miércoles, 6 de septiembre de 2023

I DON`T REMEMBER

 

   Manuel se vio en figurillas cuando le pidieron colores y distribución de una bandera. Era una persona humilde, introvertido, no le interesaba andar haciendo bandera. Las personas de sangre fundacional querían algo que glisara, un palo al que llamarían mástil, era más distinguido. A los custodios de Manuel no les daban las manos para atender los mensajes de Bastos, Copas, Oros y Espadas, máximos poderes que darían el origen a la Corrupcracia.

   Era bueno Manuel, quiso un lugar tranquilo para distender tales presiones y fue llevado por una diligencia, hasta Paraná, donde en un río prístino, de harinas blancas, tomaba baños solitarios. Luego se tiraba en un catre de campaña de dos plazas. Tomaba sol estilo panqueque.

   Muy sobrio en sus comidas, por temor al engrosamiento, pasado una semana, hizo una profunda meditación que le fue transmitida por el Gobierno de Indias. Apareció su único amigo, Martín (todavía no canonizado). Ambos eran generales, allí se conocieron, les trajeron los uniformes, para las batallas usaban dobles de cuerpo.

   Recién vuelto de la Francia, Martín le señaló los colores de moda del banderío europeo:

   —¿Qué te parecen?

   Manuel inhaló en silencio y exhaló hablando:

   —Todo muy colorinche, quisiera algo más tranquilo, como los ojos celestes de Guillermo Brown, no sé si lo conocés, es un pura sangre inglés. Lo combinaría con blanco, que es contenedor de todos los colores, si giran a velocidades de alta gama.

   Las telas fueron cosidas por costureritas de malos pasos, tan rápidas en el arte de resolver. Manuel se sintió algo contrariado.

   Su idea era mitad celeste, mitad blanco, pero hubo una confusión matemática de estas mujeres prácticas, pero analfabetas. A él le dio pena corregirlas y la dejó así, celeste, blanco, celeste. Cuando la vio terminada le pareció tan aburrida, que aconsejado por Napoleón Mandaparte, agregó un sol amarillo patito, al medio, con ojos, nariz y boca. Entrando en los 100 años de vida, Manuel preguntó a Martín:

   —¿Vos sabés para qué sirve la bandera?

   El amigo lo miró, acostumbrado a sus tontas preguntas y le contestó por lástima:

   —Ay, mi querido, es para poner junto a otras de países diferentes en el frente de los Hoteles, de cuatro estrellas.

   Manuel respondió:

   —¿Vos sabés que me había olvidado completamente…?

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