Empezó a
trabajar a los catorce años en la casa de la Dra. Ana Salvador, adinerada, que
tuvo piedad cuando la encontró en un rincón del jardín, bajo la pérgola, muerta
de hambre y de frío. Le ofreció trabajar limpiando, cocinando y resarcirla
todos los meses con un sueldo exiguo.
Se llamaba
Alberta, era tan menuda que daba pena ver cómo trabajaba.
La Dra la llamó
a su escritorio: —Alberta, terminá tu Secundario. Luego quiero que estudies
Ciencias Políticas.
—¿Y quién hará
la limpieza de esta casa?
—Olvidate de ese
tema. Te beco yo con libros de aquí o comprados. Hay una computadora que yo
detesto, no sé ni tipear, será un elemento útil para tus nuevas actividades. Podés
usar el escritorio de mi ex marido.
Alberta terminó
sus estudios en tiempo record, a los veinte años. Hasta sus Profesores
aprendían de sus profundas y doctas reflexiones.
Su mecenas, Ana
Salvador, le brindó un viaje a varios países, con entrevistas prefijadas a
Políticos especialistas, en los problemas de Argentina, el País más corrupto
del mundo.
La Dra Alberta
Fuegos, hablaba cuatro idiomas. Tenía un aura tan humilde, y usaba un lenguaje
rico, para definir y echar luz a situaciones de alta complejidad.
Llegó a
Presidenta de la Nación. Tomó la sartén por el mango y decretó la renuncia de
Alborto. Lo condenó a vender chupetines en las escaleras del Subterráneo, él se
dedicó a la bebida. Por mirar un afiche de una modelo, casi desnuda, tropezó y
el Subte le pasó por encima.
Tardaron cuatro
días en encontrar sus pedacitos.
En cuanto a la
Kakoncha, fue condenada al encierro en una jaula del Zoológico, con los pelos
parados, desnuda y tatuada con rayas. El techo de su jaula, sólo le permitía
andar en cuatro patas. Era un tigre salvaje, que se alimentaba de sus propias
deposiciones. Ningún niño quiso visitar aquella jaula.
La Dra Alberta
Fuegos, dedicó sus años de mandato, a poner cada cosa en su lugar y un lugar
para cada cosa. Se rodeó de personas idóneas y eficientes, que se atenían a la
Constitución, a rajatablas. Nombró Vice Presidenta, a la Dra Ana Salvador.