Música clásica,
la tarde señala por costumbre mi almohada. No puedo romper la siesta, por tener
la impronta incorporada, se me cansaron las tabas, que claman la horizontal. Es
un Handel triste, tal vez me equivoco, tomé mucho vino.
—¡Vamos a lo de
Moni! El agua tiene transparencia, dale que sí.
Yo, no tenía
ganas, pero me acordé de Luis, el francés, imaginé quedarme dormida en el sol y
apoyar mi cabeza en el hombro del francés. Soy boluda, porque yo tengo catorce y
él, como treinta y pico largos. Eso es lo de menos, sé que le encanta que vaya,
por los disparates que digo.
Música clásica sonó de nuevo.
—¡No! Yo quiero
rock, a Luis le gusta y es capaz de bailarlo en el agua.
Me tiro de
cabeza, mis amigas duermen. Nos juntamos como los caballitos de mar, bien en el
fondo, asoma la cabeza de mi hermanito, que con risa perversa, le cuenta a mi
Mamá.
Ella se tira
hasta el fondo, lo arrebata al francés de mis brazos, no aguanto, necesito la
superficie.
Hay música
clásica, me armo un porrito y miro hasta el fondo, mi Mamá y él, se están
besando.

No hay comentarios:
Publicar un comentario