domingo, 31 de julio de 2022

EL SEÑOR NO

 

   No como, no duermo, no tomo agua no trabajo. Vivo del aire, papando moscas como predijo mi madre. Lo que no supo es que mi mejor amigo soy yo.

   Hoy tengo sesión con mi psi Oliverio.

   ─¿Y a qué debo el disgusto de tu visita?

   ─Querés decir el gusto, ¿o no? Vengo porque quiero saber quién soy.

   ─¿Y vos qué pensás que sos?

   ─Oliverio, no me venga con el mismo verso que usan todos los psi. Me siento orgulloso de ser yo el tipo más piola del mundo. Pero ya veo que mi mejor compañero soy yo. Si tuviera que casarme me casaría conmigo. Tendría una que otra discusión, yo mismo me calmaría. ¿Y vos qué pensás de vos si pensás?   

   ─Soy un solitario, me place cuando atendí los pacientes de ese día. Me cansan, me aburren con sus quejidos “cómo subieron los precios” o “me parece que mi marido me engaña”. Dicen tantas boludeces. Todos esperan lo mismo, que se caiga este gobierno de mierda. ¿Sabés por qué no hacemos nada? Yo tampoco sé.

   ─Me tenés que dar la receta, ¿te canto mi carnet de osde?

   ─Mi única receta es que te construyas una ermita con muchas violetas. Si de eso te alimentás, te vas a dar cuenta quién sos. Osde no reconoce las violetas, no te harán ningún descuento.

   El psi Oliverio está más loco que yo. No voy a venir más. Prefiero encerrarme en mi casa y sostener una charla conmigo, para decirme de una vez por todas, quién carajo soy.

sábado, 30 de julio de 2022

SERVIDUMBRE

 

   Trabajaba en una especie de rancho castillo o castillo rancho. Lo realizó un carpintero de Bernal y un marmolero del Cementerio Platense. Desde los ocho años Domitila cebaba mates, limpiaba, cocinaba, hacía los dormitorios, a cambio de techo y comida. Los patrones la encontraron desmayada en la cocina, el exceso de trabajo le produjo anemia, guardó cama tres días. A instancias del médico, tomaron personal nuevo. Un mayordomo, una mucama, una lavandera y una niñera.

   Quedó tiempo libre para Domitila, su patrona la mandó a la escuela primaria y terminó su secundario. Se convirtió en una dama joven y elegante. Quien no conocía a la flia, creía que Domitila era la mayor de los hermanos.

   —No puede ser que confundan gente normal con los sirvientes. Domitila, si bien es cierto que ahora es persona con estudios, sigue siendo sirvienta.

   El más grande de los hijos de la patrona, la quería como a una hermana.

   Ella le leía cuentos por las noches, abrazados, cerca del fuego. La menor de todos los hijos, le tenía una envidia venenosa. En especial cuando a ella la confundían con una sirvienta. Contó a su madre que su hermano y Domitila hacían chanchadas en el sillón grande. No le creyó. La hermana comenzó con maldades, juntaba cucarachas y se las ponía entre las sábanas. Le preparó un brebaje que la hizo dormir cuatro días.

    Aprovechó para pelarle la cabeza y recortarle las pestañas. Lo peor fue cuando destrozó la muñeca, el último regalo de su madre antes de morir.

   Domitila craneó una solución definitiva, esa tilinga nunca la dejaría en paz, parecía querer matarla, todo iba in crescendo. La noche del eclipse, Domitila llevó a la hermana al bosque cerca del río, le dijo que era el lugar para ver mejor. Cuando se puso todo negro, la llevó a la punta de un risco.

   Ella no quería que Domitila la tocara, prefería ir sola.

   El risco tenía musgo, la hermana cayó al río caudaloso y revuelto. Domitila vio cómo la hermana era arrastrada por el río, cuando no la vio más sintió alivio. Fue rastreada por personas y perros, la búsqueda infructuosa, no obtuvo resultado.

   —Ya va a aparecer, estoy segura que volverá ─decía la madre, como un fantasma mirando el río.

   Al mes, Domitila y el hijo mayor se casaron, cuando el cura dijo el consabido:

   —Si hay alguien o algo que impida esta boda, que hable ahora o calle para siempre.

   La ceremonia fue interrumpida por la entrada de la hermana, vivita y chorreando agua.

   —Ninguna sirvienta se casará con mi hermano.

   Dijo el cura:

   —Que sea sirvienta, no es una razón, hija mía.

   La hermana quiso arrancarle los pelos a Domitila, olvidó que ella misma la había rapado. Los novios, apresurados, dijeron que aceptaban, el cura los consagró de lejos, les gritó que comieran una miguita de pan, es lo mismo que una hostia. Ellos subieron al camioncito, repleto de libros, en la curvas, uno o dos se caían.

   —Domitila, pensé que la habías matado vos. ¡Qué garrón!

   —¡¿Cómo se te ocurre?!

   Hizo media sonrisa dulcemente diabólica.

viernes, 29 de julio de 2022

¿TANTO?

 

   Siempre estoy sola, soy sola, me gusta. A veces me abrazo a mí misma para tener algo en común conmigo. Necesito quererme y hago lo posible y lo contrario, odiarme. No sé qué decirme. Hace tanto que no hablo con nadie, hago el esfuerzo y las cuerdas vocales se trabucan.

   Llamaron al celular. Estaba invitada a una fiesta donde me decían que iba a estar con mis amigos de antes. Dije sí, no sé por qué. Me recibieron con globos y pancartas. No podía recordar sus nombres. Nunca me sentí tan sola. Me escapé por la puerta trasera y cuando llegué a casa, vomité todo lo que había escuchado. Cerré puertas y ventanas, blindadas el año pasado. Las pesadillas me acosaron toda la noche.

   Desperté con el propósito de invitarme café en la esquina. Mi cita era frente a un espejo. Me tengo que preguntar quién soy, cómo y por qué. Soy yo, alguien perversa, agresiva, histérica, psicópata, mentirosa. No sé para qué coño me cité. No me gusto, me detesto.

   No molesto a nadie, porque no hay nadie. Soy de pensar mucho, a veces tanto que me parezco a margaritas, calas, claveles del aire. Ellas no hablan, a mí me parece genial.

jueves, 28 de julio de 2022

CONVIDÁ LOCO!

 

   Fausto fumaba un porro contra un árbol de la Plaza principal. Llevaba la mochila con medio kilo más del material. Tres motos de la policía lo rodearon y lo condujeron a la Distrital.

   Dijo el más capito:

   —Encima es menor, que si no lo deshago, pendejo drogón, hay que llamar al padre y que se maneje. El material incautado lo repartimos entre nosotros.

   El chico, en un rincón, escuchó la llegada de su padre y tembló. El viejo lo levantó del cuello de la campera y le daba cachetadas, que luego fueron trompadas y más tarde puntapiés en cualquier parte. Los canas quedaron espantados al ver cómo un civil podía ser peor que ellos.

   Fausto fue llevado a Terapia Intensiva por su propio padre. Explicaba a todos:

   —Le apareció el coma porque yo le puse el punto sobre la ies.

miércoles, 27 de julio de 2022

MALA LECHE

 

   ─Yo pienso venir al humillante trámite de supervivencia hasta los ciento veinte años.

   Don Juan la miraba risueño:

   ─Bueno, el día que no nos veamos ya sabemos que la superviviente es usted.

   ─Que no le quepa duda, vengo de una familia de ciento y pico. Cuando me muera será por hartazgo.

   Don Juan, que iba por los noventa, siguió a Carmen Vidurria de noventa y cinco:

   ─¿Vamos por ahí?

   Don Juan no sabía dónde quedaba por ahí ni por allá, hacía tiempo había perdido la memoria de ese espacio. Por esta dificultad, confundía el inodoro con el zapato. La calle los recibió con motos y autos. Él la tomó del brazo y ella lo llevaba del hombro. La velocidad de la calle les era conocida, pero ambos miraban fuera de ellos, tantos salvajes juntos, parecían querer expulsarlos de la vida.

   Iban enlazados como troncos de glicina y llegaron “ahí”. Donde las verbenas. Los espliegos y robles sirvieron al descanso de los viejos, que recostados pusieron en orden los latidos de sus taquicardias. Un agente del desorden, pidió que se retiren porque ese sitio era público.

   Carmen Vidurria dijo:

   ─Usted mismo lo ha dicho, es público, debió confundirse de orden, vaya mijo, vaya.

   Terminaron en la cama de Don Juan, les llevó tiempo desanudarse y el doble, desnudarse.

   Recordar cómo era, les resultaba imposible.

   Él no sabía qué tenía que poner dónde y ella olvidó sus zonas erógenas. Se abrazaron y el recuerdo emergió. Carmen Vidurria despertó a Don Juan, le propuso un matutino. Claro, pensó él como ella no tiene que hacer nada, piensa que yo sí debo.

   Además, no recuerdo qué pasó y mucho menos cómo se hace.

   ─Bueno, ─dijo Carmen Vidurria─ entonces tomemos unos mates. Para mí es lo mismo.

   Ella trató de rescatar la memoria nocturna, sin éxito:

   ─Don Juan, voy a casa, me siento agotada, nos vemos en tres meses, es tiempo suficiente para reponerse.

   Cuando llegó el día, Carmen Vidurria se vistió como para un casamiento. Sombrero de paja de Italia, con el jardín de los cerezos cayendo en sus hombros, vestido de seda gris, con una cinta roja en la cadera.

   Le dieron el certificado de supervivencia, antes le tomaron la temperatura, si estaba fría no lo podían otorgar. Carmen Vidurria, mirando a ver si lo encontraba, escuchó una señora muy aseñorada:

   ─Usted busca al Señor Don Juan, él falleció hace una semana.

   Ella la miró como si el mundo hubiese dejado de girar:

   ─¿Y no dejó nada dicho para mí? 

   La mujer aseñorada preguntó su nombre:

   ─Sí, dejó un mensaje para usted, aquí está: “Querida  Carmencita, lamento haber partido antes que vos y lo que más lamento, es que ya, me acordé cómo se hacía”.

martes, 26 de julio de 2022

YA VOTAMOS ¿Y?

 

   Se lastimó la mano con el cortapapel del escritorio, pensó que no tenía filo y abrió la cuenta de Arba, como hacía su padre, eran tan altos los impuestos, que se había propuesto no salir de las conductas normales, hacer lo que estuviera dentro de sus posibilidades, lo demás navegando en el olvido.

   —Qué bestia que soy, me ensarté el cortapapel en las venas de mi muñeca izquierda.

   Se envolvió con una toalla y gritó el nombre de su amiga Soledad, vivían juntos desde chicos, pero jamás pensaron ni sintieron ganas de otra cosa, con otros tampoco. Enfermedad que se llama “Libido Ausente”.

   —¡Cómo te vas a cortar así, Ramiro! Te quisiste suicidar, yo te notaba triste y deprimido, pero qué te iba a decir si somos iguales. La sangre que te sale parece un grifo abierto.

   —Soledad, no seas mequetrefe, estoy cerca del desmayo.

   Ella puso la mano de él sobre las toallas del otro baño.

   —No puedo contradecirte, Ramiro, si tu deseo es suicidarte, hasta te puedo ayudar, siempre respeté tus elecciones. Uno se acobarda frente a sus propias decisiones, somos casi hermanos, excepto cuando se nos dio por besarnos, fue tanta la impresión que metimos nuestras bocas en detergente, con lavandina y trenet. ¿Te acordás que estuvimos alejados? El olor a lavandina nos hacía sentir que cuando comíamos, éramos dos sanitarios enfrentados.

   Ramiro estaba blanco.

   —Soledad, prefiero morir desangrado, antes que seguir escuchando tus boludeces, cortame la otra, de paso tenés un motivo para llorar en tus depresiones.

   Sonó el timbre, dos facturas más de Arba. Soledad juntó todas las boletas, las embebió en las manos de Ramiro y se fue en bici hasta el banco. Pegó las cuentas en la puerta y con un fibrón rubricó: ARBA, ASESINOS SERIALES.

lunes, 25 de julio de 2022

LA NOTICIA

 

   Hoy estaban todos reunidos en la despensa-vinería.

   Hablaban en voz baja, alguien le tenía que decir, tenían taquicardia, en la despensa se escuchaban todos los corazones tic tic tic tic. El más joven dijo yo y el más viejo se calló. Entró temblando de frío, con su sobretodo largo que usaba invierno y verano. Saludó a todos y todos respondieron juntos, bajaron la cabeza, algunos se apoyaron sus sombreros en el pecho. Pidió un vino tinto. Se lo tomó de un trago, prendió un pucho, se dio vuelta y preguntó:

   —Quiero saber qué pasó, así nos preocupamos todos.

   Uno de sus peores amigos le acercó un tazón de café, el mejor puso la silla cerca de él y pasó el brazo por el respaldo de su amigo.

   El más joven se arrodilló a sus pies, juntando las palmas le dijo que él, no podía decirle.

   El más viejo habló:

   —Mirá viejo, recién llamaron de Siria, tu hija murió anoche.

   Siguió tomando vino y no hablaba. Dejó de temblar, se quitó el sobretodo y lo tiró al fuego.

   Su mejor amigo lo llevó arrastrando hasta la casa, le puso su propio saco.

   En el camino decía:

   —Querés que te diiiga una co... una... cosa. Lo que más bronca me da es que no me avisara que se iba a morir...que no me avisara ¿entendés? Además ¿qué carajo estaba haciendo en Siria?

domingo, 24 de julio de 2022

SANGRE Y FUEGO

 

                                       ÉL  

   Ya ni me acuerdo qué cosas me gustaron cuando la conocí.

   Ahora no sé si es linda o fea.

   Creo que si se pinta de verde la cara, no me daría cuenta.

   No la veo. No sé cómo es y lo peor, no sé quién es.

   A veces la jodo, le digo bagayo, enana, gorda, puta. Ahí se pone como loca y yo no la puedo cortar y la basureo, bien basureada.

   Me gusta cuando se enoja, es el único momento en que le brillan los ojos. Pero a mí no me alcanza, se me pone todo rojo y le pongo un bollo. No se queja la turra, es de goma.

 Y después le sigo pegando, eso es lo que tengo, no puedo parar.

   Encima, la boluda me muerde finito el cogote y se queda con un cacho.

   Yo agarro la tijera y se la clavo en la panza, me saca la boluda y se la vuelvo a clavar. ¡Para qué! ¿No agarra un martillo y me da con todo en los dedos del pie?

   Bueno y así, dale que te quemo el pelo, me lo quemó. Y yo dale que te rompo todos los huesos y se los rompí.

   Qué fea que se puso la idiota! Y cómo me ardía la cabeza…

   Me fui a la mierda, una loca la mina.

   Aunque sea un bajón tengo que hablarle por teléfono, al menos para ver de transar un polvo, algo.

                                Ella

   Ahora que te fuiste me doy cuenta. Tengo la ceja partida y esta saliva que me brota entre el mentón y la boca. De la muñeca quebrada, no te digo nada. Mientras vos disfrutabas el ruido de mis huesos, yo te martillé el dedo del pie.

   El mordisco simultáneo, me dio la prueba que no sólo los animales desgarran.

   Tengo chuchos de frío cuando me siento los puntazos alrededor del ombligo.

   Hay olor a pelo quemado, todavía y eso que ventilé ni bien te fuiste.

   Me da risa pensar que por un tiempo, vas a ser lampiño.

   Lástima que no me puedo mover.

   Justo ahora que llaman por teléfono.

   Y sos vos. Estoy segura.

   Y no deja de sonar, sos un pesado. Si sabés que te quiero. Cortá!

sábado, 23 de julio de 2022

EL PESO DEL TIEMPO

 

   El más alto de la familia Baster era el reloj de péndulo. Los chicos temían las campanadas, en especial las doce, que se hacían interminables. A pesar de sus años andaba como hecho ayer. Todo  el tiempo esperaba las manos ásperas, del más viejo de la familia que le daba cuerda. Lo agradecía como inyecciones de vida. Andaban sus más pequeños, los segundos y las horas que rodaban los números romanos.

   A cada hora, siempre le faltaban doce horas.

   Hubo varias generaciones de abuelos, que jamás olvidaron que sin girar la llave, el reloj dejaría sus tictaes y su vida en una bóveda oscura con vidrios biselados, esmerilados de mugre y el péndulo, un suicidado sin brillo. La familia Baster, del siglo XXI le lustró el péndulo, los vidrios, las maderas y el círculo numérico. Le serrucharon los pies, un detalle de la modernidad. Él sufrió un poco la ausencia de piernas, como no caminaba porque nadie le daba cuerda, le dejó de importar.

   Apareció en la familia un hijo relojero llamado Doctor Kiton Baster, hábil y audaz realizó una microcirugía en el interior del reloj, sin anestesia, era duro y se la bancó. Fue un milagro, lo puso a funcionar en su totalidad y el reloj, que seguía siendo el más alto de la familia Baster, hizo tronar las campanadas y las horas tuvieron un asociado nuevo, el Servicio Meteorológico. El reloj estaba tan feliz que era capaz de andar sin cuerda. El Doctor Kiton Baster partió de la casa a trabajar en Suiza. Su madre detuvo el péndulo, decía que le molestaba para dormir. Torció las agujas, para no escuchar los tictaes, la ponían nerviosa. Le serruchó el techo, dijo que era demasiado trabajo su limpieza. Después siguió con los vidrios, quiso sacar el redondo con una gubia grosera. No pudo. Lo intentó con el vidrio vertical. No pudo. El reloj escuchó cómo la señora Baster llamó a un carpintero para deshacerlo por completo la tarde siguiente. La señora se acercó al reloj con gesto triunfal y él se le fue encima.

   El cristal redondo le quedó incrustado en la cara y el vertical estalló de ira en todo el cuerpo de la señora Baster. 

viernes, 22 de julio de 2022

LO QUE SUPIERON CONSEGUIR

 

   No estoy triste, soy triste. Me siento cómoda, tiene sus beneficios, en los velorios no lloro, con verme la cara la gente piensa que el finado me conmueve y para nada. Era un mal tipo, padre de mi mejor amigo. Llegué a mi estado confusional  y en vez de abrazarlo y decirle el clásico “Lo siento mucho”, le di tres palmadas en la espalda y le dije “Me alegro mucho”.

   No se sorprendió, en esos momentos todo se perdona, existe lugar solamente para el dolor que inunda el alma, el corazón y si quieren podemos pasar a otras vísceras.

   Pasado el duelo mi amigo siguió con cara triste, las personas decían que teníamos tanto en común con nuestras caras, que parecíamos hermanos.

   Él se quedó a vivir solo en esa casa gigante de articulado innecesario. Llamaba para que fuera, no me podía negar, era mi único amigo, nadie me soportaba, a todos les resultaba deprimente.

   Propuso que trajera mis bártulos y viviera con él. Me vino bárbaro, yo no tenía dinero ni para pagar el alquiler del mes próximo. Me encargué de la cocina y la ropa, mi amigo hacía los pisos y retretes.

   Mirábamos juntos películas con papas fritas. Una noche de tormenta me asusté con los truenos y me metí en su cama. Una cosa trajo la otra y nos casamos. Seguimos con caras tristes, según él, por el contagio que le producía verme todos los días. Descubrí que él también era triste. Fue paradojal, porque nos divertíamos con cualquier pavadez.

   Nuestro primer hijo nació llorando y nada le daba consuelo. Buscábamos nombres en libros viejos, almanaques, la Biblia, Cien años de soledad. El nombre lo decidió su actitud. Le pusimos “Triste”. Cuando creció se hizo trotskista, no fue apropiado para los tiempos. Lo sobornamos con un pasaje a Tenerife. La extrañadura nos hizo vender la casa y fuimos a vivir con él. Se sorprendió al vernos, ni lo imaginaba, no le avisamos de nuestra llegada. Tenía una mujer y una niña por nacer. El nombre estaba decidido, se llamaría “Tristeza”.

   Cuando en Argentina volvió la democracia, nadie quiso retornar. Estábamos en un lugar que parecía elegido por Dios, para pasar sus vacaciones. La gente del lugar nunca preguntó por qué teníamos cara de tristes. Cuando supieron que éramos argentinos, quedó todo dicho.

jueves, 21 de julio de 2022

ALGUIEN

 

   Hacía dos años que vivía en un pueblo nunca censado, le calculé unos quinientos habitantes.

   Iba a cualquier negocio y siempre me preguntaban:

   —Usted no es de acá, ¿No?

   Daban ganas de contestarle: “No, soy de Marte, vengo a comprar galletas y leche y después vuelvo”.

   Pasaron cinco años y seguían preguntando:

   —¿Usted no es de acá?

   Yo lo cortaba con un “Sí”, me retiraba sin saludar.                                              

   La estúpida consigna “a donde fueres haz lo que vieres”.

   Chicas jóvenes o viejas usaban shorcitos cavados atrás, de modo que se exponía carne nueva, alta y redonda o colgajos bailanteros de celulitis.

   Dejé de vestir ropa traída de otros lugares.

   Corté unos jeans, los cavé, mis túnicas descansan mientras me pongo remeritas cortas, corpiño push-up, sandalias con plataforma y rodete deslizante. Así me saludaban con sonrisa, que parecía querer decir, “Ahora sí sos de acá".

   Fui de copas sola, al único boliche del pueblo, alguien me miraba, otros también miraban, pero alguien insistía. Me dio temor que ese alguien pensara en mí como una puta de ocasión.

   Me acerqué a su lugar y le grité:

   —Yo no soy ninguna puta, a pesar de tu mirada descarada. Si querés algo de mí no seas hipócrita y dale para adelante.

   Los clientes, ante mis gritos, se pusieron contra la pared. Salí con los tacones de costado (no sé caminar con tacos altos) antes fui a pagar y me dijeron que alguien pagó todo.

   Afuera hacía frío de bosque, la bruma no permitía ver hacia donde era mi casa. Escuchaba pisadas, alguien me seguía. Tomó mi mano, dijo saber el camino. Una novia suya vivía en mi casa antes que yo la comprara.

   —¿Y qué pasó con tu novia?

   Triste dijo:

   —Se fue de mí y de aquí.

   Con curiosidad pregunté:

   —¿Con alguien?

   Su furia crecía y desvariaba:

   —¿Cómo me preguntás eso?

   No sé por qué le di un beso, para atenuar su desdicha tal vez. Me llevó hasta un árbol tallado con el nombre Julieta. Él pasó sus dedos por el tronco.

   Dormimos juntos y llegamos a estados cósmicos.

   Por momentos me decía Julieta y miraba con ojos eternos. Acepté ser su Julieta.

   Cuando terminamos lo que recién empezaba me llevó hasta el auto. Las sombras de los álamos, las acacias, nos despedían con respeto y belleza. Saqué los brazos al aire, el viento soplaba cálido y alguien manejaba. Lejos del pueblo, cerca de vaya a saber.

miércoles, 20 de julio de 2022

HASTA AQUÍ

 

   Ramón encontró el bolso preparado a los pies de la cama y la ropa de viaje colgaba impecable, de mayor a menor, fuera del vestidor. Coca era la autora de organizar sus viajes mensuales al campo, ella se quedaba.

   Cuando Ramón la despidió con un beso gastado, ella alejó su mejilla y apoyó el whisky matutino en la cicatriz. Todavía pensaba el choque como un agravio personal. Le señalaba la culpa con el vaso. Ramón le recordó la cita con el cirujano, sugirió que fuera con su mejor amiga. Él no podía llegar a tiempo, había complicaciones con el encargado. Coca no dijo nada. Desde el accidente no le dirigía la palabra. En el auto Ramón recordó la infausta cosecha y aceleró. Cortó por un camino de tierra, divisó el rancho y le sonrió al espejo. Él era feliz mirando sembrados, enamorado de esta pampa tan lisa. Protegido por el cielo y amparado por el rancho que Coca diseñó respetando el estilo tradicional, con techo de paja, paredes de adobe, galería austera y ventanas de juguete.

   Ramón comía frente al espejo de la cocina. Miraba hacia sí mismo, recordó la cicatriz de Coca, sus ojos acusando, para tapar el odio de antes del episodio. Se acostó de su lado, respetaba sin querer, el lado de Coca. Una vez le apareció por sorpresa, hasta se reía con sonido. Fue un milagro para Ramón. Después, nunca más.

   Se la quiso sacar de la cabeza y cruzó a charlar con el encargado, gordo buenazo que hacía el mejor mate del país. Remigio le daba paz. Casi ni decía, pero decía. Viajaban al mundo de ver luces raras en el cielo o caminar entre el maizal. Se reía Remigio cuando lo veía andar lento, como si fuera viejo. Ramón lo saludaba con la mano en alto y se metía en el rancho. Tenía un mensaje en el contestador, era la amiga de Coca. Una voz rara, le decía que Coca había partido, por propia voluntad. Le aconsejó que viajara, despacio, total ya estaba. Ramón caminó lento hasta el auto, manejó sin prisa, lloraba con ganas.

martes, 19 de julio de 2022

LA MIRADA DEL OTRO

 

   ─¿Porqué me mirás?¿Te querés enterar del paso del tiempo? Y encima, tenés razón, mi panza parece intentar llegar a los empeines. Seguí nomás, mirá, las tetas son tan abiertas que cuelgan de mis axilas y las puedo atar detrás de mi espalda, como si fuera el elástico de un corpiño. Me pongo de costado, así no molesto tu posición relajada, mirá este glúteo y después mirá este otro, las cataratas del Niágara, que cataratean sobre mi culo caído. Fijate, tengo protuberancias y pozos, vino por mí la celulitis, hasta tengo hemorroides celulíticas. Ahora que me siento ves mis dedos de los pies encimados. Preparate, los levanto. Los ves sin interés. En todos estos años capas y capas de piel callosa, no tengo planta de los pies, tengo suelas con plataformas. Gracias a ellas mirá como te empujo. Si quiero te beso la boca, si quiero aplasto mi cara contra la tuya. Te muestro con linterna, mirá hasta  en dónde salen canas. Tu mirada es más cruel que la verdad verdadera. Esto se terminó, no quiero más tus ojos sobre mi cuerpo, te voy a reventar.

   Tomó un candelabro de bronce y rompió el espejo.

lunes, 18 de julio de 2022

LA VISITA

 

   Pasó una semana y fui a limpiar el departamento del abuelo, él no estaba, seguro que fue a la plaza, ojalá me de tiempo a terminar.

   Volví a mi casa, dijeron que el abuelo estaba en el cielo, se lo llevaron los ángeles, nunca dijeron “se murió” piensan que soy estúpida. Si se murió, se murió. Fueron todos al sepelio, no permitieron que yo fuera, me iba a hacer mal, lo decían con piedad fingida.

   No quedó nadie, era ideal para una visita. Me gustó que hubiera mantenido la limpieza.

   Abrí ventanas para que entrara aire y el sol. Estaba en el sillón hamaca, fumando su querida pipa, los rayos del sol lo hacían parecer un patriarca.

   Me regaló una caja de seda raída.

   Debía abrirla en mi casa y sin testigos.

   Entorné la tapa y los rayos de luz me enceguecieron, adentro había... No quiero escribir el contenido. Es un secreto entre mi abuelo y yo.

   Todos dicen que murió, no sé por qué. Lo veo todos los días, ahora le cuento cuentos verdes, se ríe tanto que se le sale la dentadura.

   Me dijo que al lado vivía un viejito parecido a él, como un gemelo. Cuando descubrió al viejo muerto, robó sus documentos y puso los de él.

   ─Yo sabía que estabas vivo ¿Y los demás no se dieron cuenta?

   El abuelo contestó:

   ─¿Y quiénes son los demás?

domingo, 17 de julio de 2022

GOBIERNO

 

   ─¿Todavía no estás lista? Mirá que estamos invitados a la Casa de Gobierno, tenemos que ir vestidos con nuestras mejores ropas y ponernos de ese perfume tuyo, que huele a maderas.

   ─Sabés que no tengo ganas de ir, yo así estoy bien con mi camisón raído. Además me tendría que bañar. Odio bañarme...

   ─Cuánto hace que estás deprimida, vamos, andá y ponete linda. No me hagas ir solo, pensá que soy candidato para Gobernador. No me dejes como un pelotudo sin esposa.

   Cuando escuchó la ducha, se alegró. Luego la encontró pintándose las uñas de las manos y de los pies. Se vistió con un enterito rojo que tenía un escote importante en la espalda y adelante. Sus zapatos eran de lentejuelas doradas. Se planchó el pelo, tomó su chal y dijo:

   ─Ya estoy. Vamos.

   Él la miró y con una sonrisa inexpresiva, le dijo:

   ─Me parece que estás muy over dress, pero todos los hombres te van a mirar. No me enojo, si hablan de vos, seguro que te van a ofrecer un cargo junto a mí.

   La mujer entró como una reina, sonrió a todos y hasta extendió sus manos para saludar. Cuando empezó la música de la fiesta, ella salió a bailar sola, hip hop. Hacía medias lunas, paros de cabeza mientras seguía bailando. Tiraba besitos a todos. Le arrojaron flores.

   Los funcionarios que estaban, la propusieron a ella como Gobernadora. El marido la miraba de lejos, con un whisky que bamboleaba el hielo.

   Esa noche la mujer no durmió en su casa. Su marido tampoco.

sábado, 16 de julio de 2022

VISONES LEJANOS

 

   Mirá con qué ojos me está mirando. Seguro que me compra. Entra al negocio y pregunta:

   ─¿Cuánto cuesta?

   Pagó cash y no quiso ninguna bolsa, prefirió llevarme puesto. Estaba harto de estar colgado, siempre en exhibición. Ahora, la mujer que acaricia mi pelo y me toma el olor para ver si soy raza visón. Caminamos unas cuadras, me molestaban sus zapatos de tacos nueve y medio, hacían mucho ruido. Subió a un Rolls Royce y se sentó encima de mí, me pareció un gesto descuidado. ¿Cómo no me quitó ni me puso como debe ser? Hacía abuso de mí.

   Me usaba todos los días, hasta que llegó el verano y me metió en una cámara frigorífica para protegerme del calor. Había otros tapados colgados, no me sentí solo. Nos rozábamos sin querer y tenían la virtud de no competir para ver cuál era el mejor. Yo sabía que era yo, pero me pareció ordinario decirlo.

   La mujer quiso usarme en el verano también. Me cortó las mangas, el ruedo largo y la cintura. Me puso breteles dejando su ombligo al aire. Sentí que estaba descuartizado. Era perversa conmigo y con mis mangas hizo felpudos. Según la turra, levantaban el aspecto de la casa. Los gatos comenzaron a usarlos para dormir. Algunos me hicieron pis y caca encima. Me sentí tan impotente, sobre todo cuando la cocinera me tiró a la basura. Fui a parar al basurero municipal.

   Un señor que me descubrió, decidió reciclarme, ahora vivo en las solapas de su campera.

viernes, 15 de julio de 2022

FINANZAS

 

   El espejo le devolvía una anciana de pelo blanco y ojos licuados. Se coronó con un sombrero de astrakán y un sobretodo de la misma piel. Cumplió noventaitrés y se regaló ir al banco sola. Sin su acompañante hija y sus satélites nietos, vaya a saber quiénes, Adelina olvidó los parentescos. Hacía mucho que vivía de recordar, por eso le costaba llevar tanto nombre nuevo en la cabeza.

   Cuando hacía la cola, contaba los que faltaban para llegar a ventanilla. Tenía la columna destruida por la espera. Cuando estuvo frente al cajero extendió su documento e infinidad de papeles que ella ordenó prolijamente. Le pagaron de inmediato, Adelina volvió a contar los billetes frente al cajero, abrió su cartera y los acomodó de mayor a menor. Juntó sus papeles y le pidió al empleado que los abrochara. Hasta no terminar con el orden de su cartera, Adelina, no se movió de la ventanilla. Le costaba desplazarse, los bastones fueron usados para abrirse paso entre tantas personas. Le pegó en la cabeza a un niño, de unos ocho años, nadie más que Adelina lo notó y el niño, que lloraba. Niños de esa edad que ligan bastonazos hay miles, uno más no era nada, pensó Adelina, cuando alguien la empujó a la giratoria. La mitad del tapado quedó atascada entre la puerta y la calle. Los caminos eran dos, o partir la piel y salir con un agujero, quien sabe de qué diámetro. Eligió lo otro, se quitó el abrigo y lo dejó ahí en la puerta, que giraba y giraba sobre un caniche muerto hacía tiempo.

   Cuando Adelina se acomodó el sombrero dos chicos le arrebataron la cartera. Se acercó a un agente del orden y le explicó lo sucedido. El agente ni escuchó, le pidió un taxi, la ayudó a subir y le alcanzó los bastones. Adelina, cuando recibió el segundo bastón, lo impulsó con ambas manos sobre la garganta del agente. El tachero miraba por el espejo retrovisor, le preguntó su domicilio y salió a mil.

   Interminables preguntas de su confusión de parientes:

   —¿Y el otro bastón? ¿Y el saco de piel? ¿Y la cartera? ¿Y los documentos? ¿Y el dinero?

   Adelina no contestó nada, estaba tan contenta: hizo el trámite sola. Le salió impecable, el resto fue ajeno a su voluntad. Tomó la sopa y se encerró en su cuarto. Prendió la tele y buscó desesperada los canales de noticias, el tipo del bastón atravesado tenía que salir. Después de ochenta y cuatro propagandas del gobierno, apareció él. Se dio cuenta por el uniforme y el cuello. La ambulancia llegó tarde. Una pena, pensó Adelina, apagó y se durmió.

jueves, 14 de julio de 2022

LEO FISBEIN

 

   Leo Fisbein huyó del hambre que cubrió Alemania. Desembarcó en Buenos Aires, tocó el violín en el barco junto a otros músicos. Le dieron una moneda grande a cada uno.

   Le brillaron los ojos cuando vio el boliche.

   Tomó asiento en una mesa. Le trajeron un puchero que le hacía cantar las tripas, se cruzó de brazos, vino la dueña:

   —¿No es del agrado del señor, esta comida?

   Leo, sin entender le dijo en un castellano chapucero, que aprendió en el barco:

   —No tengo ni el recuerdo de una papa echando vapor. No comí aún, pero está rica, rica. Voy a esperar al resto para empezar.

   La dueña le explicó que no había otros comensales, eso y señaló la fuente, es sólo para usted, señor. Le sirvió ella misma, cortó las papas y la carne del puchero. Lo vio semiderruido.

   A Leo le temblaban las manos en los cubiertos.

   Abrió la boca y comió sin parar durante cuarenta y cinco minutos. Cuando su estómago dijo basta, Leo miraba el puerto, el inmenso barco. Hubo algo más. Vio su cuerpo reflejado en la vidriera, sacó el violín y llenó el lugar con el agradecimiento que no tiene idiomas. La dueña, el cocinero y el ayudante, en estado de gracia, miraban las cuerdas con lágrimas de colores. Leo por primera vez, en años, sonrió.

miércoles, 13 de julio de 2022

CHANCHO

 

      Me mandó a tres bancos en un día. Entré en su despacho, mojada de calor, arrastrando los pies le dejé sus carpetas. El viejo se quejó por que no golpeé antes de entrar y de mi aspecto deplorable para la imagen del estudio. Permanecí muda, si le digo algo me echan. Si hablo en mi defensa me echan. No aguanté lo amenacé con llamar a su mujer y contarle lo de Laurita. Se puso blanco. Caminaba como un oso de zoológico y tomó la decisión. La echó a Laurita. Dejó todo a mi cargo, el avaro no contrató a nadie. Las colas de los bancos dan sueño. Muchas veces perdí mi turno por dormir. Cuando llego ordeno las carpetas, controlo el trabajo de otros y pienso que también debería hacer el trabajo de ellos. Había que corregirles todo. Llamó para decir que la limpieza de su despacho quedaba a mi cargo, por seguridad. Puse cara de horror. Error, sin el agregado de la limpieza me echa. Busco otros estudios, pero no hay. Siento que el laberinto carece de salida.

      Hoy se hizo presente en mi escritorio, con ojos de sapo anunció que duplicaba mi sueldo. El trabajo sería más aliviado. Ahora sólo debía hacer el trabajo de Laurita. Me quería echar. Me quería echar un polvo. Hago como que lo dejo, tomo la abrochadora más grande y le perforo el prepucio con repulgue criollo.

martes, 12 de julio de 2022

BUZIOS 1973

 

   No daban ganas de salir del agua. El sol lastimaba cruel. Venían los finos de Río, había que vender.

   Mis artesanías les encantaban. Se hacían servir los idiotas, no bajaban de los autos, yo tenía que caminar adoquines hirvientes y mostrar mis gracias.

   Ese domingo un tipo me tomó algunas fotos. Sentí que era importante. Nací tonta y crédula. Pregunté si quería compr…no me dejó completar la pregunta, compró todo, hasta el collar que llevaba puesto. Días después salí en O Cruzeiro: “Artesanato en Buzios…bla…bla…”. Tenía para dos meses de alquiler y comida. Me calé el sombrero y caminé por los adoquines, parecían fresquitos. La alegría refrescaba. Justo de frente, veo venir lo increíble, la tipa más talentosa de Bellas Artes, la más audaz, la más buena. Nos abrazamos y como cocodrilos, lloramos. Los diarios argentinos, decían que la buscaban sin resultado. Yo la hacía muerta, no le dije.

   Ella contó que su padre trabajaba y vivía en Río, estaba con ellos de vacaciones. Un descanso obligado, aseguró con ojos tristes. La invité a mi casa, agradeció pero regresaba en el día. Argumenté que ése era el mejor lugar del mundo, no había argentinos y se vivía con nada. La idea le gustó, pero no era lo suyo. La acompañé hasta el micro desvencijado.

   Después del abrazo final, dijo que quería cambiar el mundo y una aldea de pescadores no le servía. Meses más tarde, salió en el Journal do Brasil: “En un episodio confuso…bla…bla…”. Sus ojos brillantes en la foto y ella en mi corazón, para siempre.

   Era domingo. No trabajé. No pude. No quise.

lunes, 11 de julio de 2022

OXÍGENO

 

   Todo lo que pide, Martita lo alcanza y se lo da, desganada. Si da risa que alguien en una silla de ruedas, no pueda prescindir de que le acerquen puchos, ceniceros, la lleven al baño, le limpien el culo. Martita le tiene un odio importante, más grande que la silla de ruedas y el alguien que allí está, pidiendo a los gritos, las pastillas. Martita prepara las pastillas y como en un sueño, le agrega las nuevas pastillas que compró, ella misma, en la farmacia. Alguien le da las gracias, exagerada, como los drogadictos, piensa Martita.

   Se las toma de un trago, ni mira cuantas mete en la boca.

   Martita se va enseguida, cierra todas las puertas y las ventanas. Se lleva varias prendas de alguien y unos dólares.

   Cuando el taxi se aleja, el oxígeno, es un regalo.

domingo, 10 de julio de 2022

1968

 

   El accidente ocurrió a trescientos kilómetros de Río.  Seguro que se pasaban la cachaça de uno a otro para combatir la boca seca del charuto que escondía noctilucas. Bartu conducía, era el más viejo de la tribu. Escribanos hartos del estudio compartido, decidieron visitar el mejor lugar de la tierra, cuando Buzios era una aldeíta de costas recortadas y sin nadie.

   Tenía que viajar el pariente más cercano de cada uno para el reconocimiento. De la familia fui yo mismo, el Bartaburu del medio. ¿Porqué el del medio es el que hace los mandados, hasta para ver si mi hermano muerto era el muerto? Mi primer viaje en avión. Un jet de Varig, ni cuenta me di de la experiencia. Whisky tras whisky me tranquilizaban del dolor y de la bronca. Cuando lo vi se me aflojaron las piernas y en lugar de llorar me reí a carcajadas, no lo pude creer. Le habían pintado la cara con una base marrón, mejillas rojas, los ojos cerrados, pestañas largas postizas, la boca tenía rouge colorado y dibujada una sonrisa de payaso. El pelo me mató, se lo habían teñido de azul francia, la cabeza rodeada de tules amarillos y violetas. Las manos cruzaditas en el pecho, con las uñas pintadas de rosa intenso. Así era la costumbre con los muertos allá en Brasil, el país que más amaba Bartu. Tal vez para tapar el blanco que da la parca. Salí del lugar y no podía parar aquella risa. Firmé los papeles y me vine. Bartu venía con el equipaje de los vivos. Siempre decía que cuando muriera hicieran una fiesta bien divertida, con música de Pink Floyd al mango, Janis Joplin y que no faltara Vinicius.

   Un infierno aquel velorio, había tanta gente que faltaba un pucho más y todos moriríamos de asfixia. Mi madre llevó la crema Pond’s en la cartera pero no pudo limpiar nada, la pintura parecía definitiva. Mi tía Petete compró rosas blancas para tapar un poco tanto grotesco. Pero el color de Bartu pudo más que todo. Le salió bien, murió como quería, con amigos que lo vieron y lloraban de risa hasta doblarse. Mi hermanito, el Bartaburu adolescente trajo el equipo y la música, bien fuerte, echó a todos los viejos indignados.      Cuando no dimos más, ocupamos los sillones y ahí sí lloramos todos, eso estuvo de más, diría Bartu.

   En medio de aquel momento de comunión trágica, cayó el nabo de Pushkariov y dijo humedades, como siempre. Se disculpó con todos por haber llegado tarde, le dio un beso en la frente al Bartu y salió gritando que mi hermano era de mármol, más frío todavía. Pushkariov entró en el baño de inmediato y lo escuchamos vomitar. Para tapar el asco del imbécil pusimos música de nuevo, esta vez Bob Dylan, que nos llevó soplando en el viento y pareció que Bartu estaba entre nosotros.

sábado, 9 de julio de 2022

REGISTRO DE LAS PERSONAS

 

   Juan De Los Palotes se vanagloriaba de ser casi la mitad de Anónimo, el escritor más conocido en el mundo, por ser tan pródigo en sus obras de géneros diversos.

   Justo el treinta y uno lo fui a encontrar.

   Juan De Los Palotes me miraba:

   —¿Vos me conocés de algún lado?

   Él me dijo que sí y adelantando pasos previos preguntó si lo aceptaba como esposo.

   —A cambio de que cambies tu nombre. Yo no voy a decir que me casé con Juan De Los Palotes, o cuando te tenga que presentar a mis padres “Aquí mi prometido, Juan De Los Palotes”.

   Reconoció la situación y cambió unas letras de su apellido, su nuevo documento decía Juan De Las Pelotas. Me casé igual, me hinchó un poco las pelotas, elegí Francia para nuestra luna de miel, tengo amigos en Lyon, Avignon y París. Lo presentaría como Juan Delapal. Por fin no escuchaba ese apellido denigrante.

   En el Aeropuerto lo llamaron por altoparlante:

   —El Señor Juan De Las Pelotas olvidó una maleta, pase a retirarla, es de mano, así que la tenemos a mano.

   Corrió a buscarla y besó a la maleta y a mí. Ya en casa me intrigó el contenido de aquella pérdida que lo puso blanco. Había escritos para pedir un cambio de apellido.

   Constaba que podía hacerlo y que el veinte de abril se le entregaría su nuevo documento. Ahora se llama Juan Tequiero. Fue el regalo de casamiento que más amé “Yo también te quiero” le escribí en la tapa del inodoro con rouge indeleble.

viernes, 8 de julio de 2022

IN NOMINE PATRIS

 

   No había modo de entrar a ninguno de los lugares turísticos, vientos arrafagados, cielo de ovejas grises, algún rayo de sol de cuando en vez, regalos de dios para los fieles  que pasan semana santa siempre en este lugar. Hubo dimes y diretes entre dios y el servicio meteorológico. Una pena, tanta gente rodeada de neblina. Terminaron todos juntos en el mirador del Independencia, se vislumbraba el horizonte pampeano. Mucha cabeza baja, ojos tristes.

   Señalé con el dedo:

   ─¡Uuuuy! ¡Se ve el mar!  

   Se vio que eran creyentes porque me creyeron. Tomaron sus vehículos. Alguno decía:

   ─Menos mal que traje malla.

   Un niño quería llegar pronto, para hacer castillos de arena. Una señora sin malla dijo que se bañaría igual, preguntó si se permitía la falta de ese adminículo para meterse al agua. Otra le contestó que con este clima dos por tres llueve, convenía llevar paraguas.

   Las cabezas bajas se irguieron, los ojos se iluminaron, parecía una resucitación colectiva. Sentí orgullo de ser un líder encubierto, fui la autora de aquel milagro. Para vos Mami, que siempre dijiste que no sirvo para nada.

   El mar queda donde a mí se me ocurre, no cualquiera.

jueves, 7 de julio de 2022

¿LO QUÉ?

 

   Lo que más recuerdo de cuando alumbraron juntos, fueron los pasos de un hombre desconocido. Llegaron hasta su cara, le faltaban los ojos, o los tenía, pero eran blancos.

   —Con la luz me arden, vengo de un incendio, todavía están cayendo algunos árboles carbonizados. No los puedo llevar a mi cabaña porque se incendió. Me siento perdido, estafado, duelen las quemaduras. Mi familia se fue en una balsa que yo les fabriqué, lloraban, pobres. No los acompañé. Un peso demás y la balsa se hundía. Pivotaba sobre mí mismo, no había nadie. Fue una suerte haberlos encontrado. Estoy buscando al niño de mi mejor amigo, hace veinticuatro horas que no sabe de él. Y para la denuncia deben pasar 48 horas. ¡Miren al niño lindo y bueno!, está en la cumbre de la montaña, donde el incendio se ve diminuto. Nos saluda y llegó la Mamá con los pelos parados. Lo abrazaba.

   —No nos pudiste hacer esto, ahora te veo feo y malo. A tu Papi casi le da un paro. Está en el Hospital en terapia intensiva.

   —Pobre Papi, no sabía nada, pero te dejó el auto, por lo que veo.

   La Madre le pegó dos bofetadas.

   Esta es bruja y malvada, no le voy a decir nada, pero no se lo perdono.

   —En cuanto al mejor amigo de tu Papi y esta pareja encantadora, quiero que vengan a casa, les debo la aparición de este niño lindo y bueno. Lo que me cuesta entender es cómo se metió en este cuento. Si él ya tuvo sus protagónicos. Acá no tiene que estar, fue una confusión de la que escribe. Últimamente se le mezclan las hojas, las biromes. Recuperé mis personajes, ella decía. Lo que más recuerdo de cuando alumbraron juntos, fueron los ojos blancos, los árboles quemados y la aparición del niño, con cara de juguete y ojos de fogata.

miércoles, 6 de julio de 2022

BELLA

 

   Yo puedo caminar sola, no preciso ayuda. Uno de los chicos aseguraba que siempre la veía sentada o acostada entre pastos altos.

   Ella tenía pelo largo, acaracolado, algo de medusa en los ojos. Cambió de idea, la Bella inmóvil: 

    —Quiero llegar al río pero voy a necesitar que me tomen de los  brazos, estoy tan débil que apenas me podría arrastrar.

   Para los chicos era un juego, ella pesaría unos cuarenta y dos kilos, hicieron cuatro pasos y estaban sentados en cómodas piedras. Sumergieron sus pies. La Bella apenas rozó el agua, despidieron el día.

   —Tengo frío, apenas puedo mover las piernas ¿puedo pasar los brazos por sus hombros? Quiero ir a mi casa.

   Cuando llegaron a la casa de la Bella, pidió descansar en las escaleras. Dijo que juntaran todos los duraznos que encontraran. Allí no los comía nadie. Les agradeció:

   —Voy a permanecer sentada en las escaleras, es mi hora de estar sola, me están llamando a comer.

   —Vengan de visita algún día, me gustan las aventuras con ustedes.

   Ellos no la podían olvidar ni por un segundo, pero no entendían porqué les sucedía, al cabo de dos semanas fueron hasta su casa, atendió una señora sonriente, se escuchó por detrás la voz de la Bella:

   —¡Ya voy!

   Entró en el hall con una silla de ruedas, de cambios automáticos.

    —¡Qué suerte que vinieron los dos! Así se turnan para llevarme y me olvido de los cambios automáticos.

   Los chicos nunca entendieron porqué ninguno se dio cuenta, que la Bella era paralítica.

martes, 5 de julio de 2022

DIVA

 

   La laguna de Chascomús se secó. Venían de pueblos aledaños para ver el testimonio de la seca. Ni un charco. Tierra partida y los pescados, muertos por asfixia, todas familias de pejerreyes. Ema convocó a sus amigas y vecinas, las Señoritas Vidaurrázaga y a sus vecinas y amigas de Buenos Aires, las Señoritas Wilson. Todas arribaron en tiempo y forma, las de Buenos Aires, tenían tierra en polvo sobre todo su vestuario. Se lo quitaron los abanicos y las pantallas de papel de toda la casa.

   Un chofer de un Ford-T, único propietario de un auto con seis asientos, se detuvo en la casa. Ema lo requería para viajar hasta el cementerio o visitar a su hermana Esmeralda, que vivía dentro del pueblo, seis cuadras, a su hermano Alberto que vivía a cuatro cuadras. Ella jamás caminó más de cuadra y media, le daba vértigo, decía. Olvidó invitar a Laura, su hermana menor, que convivía con ella, o mejor, que vivía para ella. Laura no le dio importancia, se puso el vestido que le diseñó Madame Eclectique, la mejor alta costura de Chascomús, no por su buen diseño, sino porque era muy alta, Madame Eclectique. Ascendieron al auto, fue una suerte que las Wilson fuesen tan menudas, apenas entraron.

   Al llegar al borde de la laguna, fueron bajando de una en una, menos Ema, que levantó su tul de incógnito y pidió que subieran, ya comenzaría la travesía. Ninguna quiso, tenían náuseas, dijeron algunas. Laura pensó que era un gesto de locura cruzar ese desierto, lleno de pescados muertos. Ema la miró desafiante y autoritaria, como cuando eran chicas. Las amigas presenciaron aquella afrenta, que terminó con un “– Dejate de joder, Ema. Si a vos te gustan las aventuras, a mí me gustan los jazmines.” Ema bajó su tul y tocando el hombro del chofer con tres golpecitos de punta de sombrilla, le pidió que cruzara hasta el cementerio.

   Al Ford le costó arrancar de nuevo, todavía sonaba en sus oídos la frase de la Señorita Laura, educada y sumisa, había desafinado con el: “Dejate de joder”.

   El auto andaba derecho y luego se bamboleaba.

   Ema saludaba, con su chal chino de todos colores, pero con la polvareda, se veía todo marrón clarito. Le pasaron los prismáticos a Laura, que dijo: “No, gracias” y agregó que detestaba las personas que daban espectáculos ridículos y públicos.

   Cuando Ema arribó, se paró en el pescante y saludó como una reina, sobre todo al fotógrafo del diario local. Hasta las amigas estaban rojas de vergüenza ajena y Laura de la propia, porque se trataba de su hermana. Decidieron volver a su casa a pie, podían respirar tilos, madreselvas, jazmines, magnolias, todos estos olores, disminuían las histerias del atardecer. Ema ya estaba en casa. El Ford en la entrada, las puertas abiertas, una botella de champagne en la mesa, la vitrola en un charleston. Aparecieron ambos por la izquierda y sonreían cómplices. El chofer bailaba como el dueño de la empresa de choferes y Ema había vuelto a los diecisiete. Él tomó una copa de champagne con cada una y con cada una bailaba una pieza y terminaron la noche con el chofer, de pieza en pieza.