Tenía la clásica
hoja en blanco, me pareció tan sola que puse mis anteojos en el medio. Tomé mi
cabeza y la golpeé tres veces sobre la mesa. Escuché unos pasos que se
acercaban y alguien rodeó mi cuello con un metal. Era una gargantilla de plata,
regalo de mi primer novio. Hacía muchos años que no lo veía.
Pensé en un
asesinato y me di vuelta. Había tanta bruma, que apenas alcancé a vislumbrar
una sombra, corriendo con mi gargantilla.
Me senté a
escribir lo que casi sucedió. La página en blanco, los anteojos al medio,
escuché pasos que se acercaban y mi cuello rodeado con un metal. La gargantilla
de plata. Cuando pensé en un asesinato, que casi se cumplió. La sombra era
parecida a mi primer novio. Una bruma que alcanzó hasta la mesa y entonces
desperté.
Salía sangre de mi cabeza. Me pasé DG6 y
después una curita. Recordé que los tres golpes fueron por la bronca de no
poder escribir un cuento, con palabras inventadas.
Prescindí de los
anteojos, tenía los vidrios rotos. Aunque nunca tuvieron vidrios, sólo era el
armazón, los usaba igual. Cualquier intelectual que se precie, debe portar
anteojos.
Se me ocurrieron
algunos artilugios. El principio de algún cuento, que tuviera tanta sangre y
matara al Escritor.

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