martes, 30 de abril de 2019

EL PECADO SIN VENDER



   Todos flacos, altos y las crines rojizas, lo que conocemos como “fideo con tuco”. A ningún pelirrojo le gusta que lo llamen así. Pero todos ellos eran tan exiguos e infinitos, que parecían altos.
   Las fotos se tomaban a cada familia que entraba a la Iglesia. Se llenó la nave izquierda, del primer al último banco. No hacía falta el testimonio de las fotos. La familia de la novia era color rojizo y eso que el Fotógrafo atemperó los rojos, dos o tres valores menos. La otra nave contenía a los familiares del novio, que eran gordos, petisos y castaños como carozo de palta. Todos esperaban ansiosos la llegada de la Novia, convenida al mediodía, lo corroboraban las invitaciones.
   Yo fui porque nos invitó, a la Iglesia, no a la fiesta. Llegamos a las doce en punto. Me casé con un inglés aburrido, que no quería llegar tarde a ningún lado, temprano tampoco. En ocasiones se vanagloriaba de su puntualidad pirata.
   —Ruth, son las 12.30 y la Novia no llegó.
   —Georgi, no me gusta esperar con tu reloj de voz, sonando el “cuánto faltará”, o el “no es posible”.
   Los invitados sudaban, los ventiladores no funcionaban, el Clero ahorraba electricidad, por avaricia. A la colorada no le conformaba ningún vestido, se probó ciento cincuenta y se hicieron las 14.00, las 15.00, las 16.00.
   —No me va ninguno y por estos inconvenientes, no voy a alterar mi costumbre de hacer mi siesta, hasta las 19.00.
   Se retiraron primero los amigos, de paso le dieron espacio a sus ideas, considerar obsoleto el matrimonio. Los familiares se retiraban en grupos, puteando a la Colo, con sonido punto Iglesia.
   Nosotros esperamos por respeto, hasta que Georgi dijo: —Por falta de respeto, nos vamos, Ruth.
   A ella no la vimos, porque dormía hasta las siete.

lunes, 29 de abril de 2019

ABRIR



   Desde que fui bebé iba al Cine con mis Padres, sábado y domingo. Daban dos películas, antes un número vivo con algún cantante desafinado. Si una de las pelis era a color, mi Padre nos hacía levantar. —La película es yanqui, por eso tiene esos colores bien de fantocheros.
La segunda era blanco y negro. —Ésta es una película de buen gusto, es francesa y se llama “Los Cuatrocientos Golpes”.
   Ya iba por los tres años y pedía sentarme sola, si me tocaba una mujer con sombrero alto, delante, pedía casi llorando de mentira: —Sra, ¿se puede sacar el sombrero que no puedo ver?
   La Sra se derretía por mi lenguaje adulto y se lo quitaba. Mamá y Papá se hacían los que no me conocían. Todos los fines de semana seleccionaban películas blanco y negro.
   —Hoy tenemos. “Milagro en Milán”, es de risa y de llorar, mi pañuelo no lo presto, llevan cada uno el suyo.
   Yo iba por los ocho y hacía comentarios en voz alta. Los espectadores hacían coros de “Shshsh”. Ellos se la perdían, mis comentarios eran excelentes, decía mi Papá, por la emoción de la película y por mí.
   Compraron un televisor que en aquel tiempo, eran todos en blanco y negro. Mamá miraba teleteatros cursis y me hacía callar. Ya iba por los diez, me gustaba “La Patrulla de Caminos”, el “Cisco Kid”, “Tarzán”, “Lassie”. Cuando cumplí trece iba sola, me compraba, medio kilo de queso de rallar, comía y miraba tres películas. A veces venía mi primo, de dieciocho, vimos “La Batalla de Argelia”, algunas cosas me gustaron y otras que no entendí me explicaba mi primo. Si me daba gripe, no había otra que mirar tele blanco y negro.
   Llegué a tener cuarenta grados de fiebre, fue muy lenta la recuperación. Los párpados me pesaban y entreabrirlos dolía. No había razón para que los párpados tuvieran conflicto con las pupilas. Me llevaron al oculista: —Te voy a mirar los ojos, apoyá el mentón aquí y la frente en la parte superior. Mirá hacia la izquierda, al frente, parte superior. Y ahora hacia la derecha. Bien, te dolió, pero logré mi objetivo. —¿Puedo hablar con tus Padres?
   —No es necesario, el problema es mío.
   Puso cara de seguir, me mostró objetos diferentes y preguntaba: —¿Qué color es éste?, bien, ¿este otro?, bien, ¿Y el tercero?, bueno, no tengo buenas noticias. ¿Vos que tonos viste en los objetos?
   Abrí los ojos y vi todo blanco y negro.
   —Si querés consultá con otros colegas, pero es el primer caso que tengo con tus características. Qué podemos hacer?-Me preguntaba a mí, el ojólogo-.
    —Creo que lo mejor por ahora es mirar películas blanco y negro. También leer fondo blanco y letras negras. Y si me rayo mal, me coso los ojos y pienso, no viene mal pensar, creo…

domingo, 28 de abril de 2019

DIOS SABE LO QUE HACE



   Le pegaba sin motivo, en la cara, para hacer ver que Morita era de él. Dejó la ropa en la soga y llovió, le pasó la plancha a toda la ropa de su marido, le tomó dos horas. Dejó su ropa y las de los chicos las escondió en el canasto. Ese día vino contento cuando vio sus camisas, la invitó a comer afuera.
   Morita no tenía qué ponerse, los chicos tampoco. Él vio el hilo de agua que salía del canasto, puso cara de pegar. Dos bofetadas, derecho y revés.
   —Ponete el piloto y este pañuelo mío al cuello. Los chicos que vayan como están, supongo que las zapatillas estarán limpias, los zoquetes pueden ir mojados y ellos peinados con raya al costado.
   Los chicos temblaban. —Me gusta pegarte, te pintaste para que te miren los tipos, ésta, va por la pintura. -Y le puso una piña en la boca-.
    —Parece botox y la sangre rouge.
   Los chicos muertos de frío y terror, no miraban. Llegaron tarde, él con vino adentro, era de lo peor. Estaban en la cama y él quiso, Morita moría de cansancio y lo negó. Le dio dos trompadas filosas en las costillas, quedó sin respiración.
   Ambulancia, Policía, Abogado, Juez. Preso él.
   Morita, a cargo de los niños iba todos los domingos a llevarle cigarrillos y tarta de manzana, lo que más le gustaba. Ella pidió el divorcio, ambos firmaron. Morita siguió yendo los domingos, hasta que terminó de cumplir su condena.
   Ella se unió a uno de los abogados actuantes. Tuvieron dos hijos.
   Al año de obtener la libertad, borracho y de noche, caminaba por un pantano, sin destino.

sábado, 27 de abril de 2019

TARDE PERO SÍ



   Por fin me pusieron a alguien que me ayude, las carpetas me tapaban, hacía horas demás, porque eran todas de viejitos que no percibían su jubilación. Llegué a hacer quinientas en un  día.
   El Jefe de Área miró mi cara por vez primera: 
—Srta Del Prado, está blanca como un papel y tiene ojeras violetas. Hoy mismo le mando un Asistente.
   Era lento como una tortuga, cada expediente que agarraba venía a consultar alguna tontera y resolverlo le llevaba hasta la hora de salida. Me hacía perder tiempo, tenía cuatro mil carpetas de jubilaciones y poco adelantaba si le daba clases personalizadas al Asistente.
   Antes fue peor. Un día que el Jefe en persona le dio un levante, me invitó a su casa que quedaba en el campo. —Véngase conmigo, es Ud tan amable que no parece de ciudad. La invito con unos mates y tortas fritas. Desde que murió mi Sra Madre, hablo con el perro. Necesito charlar con una persona.
   Me contó la historia de su vida y concluyó bien tarde. Yo esperaba un rancho y me encontré con una casa bien armada. Tenía una chata oxidada y me dejó en casa. Al día siguiente le dije: —Mirá, ayer charlamos, hoy o seguimos con los expedientes o seguimos con los expedientes.
   Hizo caso, laburó bien, hasta detenerse a mirar por la ventana los pajaritos. Fue un gesto poético, me gustó y lo dejé.
   Hoy mi Asistente llegó tarde y habló de Felicidad: —¿Ud sabe, Srta Del Prado, vio que ayer estaba triste? Dormí triste y me levanté triste. Por eso llegué tarde. Dicen que después de lo malo viene lo bueno. Hay una Srta, cuyo nombre es Felicidad, desde sus quince, me mira pasar, hasta que el humo de la chata y de la tierra, la hacen perderme.    Cuando llegué del trabajo, en un canasto, una hogaza abierta, que echaba humito y estaba rellena de queso de campo derretido: “Todo hecho por mí para Ud.” Tanta dedicación merecía una respuesta: “Srta, lo que hizo, tiene un premio, ¿aceptaría ir a bailar conmigo al Rancho Grande?” “Delo por hecho, vamos hoy mismo. ¿Es premura insolente la mía?” La vi tan hermosa, dulce, buena, transparente: “Sí mi niña, hay que dejarse transcurrir, caminemos lentamente.”
   Tomaron por un atajo y ninguno se lo propuso, pero se dieron un beso de felicidad, similar al para siempre.

viernes, 26 de abril de 2019

ASCENSO



   —Hacemos diecisiete kilómetros hasta arriba.
   Éste está loco, tomamos de todo con la panza vacía. —Dale, me gusta, es una idea poco realista, pero si uno lo intenta…
   El flaquito pone cara de loser. —Vas a ver que ponés un pie, un paso y otro, así hasta donde te dije, seguro todavía están. Yo subí solo y había niebla, pero pude.
   Suncho estaba entrenado, aún con una botella de vodka abierta, tomaba del pico y subía como un gato. —Qué debilucho, Flaco! Te metés en los agujeros de agua, pozos de barro, ortigales, ahí…ahí…! Tenés una culebra, decile con esta rama: “Fuera bicho si estás aquí”. Poné voz de convencido, sino la culebra te pica, les molesta que les pisemos su terreno.
   El Flaco se agarró el tobillo para hacer creer: 
—Bueno, Suncho, a veces te toca perder, borrá esa sonrisa de argento en Miami, no me picó un carajo. Me rompe las bolas que me des clase.
   ¿Habrá entendido, Suncho?, sino me desconcentra y hago cualquiera.
   —¡Vamos Flaco, quedan dos kilómetros y hay musgo!-No le explico porque se ofende-.
   —¡Suncho! ¡Ayúdame, me resbalé un kilómetro!
   No le ayudaría un carajo, pero quiero que estemos los dos, para que vea. —¡Llegamos, Flaco! Batimos record, veinte minutos.-Porque es lento, sino lo hacemos en diez-.
   —¡Qué vista, Suncho, parece una Ciudad!
   Ahora se va a llevar la sorpresa de su vida: 
—Flaco, mirá para abajo.
   Mirá para qué me trajo, dos soretes de su autoría y los muestra con orgullo, en la punta de las Ánimas, para esto me hizo subir.
   —Sos un tipo de mierda.
   Sonreía. —Tenés razón, Flaco, pero al menos agradecé haber compartido mi experiencia.

jueves, 25 de abril de 2019

BENEFLOSAL



   —Trícoli, Cuartón, Salvechi, ahora les toca a Uds, tienen catorce, el mundo verdadero ocurre tras la puerta. El Señor Larrepart, alimenta y educa desde que fueron bebés hasta ahora. De lo que encuentren, les deseamos lo mejor, adieu, petits enfants.
   Salvechi, con sus pesos en el morral: —Debo separar a Trícoli y Cuartón de mi camino. O me quiero yo o no me quiere nadie, lo demás sobra. Tal vez sea malo, pero debo protegerme, buscando en los avisos, encontré “Anciana sola busca compañía”.
   —Ah!, Casa de Protección le dicen, antes era Orfanato.
   Salvechi no sacaba los ojos de la anciana de cara animada.
   —Te voy a llamar Salva, es más alegre, mi nombre es Flor y me gustaría que recorras la casa y elijas el cuarto que más bronca te dé, así decía mi Abuela.
   El más alto, lo más parecido a la punta de un faro, podía ver la costa uruguaya, el lugar de origen de mi Madre. Allí me parió y se murió. Después no sé, bueno, la Casa de Protección. No quiero saber tampoco, seguro que es triste y ahora no necesito.
   Flor me llevó a conocer el mundo, me presentaba como su nieto.
   —Oye Abuela, yo pido unos tacos y vos?
   Ella me daba puntapiés bajo la mesa. Flor, la sorprendente, decía “mi nieto”, pero no quería que la llamara “Abuela”. Luego de ver lo que pasaba en Ucrania, dijo no sentirse bien, tenía parientes ancianos allí.
   —Salva, quiero que sigas el viaje a todas partes, es una compensación que te debe la vida, yo recuperaría mi bienestar, sabiendo tu disfrute, te dejo mis dineros y tarjetas. No quiero darte más consejos, serían mil.
   La acompañé al Aeromata, así le decía ella. Sentí que una flor se llevó el calor de mí. Anduve, por andar andando y hasta encontré a Trícoli prendido de una rica. Y Cuartón, se dedicaba al contrabando. —Del sano.-Dijo-.
   Me quedé más tranquilo. Tiempos sanos ya no existen. Creerle a él, que sufrió tanto, era lo menos que podía hacer.
   La anciana Flor se encontraba en el Sanatorio, con máscara de oxígeno, mangueras de transfusión de sangre, suero y la tráquea entubada. Podía ver, oír y hablar.
   —¿Enfermera puede conectar el televisor en las Noticias?, gracias pichona.
   Enganchó un terrible bombardeo en Sri Lanka, sabía que era uno de los destinos elegidos por Salva. Flor escuchó que entre las víctimas identificaron un argentino, de nombre: Salvechi.
   La anciana Flor, con sus facultades mentales en perfecto estado, arrancó su máscara de oxígeno, las mangueras de transfusión y el entubado de la tráquea, con tráquea y todo. 

miércoles, 24 de abril de 2019

BAJO LA TIERRA ES EL ABONO DEL DESPUÉS



   —Se quedan, nada que tengamos que volver. Son tres meses. Los peligrosos son el molino viejo, los seis eólicos, te pido Cristiano, vos que sos cristiano, levantá los ojos al cielo y rogá que sople el viento, pedile ayuda a Rosario y a Pilar, que son del mismo palo. Roncho y Lauro, el más zafado. Tratá a los peones con respeto, poné distancia, ellos tienen su rancho.
   —Cuando se van se renueva el oxígeno.
   —Cómo se le nota que fue milico, hagan esto y vos no les des bola a los peones. Le faltó decir que son seres inferiores.
   —Él mató gente de nuestra edad, dicen que mandó matar. ¿Cuál es la diferencia? Es un asesino. Cómo se lo banca Tía Crisálida, es un ser anónimo hasta de sí misma.
   Ya estaban en la matera Lauro y Roncho, los peones ya sabían que odiaban el mate y les daban tazones de café sólo. Recién traído del pueblo, molido a mano. Unos regios la peonada.
   Le preguntaron a María Susana, mujer emblemática, dicen que fue Reina India: 
—¿Podemos comer con Uds, Marisú? Acá está calentito, en la casa hay murciélagos con sus familias.
   —A mí me ordenaron no entrar jamás y yo les cumplo, pero si vos querés la limpio.
   Él contempló su postura majestuosa. —No quiero, tus manos son para la Naturaleza, no para la mugre.
   —¡Mirá, Cristiano! Arrodillado con las otras alcahuetas al pedo, porque no corre aire, hace más de un mes, me dijeron y ellos no mienten.
   —¿Vos decís?
   —Claro, son los dueños de la tierra y aunque heredemos, va todo para ellos.
   Lauro y Roncho esperan a los Tíos en un mes. Lauro puso cara de Abel.
   —Les hablamos y les mentimos, que Rosario y Pilar, cayeron del molino viejo. –Puso cara de Caín-. Y que los paisanos las enyesaron en su totalidad. Se lo merecerían las pendejas, pero son familia y no hacen ni daño, ni nada de nada. Son nada.
   El Tío milico y su ausente Crisálida, llegarían en helicóptero.
   —El milico quiere el campo y nosotros tenemos éstas.
   Roncho le mostró armas nuevas, de caño largo.
   —Yo no sé tirar.-Dijo Lauro-.
   Es un cagón, pero el odio es más contagioso que el sarampión. En una semana aprendió a tirar, hábil el enano.
   Hicieron la llamada y estuvieron al toque. Se escondieron tras unos rolos y empezó la fiesta, dos tiros al milico, uno en la frente y otro en el corazón. Crisálida les dio pena por lo idiota.
   —No avisamos a nadie.
   El sepelio fue una farsa, se encargaron los chimangos, los caranchos y los buitres. Crisálida, con voz aguda: —Se fue bien ido, por todo lo que hizo y yo callé.
   —Por cómplice, te quedás con los peones. Emparejate con alguno, ahora ellos son los propietarios del campo, que llega hasta el horizonte.
   No despedimos como si fueran nuestros Padres desaparecidos, la única que nos bendijo con un café de putas fue María Susana, que nos miró a los ojos diciendo gracias, pero sin palabras.

martes, 23 de abril de 2019

SEMANA CHANTA



   Desde el atardecer se escucharon tambores de latón, de barril, pensé que era mi vecino del fondo, que tiene una batería, pero mi vecino viajó y los parches no suenan igual. Seguí leyendo un libro de teoría y técnica del cuento, haciendo caso omiso de esos sonidos agresivos, mientras trataba de devanar el texto.
   Puse un adagio que amo, para neutralizar los tambores. Fue peor, se sumaron poder entender el texto, estar ahí para suprimir los tambores, sentí que había una manifestación en la Escuela, el adagio más un acolchado que tenía encima,  no alcanzaba.
   —¡Saulo! ¿Escuchás el ruido?
   Él es tranquilo, nació sedado.
   —Sí, naturalmente, Semana Santa no se caracteriza por rezos devotos, hace tiempo que parece un festejo histriónico.
   Tenía razón. —¿Me podés decir cuánto tiempo hace que estoy leyendo?
   Contestó irónico: —Cuatro horas, debés saberlo todo.
   Era la una y media de la noche y los golpes seguían reiterados, sin armonía, parecía el infierno hecho sonidos. Escuché el sigilo de Saulo sobre mi hombro.
   —Esa lectura es sencilla, respeto tu negación, pero me voy a dormir.
   Las cuatro y media de la noche, tenía algodón en los oídos y cinta de embalar. Llamé a la Policía a las cinco, mi juventud setentista en La Plata, odió recurrir a ellos, nunca lo hice. Dijeron que no sabían nada. Expliqué: —Provienen de la zona del Calvario, o del Anfiteatro, o no sé dónde. Les pagamos para que cumplan con su deber.
   Me pidieron el nombre, mi dirección, el número de teléfono. Hasta aquí llegué: —Mirá loca, si es tanto rulo, seguí comiendo pizza.
   De una, salí de casa, en pijama y pantuflas. Fui hasta la plaza. Ahí no era, me detuve y el sonido provenía de otra manzana. Hice diez manzanas y seguí hasta el Houssay, los sonidos mataban, no sabía de dónde carajo venían o iban.
   Volví a casa, di tres pitadas del propio y a las seis se detuvo.
   —Saulo.
   Y nada, lo sacudí. —Saulo, no están más, pararon.
    Dijo: —Siempre hay paros, no te preocupes vení, dejá ese libro de mierda.
   Por la mañana fui al Super y pregunté, nadie había escuchado nada. Pasé a tomar un café, allí tampoco escucharon. Toqué timbre en casi todos los vecinos. No, tampoco escucharon.
   Llegué a casa, Saulo dormía y roncaba como el mejor, tenía la boca abierta y tres mosquitos en la lengua, lo zamarreé. —Nadie escuchó nada, pregunté y nadie, pero vos me dijiste que sí ¿o no?
   Me escupió los tres mosquitos en la cara.
   —Te dije que sí para que me dejaras de joder.

   Son todos sordos, yo sí los escuché. ¡Hipócritas!

lunes, 22 de abril de 2019

BASTA DE REBOTAR



   —Sé por qué Ud no quiere leerme, yo a mi edad, tengo el niño dentro de mi cabeza, Ud tiene el afán que le salga un best-seller. No le interesa si es bueno, si es malo, no lo sabe. Elige este sí, este no. Sin currículum, sin una historia perversa que lo respalde, ni tres millones de seguidores en instagram, Ud le pega un puntapié en el corazón y manda a su Secretaria con el texto “Piantá de aquí”.
    Entorna los ojos. —Siga nomás, yo lo escucho, lo que dice no me seduce, da pena que lleve un año tratando de verme, sabiendo qué diría. Igual seguirá escribiendo, hay otras Editoriales, más chicas, pruebe y a lo mejor, quién le dice. Se publican porquerías y la gente aplaude, ellos deciden, los lectores. También están los lúcidos, que te sacan el pasaje a un mundo donde no podés salir, hasta que das vuelta la última página.
   —Le robo un momento, Ud sabe de esas cosas, me refiero al robo y al momento. Como amigo de la infancia de mi Padre, en su nombre, que fue lo único que quedó, lea mi borrador. Paso en dos semanas.
   Debe ser lo único que el hombre no puede detener, el tiempo.
   —Holá, sí soy yo…¡¿Lo imprimen?!, En media hora estoy ahí. Sí, sí, el final está en mis manos, una garantía para el carocito de niño, que llevo en mi cabeza.

domingo, 21 de abril de 2019

CONTAME



   La costumbre era escribir con pluma de ave, mojada en tintero. En mi familia, Papá vestía levita negra, con camisa blanca y yo y mis hermanas hasta la más pequeña, vestidos hasta los tobillos, de terciopelo. Asomaban ruedos de puntillas blancas, collar isabelino almidonado, nuestros cuellos paspados no nos permitían girar la cabeza.
   A las doce horas, llamaban tres campanadas, que resonaban en el patio con aljibe y temblaban los jazmines. Nosotras nos sentábamos primero, Mamá destapaba una sopera y con cucharón servía el plato de Papá, a la cabecera. Antes de empezar uníamos nuestras manos y dábamos las gracias al Señor por la sopa. Mi hermana menor, que nació con justicia incorporada, agregaba: —Y a Josefa que hizo la sopa.
   La idea de mi Padre, mientras Mamá obedecía, era conservar un estado quieto, donde la modernidad no tuviera filtración alguna. Ellos nos daban clase, para que no tuviéramos contacto con el afuera. En la casa no existía ni radio ni televisión, sólo una vitrola RCA Víctor y discos duros, con óperas de sopranos reconocidos en tiempos obsoletos. La manejaba mi Padre, el aparato de boca abierta, tenía una manija que ponía en funcionamiento los sonidos, parecían provenir de un balde de latón.
   Él tenía la manija de todo, dar cuerda al reloj inmenso del péndulo de bronce, tocar una campanilla a las cinco en punto de la tarde, para tomar té con tostadas. Las colaciones se hacían sin hablar, sin reír, sólo escuchar la voz de él, que comentaba algo leído en “Caras y Caretas”, única revista permitida en la casa. Yo amaba escribir, pero la pluma no me coincidía con los tiempos del pensamiento. Juan Manuel, el Jardinero, armó un rincón frente a una ventana chica, con una tabla, un banquito, cuadernos rayados y biromes Uniball, Signo 07, con esos elementos, desplazaba historias que tenían mi propio sonido. Con el tiempo, arrastré a mi hermanita menor, que se deleitaba escribiendo cuentos para niños y con magia los ilustraba. Juan Manuel le regaló una caja de fibras de colores. Ella le respondió con una historieta que terminaba mal. Yo me enojé y ella se reía. —A Juan Manuel le gustan así, con mucha sangre y cabezas degolladas.
   Por denuncias vecinales, se hizo una requisa en la casa. Mis Padres fueron sentenciados a diez años de prisión, por abuso de la libertad de las personas, mi Madre salió un año después, por buena conducta. El Juez la consideró forzada por mi Padre, a llevar esa vida.
   Como nuestra historia se viralizó, el Juez decidió que estuviéramos bajo custodia de Josefa y Juan Manuel. Cuando Mamá volvió a casa, consideró que Josefa y Juan Manuel constituyeran parte de la familia.
   Cada uno se sentaba en la mesa donde quería y se hablaba con toda libertad, de lo que quisiéramos. Nos compraron ropa, fuimos anotadas en un Colegio, teníamos libros y un televisor enorme que estrenamos con una película, nos dio tanto miedo el tamaño de las personas, el mar que se nos venía encima, mi hermana menor, la más valiente, se sentaba en el sillón grande y contaba qué sucedía, nosotras, escondidas detrás del sillón, escuchábamos.
   Juan Manuel, que era muy joven, pidió permiso a Mamá, para llevarme a pasear al centro, ella dijo sí. Yo ya estaba con mi ropa de salir.
   —Juan Manuel, me siento rara cuando estoy con vos.
   Él dijo la verdad, como siempre lo hizo. —Vos sabés que a mí me ocurre igual?  Me siento raro. ¿A vos, hace mucho?
    —Y…sí. Cuando me hiciste el rincón para escribir y me trajiste las Uniball, te amé muchísimo, perdón, no quise decir amor de novios y esas estupideces, eso vino después.
   —Después?, cuándo?
   Yo también soy sincera. —Cuando me hice señorita, Juan Manuel, pero no te preocupes, ya sé que los hombres no saben de esas cosas.
   Comencé a observar a Mamá, siempre estaba murmurando con Josefa, o se reían de todo porque sí nomás. Un día mi hermanita me contó: —¿Sabés que vi cómo Mamá y Josefa se daban un beso en la boca?
   Yo no entendía nada. —¿Vos querés decir que Mami y Josefa son gay?
   Tiene pico largo y es veloz. —Yo creo que quedó tan horrorizada con nuestro Padre. Josefa la tranquilizaba y entonces…¿por qué me mirás con esa cara? Yo me alegré por las dos. Vos tenés tantos prejuicios, ellas están bien, eso es lo importante.

sábado, 20 de abril de 2019

LA CLASE AUSENTE



   —Esta clase será una exposición acerca del Marqués de Catapultala, ¡quiero silencio! Si tienen ganas de gritar, vuelvan a sus casas. Se sientan derechos, vista al frente y oído atento.
   —Srta, mire! Abajo un micro pisó tres chicos, el micro se fue rajando, los pobres no se mueven, están tirados en la calle, cubiertos de sangre y nadie los socorre.
   La Maestra no puede detener una sonrisa, tres chicos menos, son tres problemas menos. 
   —Bueno, vuelvan a sus asientos, si vieron eso es que no estaban prestando atención. El Marqués de Catapultala, fue el primer científico de la Historia que descubrió, hace apenas unos días, que la Tierra es plana.
   —Disculpe que la interrumpa, Seño, pero no puedo sentarme derecho, porque el banco tiene una pata mucho más corta que el resto. ¿Qué hago?
   —Alumno Santillán, siéntese en la ventana, sin mirar hacia afuera, porque le puede dar vértigo y caer. Otra cosa, Santillán, no se dice “pata”, se dice “pierna” y no quiero que me interrumpan más. Como les decía, el Marqués de Catapultala, Dr en Física, Química, Historia, Geografía y Ganador del Premio Nabol de este año. Si él dijo que la Tierra es plana, no hay duda, es plana. Yo les propongo media hora de silencio, como duelo por nuestra querida, finada, Tierra redonda. Controlo el tiempo, si esta media hora no se cumpliere y alguno hablare, el castigo será una abeja viva, adentro de la boca, los labios permanecerán cerrados, con abrochadora, para que no la escupan.
   Se hizo un silencio tumbero. Al cabo, el niño Santillán, que era mal alumno, pero ningún boludo, dijo: —Srta, pasó más de una hora, me parece que Ud, está abusando de todos nosotros.
   —Tengo testigos, Santillán, yo no le toqué el culito a ninguno de ustedes, por eso me doy sobreseída de abuso. Sigamos, el Marqués de Catapultala, logró otros descubrimientos. El primero alertó que la fisura desembocaba en el agujero negro. En cuanto al lenguaje inclusivo, era una estupidez ofensiva, que cayó en el olvido. Espero que les haya resultado interesante mi exposición.
   —Toc, toc.
   Era la encargada del material didáctico, que nunca existió.
   —Srta, no quiero interrumpir sus pensamientos, pero hoy era un día de huelga y no asistió un solo alumno, ni Maestros. La Escuela está vacía.
   Ando mal de la cabeza, le hablé a nadie.
   Una manifestación, abajo, con carteles que decían: “La Maestra Siracusa es carnera.” “Que te echen de la escuela, gorda traidora”.
   Entre los manifestantes estaba el Marqués de Catapultala, gritando: —Que se vayan…! Que se vayan…! 
   Estaba convencido, que se encontraba frente a la Intendencia, que había robado los cuadros del Museo, único patrimonio del Tandil.

viernes, 19 de abril de 2019

FELICES LOS HUEVOS



   —Quería que llegaras de una vez, la Tía Luna es buena, día por medio. Me hizo un huevo de Pascua y me daba besos babosos, pero el sufrimiento de encontrarlo escondido, me pareció de mala y entonces le dije como decís vos: “Felices los huevos, Tía Luna”, te recordó y hasta le di pena y me preparó seis huevos más. Ella comió tres y yo tres, nos descompusimos los dos y no hubo ni almuerzo ni merienda. Los dos fruncíamos la cara y mirábamos películas de superhéroes. ¿Vos sabés, Papi, que me alegró que no tuviera marido ni hijos?, con esa Madre, habrían sufrido mucho. Te quiere, no te quiere, te quiere, no te quiere, es complicado. ¿Y vos, Papi, por qué tardaste tanto?
   —Sabés que tu Mami, quería unas vacaciones los dos solos, sentí la felicidad de cuando la conocí. Le dije que lamentaba dejarte a vos, nuestro grillito. Como se llama Bella, es bella y buena, pero se pudrió todo, hijito. Bella quiere vivir sola, me quiere, pero no me ama. La acompañé a tomar el tren y un nuevo novio la esperaba, el humo en la Estación esfumó la última foto imaginaria, que hubiera querido tener.
   —Hey, Papi, no llores, a mí me pasó lo mismo con una chica de la Escuela, mi novia, les conté a mis amigos más cercanos. En los recreos nos escondíamos y nos dábamos piquitos. Yo también fui feliz, hasta que la vi con mis amiguitos. Se hacía la bella, como Mami con tus amigos. Me dieron celos y le dije que eligiera, o ellos o yo. ¿Sabés qué me dijo?: “Vos fuiste un ensayo, la novela son ellos”. Duele al principio. Después se me fue y pensá que soy chiquito, no tengo un hijo como vos me tenés a mí. Te vas a encontrar una novia más linda que Bella. Es mi Mamá, pero siempre fue más Bella que Mamá. Tu próxima novia es un misterio y a mí los misterios me encantan. ¿A vos no?                        

jueves, 18 de abril de 2019

SIN RESPUESTAS



   Alquilaron los cuatro una cabaña, forrada en maderas térmicas. Los dormitorios tenían paredes herméticas, para las situaciones maritales de la picazón del séptimo año. Los cuatro Arquitectos, competían entre ellos, en tonos bajos, las disidencias y los niveles, que habían alcanzado. Bobby y Carola se casaron, luego Teo y Alicia. Se conocieron en la Ciudad de La Plata, cursaban juntos, estudiaban en grupo y eran reconocidos por sus logros modernosos, no asquerosos.
   Todos pensaban en casas construidas sobre la tierra, dándole importancia a la armonía entre plantas y construcciones. Odiaban los edificios altos. Los jardines colgantes de Babilonia, se involucraban en sus ideas.
   Ese verano transcurrió en una playa, rodeada de tamarindos. Hacían fogatas y quedaban dormidos hasta que el frío los calaba. Una noche etílica, Carola y Teo, durmieron en el dormitorio equivocado. Alicia y Bobby los buscaron como sonámbulos, arrastraban los pies en la arena, gritando sus nombres. Resignaron no encontrarlos y desmayaron en los sillones del living.
   No era novedad para ninguno, Teo y Carola curtían en el laburo antes de sus respectivos casorios. Igual procedieron Alicia y Bobby. La adrenalina de los cuatro tenía dimensiones de silencios no compartidos. No se nombraban los encuentros y había un goce en ignorar ambas situaciones. Estalló una tormenta inesperada, hubo sol el día entero, oscureció y el sol se fue sin despedirse. Carola y Teo trabaron las ventanas del lado de afuera, también las puertas.
   La cena estaba lista y ellos tardaron más de lo previsto. La cabaña estaba cerrada en su totalidad. Se quedaron criticando y riendo, de Profesores devotos: “Lo sé todo”, que les quemaban la cabeza. Un temor compartido, antes del amanecer, lograron a mazazos, romper la ventana de la cocina. Esta vez no gritaron, corrieron hasta el médano más alto, un faro natural. Sobre unas piedras que el mar castigaba, Carola y Teo yacían sobre y entre ellas. Tomados de las manos, Carola envolvía la espalda de Teo, con su pelo de sirena. El mar llevaba los cuerpos y los devolvía, como si se pudiera volver de una muerte convenida…  

miércoles, 17 de abril de 2019

BUEN LABURO



   —Cesantes, setenta, así como andate. Hace seis meses que buscamos laburo, Toto se humilla, para mí, toca timbre casa por casa, si lo atienden, ahora la gente espía, no te conoce, no te abre. “Buenos días, señor, vea, yo hago laburo de electricidad, soy gasista, trabajo de albañilería, corto pasto, lo que usted necesite, yo se lo hago.” Y siempre le dicen que no, porque se encuentran en las mismas condiciones que él. O le cierran la puerta con un “No” seco. Dejate de joder, yo tengo mis hijos, mi mujer, que trabaja de sirvienta, por horas, todo el día. Juani, vos me conocés, soy incapaz de robar nada a nadie, bueno eso era antes. Ahora voy a salir a afanar ¿te prendés o no?
    No supo qué contestar, pensó que era una joda, pero le tiró del hilito.
   —Yo me prendo, Corcho, pero que se venga Toto, Moncho, Seba, Rolo y el Colorado. Hago unas hamburguesas a la parrilla y lo charlamos, que sea de hombres, las familias en casa.
   Tengo cuatro casas caladas, paso por ahí y ni me imagino que esa gente pueda ser rica, pero son. Me estudié los horarios, cuándo salen, cuándo entran. Cuatro matrimonios solos. Hay uno que tiene una vieja postrada, que es sordomuda y ciega. Otra está a la vuelta, es una pareja que no están nunca, esos viven en un country. Yo me preguntaba para qué carajo tienen esa casa, el tipo vivo, pone música, tiene grabados ladridos de perro y se llama por teléfono a sí mismo. Hay veces que caen a dormir, tarde más bien. Y los miércoles va mi jermu, les desmugra la casa y ella fue la que me contó que tienen una caja fuerte, detrás de la ropa de un placard y un lugar en el jardín, donde todas las semanas remueven la tierra y después le echan pasto seco. La Tana, que es bicha, me dijo que esconden guita, en paquetes impermeables, sellados. Eso les tengo que decir a los chochamu, ni una palabra ni a sus esposas.
   Después hay una que me llevó más tiempo por la seguridad, alarma, un rollo de alambre de púa que la circunda. No me preocupa, Moncho desactiva cualquier alarma, él trabajo tres años en una casa de alarmas.
   Ahí vamos a tener que estar todos. Es complicado. La última, es una papa, tienen toda guita afanada al Estado, son más hijos de puta que los otros hijos de puta. Es una casa que se viene abajo y el dinero lo guardan en cajas de electrodomésticos, en la mesa de luz, el ropero, arriba de la heladera. Uuy, cómo me puedo olvidar, el Colorado sabe abrir cajafuertes, le apoya la oreja y tiene mano de relojero. En veinte minutos, como mucho, lo resuelve.
   Bueno, voy a casa, si no la Tana me mata. Esta moto que no arranca…carajo…bueno, por fin!
   —¿Qué hacés hijo de puta, me vas a…?  
   —¿Tiene algo?
   —Pará, pará, no tiene nada. Dame el chumbo, a éste, le quemo la cabeza, por decirle puta a mi vieja y sin un mango en la mochila, el viejo choto.

martes, 16 de abril de 2019

ART DECÓ



   Llegó él primero, tenía reservada una mesa, a los quince minutos apareció ella, con una seriedad al borde del enojo fingido. Se conocieron en la calle, ambos sorprendidos sin saber, pero con los ojos alineados y rictus sonrientes. Los ojos no podían despegarse. La invitó a comer a ese lugar Art Decó, casi sin clientes, pero tuvo que reservar.
   Ni bien conectaron sus miradas, fueron interrumpidos por un mozo almidonado, que cortó la zona imantada, con una carta de comidas.
   —Cuando hayan elegido, el Señor me llama, a su derecha oprima el botón rojo.
   Apoyaron sus servilletas con forma de cisnes y lamentaron romper el diseño de la puesta en escena. Sin mirar la carta, eligieron sus platos favoritos, idénticos, identificaron el mismo vino. Una vez servidos, conectaron sus miradas, luego que el mozo concluyera cernir el cabernet, al Señor, claro, que probó y asintió. El humo de las comidas despareció con el tiempo de las miradas permanentes. No tocaron los cubiertos ni tomaron las copas. Ella oprimió el botón rojo. —La cuenta, por favor.
    Apoyó la tarjeta en una bandeja oval y absurda. En unos segundos le fue devuelta, con un dinero más que cuantioso, para propina. El mozo tocó la bandeja con inflexión exagerada. Pasaron por alto que no comieron ni tomaron. 
   Él preguntó: —¿Vamos a mi casa?
   Ella asintió. Cemento y vidrio, camino serpenteante, de palmeras antiguas. Se abrió una puerta automática, sin que dejaran sus ojos brillantes, unos sobre otros.
   —Corten, por favor! Corten! Me sorprendieron... Augusto, María, Alex y nuestro viejo y sabio Iluminador.
   —Cine de culto.-Dijo alguien-.
   —Sin duda,-Respondió el Director- es una lástima que haya pocas personas, y como está todo, el Cine es considerado suntuario.

lunes, 15 de abril de 2019

DOXA



   —Hay una nueva Carrera, que se llama “Espantología.” ¿No querés anotarte conmigo, Toribio?
   —¿Y te cura, ché?
   —Te aseguro que no hay curas, se piantaron a Cuba. La cura es estudiar cómo poder rajar del espanto, dentro de aulas académico endogámicas. Las Clases se toman en una nueva Universidad de última generación, se llama: Doxa. Antes te evalúan psíquicamente, si sos paranoico, panicoso, esquizo, fronterizo, psicótico, heroinómano, mentiroso, constipado, cagador, libresco, dogmático, ateo, creyente u oyente.
   —No me contestaste, ¿te cura el miedo aterrador que te da un milico con ametralladora, pidiéndote documentos?
   —Toribio, de eso se trata, de espantar la lógica donde abreva el disparate, me refiero a evitar dispararte en la cabeza.
   —Me interesa suprimir la ideas tanáticas frecuentes, que ya son plaga.
   —Es muy claro lo que decís, lo sublime es que no tenés que estudiar, como no hay fondos, no tendremos Profesores. Lo mejor es que no se aceptan mujeres. Si te ponés a pensar, van a la Facu para enganchar algún gil. Hablan todo el tiempo y según ellas descubrieron la cuestión de género. Que abran un negocio de telas. Solos, vamos a poder andar en bolas los días de calor. ¿Qué me decís, Toribio?
   —Todo fenómeno, pero vamos a tener que cuidarnos el culo.

domingo, 14 de abril de 2019

VIRALIZANTE



   —Se podría cuidar, no te digo que se tiña de rubio rojizo o que deje el bastón, no tiene equilibrio, pero nos ve a nosotras, que estamos hechas unas regias. Es una inversión, pero se obtienen unos resultados, que te sacan años, nacés de nuevo, qué sé yo.
   —Vos, Amalita, no sabés respetar las decisiones ajenas, si ella quiere andar con su viejo vestido gris y los zapatos chancleteando, dejala, que tenga nuestra edad no quiere decir que haga lo mismo que nosotras.
   René, sensata, Abogada Jubilada, Defensora de Pobres y Ausentes, en este caso debiera decir de Ricos y Presentes, les dice: —Sé que en la casa de Ema la maltratan, con palabras hirientes, no respetan sus años. Ella los albergó cuando no tenían dónde caerse muertos, es hora que se vayan y la dejen en paz bien merecida. Mi hijo aseguró que él se encargaría de sacar esa gente de la casa. Ema es la Madrina y Pitico la adora.  
  Amalita, que no mueve un músculo de la cara: 
—Yo la voy a llevar a este Dermatólogo, Cirujano y responsable, les pido que alguien me acompañe para darle contención.
   René quería estar presente, luego que supo el nombre del Doctor, Arregli Bagalli. Tenía target alto, un capo. Ema aceptó, ¨son locas pero divertidas¨. Eligió entrar sola al Consultorio, el Dr Arregli Bagalli, la recibió con una amabilidad carismática.
   —A ver…a ver…, Ema, tenés una piel bárbara, gruesa, sin manchitas ni lunares. Te voy a dar unas inyeccioncitas que no duelen nada, vamos al entrecejo, estas patitas de gallo, mínimas, el código de barras, entre la nariz y el labio superior. ¿Te duele?
   Ema, con voz de santa: —Le pido Dr, que haga lo que tiene hacer y no me cuente, me pone nerviosa. -No le voy a decir que me duele como la puta madre-.
   Fue una alegría para todas, ver lo fantástico del cambio de Ema. Le hicieron un corte de pelo, a la altura de la mandíbula. Invirtieron un dinero y le compraron dos Chanel, clásicos, un abrigo de autor, amplio y cómodo y zapatos de badana, artesanales, a medida.
   A mí, maquillaje no me van a poner, bastante con las cremitas, están contentas porque voy a sumarme al grupo de las viejas locas.
   Combinaron un encuentro en un lugar paquete de Buenos Aires. Las amigas llegaron primero. A la media hora apareció Ema, con su viejo vestido gris y sus zapatos de chancletear, por supuesto el bastón, por el problemita del equilibrio, colgaba de su brazo la bolsa del Supermercado, con yogures y una botella de whisky. Se le transparentaba el monedero. Juntó todo su pelo con mil horquillas, en un rodete pinchudo.
   —Las saludo en general, porque con esos menjunjes que se ponen, quedaría pringosa, les agradezco lo que hicieron, pero yo estoy acostumbrada a estar cómoda con mi ropita añosa, Pitico dijo que a mi edad, haga lo que quiera y desea de todo corazón, que los globitos de la cara, se pinchen cuánto antes. A mis nietos les dijeron, que por unos medicamentos, se me hinchó toda la cara.

sábado, 13 de abril de 2019

PRONÓSTICO



   Empiezo con llueve y no se me ocurre nada, ¡ah, sí!
   Llueve y se moja el pelo, se pega a la cara y su hartante jogging gris, siempre el mismo. Lo lava de noche y se lo pone de día. Me llamo Generoso y lo casual intervino para ser un tipo generoso. Bajo la ventanilla. —Ey! José, creo que ése es tu nombre, subí que te llevo.
   No se hizo esperar, con la última sílaba ya estaba adentro.
   —¿Tiene calefacción este auto?
   Lo miré, para mi hermana que es rara, se ha formado una pareja o una amistad o nada. —Sí!, la prendo, tenés frio, estás calado hasta los huesos. ¿Dónde te dejo?
   Llueve y llueve. —En mi casa.
   Este Generoso, habla todo el tiempo y los limpiaparabrisas hacen ruido. No tengo ganas de ver a mi familia, seguro que están todos mirando Cuevana, es su paraguas de la lluvia. —Yo vivo al lado de tu casa, ¿puedo ir?
   Generoso dijo que sí, sería una buena oportunidad para presentarle a su hermana. José conoció a Soledad, jugaba al ajedrez sola y él le propuso una partida. Estuvieron hasta la madrugada y Soledad lo destrozó. Se fue sin saludar, Generoso lo acompañó a la puerta.
   —¿A qué se debió la llegada de este tipo a casa?
   Le dije que era una buena persona, llueve, caminaba empapado, quiso ir a su casa y luego prefirió esta, le comenté que hace tres años fuiste campeona de ajedrez y flasheó.
   —¿Qué te parece Soledad?
   Miró la copa de los árboles, comenzaba el olor de los aromos…
   —A decir verdad, me parece un bagayo, estoy acostumbrado, son las únicas minas que me dan pelota. Disculpá lo de bagayo, igual la salvan las tetas, el culo y que no hable.
   Me pareció una piña su sinceridad, pero mi hermana, a veces, me daba vergüenza, usaba polleras chingadas, remeras rotas y no se peinaba. Carne de diván, pero nadie quiso, ella tampoco.
   José y Soledad se hicieron amigos, como maniáticos del ajedrez iban al club de ajedrez, con frecuencia. Ella cambió su look, comenzó por peinarse, mi vieja le compró ropa cool, bajó de peso. Usaba un apenas de maquillaje, que destacaban el color inefable de sus ojos.
   —Sole, contame. ¿Todo bien con José?
   Ella se probaba zapatos y usaba espejo para mirarse, por vez primera que recuerde.
   —Sí, buen tipo, nos intercambiamos discos de vinilo, juntamos semillas de árboles y estamos haciendo bonsái. De plantas sabe un tocaso.
   Me puse contento, por fin mi hermana tenía un novio.
   —Estás loco, jamás tendría un novio con olor a vegano, a chivo y ese jogging gris es su única ropa, cada uno con su mambo. No inventes, mi secreto es que hay un Profe, que está buenísimo y me mira con ojos de “te espero”. Ya me ves, yo también lo espero. Cuando nos enganchemos te aviso. Y basta. Ché, Generoso, ¿viste la hermana de José, cómo te conchetea? Es alta, rubia, de ojos celestes, medio estúpida como todas las rubias, pero un polvito no te vendría nada mal.

viernes, 12 de abril de 2019

CALLE TRECE



   Mis cuñadas tenían un Jardín de Infantes. Era amiga de las tres, con ellas aprendí que a un chico no se le habla como a un estúpido, ni poner la voz finita, ni agacharse para que el chico se sienta enano. A los de cuatro, dejarlos hablar, es como comer chocolate  y si se logra una conversación entre ellos, sería una lástima que perdieran ese conocimiento del disparate, irracional, sin embargo coherente.
   Había cuatro niños tímidos, el de cinco me miraba y se ponía colorado, bajaba la cabeza al piso. Seguro que le gustaban las trenzas, el flequillo y que le armara rulos rubios. Se quedaba quieto y me decía: —Gracias, a mi Mami no la dejo, pero a vos sí.
    Se llamaba Maximiliano, su Madre pidió que no le redujeran el nombre a Maxi o Max. También nos pidió que no le elogiáramos el pelo rubio, los ojos celestes y la boca Mick Jagger. Decía que a los chicos no había que elogiarlos mucho, porque se ponían tontos.
   Él se enamoró de mí y yo me enamoré de él. Se festejó el 25 de Mayo y apareció Maximiliano con un traje de terciopelo azul, jabot y puños con puntillas. Lo más parecido a un principito. Me oculté detrás de una casuarina, para espiar tanta lindura. Cuando terminó el Acto, corrí lo abracé y le besé los cachetes.
   —¿Vos cuántos años tenés?
   Me hubiera gustado decirle cuatro, pero un Principito merecía la verdad: —Yo tengo dieciocho años.
   Se pisaba la punta de los pies. —Mami me dijo que había una diferencia de edad enorme, para casarnos, que yo tenía que esperar muchííísimo tiempo.  
   La Madre me contó y se reía y no paraba, hice lo mismo para acompañarla.
   El divino Maximiliano se agarró una peste maligna, perversa y desubicada. A la semana subió al cielo.
   No se lo cuento a nadie, porque van a decir que estoy loca, pero el amor más grande que tuve en la vida, fue el angelito Maximiliano.
   Mi Marido tiene pelo rubio ensortijado y ojos celestes. Tuvimos un hijo que lo bautizamos: Maximiliano. Va al mismo Pre-Jardín, de aquel querubín, cuando lo voy a buscar, la casuarina, aunque no haya viento, me regala una brisa cálida. Son los pasillos de un amor imposible.

jueves, 11 de abril de 2019

LAS CUÑADAS



   Al primero lo anotó Crisanto, al segundo Tenerife, el tercero se llamó Macondo. —Es de creer que sus amigos les llamaran Cris, Tener, Moco, ¿o no?
   Pensó en su cuñada, mala como los gobiernos, no les dejó opción a los pobrecitos. —Yo los llamo como los nombré y si se duda de mi sanidad, que viaje a Tenerife, que conozca el Calvario de Cristo en Tandil y haya leído Cien Años de Soledad. Es lo más que una Madre, pueda aspirar, igual que la cocaína. Tenerife tiene un laboratorio grande, oculto, sólo lo saben los gringos enriquecidos, la yuta y los que multan vehículos. A mi hijo lo protegen: la yuta, los abogados y los jueces, que son los que más consumen. Al Intredente, le cocina el marido de la Mucama, dicen que es un material especial.
   Pensó en su cuñada, mala con ganas y encima adicta a las drogas, el pobre de mi hermano aceptaba para no pagar alquiler, préstamos y tarjetas. Su hijo Macondo, del que nadie sospechaba, le guardaba la guita.
   —Macondo quería hacer un viaje con su Padre, al pueblo macondiano, para estar en familia, no querían preguntar a mi cuñada, que les daría suspensiones por no respetar su trabajo. Así debía ser.
   Si alguna vez guardó belleza, se le abrieron los roperos y no quedó nada. Llevaba la contabilidad con certezas perversas y perfectas. Empleado que le robaba un escarbadientes, lo dejaba cesante de inmediato. Le hacían manifestaciones a la perra, ella los detenía con metadona en aerosol. Paraban la mano tres meses y después seguían, la cuñada decía: los negros son microcéfalos por naturaleza.
   —Tener una cuñada nazi, discriminadora y asesina, soñando con ser el Führer, no necesitaba juicio legal, ¿existe la Ley? Pero sí el pecado mortal. En una esquina de la capital, la vi cruzar y le tiré el auto encima, una y otra vez, hasta que el asfalto quedó rosado. Su cuerpo nunca fue encontrado. Los chicos formaron una Banda: “Mamá se fue de Casa”, largaron los vicios, mi hermano, producía los conciertos, se mudaron a Los Ángeles, que casi no pertenece a Estados Unidos.   

miércoles, 10 de abril de 2019

ATENDIDO POR SUS DUEÑOS



   —Odio el lunes, postergué lo de cobros para mañana martes, que también lo odio. El miércoles, en general es un día de miércoles, el jueves falta poco para el viernes, que no me alegra para nada, porque tengo que estudiar un compilado de libros, que no entiendo nada. Sábado textos, los domingos escribo cuentos y aparece el lunes, donde la culpa y el orden, me obligan a limpiar. Ud me comprende o no. Si es no, me voy ya mismo, no me gratifica escuchar que no entienden nada y ponen cara de pensar.
   —Le pido Sra...                                                  Ella tuvo ganas de llamarlo miércoles.
   —Soy Srta, no Sra. Tenga cuidado cuando se dirige a una Srta, me extraña un psicólogo que no lo sepa.
   —Bueno, Srta, ¿no le parece demasiada la carga que se ha impuesto?
   —Me lo recordó, encima están los impuestos, antes teníamos la K-chorra que aumentaba el mundo, ahora sigue el Príncipe Feliz que no entiende nada y…bueno, no quiero hablar de mentirosos. Una que debía tener perpetua y allí anda haciendo sonrisitas…bueno, no quiero hablar.
   —Y lo bien que hace, Srta, estamos aquí para que Ud deponga los por qué de sus maniáticas negaciones.
   —Con todo respeto, Dr, yo depongo en el inodoro y que yo sepa uno no accede al Psi, para contarle cómo caga. Ahora, si se refiere a las cagadas que me he mandado, podemos hablar. Ud, va a saber de mí, cosas que yo desconozco y yo de Ud, aunque no sea ortodoxo, alguna fuga personal se va a mandar…y nos vamos a querer, si no, no podríamos hacer análisis…
   —Cuando le dije maniáticas, fue como sinónimo de reiteradas, circulares, enojadas con sus propios destinos cotidianos. ¿Srta, ejem, la pareja no le inte…?
   —Doc, no necesito, no preciso y detestaría pasar mi vida, con un alguien que supiera y fuese testigo de las formas del odio, generadas por una rutina, que como bien señaló Ud, circular.
   —Le propongo Srta, que para la próxima sesión, se fume un porro, lo conseguirá en cualquier verdulería, atendida por jóvenes. Ud pregunta: “¿tenés puerro?” y guiña un ojo, se lo regalan, querida. Hablará con tonos serenos y sacará de adentro lo que necesite. Tengo una escucha de privilegio, eso opina mi Mamá. Nos vemos el miércoles a las 17 hs.
   —Dr, ¿cuánto le debo?
   —Nada, Srta, la primera es gratis.