lunes, 11 de septiembre de 2023

UN MAESTRO CASUAL

 

   Buenos Aires era más grande de lo que pensé. En mi edificio no existía el saludo, ni el “pase Ud primero”.

   El Encargado estudiaba Medicina y no socorría a nadie:    

   —Tiene que ir a la Inmboliaria, yo rindo hoy.

   Lo viví como un ejemplo de primero yo. Fui a una Editorial, de un viejo solitario que pasaba el tiempo leyendo, y sabía tanto que abrumaba. No usaba lentes, se notaba su genio antividrio. Ni me miró.

   —Trae algo para que sea impreso?  La ambición asfixia. Deje lo que trajo, sobre esa pila. Lo leeré cuando termine con los otros, si en las primeras dos páginas despierta mi asombro, la llamo. Deje el nro. de celular. Y lea, la persona que no lee, no tiene palabras. En esa mesa hay cosas interesantes, llévese lo que quiera, no le cobro nada. Ud tiene cara de honrada.

   Arribé a mi edificio y se despertaron mis manos para enriquecer aquel texto.

   —Desciende de irlandeses, me di cuenta, me llama el segundo día de su visita, está ansiosa. Relájese, mujer, ya le di una hojeada a su texto, es interesante pero sus personajes no hablan con verdad. Deje su caballo suelto, de él aprenderá el ritmo y vuelque su alegría joven. Principia con esperanza y misterio. No se lee el misterio. Modifique esa parte, lo sensible ante todo. Piensa que son dos viejos que se aman, de toda la vida. ¡No! Nadie ama para siempre y si es así se pierden de muchas cosas. El principio es perfecto, se va quebrando de a poco y muere antes del fin. Le doy un consejo, lea todo lo que pueda y deje que las palabras decanten. Escriba sin prisa. Nadie la corre. Construya temas diferentes, nada de melodramas, ni situaciones obvias. Dos años serán suficientes, para doce cuentos. Ud necesita de mí y yo de Ud, no llene su cabeza con que me voy a morir antes, o que le pasará lo mismo. Quiero leer algo asombroso, si no sale ahora, tome el laxante de ponerse las pilas…como hacemos todos.

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