lunes, 18 de septiembre de 2023

REFACCIONES

 

   Hacía 35 años que estaban juntos. Se dijeron todo. Agotaron sus anécdotas de infancia, de adolescentes, cuántos amigos muertos y vivos. Iban todos los días a tomar un cafecito en un banco de la plaza. Luego caminaban algunas cuadras para desentumecer el cuerpo. Hacían todo en silencio.

   Un día, una moto casi la atropella. El Marido le gritó que tuviera cuidado. Ella también hizo uso de la palabra y le dijo:

   —¿A vos qué te importa?, era un chico joven que no me vio, pensaba en su novia, o en pasar el auto que tenía adelante.

   —Fue mi oportunidad para enviudar, de paso me sacaba un peso de encima.

   Siguieron caminando, sin mirarse, no iban del brazo. A veces alguno de ellos se adelantaba y cuando calculó que llegaban, ella le avisó.

   —Perdiste la memoria, igual que yo. ¿Dónde vivimos? A mí me parece que en el Geriátrico de la esquina.

   —Esperá un poco, no somos tan viejos como para vivir ahí.

   —¿No te acordás?, le dejamos un testamento a nuestro hijo, donde decía que podía ocupar nuestra casa y meternos en un Geriátrico.

   —Tenés razón, qué hijo degenerado tuvimos, parecía tan bueno. Yo no sé, la verdad.

   —Yo no quiero vivir en un lugar con olor a pis.

   Siguieron caminando entre las vías del tren que ya no funcionaba.

   Se equivocaron, los trenes fueron refaccionados. Ellos pensaban que como eran tan viejos, no les pasaría nada.

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