jueves, 6 de diciembre de 2018

RECORTES ECONÓMICOS



   —¿Me indicás el jabón para lavar la ropa?
   No me conoce, soy nuevo. —Mire Señora, se removió todo el personal de góndolas y de cinco pasó a ser uno, que soy yo y nuevo. Para la ropa, creo que en la tercer góndola, doblando a la derecha, en el quinto estante, hay detergente tres por uno, cuyo uso es trificante, cocina, baño y ropa. Hay clientas que se duchan con la ropa puesta y ahorran un montón de tiempo y dinero, porque el nuevo detergente, todavía está en oferta.
   A ver, las esponjas de alambre estaban por aquí ¡ay, que impresión! Son de alambre de púa. Miro las instrucciones: “No solamente inspirada en la clásica de bronce, sino que le arranca cualquier cascarria de su piel”, bueno lo recorto de mi compra. Necesito un trapo de piso, tiene instrucciones: “Igual a los jeans con agujeros de sus hijos, pero es más fuerte y al tener tantas perforaciones, le durará toda la vida.” Yo no entiendo ¿No tienen nada normal acá?
   —Muchacho, ¿hay alguna oferta de pan?
   Él la miró por encima de la cabeza, era petisa la compradora. —Si Ud quiere del viejo, está siempre con los hongos tipo roquefort, dos productos en uno. Sino, tiene el nuevo, que sale crudo, porque no tenemos más gas.
   No, no, pan no llevo, es un ahorro. —Muchacho, ¿habrá galletitas para chicos, cuyo costo no sea alto?
   El empleado corrió hasta la entrada: —Éstas son ideales, hechas con restos de soja, teñidas con témpera marrón, llevan un agujero al medio, para que los niños jueguen a mirarse, quedan convencidos que son de chocolate.
   La mujer llevó cuatro paquetititos, porque tenía cuatro hijos.
   Paso a los fideos, que son prácticos, busco primera marca, no hay, segunda, no entregan y “la tercera”: Fideos de la Concha, Made in Spain. Llevo dos paquetes para probar, seguro que mi marido quedará encantado.
   Compró medio kilo de papas chusmas, llenas de ojitos y media zanahoria.
   Iba a pasar de largo la carnicería, pero vi un peceto que parecía decir: “Llevame, llévame, hace tanto tiempo que estoy aquí, mirá cómo me quemé, estoy casi hecho”. Me dio pena y lo llevé, hacía siglos que los chicos no probaban carne. Llegué a la caja con mi carro semi vacío, no había nadie. Pensé en irme sin pagar y cuando di el primer paso, apareció el muchacho. —Soy el único para sugerir, surtir las góndolas y cobrar, se cayó el sistema, así que el pago lo hacemos manual, déme lo justo, porque aquí no damos vuelto.
   Busqué en la cartera y pagué la fortuna de seiscientos pesos, casi mi jubilación. Me llevé el carro, de bronca y en mitad de camino, se partió de óxido, tuve que juntar a mano mis compras. Con la mano y un brazo me alcanzó. Abro la puerta de casa y encuentro cinco bocas abiertas, que ni me saludaron. Hice una sopa rápida, con todas sus narices en torno la cacerola. Herví unos fideos que no esperaron que se hicieran y los comieron semi crudos.
   —Querida, sos una genia, los fideos tienen gusto a pescado.
   Me dio tanto asco, que me acosté bajo el sauce, mientras masticaba hojitas de menta.      

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