—Mami, ¿por qué
vas tan apurada, si no compramos nada?
—Tengo que pagar
todas las cuentas que llegaron.
—¿Y por qué no
pasaste por el Super?
—Porque tenía
facturas atrasadas, me dio tanta bronca que yo ni miré. El encargado de los
pagos es tu Papi, no sé por qué no pudo y entonces, pasó lo que pasó.
—No te enojes,
Mami, pero yo vi a la viejita de al lado, que tiraba en nuestro buzón, dos o
tres facturas. Me dio lástima, vive sola, no cobra la jubilación. ¿Estuve bien?
—No, no, no!!!,
por eso me quedé sin un mango para hacer las compras. Por no llevar los
anteojos, se las pagué sin darme cuenta.
—Bueno, Mami,
como vos decís: comemos lo que tengamos. El recurso de los fideos, ¿no?, además
me tironeaste del brazo, hasta el Banco, corriendo, pasó un auto y casi nos
atropella. ¿Qué vale más, pagar las cuentas, o cuidar a un niño tan lindo y bueno, como soy yo?
—¿En serio casi
nos atropellan? ¡Pero qué hijo de puta!
—Sí, es como vos
decís, pero tratá de no decir malas palabras. Queda feíto, según la Abuela. Mi
amiguita de enfrente, tiene a sus Padres, que se dicen cosas feítas todo el
tiempo. Por eso la pobre viene tanto a casa. Me cuenta cada cosa, pero le juré
que no le diría a nadie. No me preguntes, además en boca cerrada, no entran
murciélagos.
—Se dice moscas.
Y cállate, porque estoy harta de hablar con vos todo el día.
Me encerré en la
pieza y me puse a llorar. Es mala Mami, si no fuera por mí, no se reiría nunca.
A ella, Papi no le causa ninguna gracia. Golpea la puerta y cuando digo “sí”,
entra y me abraza y me dice que soy el niño más lindo y bueno del mundo. Sé que
es así.
—Ahora, con la
tarjeta, vamos al Super y te comprás todo lo que quieras. Con prudencia.
—¿Quién es
Prudencia, Mami?

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