miércoles, 5 de diciembre de 2018

MUDANZAS



   Lindas facciones tenía Linda, a partir de los doce años, su nariz sajona respingona, no detuvo su crecimiento. Fue una especie de sumergencia que tapó su boca, le dobló el mentón y llegó a las clavículas.
   Imposible de ocultar con pelo largo, sujeto a la nariz e imprimirle un gesto a todo junto. La cruel modernidad de sus conocidos, le decían Linda elefante. Su familia entera ofreció operarla, pero todo lo quirúrgico espantó a Linda. Como persona ocurrente empezó con un rulero de diámetro minúsculo y fue enroscando su nariz. Consiguió bandas plásticas que le tapaban el olfato, simulando una cirugía.
   Todos se asombraban cuánto tiempo llevaba la recuperación de su nariz operada. Una mañana se miró en el espejo del baño, se había despegado de las bandas plásticas y su nariz asomaba por un costado con las fosas nasales incluídas. Linda, que era sensible con la “crecedora”, le daba besos mientras la nariz, en agradecimiento, le rodeó dos dedos de la mano, siguió por el cuello, con una vuelta quedó un collar, a la nariz le pareció despojado y realizó cuatro vueltas más. Linda, con voz lejana, le decía: —Así es suficiente, me estoy quedando sin res…pi…ra…ción.
   Un error de Linda, fue aceptar que la nariz le hiciera nido en las fosas nasales y la boca. Linda murió.
   Su historia se puso de moda y las chicas estiraban sus narices con broches, planchitas y las más audaces con morsas.
   Algunas pudieron llegar a rodear sus lolas, todas se hicieron piercing en las mejillas, para poder respirar y no permitir que hiciera nido en sus bocas.

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