sábado, 6 de abril de 2019

MACOCO



   —Se tragó el vaso, está internado.
   Escuché mal.
   —Un vasito de pisco, alguien le dijo hasta el fondo, él ya venía borracho y pensó que le decían, el vasito también.
   —Macoco era ingenuo y vivía en pedo, eso lo mató.
   —No! No murió, está en terapia Intensiva, a la tarde lo operan, para extraer el vasito.
    Apareció la mujer, también beoda: —¿Y dónde se alojó el vasito?
    Le contestó un Médico que lo quería a Macoco, cayó en la bebida, cuando cayó en la obra donde trabajaba, para olvidar la pérdida de su pierna. 
—Señora de Macoco, el vasito se encuentra en el bazo.
   La mujer tenía los ojos llenos de venitas rojas y nariz con rosácea, de tanto tomar, ella era borracha en su casa. Macoco era un personaje del pueblo, que saludaba a todo el mundo, aún a los que no conocía.
   —Yo lo conozco a mi marido, con tantos vasos adentro, debe estar feliz, él ama la felicidad. El otro día me dijo que yo lo hacía sentir infeliz. Pobrecito Omar Khayyam, era nadie al lado de Macoco. Doctor, le pido que sea benigno con el bisturí, sáquele el vasito de vidrio, no le extraiga el alcohol, porque sentiría un vacío, que a lo mejor…bueno, usted me entiende.
   Al pueblo le faltaría un mito, que forma parte del paisaje, hasta el banco de la calle peatonal, que no es peatonal, es su cama.
   La operación fue un éxito, el vaso salió limpio como el cristal, se lo puede ver en el Bar Tito, sobre un pedestal, que a sus pies dice: “Este vasito fue de visita al interior de Macoco.” Ahora se encuentra entre nosotros, el vasito en el pedestal.
   Macoco saludando a la gente que le pide autógrafos, no permite fotos. Dice que esas maquinitas forman parte de una tecnología que sirvió para que el hombre, olvide que el vino y los demás alcoholes, son lo más grande que hay. Cambió Macoco, ahora su mujer le da felicidad. Ella lo sigue dos pasos por detrás, con un carrito de bebé y toda clase de bebidas. Toma del pico y duerme con ella, en un somier, de Tiendas La Capital, cerró sus puertas sin llaves y olvidó vender la cama cómoda y abrigada.
   A Macoco, tiempo después, nadie lo vio más. Alguno dice que le pareció verlo en la Terminal, otros lo vieron asomado al balcón de la Puticipalidad, lo cierto es que nadie sabe. Lo bueno, es que todos le inventan algún lugar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario