martes, 25 de diciembre de 2018

BORDE



   —Qué suerte que me atendés.
   Para mí eso no es suerte. —Estás solita, como siempre. ¿Se puede saber que hacías? ¿Mirar películas?, leer libros deprimentes, llamar al delivery y comer pizza, pensando en lo que pasó, tonta, Meli, ya aparecerá alguno. ¿…Y…?
   Le hice hilo de muzzarela, del sillón a la boca, la puta pizza.
   —¡¡¡Sí!!!, mamita querida, acertaste, estoy haciendo todo eso, ¿estás contenta?, bueno yo también me quiero morir…no se te ocurra aparecer acá y si me seguís jodiendo por teléfono, lo tiro a la mierda, ¿te quedó?
   Lo que pasó lo pasa por alto, tiene miedo que la inculpe, no lo quiso nunca, por adoptado y por negro. Era hiperkinético y border, dijo la psi, puse cara de que la entendía, Marito estaba siempre al borde. Me lo dieron por sus problemas psíquicos. Soy soltera y quería uno, no me importaron sus problemitas, como decían las asistentes para minimizar las reacciones de Marito. Al principio me produjo tortícolis, porque daba vueltas, se escondía, me decía “puta, boluda”. —Marito no me digas así, porque son malas palabras.
   El chico recordó a su abuela. —Tu mamá, cuando no la atendés dice “Qué hija de puta”, “boluda” y me echa la culpa, no sé, parece que yo tengo la culpa.
   Me levanto de mal humor, lo tengo que llevar al Jardín, él se viste solito, se peina de adelante, piensa que tiene una sola faz. Con el auto en marcha lo llamo. —¡Vamos, Marito, se hace tarde! Mirá que me voy sola.
   Se me fue el auto, él estaba atrás, sufrió tanto que Dios se lo llevó enseguida.
   Ahora soy católica practicante, necesité y creo. No tengo amigos, ni nada que se le parezca, tampoco tengo ganas de hablar. Tengo Madre, es peor que nadie.

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