Quise ver el afuera del jardín pero no
pude. Hacía más de un año que los vidrios no recibían limpieza, parecían
esmerilados con la impronta de las lluvias y sus gotas que eligieron instalarse
unas sobre otras.
Mis días transcurrían escribiendo o
leyendo.
Cuando miré la primavera todas las flores
y los árboles se adivinaban. Los tules del abandono me despegaron del
escritorio, mi madre se jactaba de no limpiar los vidrios hasta que no se
pudiera mirar a través de ellos. Es genético pensé, fui a buscar el aerosol y
lenta, pero segura, procedí hasta llegar a la transparencia absoluta. Seguí con
otras ventanas de la casa, como un auto a 120 km por hora, quité las telas de
araña, cambié sábanas, limpié el baño, la cocina y pasé la aspiradora. Ordené
todo como loca fóbica. Me quedé sin nafta, el auto se detuvo, abrí la ducha y
permanecí hasta que el agua no quiso saber más nada con salir caliente. El auto
quedó K.O. me desplomé en la cama, envuelta en tohallas. Dormí el sueño de los ángeles.
Cuando desperté, con el auto lleno de nafta, enfilé al escritorio, que generoso
me murmuraba un cuento.
Se trata de alguien que mira a su
alrededor y no reconoce el orden. Pregunta quien fue el cerdo que asesinó las
telas de araña, buenas tejedoras y dejó pasar toda la luz, olvidando la
penumbra que da luz al pensamiento. Quise escribir, pero no pude.