Me acosté casi a
las seis, para mí las doce es la madrugada, instalarme en la vida me cuesta,
mínimo diez horas. Escuché varios timbres y voces de campo, decían: —Venimos a
despedirnos.
Yo pensé que mi Marido sabía inventar, pero
no, se ve que no sabe.
—¡¡Patricia, son
tus Primos del campo, te vienen a saludar!!
Yo salí así como
estaba y no lo pude creer, todos canosos y carrujados, con un Sobrino precioso
y su Novia francesa, igual. Fue una pena, pero no pude sostenerme en pie. No
recordé quién era mi Primo, ni quién mi Sobrino, me cuesta reconocer, para
conectar las neuronas, sólo con los antidepresivos y lavarme los dientes.
Casi pregunto
por un Padre de ellos, que murió el año pasado.
—¿Y vos que
hacés, Primita?
Tardé en contestarle,
pero al final me salió: —Yo escribo toda la noche y de día leo.
Y ahí empezó mi
primo, imaginando: —Es igual que tu Papá y lo señaló a Eduardito.
El viento y el
frío, partía en cuatro, los invité a pasar, pero estaban muy apurados. Ellos
vendieron sus tierras y les daba pena aquel tema. Cuando se fueron pensé que
iba a llorar sin parar. Pero me acosté de nuevo y me entregué al sueño.
Aparecieron mis primos, los Tíos, las Tías, mis Abuelas, mi Abuelo, mi Viejo y
todos me contaban y se contaban qué estaban haciendo, dónde iban a viajar. Quién
se había recibido y cuántos íbamos a ser para Nochebuena. Si alquilábamos en el
verano en esta costa, o más allá.
Yo iba con mi
Primo en un botecito de madera y él remaba y me salpicaba y no paraba el
guacho, me daba frío el agua. Me desperté sobresaltada y lo primero que vi, en
pantalla gigante, fue la cara de mi Marido, que me tiraba gotas en los ojos,
que recibían el plomo de un día más y un día menos.
—Pero decime,
boludo ¿por qué los atendiste? Me hiciste quedar tan mal, no les cebamos ni
mates.
Él se puso
serio, cansado de compartir mis deficiencias neuronales.
—¿Pero si recién
te despertás?, te lo digo en este orden, todos los que decís que vinieron, ya
no existen, todos murieron de tu familia, la única que queda viva sos vos. Si
no fuera por mí, seguías de largo hasta las cuatro.

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