lunes, 31 de diciembre de 2018

LABORATORIO



   El padre arquitecto, construyó un monoblock, en una zona de casas bajas, hubo movidas para no tapar las Sierras y romper la idea de paisaje quebrado por intereses espurios. Fue un fracaso el mamarracho. Sentó precedente para que otros se dieran permisos encubiertos, vaya a saber para quiénes. El adolescente escuchaba lo que de su padre se decía: psicópata, corrupto, con el agravante de su homosexualidad, ahora permitida y legal, en aquel tiempo encubierta y vergonzante.
   El adolescente hacía oídos sordos, pero necesitaba a su padre, tener algún tipo de complicidad. Una noche el viejo le hizo probar cocaína, al pendejo le encantó y resultó una comunión que se daba por vez primera.
   El resto del tiempo estaba solo, al borde de una depresión obvia y sin testigos, algún amigo que le preguntaba, si estaba triste. Sentía ausencia de refugio y cientos de cosas dolorosas, que ni él mismo sabía responderse. Lo mantenía el consumo de droga. Una chica que lo quería de lejos, le puso en el bolsillo un papel que decía: “Eso tomado por vos, como si tal, es la venganza del Inca, duerme en la hoja de coca y despierta en el laboratorio del blanco”.
   Se acercó a la chica y se hicieron amigos, él puso secretos en ella y ella lo escuchaba, tratando de bajar los decibeles de su angustia. Eran amigos, nunca pasaron a otro tipo de relación.
   Ese día despertó con náuseas de vacío, llamó a su padre a los lugares donde podía encontrarlo. Estaba en otra localidad, dijo no poder atenderlo, porque era una situación muy complicada.
   Él miró el techo transparente, miró la viga solitaria, enroscó una sábana. El padre llegó al mediodía, miró el techo transparente, miró la viga, miró el hijo pendiendo de una sábana blanca, enroscada en su cuello.

domingo, 30 de diciembre de 2018

DR, ¿POR QUÉ SE TOCA?



   Vivía con las manos en la bragueta, la mamá le decía: —¡Sacá las manos de ahí, no es normal, a los cinco años, estar todo el día con el pito agarrado.
   Onorato, se lo estiraba y lo medía todos los días, largo y circunferencia. Era casi despreciable su crecimiento. —Yo quiero ser como Papá, tener un pito marrón y grueso, rodeado de pelos. Mami, no sabés lo que es Papi desnudo! Algún día lo tenés que ver. No tiene desperdicio.
   Subió unas fotos del padre a Face, en distintas posturas que resaltaban sus atributos.
   Tuvo diez mil entradas. Pasaron ocho años y Onorato lucía un importante crecimiento, admirado por sus amigos telemáticos, que miraban sus autorretratos con envidia.
   Un día se le ocurrió poner su foto con la de su padre al lado. El hombre disminuyó la superficie de su trofeo. Onorato ya constituía un fenómeno y tenía doscientas mil entradas.
   Dejó la compu abierta y fue a correr con calzas que lo destacaban como si tuviera un push-ball.   El padre encontró las fotos, no le resultaron interesantes, hasta que se vio a sí mismo, primero favorecido y luego enroscado como una lombriz solitaria, con bombinhas tipo pasa de uva.
   —¡¡Onorato!! Inconsciente, no sabés que tengo un laburo importante. Se deben estar agarrando la panza, riéndose a carcajadas, nuestros amigos, la familia!! Sos lo que apareció en tu foto, un boludo.
   Le pegó un puntapié en el trasero, Onorato gritaba porque le dio justo ahí. —¡Pará Papá, mirá que con esto podemos hacer mucha guita y sólo ponés la cara. Y tus órganos sexuales, en pleno deterioro, explicando un poco, cómo los años producen retracciones insolubles.

sábado, 29 de diciembre de 2018

ACTIVISTA MAFIOSO



   Escuchaba, era imposible no hacerlo, porque el tipo hablaba a los gritos. Tendría unos setenta años, frente a una chica cuarentosa, que hacía magia con su helado, para que no se le viniera en banda. —Estuve en Méjico, no sabés qué playas, me quedé dos años para encontrar y copiar los diseños de la Empresa Johansen. Filmé todo lo que pude y en Colombia aceptaron realizar el trabajo de casa con puertas corredizas, ventanas corredizas y pisos corredizos. Tengo que ver todavía, cómo las personas con tanto espacio libre, no se van a ir a la mierda. Me fui a Niza y conocí una mina, viuda, sin hijos, quedé pegado tres años. La pobre quedó embarazada. Yo me borré. Tengo hijos repartidos por todo el mundo, suficiente. Como soy paranoico, huyendo de las casas de aire y de la mina embarazada, me tomé un avión a Islandia. ¿te estoy aburriendo?
   La chica, sin responder a la pregunta del grasa soberbio delincuente, le contó con voz de dirigente: —Yo, con la mitad de lo que vos invertiste, en tus viajes sin ética ni moral, construí cuatro manzanas para familias sin techo, hasta los muebles, copiados de libros de cuentos antiguos, para niños, realizados con materiales plásticos imitando madera, para no joder la Naturaleza. Replantamos donde el hombre había hecho fechorías. El helado que me sobró, queda riquísimo con tu café con leche, aquí lo tenés.
   Lo invirtió en el café doble del quía, fue divertido, el tipo quedó a lunares de café y helado. Se levantó torpe, las sillas quedaron en el piso. —¡Moza, traiga algo para limpiar este despropósito.
   El personal se encerró en la cocina. La conversa fue escuchada por todos. El tipo no veía nada, sus anteojos culo de botella, se los repisó la mina, que se fue.
   Tanteó la puerta, para salir, rompió un vidrio y cayó de espaldas, cuatro escalones. Le brotaba sangre violácea, la gente lo evitaba, como si fuera un sorete de perro.
   Grabé todo para la radio de nombre: “Radio” y sale esta noche, a las veinticuatro, junto con este cuento.

viernes, 28 de diciembre de 2018

AGUABLANDA



   Rosarito cayó tres veces en una cuadra, había encontrado formas para aterrizajes imprevistos. Llegaba a las baldosas con el brazo izquierdo extendido y la pierna izquierda flexionada. La derecha golpeaba la rodilla en la vereda, con la mano de ese lado lo primero que agarraba eran los anteojos. Llevaba su tiempo, pero todavía podía levantarse sola. La gente buena, comedida, la tomaban del torso y la ponían de pie como una muñeca vieja. Detrás venía el coro: “¿Se siente bien, señora?” “Aquí tiene la cartera.” “Le bajó la presión, tal vez.”
   Y ella respondía: —Muchas gracias, me pasa siempre, gracias.
   El marido va caminando a paso de tortuga y le pregunta: —¿Te pasó algo Rosarito?
   Cuando nació el primero, llegó tarde y preguntó: —¿Cómo, ya nació?
   Con el segundo recordó y él mismo la acompañó a la sala de partos, se desmayó enseguida, después preguntó: —¿Cómo, ya nació?
   Le propuso a Rosarito, no tener más hijos. Cuando los chicos crecieron, se fueron a los países más lejanos que encontraron. 
   Tomando mate debajo de la parra: —Rosarito, deberíamos haber tenido más hijos, alguno se quedaría, además vos los parirías sola, siempre te estaré agradecido.
   Ella quedó colgada de los primeros racimos. Las plantas no tienen partos ni sufren, crecen lo más lindas.
   —Rosarito, ¿qué pensás?
   Ella siguió mirando y contestó: —Nada, me gustaría nacer de nuevo, como las uvas, todos los años, pero que a vos te hubieran podado.

jueves, 27 de diciembre de 2018

PRINGUE



   Frío, calor, llueve, auto roto, remís te arranca el moño, estoy sola, debe ser lo mejor que hice en mi vida, atenderme  yo a mí misma y no tener un gandul al lado, como mi amiga Kitty. Se tiene que bancar una tortuga que la borra de su mira, le dice: —¿Querés vacaciones?, soy yo el que necesita descansar de tus demandas absurdas.
   Le dijo que ni lo pensaba.—Me voy al carajo.
   El carajo debo ser yo, que soy su amiga incondicional.
   —Vos, quédate con los chicos, acá tengo mi maleta prolija, limpia y con rueditas.
   Kitty se pone delante de la puerta y no lo deja salir. Él abre la ventana, salta él, luego rueda su maleta, apoya los labios en los vidrios para saludar a los chicos, que hacen lo mismo y le gritan:
   —¡Que te diviertas, Papi!
   Sube al remís y el avión de su trompa lo espera en un campo con pista de aterrizaje. Cancún los espera. El trompa tiene un piso que da al mar. De la cama a la arena, de la arena a nadar. Si se acerca alguna mina, él pregunta: —¿Vos querés que te acompañe?
   —Ni en pedo.
   Le digo que soy gay, así no me jode más.
   Aparece en casa, o sea en el carajo. Mi mejor amiga, Kitty, mira el techo, fuma y duerme. En el cuarto de huéspedes viven los chicos. Los llevo al colegio, les hago de comer. Kitty empezó a salir con el rotisero y yo me encargo del resto.
   Hay tanta humedad, la ropa no se seca, ya no estoy sola, debe ser lo peor que hice en mi vida, llueve, el auto roto. Voy a la Rotisería, casi cierra, compro chocolate. —¿Me llevás al centro en tu camioneta? Son cuatro cuadras.
   Kitty se quedó en casa. Hoy me toca a mí. —Y no te hagas el estrecho, me enteré por Cholo, cuando le dijiste que yo era una potra. ¿Vamos a potrear?

miércoles, 26 de diciembre de 2018

EL ABRAZO



   No me bañaba ni me cambiaba el camisón, para sintetizar, la higiene dejó de ser un hábito, dejó de ser. No tenía fuerzas y lloraba para no sufrir, si me detenía, me arrastraba por el piso, hasta llegar al jardín y mirar las plantas desde abajo. Un vecino y amigo, maravilloso, apareció caminando en cuatro patas y se acercó al sillón verde, donde estaba acostada, seguro fue Andrew, que habló con preocupación sobre mi estado. Gustavo, apoyado en cuatro patas, dijo —Mm…qué olor feíto que tenés hoy, ¿por qué no te das un buen baño y cambiás de camisón? Pensá en una ayuda, un buen psicólogo.
   Hice todo lo que me señaló y aparecí en su casa, a unos pasos de la mía. —Gus, ¿vos no me podés pedir turno con un buen profesional?, si es hombre, mejor.
   Al siguiente día me llevó mi Papá, a la sesión correspondiente. Flavio, con su pipa inseparable, un cuadro de Freud colgando a sus espaldas y dos cuadritos chicos, de los relojes blandos de Dalí, por primera vez me reí por dentro.
   Sus primeras palabras: —Patricia, ¿por qué mandaste a pedir un turno y no llamaste vos?
   Le dije que me daba vergüenza. Le hablé de mi depresión morbosa, era estacional, más grande que yo y me quitaba todo, hasta el placer de jugar con mi hijo de tres años y la libido ausente. 
—Decime qué hago, Flavio.
   Me habló directo, flecha. —Vos tenés treinta y ocho años, no sos ninguna nena, sos una mujer. ¿Y si te preguntás qué podrías hacer vos, por vos?
   Yo iba a seguir hablando, pero vino el clásico: 
—¿Lo dejamos acá?
   Fue mi psicólogo durante cinco años. Mi situación iba y venía. Un invierno de lluvia y frío, llegué antes, me metí en la cocina, donde departía con sus colegas. —Flavio, por favor me muero si no me atendés ya.
   Me hizo pasar, me senté en el borde del sillón. 
   —No puedo vivir, tengo miedo de suicidarme, en mi flia todos murieron en accidentes de autos o suicidados. Yo no soy ellos, entendés? Tengo adentro hecho trizas y estas lágrimas de mierda, que no paran, y los mocos, como mi vida, que es un montón de mocos y astillas, que fueron un todo y ahora no encuentro los pedazos para juntarlos y la soledad y la tristeza.
   Mi cabeza tocaba las rodillas y mi espalda era un signo de interrogación que dolía. Flavio se levantó, se sentó a mi lado y me abrazó redondo, como mi Abuela.
Me hamacó diciendo: —Bueno…bueno.
   Le dije yo, que lo dejábamos acá.
   —¿Te espera alguien?
   Estaban Andrew y Simón abajo. —Sí, no te preocupes, una vez me dijiste que había que saber andar entre las balas y es lo que estoy haciendo. Gracias.
   Me sostenía volver el miércoles, a las cinco de la tarde.  

martes, 25 de diciembre de 2018

BORDE



   —Qué suerte que me atendés.
   Para mí eso no es suerte. —Estás solita, como siempre. ¿Se puede saber que hacías? ¿Mirar películas?, leer libros deprimentes, llamar al delivery y comer pizza, pensando en lo que pasó, tonta, Meli, ya aparecerá alguno. ¿…Y…?
   Le hice hilo de muzzarela, del sillón a la boca, la puta pizza.
   —¡¡¡Sí!!!, mamita querida, acertaste, estoy haciendo todo eso, ¿estás contenta?, bueno yo también me quiero morir…no se te ocurra aparecer acá y si me seguís jodiendo por teléfono, lo tiro a la mierda, ¿te quedó?
   Lo que pasó lo pasa por alto, tiene miedo que la inculpe, no lo quiso nunca, por adoptado y por negro. Era hiperkinético y border, dijo la psi, puse cara de que la entendía, Marito estaba siempre al borde. Me lo dieron por sus problemas psíquicos. Soy soltera y quería uno, no me importaron sus problemitas, como decían las asistentes para minimizar las reacciones de Marito. Al principio me produjo tortícolis, porque daba vueltas, se escondía, me decía “puta, boluda”. —Marito no me digas así, porque son malas palabras.
   El chico recordó a su abuela. —Tu mamá, cuando no la atendés dice “Qué hija de puta”, “boluda” y me echa la culpa, no sé, parece que yo tengo la culpa.
   Me levanto de mal humor, lo tengo que llevar al Jardín, él se viste solito, se peina de adelante, piensa que tiene una sola faz. Con el auto en marcha lo llamo. —¡Vamos, Marito, se hace tarde! Mirá que me voy sola.
   Se me fue el auto, él estaba atrás, sufrió tanto que Dios se lo llevó enseguida.
   Ahora soy católica practicante, necesité y creo. No tengo amigos, ni nada que se le parezca, tampoco tengo ganas de hablar. Tengo Madre, es peor que nadie.

lunes, 24 de diciembre de 2018

XENOFOBIA IRRACIONAL



   Expatriados de Rulanda, negros violáceos, altos, dignos, Padre, Madre y dos Hijas. Trajeron ropa de lino, es lo que pudieron. Tenían la propiedad de no portar ni una arruga. Un conjunto por persona. El Padre llevaba un sombrero panamá y un bastón con remate de plata.
   Tomaba todas las mañanas un café doble, en la parte soleada de la cafetería, el resto de los parroquianos ocupaba un sector techado, con la mirada siempre dirigida al señor del sombrero, que con educación, lo semilevantaba como saludo cotidiano. Con parsimonia regresaba a su casa, que tan lejos de las primeras sierras quedaba, salía un humo de su cuerpo con gusto a rico. En el último trecho, ya tenía los dedos asados. La más chica de sus hijas, corría a saludarlo. —Père, ¿trajiste algo para comer?, estamos con tanto hambre que nuestros estómagos han comenzado a comerse a sí mismos, te siento rico olor, como en la casa de los blancos, ¿me das un pedacito?
   El negro casi no sentía sus dedos. —Aquí tiene, mi chiquita.
   Y se partió el dedo meñique, la niña lo deglutió en segundos.
   —¡Qué rico, Papi! ¿No tendrás otro?
   El Padre se corrió bajo un árbol. —Sí, mirá acá tengo uno bien cocido, pero es para tu hermana, hay que saber compartir.
   Su mujer le pidió su nariz, él contestó que no tendría dolor, estaba casi quemada, como le gustaba a ella. Le echó una lágrima y su mujer la tomó en sus manos, masticando con fruición. Se vendó las manos y la cara, empezando el rito del café doble. Con su traje y su sombrero, disimulaba el estropicio. Se sentó en una mesa de fuera, mientras el resto de los parroquianos evitaban mirarlo. Sentado en silla de lata, salía humo de sus nalgas, cuando dejó de sentirlas, no esperó ni a pedir su café. Salió con paso largo, llegó a su casa y le sorprendió la mesa tendida para cuatro personas. La Madre pidió permiso y cortó los glúteos como bifes. Él se reía y su autoestima lo recuperó como Padre proveedor. Le sirvieron un bifecito a él que lo merecía. Comieron a mandíbula batiente con ensalada de yuyos.
   La Madre pensó que no era justo y pasaba la mañana subiendo la sierra más alta, donde se munía de macachines para acompañar su espalda asada, que hacía tiempo, dejó de sentir.
   Esta vez el marido comió de pie, en la mesada de la cocina, vio cuán buena y útil era su mujer. Una noche, marido y mujer, decidieron asarse por completo. Las chicas tuvieron un banquete, hasta con achuras, riñón, hígado, mollejas, intestinos gordos y delgados.
   Ahora le tocaba el turno a la más grande. Dedicaba sus siestas hasta llegar a la catarata, donde se refrescaba, al atardecer volvía con rajas de carne, punto medio.
   Su Hermanita, era servida en una mesa enana, egoísta como casi todos los niños, comía las rajas punto medio, no sentía culpa. De su Hermana no quedaba casi nada. La querubina fue la última, comió tanto de sí misma, que explotó.
   Un poblador vecino, dijo que era una lástima que no hubieran decidido volver a Rulanda. El Intendente del pueblo, ordenó un sepelio múltiple, le explicaron que no quedaba nada. El sacerdote, dio una misa en francés, para cuatro. Dudaba si era pecado moral.

domingo, 23 de diciembre de 2018

REVERSA



   Darío nunca tuvo noticias de tener Madre, o Padre. Vivía en una Casa de Contención, hasta que una Señora, sin hijos, decidió adoptarlo. Le contaba cuentos, hacía comidas que educaron su paladar y a su pedido, le construyó una casita en un árbol. Dos leñadores, siguieron los diseños del niño. Fue ateniéndose a la ecología, usando maderos extinguidos por tormentas y restos de talas brutales. Realizaron un ascensor, con roldanas sustraídas en astilleros abandonados y sogas, conservadas en recipientes, que impidieron desgaste alguno. No era un árbol menudo, se trataba de una sequoia, de dimensiones imponentes.
   Darío se inspiró en arquitecturas medievales campesinas. A su Madre le preocupaba cómo el niño, dedicaba todo su tiempo a la casa. Cuando cumplió diez años, él tenía conocimientos que asombraban a los que trabajaban junto a él.
   Se negó a concurrir a colegios o profesores particulares.
   —Madre, no llore, yo crezco solo, mis Maestros son, la Naturaleza, el Mundo, el trato con gente humilde, de corazón. Me voy a recibir de Ser Humano, ése es mi objetivo.
…………………………………………
   —¿Sabés que no me importa un carajo quiénes son tus Padres? Las Casas de Contención no existen, acá no hay guita para Casas de Contención. Te criaste en la calle. Ninguna vieja te adoptaría, porque sos negro, fiero y tenés olor a osamenta. No sé a quién se le puede ocurrir, hacer una casa en la única sequoia que vive en Canadá y le pasan autos por el medio, flor de puta la sequoia. Darío, me parece que sos medio putito, como todos los arquitectos, ¿una casa en un árbol? Mataste árboles, asesino de mierda. Sos mitómano, cabeza. Lo de las roldanas y la soga, el único astillero que conozco es “El Astillero”, de Onetti, un grande que vivía en la cama, porque se enfermó. Fumaba chimenea y tomaba whisky, todas sus sábanas tenían quemaduras. Además a mí, ¿qué coño me importa tu estúpida casa medieval, campesina? ¿en qué cabeza cabe?, inventaste mal. Darío, sos un personaje que no existe, como la vieja que te recogió, de eso no me cabe duda, seguro que te recogió. Esperan a ser viejas bagallos, para trincarse un pendejo. Decías que te gusta la gente humilde, porque tienen corazón, mitómano analfasocial, la gente humilde no le gusta a nadie, sobre todo porque son humildes y el corazón hace rato que se lo pisotearon. ¿De qué Naturaleza hablás? Si para vos sirve sólo para jugar fulbo y pelar el pasto, o la usás para cagar y mear  si no tenés una letrina a mano. Te odio, Darío, quise escribir un cuento, lo necesito para esta noche y esa aparición blandengue de tu persona mentida, me dieron ganas de escupir tu cara. Sos una bestia que me cortó internet. Por eso ¿sabés lo que voy a hacer? ¿ves esta birome, boludo?, te la meto hasta el fondo del ojo derecho, porque el izquierdo es de vidrio. ¿Después sabés lo que voy a fumar?, un porro más grande que tu pija, no ese paco inmundo que fumás vos, para ponerte más tarado de lo que sos.

sábado, 22 de diciembre de 2018

SUMMER



   Me pidió que siga en el verano, un artículo para el Diario diario y un cuadernillo, que si se vendía bien, lo transformaba en libro.
   —Me parece un abuso, Sr Editor.
   Se puso verde. —Por favor, no me denuncie, ahora está de moda.
   El viejo está confusionista. —Sr Editor, me refiero al exceso de trabajo, no tema.
   Puso en mis manos los temas a desarrollar. 
   —¡Ah, no! Encima debo obedecer su mandato.
   En verano me gusta nadar, tomar sol, llamar a mi vecino que como no tiene pileta, viene a la mía. Le alcanzo el bronceador chino y le pido, que por favor, me lo pase por todo el cuerpo. Tiene manos tímidas, pero boca abajo, abro el corpiño y lo toma el entusiasmo, sin perder suavidad. —¿Vos te ponés así para emparejar? Ya que estoy te paso por los elásticos de la bikini, tengo suerte, es con hilo dental. Tenés glúteos firmes, no tiembles, ya está. Ahora se usa broncear las lolas, si te das vuelta, así, así, suavecito, me gustan, no son compradas.
   Sé que se calienta, yo también estoy recaliente. —¿Si nos tiramos bajo los fresnos, nos enfriamos, tengo un coy de dos plazas.
   A ésta la ensarto, me mira con ganas.
   Recorrimos el jardín y la casa, lo hicimos en la mesa de la cocina, como en las películas, de pie, en el bidet, en mi cama, es más tradicional, me aburre, en la casilla del perro, que tirado a nuestros pies nos miraba con ojos de: ¿Qué carajo hacen? ¿Querrán que yo participe? Cuando la idea de la zoofilia se nos pasó, el vecino quiso que le entregara el…como despedida. —Dejá que lo piense, mañana te contesto.
   Y este viejo de mierda quiere que le escriba artículos playeros, es pijotero el Editor, esto que pasó, se lo mando como trabajo, le va a encantar.
   Seguro que después de leerlo, se pone a mirar pornos. Chancho.

viernes, 21 de diciembre de 2018

¿POR ALGO HABRÁ SIDO?



   Vivió en el sótano del fondo tres años. La casa de su Abuela, en City Bell. Sólo recibía la visita de su Madre y la comida que le acercaba su Hermana, simulando un juego repetido, silencioso. Los movimientos del jardín al sótano, cubierto de enredaderas, se habían hecho para hacerlo imperceptible. Que ningún vecino escuchara. Que nadie.
   Por sus compañeros se enteró que la buscaban, siempre sabían dónde estaba. Un día su Madre pudo comunicarse. —Armé el lugar, tu Padre te pasa a buscar por el Zoo, te mando una peluca rubia y el uniforme de tu hermana.
   No pudo despedir a ningún compañero, las nieblas cómplices decían que no había ninguno.
   El primer año leía lo que había rescatado, como se terminaban pronto, aprendió algunos de memoria. Todos los días hacía quince minutos de yoga de elongación. No dormía. La Madre le llevó pastillas rompenucas. Ella no dominaba las consecuencias de lo que hacía, gracias al miedo no salía del sótano, tomaba cuatro pastillas por noche y dormía once horas. Aceptaba solo un yogurt de mañana. Sentada en la cama, saludaba a sus compañeros y hablaba con cada uno, episodios inventados. Las visitas también las inventaba.
   Encontró una bodega, bajando dos escalones, el piso estaba tapado con una alfombra. Era chica, pero los vinos, estacionados. El lugar olvidado de todos, tenía un polvo de cinco centímetros. Un día estornudó, le lloraron los ojos y se le taparon las fosas nasales, como dos corchos. Abrio la primer botella, con un alicate multitodo.
   Cuando pasó la Madre, con la vianda del día: 
—¿Me traés una copa?, los vasos me deprimen.
   La Madre pensó que el encierro le había enrarecido el sentido común. Tomó tres copas y luego tres más, se miró en el espejo y se rió como los locos, hasta su Hermana, que recién entraba a la casa, la escuchó. Caminó por el laberinto de ligustro, que desarrolló con rapidez, abrió la puerta y encontró a su Hermana, sin poder detener, esa risa histérica, le pegó cuatro cachetadas y quedó tiesa. La saludó con el nombre de la amiga que hacía cinco años nadie pudo encontrar. Su Hermana le contestaba, siendo aquella amiga. Trataba de recordar palabras y gestos, porque notó que se tranquilizaba, cuando cerró sus párpados, abrazó la almohada en el piso.
   En el último año jugaba al ajedrez, hasta que le comió la cabeza. Escribía listas de palabras que empezaran con la letra “A”, “X”, “Z”, “I”, el abecedario completo. Le dieron píldoras para una sedación diurna.
   Al tercer año, su madre se condolió, prefería que habitara el sótano, antes que verla muerta. Cuando abrió, las paredes estaban cubiertas de retratos hechos en carbonilla, de sus compañeros desaparecidos. Se dibujó ella misma, con la cabeza metida en un retrete.
   La Madre hizo de cuenta, que no vio nada y la sentó, para hacer sus manos. Uñas cortas y esmalte transparente, como ella acostumbraba. Apareció el Padre: —Ya podés salir,  pagué con todo lo que tenía, prepará tu bolso, el Dr Blok te espera. Hay enfermos en tu misma situación, es sin medicación, todo va a estar bien.
   Ella iba adelante, miraba el cielo, los árboles, besó la tierra. Se había arrancado todas las uñas.

jueves, 20 de diciembre de 2018

ILHA GRANDE



   La última vez que estuvieron juntos, fue en Abrahamcinho, una isla bella, aunque lo bello se diluye si uno pasa mucho tiempo viviendo en el mismo lugar. Él vivía en una casita fría y chica, la cama quedaba entre la cocina y la heladera. Ella sabía que era la última vez, se dio cuenta definitiva, cuando después de hacer el amor, él largó una carcajada, con sonido de salivazo. Resonancias en su cuerpo, que sintió ajado, las pieles sin la firmeza de la adolescencia. Sabía que él tenía una amiga y nunca lo dijo. Lo contó alguien conocido que peleaba por la misma presa, el conocido, con ironía, le decía “la Señora”.
   La mina tenía un hijo de catorce años. Ella hizo oídos sordos, no quería saber, nunca fue una relación sana, al principio sí, blanca y sincera. Las pieles se pegaban, los poros se abrían.
   En unos meses comenzó la perversión, siempre se sintió sola de él, pero sabía que su cabeza, era indiferente cuando más ella se acercaba. Parecía un fantasma y apenas le quedaron palabras para tomar un barco. Vio un sachet de leche vacío flotando en ese mar azul. “¿Cómo hay…?” Le dieron náuseas.
   Llegó al continente y tomó un avión a Buenos Aires. Su depto estaba como lo dejó hacía tres años. Gregoria, la portera, la quería como a una hija, lo mantuvo impecable.
   A la semana de su vacío casero, bajó a tomar un café y compró el diario. Salió en primera plana, hubo deslizamientos de tierra que bajaron de los morros más altos, dejando la isla, totalmente sepultada. No se hablaba de números de víctimas. Le resultó imposible llorar, se le instaló un dolor en el alma, que la consumía. Gregoria, la portera, la alimentaba.
   A los tres meses, en Nochebuena, sintió mareos y se recostó en una “rede”, apoyó sus manos en lo único que tenía volumen. Sintió pececitos, que le nadaban la panza y latían. Se llamó Abraham.

miércoles, 19 de diciembre de 2018

IMPURAS MENTIRAS



   Las Fiestas son pabellones de días, donde no ocurre nada diferente a los días que vienen. Para hacer como que existen, se hacen regalos tontos, abrazos mentidos, risas de vino, champagne o sidra. (Qué asco la sidra). Los obligados arbolitos, con bolas de colores, un año bolas rojas, otro doradas, otro árboles blancos o pequeños y sucios en los negocios de “Comida para llevar” y Almacenes tan tristes, tan falaces, tan kitch.
   Siempre odié las fiestas, conmemoro el 25, la Navidad de mi Papá, el día que nació, abriendo al mundo su bonhomía y alegría.
   Porque los otros son tan robóticos y estos días, más diabólicos, impuros, descarados. Después es cualquier día de oficina, donde hay un bueno cada 25 malos. Los cuetes, que parecen tiros, las manifestaciones, gratuitas o pagas.
   Hoy es Noche Mala, perdón, Buena, tengo una botella de champagne, encima fumé tres porros paraguayos al hilo y un bagullito de hachís francés. Me tiro a la pileta, hago un tadásana perfecto. Miro los fuegos artificiales, cada vez más chicos, cada vez menos plata. Nado por abajo, salgo y la bata azul me envuelve, me lleva a la cama, miro una película de netflix “Merry Christmas”, espero el beso de mi Abuela, hago de cuenta que soy niña y me duermo.

martes, 18 de diciembre de 2018

JODIDOS JODIDOS



   Me sentía como una rata de laboratorio, para ser bien atendida, debía vestir traje oscuro y camisa blanca, planchada, tacos intermedios, un ligero dorado en la piel y rodete. Los papeles en una carpeta de cuero, la sonrisa necesaria y la voz colocada. Hablar lo imprescindible. Para mí habría sido más fácil leer la Biblioteca de Alejandría.
   En los laboratorios conocí experimentos que implementan para que la rata pase de un cubículo a otro, pasillo por medio, en ocasiones para encontrar una hembra y demás actividades que desconozco. Me parece injusto utilizar animalitos para comprobar nada.
   Bueno, ese día salí persona, igual a otras, pero las otras me veían, yo podía verme, pero sabía que ellos ignoraban. Entré en un laberinto de pasillos, cortados, con luz artificial en el cielo raso y escritorios agobiantes, de vidrios blancos. Ningún empleado se puso de pie, pero era un clásico el: 
—Tome asiento , ya la atiendo.
   Y el empleado tipeando, en la compu, charlando con un amigo por celu y haciendo señas con la cabeza, para que coloque mi expediente en su escritorio. Pidió perdón al celular, dejó de tipear y me arrebató de las manos el resto de los expedientes. Se puso rojo, le tembló todo el cuerpo. —Un momento, por favor.
   Y aceleró sus pasos, parecía que corría, pero no, caminaba, tenía oficio. Tomé tres cafés de máquina expendedora, uno más inmundo que otro. Se tomaba su tiempo el Abogaducho, prendí un pucho y sonaron todas las alarmas del mundo. Le di una pitada profunda, lo apagué. Alguien vino a cerrar la luz roja acusadora.
   Ese mismo alguien, me llevó por el laberinto, hasta un despacho que daba risa, la cabeza de Voltaire, de Perón y de Tinelli, talladas en madera, ocupando tres rincones superiores del despacho del Presidente de la Suprema de Pollo, perdón, de la Suprema Corte de la Injusticia.
   Acompañaban al más, el Abogaducho y dos Fiscales que no me fueron presentados. Me trajeron un café rico, como la riqueza y me acercaron un cenicero, prendí un pucho, ya había dos fumando. No sonaron alarmas, pero entraron a funcionar extractores ocultos. Ponían cara de complicados y me miraron con un silencio largo.
   —Miren, Señores, Uds conocen lo que atañe a este episodio criminal. La noche del 24 de Diciembre último, mi hija, Luna Martínez Rocha, cuyas parcelas lindan con el Regimiento 601, mientras su marido traía regalos para la noche, entraron a su domicilio trescientos militares de alta jerarquía y abusaron de mi hija en reiteradas oportunidades. Su Nana, que estaba a su lado, fue encerrada en el sótano, ella se encargó de llamar ambulancias de urgencia. Fue atendida de inmediato, sus órganos sexuales fueron destrozados, como si le hubieran introducido una granada. No podrá tener relaciones, ni hijos. Se encuentra en un Neuropsiquiátrico y no puede salir de un estado comatoso catatónico. Es por eso que soy su única defensa: los condeno a esta invención yanqui, gas pimienta, ácido sulfúrico y estricnina. Es un aerosol que los dejará paralizados, pero conscientes. Acá traje mi arma personal, una micro sierra, corte inmediato de braguetas, testículos y penes.
   Cumplido mi objetivo, por una puerta encubierta, me fui no sin antes colocar un cartel atravesado que decía: “Acá yacen los cuerpos de los asesinos de mi querida hija y la destrucción de mi flia”.
   Nos trasladamos a países desconocidos, allí, luego de practicarle 72 operaciones, mi hija obtendrá una recuperación completa, "física". Si existe población argentina, que siga permaneciendo en este país de mierda, que se jodan.

lunes, 17 de diciembre de 2018

EL REFLEJO EN TUS OJOS



   Un domingo por la tarde, en Bs As, hacía tanto calor que la gente se tiraba al Riachuelo y nadaba.
   Ella, sentada en un Bar, con un Mozo sudado, no había nadie.
   —No sé qué pedir, a lo mejor a vos se te ocurre.
   El Mozo le trajo un batido  con franjas de hielo. 
—¿No te molesto si me siento con vos? No está el Patrón y este lugar me lo conozco de memoria, en verano nunca entra nadie, ni entró ni entrará, menos domingo 41°, esperá, voy por otro batido con franjas de hielo para mí.
   Ella se dio cuenta que no podía mover los pies, los zapatos estaban enterrados en brea caliente, eran nuevos y caros.
   El Mozo volvió, sin el uniforme, a pesar de haber mojado su pelo, ponerse una musculosa, bermudas y ojotas, su molicie no le permitía entablar una charla. Ella se caló unos anteojos negros inmensos, él vio en los anteojos un mar azul, con olas sedosas y brisas frescas. Se pellizcó finito y no estaba soñando. En el borde inferior de los anteojos, estaban ella y él, con un batido helado, que paseaban por sus frentes.
   No pudo más. —Tus anteojos tienen un video?
   Pobre chico, tiene fiebre, seguro. —No, son de vidrio, comunes, los compré en la calle.
   La canícula marcaba 46°, se tiraron al Riachuelo, ella ni se dio tiempo a quitarse los anteojos y los zapatos quedaron en la brea. Hicieron la plancha, nadaron pecho, crol y mariposa. Estaban lejos, una ola mediana les hamacó el cuerpo, el agua era salada.
   Retornaron a la playa, se sentaron en reposeras con mesa al medio, los batidos se habían derretido, ella no tenía anteojos, pero sus ojos eran profundos, transparentes y él se vio, todo despeinado, con ojos irritados.

domingo, 16 de diciembre de 2018

EL TIEMPO HACE CRECER



   Las casas parecían de juguete, Salo se preocupaba por la Colina donde vivía, con cada tormenta perdía altura. Las pruebas estaban a la vista, las casas tenían rajaduras que algunos arreglaban con poxipol, iuju, o cemento con leche. Venían las lluvias donde Carola, Lita y Helena, entraban en pánico, cargaban sus hijos en carretilla y se sumergían en abedules intrincados, hasta donde el barro se hacía pasto seco. Fue triste, pero la Colina quedó plana.
   Salo, que era líder del pueblo, les dijo: —Los niños harán los dibujos de nuestras futuras casas, ellos todavía conservan la sabiduría primaria, de las cañerías y desagües. Pensé en el marido de Lita, Ingeniero hidráulico y Maestro de Pantallas Solares.
   Todos tiraban sus gorros al aire y aplaudían las ideas. Hicieron casas redondas, con ventanas y puertas como un queso gruyere, cúbicas con cataratas de agua que provenían del techo, recorrían las aristas y en el área de salida, una piscina recibía a quien quisiera refrescarse.
   Cada casa cumplía una función, había una que tenía un salón inmenso, escalonado y allá en el fondo una leñera, con té siempre dispuesto para calentar al que gustara de un rato del invierno, donde los viejos contaban cómo era el mundo cuando llegaron a la Colina. Siempre algún niño gritaba: —Pero ahora podemos jugar al fulbo.
   Llegaron de otras tierras unos señores, con camellos y cabezas cubiertas con telas. Las mujeres caminaban con trapos negros que tapaban la mitad de sus rostros. El Jeque Taha-Nan, pidió hablar con el líder Salo.
   —Tuvimos noticias de la organización social económica de este lugar y con todo respeto y humildad, les pedimos que nos vendan el lugar y su arquitectura anacrónica y austera.
   La cifra era impensable para aquel pueblo que ignoraba que un pueblo se podía vender. Como eran generosos, aceptaron compartirlo, a condición de suprimir su venta. El Jeque Taha-Nan y sus súbditos, aceptaron la propuesta. Las costumbres eran disímiles. Pretendían casamientos, relaciones incestuosas, fiestas orgiásticas de cuatro días e ingestas de drogas que la gente del pueblo desconocía. Es así como comenzó el puterío.
   Ya nadie sabía quién era su marido o quiénes eran sus mujeres. Los niños no jugaban, buscaban a sus padres. Los cambios se dieron solos, los corazones latieron como cuando fue Colina. Salo volvió con Carola. Ella confesó que nunca compartió el lecho con el Jeque, a él le sucedió igual. Lita, Helena y las demás mujeres, procedieron igual.
   El Jeque Taha-Nan, confesó que ellos tenían tantas mujeres para abastecer, que se pusieron al día con la libido de todas. No les alcanzó para más. Los invitaron a pasar las próximas vacaciones en Arabia o Irán, ellos elegían. Tampoco el ser humano es perfecto, quedaron mujeres en situaciones embarazosas y lo bebés nacieron color verde oliva. Hubo hombres que lloraron tiempos de amores iraníes y tuvieron que reconocer hijos biológicos arábigos, que iban con frecuencia a la Colina y a la inversa.
   Cuando camellos Y Jeques se retiraron, levantaron tanta tierra y arena, que Colina creció en altura y se rebautizó “Nueva Colina”.  

sábado, 15 de diciembre de 2018

CURRO ONEROSO



   Daba sangre cada vez que me era permitido, después la vendía, un trabajo como cualquier otro. Leí que alguien muy rico, necesitaba un riñón. Me presenté a su casa, con los antecedentes, análisis, edad, encarpetados.
   Le ofrecí mi riñón a cambio de una suma importante, que el Señor rico, duplicó. Luego tuve la oportunidad de vender mi pulmón derecho a un suizo, no esperó saber cuánto, extendió un cheque impensable y me besó las manos. Tenía un primo en Suecia, nos presentó y me quiso comprar la pierna derecha, yo no soy ningún boludo, pagó cash, perfecto.
   Por Internet supe de un inglés que necesitaba un brazo izquierdo, lo quiso hacer en Bolivia, porque salía más barato, se lo oferté por la llegada de las fiestas. Vendí los pabellones de mis orejas a un tipo que era modelo y ese detalle de ausencia le hacía perder todos los castings, a ése le cobré una pichincha.
   En la puerta de un Sanatorio, encontré un Señor caballeroso, le habían ensartado un florete en el ojo, practicando esgrima. Se acercó, ya me conocía todo el mundo, quiso comprar mi ojo izquierdo. Le di mi número de celular y a la semana quedé tuerto.
   Logré una fortuna. Me sentí mezquino cuando supe que el mejor amigo de mi hija, estaba en lista de espera para un trasplante de corazón. Ofrecí el mío. Fue un éxito, se realizó en Montreal.
   Me pusieron un corazón hecho con aleaciones plásticas, funcionó hasta que teminé este cuento. En paz descanso.  

viernes, 14 de diciembre de 2018

EL CHURRO ENAMORADO



   El viaje se hizo corto gracias a un señor con aspecto de peón de campo. Hacía dedo, nadie lo levantaba. El sol caía perpendicular a su cabeza con boina, los cuarenta grados no lo afectaban, vestía una camisa prístina y bombacha de campo recién planchada.
   —Gracias por el aventón, voy hasta Las Armas y luego a San Bernardo. Me pueden dejar donde quieran, si es otro su destino.
   Cuando subió al auto se mezcló el olor de Agua Florida, con leche de ordeñe, tierra seca y mate cocido. —A mí me gusta trabajar. Soy viejo y donde haiga trabajo, allí me quedo. A los siete años ya era peón de albañil, vendí diarios, recolecté zapallos, me fui a la Capital y manejé taxis una punta de años, son triste los porteños, donde le subía uno alegre era una fiesta.
   Tenía voz ronca y la usaba como contando secretos.
    Lo sentí como una canción de cuna, me dormí. Andrés lo escuchaba, porque el tipo era un personaje de libro.
   —¿Sabe Don? lo mejor y lo peor que me pasó fue enamorarme. Linda la china, usté viera. Fuimos novios dos años y vio cómo son las mujeres, con perdón de la señora que duerme, se desenamoró. Ella sí, pero yo la seguí queriendo. Largué el taxi, me fui de Bs As cuando ya era todo puro edificio y basura. Volví a mi rancho y respiré lindo. Lo arreglé todo mientras hacía quinta. Cada vez que necesitaba un descanso la recordaba. Volvía a los tomates y las lechugas pa que se me fuera el dolor del pecho, vió cómo es. Ahora voy para San Bernardo, tres meses me quedo, tres.
   Quedó callado el hombre, hasta que le dije —Qué bueno, tiene tres meses de vacaciones.
   Él pensaba, era como si se fuera un ratito. Luego arremetía —Voy a trabajar, hace como veinte años que vendo churros en la playa. Me conocen todos ya y al carro, que dice bien grande “EL CHURRO ENAMORADO”, los churros que hago son perfetos, perdón por mandarme la parte, salen escurridos, azucarados, hecho en aceite nuevo, todo producto noble. A veces paro el carro y miro el mar, el horizonte, no escucho a nadie ni aunque gritonee. Es ella, no me puedo olvidar. Ni quiero. Nadie sabe por qué el nombre que elegí para mi carro, pero la gente me dice “el churro enamorado”. Yo no me muevo, esas ausencias son para ella. Aquí me queda bien.
   Se bajó, nos dio su mano callosa, junto con un “Que dios los proteja”. Nos miró partir, como si algo de él hubiera quedado en el auto. Tenía razón.

jueves, 13 de diciembre de 2018

BURN-OUT


   Había llegado a estudiar materias disímiles.
   Asistía como oyente a todas las humanísticas, incursionó en medicina y ciencias sociales.
   Ante el asombro de los profesores, se recibió en todas las carreras que comenzó. Daba las materias juntas en los fines de año.
   Él fue el primer pope que se pronunció acerca de la tecnología informática, aseveraba que contribuía a la degradación del género humano y su inminente extinción.
   Sus teorías fueron apoyadas por su hermano y un primo segundo.
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Espacio del Escritor: Comí una salchicha y media de Granja del Desencuentro y Cerveza Imperio Rojo, ahora voy a fumar un pucho con Bruno y mañana sigo.
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   Lo contrataron en EEUU, Alemania y Francia, para exponer ante un público calificado.
   Las compañías internetianas dejaron sin señal al mundo entero. Las personas se hicieron adeptas a la nueva ideología Noternet.
   Gracias a esta gestión, la gente dejó de matar personas. Los Isis fueron los más perjudicados, se trasladaron al Vaticano para rogar al papa Pancho Villa que los dejara seguir matando personas. Iban primeros en el rating expansionista. El Papa les contestó —¡Fuera del Vaticano!
   Los Isis le preguntaban —¿Porqué?¿Porqué?¿Porqué?
   No dijo nada pero eran órdenes de dios, que siempre prefirió a las personas muertas de muertes naturales y no deshechas a balazos.
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Espacio del Escritor: Me llaman a comer, no escuché y comí frío. Lo mismo de anoche, pero sin cerveza. Después hice mutis por el foro y Bruno lavó la cocina. Sentía su respiración sobre mi hombro, espiaba lo que escribía. Tiene condiciones de espía, podría pertenecer a la Cía o al FBI. Ganaría mejor, seguro.
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   El inventor de Noternet fue amenazado de muerte.
   Su mujer también. Esto último no le importó mucho. Lo que le preocupó fue su hermano y su primo segundo. Ya habían sufrido un atentado pero salieron ilesos.
   Pidió custodia para todos, les mandaron unos chicos de trajes grandes, revólveres menudos y sin balas, estaban en falta. Los patrulleros estacionados donde se guardan los patrulleros. No había combustible de ninguna índole, seguiría en falta hasta el 2.020.
   El inventor, su hermano y su primo segundo se fueron a vivir a un país ignoto. Interhueva los resarció con billones de dólares para que desaparecieran de la historia. Dejó su mujer a cuidar la casa.
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Espacio del Escritor: Bruno me escondió el cuaderno. Todas las hojas blancas y las biromes. Encontré una lapicera vieja, en un rincón de la biblioteca. Traté de escribir en papel higiénico, pero se rompe todo.

miércoles, 12 de diciembre de 2018

POR SUERTE ESTABA MI MARIDO



   La Terminal, voy a buscar unos documentos que mandó mi hijo, para que en la Municipalidad de acá, me den el visto bueno, que cuesta 250 pesos. En Arba necesitan no sé qué carajo que somos solventes, 300 pesos. Luego al Escribano, 350 pesos y después no sé qué me van a pedir, una fotocopia del culo. Lo voy a solucionar porque son para mi hijo, que labura como antes de la Revolución Industrial. Llego a la Terminal y me atiende una boluda, con cara de boluda, necesita el número de Salida de Partida, porque sin el puto papelito…Usé mis dotes histriónicas y me mandé un ataque de nervios con lágrimas y todo, la boluda me miró con cara de “no te lo doy” y “no te lo doy…”
  Le tiré la computadora en la cara. Vino la Policía y le dije: —Vos, ocúpate de los chorros, a mí me dejás de joder.
   Por suerte estaba mi marido, explicó que yo estaba con alteraciones psiquiátricas severas y cuando me brotaba, me internaban de urgencia, pero necesitaban mi firma, por eso me llevó.
   Lo llamé a mi hijo, que vive en otra Ciudad de mierda y le dije que de sus trámites se ocupara él…por suerte estaba mi marido, que emparejó un poco lo de los números, el papelito, y pidió disculpas por mis emociones altisonantes.
   Mientras tanto yo me tiraba de los pelos y era irrefrenable la cantidad de insultos que de mi boca salían, como pedos de viejo. Por suerte estaba mi marido y me tranquilizó diciendo que me iba a quedar más pelada de lo que ya estoy…
   Es un País, tan de mierda, que para jugar un partido de aquí, se fueron a la concha de su madre. Por suerte estaba mi marido, que me hizo tomar tres pastillas, o cinco y llamó una ambulancia.

martes, 11 de diciembre de 2018

LONGO TRECHO DEVAGAR



   No sé por qué la eché de mi piso, no quise que se difundiera. Sentía que las piernas crecían, los brazos, el cuello. Duele crecer. Me olvidé de la mucama, nunca supe su nombre. Llegué a golpear mi cabeza con el chuveiro del baño. Descubrí que todo el cuerpo piensa, tiene recuerdos, proyectos. Los dedos de los pies, son soledad sin palabras y yo nena. Cuando escribía hacía triple cruce de piernas, llevaba tiempo, pero lograba desenroscarlas. Cuando llegué a cinco cruces, abandoné, caminaba con los pies cruzados.
   Se fue sola, dijo que con mis brazos largos, podía abrir picaportes lejanos. Me tenía envidia, encima, yo le mandaba trastos fuera de uso. Mejor, me daba asco el olor a sirvienta y no quise pensar su pieza. Yo tenía todo mugriento, tantas telarañas que mis largos brazos y piernas adelgazaban a medida que crecían si cruzaba el comedor. Las telas me envolvían, caí al piso, no me podía levantar. Me arrastré hasta su pieza, abrí, me sorprendió mis trastos relucían apilados por tamaño, el piso blanco nieve, la cama parecía de hotel barato y limpio, los hay.
   El acolchado blanco, como los pisos. Había pintado las paredes de blanco, se iba a quedar la negra de mierda, esperando mi muerte.
   Eligió blanco para contrastar su negritud. Yo no conocía esa parte de mi casa. El pensamiento de mis piernas señaló que tanta inmovilidad permitía que ella durmiera en mi pieza. Limpió todo y cuando fui una salchicha, me enroscó y me puso a hervir, en la cacerola gigante del puchero. Al principio me quemaba, después me acostumbré. Ella se sirvió de mí, dejó de ser sirvienta y me comió íntegra.

lunes, 10 de diciembre de 2018

GÁRGOLA QUE ESCUPE ODIO



   Me sentía feliz cuando pintaba aguas tranquilas, esos días bocetaba y el resultado era… —Me gusta, tendrías que venir más seguido, no sabés cuando lo conozcas.
   Enriqueta sintió la molestia de un testigo de su trabajo. —¿Cuándo lo conozca? Me vas a presentar alguien y no quiero, yo encuentro sola.
   Le mentí, lo que pasa por mis manos se rompe. Por eso pinto, mañana quiero el desafío de mirar cómo el mar odia a la tierra, da brazadas para poder hacerla suya. Como cuando el marido de Kiara, quiso cogerme con prepotencia y yo le pegué un rodillazo en los huevos. Llamo a Kiara, porque tiene el hacha  levantada para matar un árbol, donde me siento a mirar ideas. Después pinto cosas mucho más lindas de las que nadie hubiera imaginado.
   —¿Qué te molesta? Ya sé, el árbol. No hay leña, decido yo porque esta es mi casa.
   Kiara tiene la soberbia de los que ignoran. Por eso J. inventó:
   —Enriqueta me tiene ganas, patética. No la invites más o vengan solas.
   Tengo todos mis cuadros en la pieza más seca de su casa. El flete llega mañana, el conductor sabe un montón de pintura, su viejo fue curador, le gustaban mis cuadros, ofreció un espacio para exponerlos. Muy generoso de su parte, pero no.
   A mitad de viaje, pedí que se detuviera, bajé las pinturas, él no decía nada. Les eché gasolina y detrás de la fogata se venían olas que nunca llegaron. —Mi hermano era el autor de tanta maravilla, no le interesaba vender ni exponer, yo lo copiaba mal y destruí todo. Fue hace cuarenta años, cuando se lo…no importa. El mar no me interesa, me da miedo. Detesto a Kiara y a J. más, la casa tiene olor a nadie. Sé que boceto mal y pinto peor. Mis pensamientos son de la gárgola vomitando odio.
 Hablé todo el tiempo, de espaldas al conductor. Era suficiente, quise volver a mi casa, cuando me di vuelta, el flete ya no estaba.

domingo, 9 de diciembre de 2018

PARTE POR PARTE



   Melisa hacía abdominales, mañana, tarde y noche. Hasta no llegar a la cintura de avispa, como decía su madre, no iba a detenerse. Contrató un masajista japonés, que le pegaba bofetones alrededor del abdomen y luego con una morsa de madera, le ajustaba tornillos.
   —Tebe dolmil con la molsa puelta.
   Melisa controlaba sus medidas, al comenzar fueron 90-60-90, luego fue 90-54-90, más tarde 90-48-90, se enojó con el centímetro, le echó la culpa, decía que mentía. A su ideal de cintura le faltaba más castigo, para llegar a su objetivo, que una mano de hombre la abarcara entre pulgar e índice. Compró cinta métrica de metal y controlaba el día a día. El japonés no quiso seguir, porque entre la morsa, los bofetones y la cinta métrica, la cintura sangraba.
   —Melila, mis delos de mano shica, le aconseja dejal aquí, ata que se haga cascalilla. Pásele eta clema cinco vez pol día.
   Inclinó su cabeza y cerró la puerta con la sutileza de una pluma. Renovó todo su guardarropa, ese talle merecía vestidos y trajes de diseño. La madre perdía el habla cada vez que miraba a su hija. La cintura de Melisa representaba, el tallo de una flor. Hizo su presentación en sociedad, con doscientos invitados. Tomaron birra, whisky, pisco y tequila. Fumaron porro, hachís y algún valiente se inyectó heroína arábiga.
   Cada vez que Melisa tomaba algo o daba una pitada, sentía que su cintura quebraba. En un rock and roll acelerado, el chico que bailaba con ella, la deslizó bajo sus piernas y luego la arqueó sobre su espalda. Cuando cayó al piso, Melisa estaba quebrada. Llamaron al SOME y la internaron en Urgencias. No la podían mover, o su parte superior quedaría independiente de la inferior. La sangre dejó de fluir con normalidad, primero murió la parte de arriba y luego la de abajo. Único caso, donde una persona necesitó dos ataúdes independientes.
   A uno le pusieron una placa que decía: Melisa Parte I y al otro, Melisa Parte II.

sábado, 8 de diciembre de 2018

"CERA DEFINITIVA"



   El Padre quedó en la calle. Entregó la mano de su hija Adela, de dieciséis años, a un anciano de noventa años, para salvar a su familia de la intemperie.
   En 1911, la autoridad paterna se obedecía a rajatablas y Adela fue a vivir al campo que tenía el anciano. Una persona considerada, cedió una habitación primorosa para Adelita. No quería el desprecio callado de su esposa casi niña.
   Sufría de incontinencia de orina y deposiciones repentinas, sus flatulencias tenían una dispersión que espantaba hasta a su caballo, que dejó de montar hacía tiempo. Su ancianidad transcurría en la cama, sólo Adela le cebaba mate por la mañana, tapando su nariz con un broche. Luego el viejo decía: —Ve a jugar, Adelita, vos que podés.
   Ella tenía un único deseo, que el anciano muriera, lo más pronto posible. Un vendedor ambulante, que pasaba una vez por año, fue abordado por Adela, para que le mostrara las cosas que vendía.
   —Aquí tengo mis novedades, una cera para pisos infalible, dejará sus pisos brillantes por una década y es rechazante de las polvaredas. La persona que impregne tiene que protegerse como del fuego, debe vendarse de cabeza a pies, e incrustarse antiparras. Habitantes, personal de servicio, peones, todo ser vivo, luego del impregnamiento, deberá desparecer cuatro días, a no menos de diez kilómetros. La cercanía de este producto es mortal. Aunque la persona que expanda el producto esté protegida, trate de elegir alguien que no cuente con su simpatía y lo tenga en la mira del odio. Por si acaso, ¿vio?
   Adela compró ochocientos latones, ante el asombro grato del vendedor. Esa noche no pudo dormir pensando cómo proceder para que su viejo marido quedara a merced del producto.
   Muy temprano escuchó la campanita que usaba el viejo, para que le cebara el primer mate. 
—¿Sabe, mi amor?, lo veo ojeroso, con cara de cansancio, pidió muy temprano mi trabajo, voy a cerrar bien la pieza, para que duerma, incluso echaré llave a la puerta.
   El viejo, con voz de adiós, dijo: —Gracias, Adelita, por tus cuidados, si no fuera por vos…
   Llegó el hombre con el producto, —Antes de comenzar nos alejaremos un buen trecho, cuando Ud termine la tarea, haga lo mismo. -Dijo Adela con voz de ángel-.
   Se fueron todos de a caballo, como jugando una cuadrera. Se metieron en una casona semiderruida, a 50 km del casco de la estancia. Todas las noches asado y vino. Las ingestas, el universo etílico, los dormía donde estuvieran. Un peoncito, bien lindo, se mandó unos revolcones merecidos con Adela. 
—Patroncita, cuando lo desee estoy a su disposición.
   Ella, mareada de placer, contestó: —Yo también lo deseo, a mi disposición.
   Cuando retornaron a la casa, refulgían los pisos, el pasto, las enredaderas y la laguna, que fue marrón, era ahora transparente.
   Con respecto al Patrón, quedó oculto en el silencio de todos.