""Carla, la mejor alumna, mejor compañera, calificaba todo con diez. Debía tener neuronas supernumerarias, estudiaba en el recreo. Con una sola leída pasaba al frente y muy suelta de cuerpo nos explicaba el tema, mejor que la Srta.
   —Chicos, Carla tendría que llevarse un veinte, si existiera, aunque me dé vergüenza, ella toma caminos propios, para todo lo que dice. Siento como que empiezo la Escuela Primaria, de nuevo.
   Aun las que la querían, en algún recreo de los pocos que salía del Aula, le arrancaban el moño y deshacían su trenza, alguna le ponía el pie para hacerla caer. A medida que llegaban las vacaciones, Carla decidió raparse la cabeza, se cansó de tantas agresiones.
   Cuanto más la admiraba la Maestra, más la detestaban  los compañeros. En la fiesta de Fin de Año, Carla fue la abanderada de todos los años. A ella no le gustaba, porque después venía el castigo comunitario. A la salida la aplastaron contra las paredes, las Maestras tomaban café y fumaban en el patio, ninguna se dio cuenta. Le pegaban puntapiés y el más agresivo comenzó a tirarle piedras. Los demás siguieron su ejemplo y pedazos de veredas rotas aterrizaban en su cara, cabeza, piernas y un adoquín en el pecho.
   Hasta el zaguán de la casa, dónde se acostó boca abajo y empezó a sentir calentito, de la cabeza a los pies, era sangre que salía a borbotones. La encontró su Padre, un hombre humilde, albañil, que mientras curaba las heridas crecía su indignación. Hizo la denuncia en el Ministerio de Educación. Salió en el Diario, chiquito, en un rincón: “Una piba fue atacada a la salida de la Escuela, se desconocen los agresores”.
   Si Carla hubiera sido hija de rico, seguro que no ponían “piba”, dirían “Carla Rocha, niña virtuosa, recibió una piedrita en la cabeza, de un pibe." (Ése era pobre, Juan Aldaba). Fin"".
   Se lo llevé al hijo del Editor, procedió a la lectura y en la mitad lo dejó.
   —Tenía razón mi Viejo, sos dura de entendederas, mirá, no lo pude terminar. Esto no es un cuento corto, es largo y aburrido.
   A lo que respondí: —Johnny Cash, sos peor que tu Viejo, un sorete mal parido. Minga que voy a volver. Tengo otra Editorial, con prestigio y algún cuento en cierne. Boludo, mi hermano me avisó, “ese tipo es tan boludo que le decían: ahí viene el boludo”.  

lunes, 14 de octubre de 2019

ECLESIÁSTICO



   Me podrá confesar a la mañana temprano, lo prefiero al de la tarde, que por vanidoso se considera Obispo. El Cura se persignó y el hombre se arrodilló, tapó su cara con manos juntas.
   —Estoy acongojado, mi Mujer me engaña con otro, la seguí varias veces y la vi entrar por la Sacristía, llevaba mantilla, misal y rosario.
   El Cura, sin decir más, habló del perdón a la Mujer y con tres Padrenuestros, estaba cubierto mi pecado.
   —Permítase el beneficio de la duda, tal vez ella sea una Santa, que concurre diariamente a misa.
   Al día siguiente la espié mientras se vestía y cuando se fue la seguí. Se puso un corpiño de encaje rojo y un portaligas haciendo juego, las medias eran de muselina negra y los zapatos también. El vestido, sin calzón lo abrochó con botoncitos de hábito, escotado hasta el ombligo y una mantilla de lycra, que cubría todo como pashmina. Salí descalzo, la vi entrar al confesionario, se hincó frente al cura, no usó los laterales porque estaban en reparación. El Cura, igual que conmigo, se persignó y en voz más alta, le pidió perdón al Señor.
   Hablaban con murmullos que no era necesario mucho para entender, ella cubrió su espalda con la pashmina, que le llegaba hasta el suelo. Se abrió de piernas y se le sentó en la falda al Cura, preparado, tenía algunos botones desprendidos y se la ensartó hasta las bolas, digo, por los gemidos de ella, mientras decía con devoción: ¡Dios mío!, ¡Dios mío!-En estado de gracia- ¡Dios mío!, ¡me quedaría en tu casa para siempre!
   Por fin el Marido hiló toda la historia y el verla fue la prueba de su certeza, necesitó vengarse, sabía que el Cura era casado furtivo. La Mujer tenía quince años y limpiaba toda la Iglesia. Un amanecer entró por la Sacristía y escuchó los ronquidos del Cura. Apareció la Señora chica, o la chica  Señora, ella le contó que estaba cautiva en ese lugar, el Cura la dejaba con ganas por culpa de la Mujer, que se confesaba todas las mañanas.
   —Él no es malo, me regaló un consolador, bendecido por el Papa Pancho. Yo prefiero lo otro.
   Él la miró, tan pequeña, que la sentó en su falda.
   —Acá tengo un juguete que te va a gustar, cerrá los ojitos.
   Le corrió el delantal y arremetió como caballo ganador, mientras la Señora niña murmuraba: 
—¡Quiero más! ¡Quiero más!
   El registro en su memoria, de aquel pedido desesperado, le hacía acudir todos los amaneceres, antes que su Mujer. Y colorín colorado, este cuento no ha acabado, pero tendrá que terminar, mientras tanto, podremos darnos cuenta, que lo prohibido, es un placer que no se para, si no está parado.  

domingo, 13 de octubre de 2019

HIJOS PUTATIVOS



   —¡Vicente, dónde estás!
   Seguro se mandó otra, yo escuché la sierra eléctrica, pero no me pareció capaz, estoy en la galería del fondo y justo que llegué al paro de cabeza, escucho su voz que me llama: —Ah, sos de lo peor.
   Le corté la rama más grande y encima me trata mal. El árbol tiene ciento diez años y está sobre el techo de mi pieza, le quité la rama que con cualquier rayo, caerá sobre mi cabeza.
   —Tenemos que hablar, Vicente, vos estás aquí, vos ya sabés, no es por revolver mierda, pero a la Tía Vericia la mató alguien. Somos dos los que siempre le ayudamos con la silla de ruedas y todo lo demás.
   —Yo no fui el asesino, cae la sospecha sobre vos. La Tía Vericia nunca fue de mi agrado, ni del tuyo. Además ella no nos soportaba. Un triángulo perfecto para el bienestar de la desgracia. Nosotros nos queremos, porque el  Viejo te adoptó de chico, siempre lo sospechamos, tal vez fue tu Padre biológico.
   Remigio acariciaba la enorme rama y marcaba para cortarla en rodajas.
   —Mamá te quería más, siempre dándote besos y te arropaba con dulzura. A mí no me soportaba, cuando venía Tía Vericia, hacía de cuenta que no establecía diferencia. Hacía su papel mentiroso, me arropaba como si fuera nadie y jamás me daba un beso.
   Cuando los Viejos murieron, la Tía Vericia era una carga para los dos. Yo lo vi, primero me alegró que sintiera algo de ternura por aquél esqueleto sin gestos.
   Parecía que paseaba despacio, la Tía dormía su siesta de costumbre, Vicente la llevó hasta donde comienza el pantano y fue sumergiendo las ruedas, luego, con una rama caída la empujó al pantano. Miró concentrado cómo la Tía Vericia, desaparecía con el armatoste, en la tierra movediza.
   —¿Sabés Remigio, que no puedo encontrar a la Tía Vericia? Ya busqué alrededor de la casa, en la escalera, en el bosque y en todo lugar.
   Mientras él la paseaba hasta el pantano, Remigio miraba en postura invertida, en un rincón de la galería. Esa noche comieron en silencio.
   —¿Qué raro, que la Tía Vericia no se haya arrastrado a la mesa?
   Dijo Vicente con cara de indiferente: —Y bueno, quién te dice que al verla echa un trapito, Dios se la llevó.
   Remigio quedó aplastado, cuando su hermano le partió la cabeza con el tronco que aserró, lo llevó hasta el pantano y miró cómo se hundía, con la ayuda de un puntapié. Volvió a la casa con una sonrisa, pensando que la Tía Vericia, ahora estaba acompañada.

sábado, 12 de octubre de 2019

LAS BOCHAS DE POLO



   Fue una actriz muy famosa que llegó a ganar el Oscar. Allí terminó su carrera en el Cine. No fue convocada por nadie en una década.
   De su piso sólo se escuchaba la voz del televisor. Tenía insomnio y los pasos se trasladaban de la cocina al sillón. El Encargado del edificio, le llevaba los víveres que ella solicitaba.
   En el piso de abajo vivía un deportista campeón de Polo.
   —Soy el vecino que vive bajo tu piso, tengo aquí un estudio de varios rubros, me gustaría ver cómo trabajás.
   Susana Rescoldo, casi no pudo hablar, el teléfono era puro polvo, hacía años que nadie llamaba.
   —Hace mucho que no hago nada, te mando por mail lo que ha quedado de mí.
   Polo Bolingo, quedó encantado, pensó que le faltaba entrenamiento, pinzar un poco esas tetas, rellenar el culo bien levantado y aplicarle ácido hialurónico a las arrugas apenas visibles.
   —Susana Rescoldo, me parecés un minón, tenés que hacerte unos arreglillos que correrán por mi cuenta. Es una Clínica famosa, por su responsable comportamiento.
   Ella quedó pensando algún tiempo, como hacen los solitarios.
   —Ya lo pensé, acepto tu propuesta, luego me contás de qué va.
   Polo Bolingo subió para arreglar los detalles. 
   —Yo tengo en el piso un rubro de Acompañantes, todos son diferentes, en mi cartera de clientes están apareciendo pedidos de mujeres vestidas de Monjas. Te aclaro, son Acompañantes, nada de sexo y esas cosas licenciosas. Vas a sacar buen dinero y si sos buena actriz, olvidate.
   Susana llegó temprano, para comenzar a ensayar. Él contestó que tenía que encontrar el auto, que no recuerda dónde quedó estacionado. La acompañó hasta la calle y le dijo que se cuidara. Tuvo que subir al Subte en hora pico, donde viajar era cuerpo a cuerpo.
   Hubo un tipo narigón, que le metió la nariz entre las tetas, le pidió perdón y le contó que su problema, era que la gente lo apretaba y muchas veces no había lugar para su nariz.
   Susana se dio vuelta y un tipo con mal aliento, le apoyó algo raro en el trasero, ella se dio vuelta y lo miró con odio y asco.
   —Disculpe, esta chica, pero tuve una erección, a mí no se me para nunca, el movimiento del Subte, su digno y mullido trasero, produjo este milagro. Lástima no poder continuar.
   Ella descendió antes porque el olor a chivo le daba náuseas. Llegó al lugar del ensayo, la hizo pasar una empleada. El deportista, de mal carácter dijo: —Llegaste tarde, Rescoldo, a mí esto, no me lo hacés más.
   Le hizo poner un traje de Monja, con un cuello blanco y un pañuelo que le llegaba al piso: —Ahora abrazate al caño, hasta subir bien alto. Con los pies y las manos te agarrás, después vas bajando despacio y llegás a una angulación de ciento ochenta. El hábito tiene tajos por todas partes, hacé uso de las aberturas, dejate llevar. En los pezones te vamos a colgar dos rosarios, los tenés que hacer rotar, cuando sueltes una mano y con la otra, seguís con el caño. Vas a llevar un consolador atravesado con ostias, se los colocás en la boca. Uno a cada cliente. Cuando salís de la barra, te les sentás en la falda y hacés todos los movimientos. Cuando el tipo se caliente, le hacés tomar tres copas más, con eso se hace mucha guita. Esta noche estrenamos.
   Cuando llegó al edificio con el cactus que compró para el Encargado, entró en el ascensor apretó el botón del piso del deportista. Le escribió en la puerta con fibra indeleble: “Puto”. Hizo casting como actriz en Teatros serios, consiguió un protagónico, sin caño.

viernes, 11 de octubre de 2019

CAMPEÓN



   Prefirió estacionar el auto en cualquier lado, quiso fijar en su memoria, “dónde”. A todos los boxeadores les pasa, se quiebran la cabeza, caen como huevo frito en el ring y de inmediato cranean su próxima pelea.
   Tiene dos cicatrices en la frente y la nariz se descubre por los orificios nasales. No tiene tabique. Anda con el paladar partido. Es un monstruo, pero las minas lo persiguen, porque Dany Servio, es famoso, él no le da bola a ninguna, andan con calzas sin calzón, mucho escote y pintura con brillos, le recuerdan a su Madre, que prefiere olvidar.
   Vive con una Monja de hábito blanco hasta los tobillos, usa un manto blanco en la cabeza, con una vincha almidonada, que le tapa la frente. Es un deportista de mal carácter, le pega a la Monja por cualquier menudencia y ella se deja. Las marcas en su cuerpo le parecen improntas del amor. Le da mucho en la panza, ya van dos hijos que perdieron, por el uso de la trompada prohibida.
   Tiene que subir al Subte, entre hora molesta y el sacudón con el cactus que compró. Los pasajeros le hacen espacio por temor a las espinas.
   Llegó sin avisar y un Empleado le impidió el paso. El Campeón alucinó un ring mínimo, tamaño ascensor. Con un derechazo certero, le rompió cuatro costillas.
   Quiso volver a su casa, donde la Monja esperaba aquellos golpes que da el amor al prójimo. La Monja estaba tras la puerta, con un hacha y cara de loca dispuesta.
   Para llegar tiene que encontrar el auto, que no recuerda dónde dejó estacionado.    

jueves, 10 de octubre de 2019

DEPENDÍA DE TRUMP



   Venía de la CIA o la KGB, ambas dependían de Trump. Se puede esperar desde una guerra nuclear, hasta una espía llamada Andrea Bravusky. Por orden de las más altas esferas, empezó a trabajar en una de las cadenas de la prestigiosa empresa “El Cagarca”.
   Nunca fue camarera y le llevó bastante tiempo equilibrar las bandejas de lo solicitado por los clientes presurosos. Su primer error fue arrojar dos cafés, en las faldas de dos ancianas que agradecieron su rapidez.
   Andrea llegó a parecer una camarera próspera. Si volcaba algo de café en los platitos, era una nada. Encubría su misión tras unos anteojos que le ocupaban casi todo el contorno de su cara. No los necesitaba, pero sus inmensos ojos claros ayudaban a que ningún parroquiano se pasara de listo y le tocara el culo, como quien no quiere la cosa. Si sucedía ella mandaba de inmediato los datos del hombre a la CIA. Era mágico, a la semana el tipo no aparecía más, no estaba ni muerto ni vivo, estaba desaparecido.
   A partir de esos episodios, nadie se atrevió, tan siquiera a rozarla. Cada vez que dejaba un pedido, decía con una sonrisa: “Que lo disfruten”. En una oportunidad, una señora frustrada, le dijo: —¿Qué dice? ¿Qué vamos a disfrutar una café frío y poquito?, ¿y encima hay que pagar?
   Andrea se retiraba con cara de baldosa y sonriente. El Encargado le hizo saber la regla: 
“—La razón siempre la tiene el cliente”.
   A ella le pareció injusto, cada niño maligno que pedía un helado gigante, se lo daba con una sonrisa, luego se lo quitaba y lo arrojaba en el sanitario. Cuando aparecía la Madre del monstruo: —¿Qué pasó con el helado de mi hijo?
   Andrea tenía una respuesta para cada situación: —Recién terminó el helado.
   Miraba al niño con expresión de bruja y éste se asustaba y decía a su Madre: —No sabés, Mami, lo rico que estaba.
   Andaba en una super moto, a mil, intimidaba a los autos y muchas veces perdió la peluca, las tenía de todos los largos y colores. Eran parte de su indumentaria, otra táctica para encubrir su personalidad todo poderosa.
   Otra camarera llamada Cielo, que parecía un Ángel, tenía la misión de controlarla hasta su partida. Un día Cielo la vio subir a un auto largo con el Alcalde Bolungui, enamorado de ella, pasando por alto su impotencia comprobada.
   Andrea se aburrió tanto que empujó al Alcalde al Dique y partió con el auto negro, de vidrios polarizados. Iba un Custodio que ella no advirtió. Alto, buen mozo, rico y corrupto (no existe una cosa sin la otra).  Se fueron juntos, tal vez demasiado juntos.
   Trump los protegió a ambos y ahora viven en una casa fetén, donde Andrea disfruta la vida, tomando baños sin ropas, en una pileta climatizada.

miércoles, 9 de octubre de 2019

PIEKNO


   En un bosque de Polonia, una cabaña cubierta de ramadales, se incendió, primero sus paredes de madera, luego se estrellaron los vidrios y los espejos. Narciso volvió del Pueblo, donde todos se le enamoraban, hasta llegaban a impedirle seguir su camino. Tanto hombres como mujeres, dejaban de respirar ante tanta belleza. Hubo muchos que se asfixiaron por la emoción de tenerlo tan cerca y tan lejos.
   Él logró crear a su alrededor un anillo sólido del elemento más importante de la Tierra, “el aire”. Cuando notó el olor del humo, ya era tarde, de la cabaña quedaron cenizas. Narciso buscó desesperado encontrar un trozo de espejo de los doscientos que tenía, pero resultó imposible. Él lo atribuyó a un rayo tan enamorado, que cuando pretendió tenerlo cerca, cayó en la cabaña y produjo el desastre.
   Narciso se sintió tan enamorado de sí mismo que necesitó de inmediato algún lugar para mirarse, pertenecerse y amarse por dos, él y su reflejo. En mitad de la angustia encontró un viejo que pintaba en el medio del bosque.
   —Señor, se lo pido en nombre de mi belleza, observo que pinta un lago transparente, yo no puedo vivir sin mirarme. ¿Podría usted ubicarme al borde del lago y hacer el milagro que pueda ser yo mismo el que se está mirando?
   El viejo, que era un virtuoso, aceptó el desafío. Narciso por fin se vio reflejado en el lago, se emocionó con el vértigo de los bellos y cayó al agua, pero no sabía nadar. —Una lástima que siendo yo tan viejo, no tenga fuerza para salvarlo.
   Llegó a tomarle un pie, pero el anillo sólido del aire, se lo impidió. Corrió despacio como los viejos, llegó al Pueblo y pidió ayuda.
   Los habitantes, en dulce montón, corrieron hasta el lago que el viejo les señaló. No encontraron nada, ni el agua, ni a Narciso. Todos hicieron un duelo de cuarenta días, dando vuelta los espejos de sus casas, los más fanáticos, los pegaron del revés.