—No tiene corrector.
Onorato escribe
muy bien, es meticuloso, revisa cuatro, cinco veces, si lo considera necesario.
—La historia la
cierro, que me guste a mí y al Abuelo, que publicó “Los tutores del sexo”, con
seudónimo, sino las damas de aquel tiempo, lo compraban a escondidas y a él le
quitaban el saludo. Fue un éxito, le siguió “Respete al meritorio”, éste
resultó un fracaso, pero no le importó. Tenía éxito con el público femenino,
que ni siquiera leyeron su primera publicación, lo invitaban porque era buen
mozo, maniquí vivant. “Esta gente descendiente de buena estirpe”, decía, “comen
tarde o no comen”. Éstos, no comían. El Abuelo, por frívolos, los alejó de su
lado. Se llamaba Onorato, por el Bisabuelo, que era fanático de Honoré de
Balzac.
—Julieta,
confieso que no me gusta publicar nada de lo que escribo. Te prefiero como
lectora, a vos y a mi Abuelo. Son bichos, saben de qué trato lo que trato.
No quería
escuchar mi propuesta, se notaba.
—Onorato, la
bestia de mi Editor, no tiene correctores y le están bajando las ventas por sus
horrores gramaticales. Al viejo, contale cuanto querés, te agradecerá pagándote
más. No sé si es puto. Se dará cuenta que sos un capo corrigiendo, también,
modular ciertos textos que modifiquen su sintonía.
Onorato se
tomaba del mentón, a la frente, postura de pensar.
—Bueno, Julieta,
acepto tu oferta.
El Editor lo
recibió con bombos, sin platillos, le entregó ciento veinte libros para
corregir. Le dio un mes de tiempo.
—¡El viejo está
loco, ciento veinte en un mes!
Julieta decidió,
por afecto y respeto:
—Onorato, yo
corrijo sesenta, no soy tan buena como vos, pero sí rápida. Yo no cobro nada
más que me invites a tu casa en Orense.
El viejo quedó
conforme con las correcciones, pagó más que bien, mientras miraba a Onorato,
como “puto no me atrevo”.
Llegamos a
Orense, la casa vacía y re-limpia.
Su Sobrina
fregona, había estado la semana anterior. Dormimos doce horas, las
correcciones, joda, joda, nos dejaron extenuados. Fuimos a la playa y mirando
el mar le pregunté:
—¿Porqué la
negación de publicar?
—No sé muy bien,
es como si preguntaras por qué no visito a mi viejo. No te rías. Cuando termino
una historia, es mía. Y con las sucesivas, me ocurre igual. Sería como mostrar
lo único que me pertenece, el diseño de mi vida, conmigo adentro.

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