Le moulin frecuentado por artistas y
modistillas.
Había tantos personajes. Pensar que yo era
uno me hacía sentir un grande. Eran todos amigos, se abrazaban, estaban
enamorados en un deja vu improvisado. Miro la mujer que me gusta y siento celos
de los otros.
Estoy de espalda, es primavera, había
fiesta. Yo ahí en el medio haciéndome el diferente. Todos me consideraban un
hombre sin importancia y sin embargo los quería tener cerca. En especial a la
mujer con un vestido a rayas.
Desde
la habitación de esta casa estoy colgado en una pared, sin poder salir de mi
letargo. Cansado de ser discriminado, me mata jugar con las rayas del vestido
hecho por ella. Desconozco su nombre. Tiene cara de Marie.
Le dije que la amaba y ella nada. Rompí el
vidrio para que me escuchara. Se llenó todo de sangre. Pero no era sangre, era
vino, me llegó hasta la boca. Sigo colgado, pero bajó mi cotización. Las
manchas de sangre o vino fueron imposibles de sacar.
Desde 1888 hay turistas que siguen de largo.
Mi nombre es Renoir. Una niña que me mira sentada hasta que cierran el museo.
Iba todos los días, merecía un premio a la fidelidad. Sería un honor regalarme
a la niña. Quedó flasheada, lo pensó bien y me devolvió al museo. Igual no sé
de qué hablo, si soy una falsificación.