sábado, 23 de julio de 2022

EL PESO DEL TIEMPO

 

   El más alto de la familia Baster era el reloj de péndulo. Los chicos temían las campanadas, en especial las doce, que se hacían interminables. A pesar de sus años andaba como hecho ayer. Todo  el tiempo esperaba las manos ásperas, del más viejo de la familia que le daba cuerda. Lo agradecía como inyecciones de vida. Andaban sus más pequeños, los segundos y las horas que rodaban los números romanos.

   A cada hora, siempre le faltaban doce horas.

   Hubo varias generaciones de abuelos, que jamás olvidaron que sin girar la llave, el reloj dejaría sus tictaes y su vida en una bóveda oscura con vidrios biselados, esmerilados de mugre y el péndulo, un suicidado sin brillo. La familia Baster, del siglo XXI le lustró el péndulo, los vidrios, las maderas y el círculo numérico. Le serrucharon los pies, un detalle de la modernidad. Él sufrió un poco la ausencia de piernas, como no caminaba porque nadie le daba cuerda, le dejó de importar.

   Apareció en la familia un hijo relojero llamado Doctor Kiton Baster, hábil y audaz realizó una microcirugía en el interior del reloj, sin anestesia, era duro y se la bancó. Fue un milagro, lo puso a funcionar en su totalidad y el reloj, que seguía siendo el más alto de la familia Baster, hizo tronar las campanadas y las horas tuvieron un asociado nuevo, el Servicio Meteorológico. El reloj estaba tan feliz que era capaz de andar sin cuerda. El Doctor Kiton Baster partió de la casa a trabajar en Suiza. Su madre detuvo el péndulo, decía que le molestaba para dormir. Torció las agujas, para no escuchar los tictaes, la ponían nerviosa. Le serruchó el techo, dijo que era demasiado trabajo su limpieza. Después siguió con los vidrios, quiso sacar el redondo con una gubia grosera. No pudo. Lo intentó con el vidrio vertical. No pudo. El reloj escuchó cómo la señora Baster llamó a un carpintero para deshacerlo por completo la tarde siguiente. La señora se acercó al reloj con gesto triunfal y él se le fue encima.

   El cristal redondo le quedó incrustado en la cara y el vertical estalló de ira en todo el cuerpo de la señora Baster. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario