domingo, 16 de diciembre de 2018

EL TIEMPO HACE CRECER



   Las casas parecían de juguete, Salo se preocupaba por la Colina donde vivía, con cada tormenta perdía altura. Las pruebas estaban a la vista, las casas tenían rajaduras que algunos arreglaban con poxipol, iuju, o cemento con leche. Venían las lluvias donde Carola, Lita y Helena, entraban en pánico, cargaban sus hijos en carretilla y se sumergían en abedules intrincados, hasta donde el barro se hacía pasto seco. Fue triste, pero la Colina quedó plana.
   Salo, que era líder del pueblo, les dijo: —Los niños harán los dibujos de nuestras futuras casas, ellos todavía conservan la sabiduría primaria, de las cañerías y desagües. Pensé en el marido de Lita, Ingeniero hidráulico y Maestro de Pantallas Solares.
   Todos tiraban sus gorros al aire y aplaudían las ideas. Hicieron casas redondas, con ventanas y puertas como un queso gruyere, cúbicas con cataratas de agua que provenían del techo, recorrían las aristas y en el área de salida, una piscina recibía a quien quisiera refrescarse.
   Cada casa cumplía una función, había una que tenía un salón inmenso, escalonado y allá en el fondo una leñera, con té siempre dispuesto para calentar al que gustara de un rato del invierno, donde los viejos contaban cómo era el mundo cuando llegaron a la Colina. Siempre algún niño gritaba: —Pero ahora podemos jugar al fulbo.
   Llegaron de otras tierras unos señores, con camellos y cabezas cubiertas con telas. Las mujeres caminaban con trapos negros que tapaban la mitad de sus rostros. El Jeque Taha-Nan, pidió hablar con el líder Salo.
   —Tuvimos noticias de la organización social económica de este lugar y con todo respeto y humildad, les pedimos que nos vendan el lugar y su arquitectura anacrónica y austera.
   La cifra era impensable para aquel pueblo que ignoraba que un pueblo se podía vender. Como eran generosos, aceptaron compartirlo, a condición de suprimir su venta. El Jeque Taha-Nan y sus súbditos, aceptaron la propuesta. Las costumbres eran disímiles. Pretendían casamientos, relaciones incestuosas, fiestas orgiásticas de cuatro días e ingestas de drogas que la gente del pueblo desconocía. Es así como comenzó el puterío.
   Ya nadie sabía quién era su marido o quiénes eran sus mujeres. Los niños no jugaban, buscaban a sus padres. Los cambios se dieron solos, los corazones latieron como cuando fue Colina. Salo volvió con Carola. Ella confesó que nunca compartió el lecho con el Jeque, a él le sucedió igual. Lita, Helena y las demás mujeres, procedieron igual.
   El Jeque Taha-Nan, confesó que ellos tenían tantas mujeres para abastecer, que se pusieron al día con la libido de todas. No les alcanzó para más. Los invitaron a pasar las próximas vacaciones en Arabia o Irán, ellos elegían. Tampoco el ser humano es perfecto, quedaron mujeres en situaciones embarazosas y lo bebés nacieron color verde oliva. Hubo hombres que lloraron tiempos de amores iraníes y tuvieron que reconocer hijos biológicos arábigos, que iban con frecuencia a la Colina y a la inversa.
   Cuando camellos Y Jeques se retiraron, levantaron tanta tierra y arena, que Colina creció en altura y se rebautizó “Nueva Colina”.  

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