Fue una actriz
muy famosa que llegó a ganar el Oscar. Allí terminó su carrera en el Cine. No
fue convocada por nadie en una década.
De su piso sólo
se escuchaba la voz del televisor. Tenía insomnio y los pasos se trasladaban de
la cocina al sillón. El Encargado del edificio, le llevaba los víveres que ella
solicitaba.
En el piso de
abajo vivía un deportista campeón de Polo.
—Soy el vecino
que vive bajo tu piso, tengo aquí un estudio de varios rubros, me gustaría ver
cómo trabajás.
Susana Rescoldo,
casi no pudo hablar, el teléfono era puro polvo, hacía años que nadie llamaba.
—Hace mucho que
no hago nada, te mando por mail lo que ha quedado de mí.
Polo Bolingo,
quedó encantado, pensó que le faltaba entrenamiento, pinzar un poco esas tetas,
rellenar el culo bien levantado y aplicarle ácido hialurónico a las arrugas
apenas visibles.
—Susana Rescoldo,
me parecés un minón, tenés que hacerte unos arreglillos que correrán por mi
cuenta. Es una Clínica famosa, por su responsable comportamiento.
Ella quedó
pensando algún tiempo, como hacen los solitarios.
—Ya lo pensé,
acepto tu propuesta, luego me contás de qué va.
Polo Bolingo
subió para arreglar los detalles.
—Yo tengo en el piso un rubro de Acompañantes, todos son diferentes, en mi cartera de clientes están apareciendo
pedidos de mujeres vestidas de Monjas. Te aclaro, son Acompañantes, nada de
sexo y esas cosas licenciosas. Vas a sacar buen dinero y si sos buena actriz, olvidate.
Susana llegó
temprano, para comenzar a ensayar. Él contestó que tenía que encontrar el auto,
que no recuerda dónde quedó estacionado. La acompañó hasta la calle y le dijo
que se cuidara. Tuvo que subir al Subte en hora pico, donde viajar era cuerpo a
cuerpo.
Hubo un tipo
narigón, que le metió la nariz entre las tetas, le pidió perdón y le contó que
su problema, era que la gente lo apretaba y muchas veces no había lugar para su
nariz.
Susana se dio
vuelta y un tipo con mal aliento, le apoyó algo raro en el trasero, ella se dio
vuelta y lo miró con odio y asco.
—Disculpe, esta
chica, pero tuve una erección, a mí no se me para nunca, el movimiento del
Subte, su digno y mullido trasero, produjo este milagro. Lástima no poder
continuar.
Ella descendió
antes porque el olor a chivo le daba náuseas. Llegó al lugar del ensayo, la
hizo pasar una empleada. El deportista, de mal carácter dijo: —Llegaste tarde,
Rescoldo, a mí esto, no me lo hacés más.
Le hizo poner un
traje de Monja, con un cuello blanco y un pañuelo que le llegaba al piso: —Ahora
abrazate al caño, hasta subir bien alto. Con los pies y las manos te agarrás,
después vas bajando despacio y llegás a una angulación de ciento ochenta. El
hábito tiene tajos por todas partes, hacé uso de las aberturas, dejate llevar.
En los pezones te vamos a colgar dos rosarios, los tenés que hacer rotar, cuando
sueltes una mano y con la otra, seguís con el caño. Vas a llevar un consolador
atravesado con ostias, se los colocás en la boca. Uno a cada cliente. Cuando
salís de la barra, te les sentás en la falda y hacés todos los movimientos.
Cuando el tipo se caliente, le hacés tomar tres copas más, con eso se hace
mucha guita. Esta noche estrenamos.
Cuando llegó al
edificio con el cactus que compró para el Encargado, entró en el ascensor
apretó el botón del piso del deportista. Le escribió en la puerta con fibra
indeleble: “Puto”. Hizo casting como actriz en Teatros serios, consiguió un
protagónico, sin caño.

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