viernes, 26 de abril de 2019

ASCENSO



   —Hacemos diecisiete kilómetros hasta arriba.
   Éste está loco, tomamos de todo con la panza vacía. —Dale, me gusta, es una idea poco realista, pero si uno lo intenta…
   El flaquito pone cara de loser. —Vas a ver que ponés un pie, un paso y otro, así hasta donde te dije, seguro todavía están. Yo subí solo y había niebla, pero pude.
   Suncho estaba entrenado, aún con una botella de vodka abierta, tomaba del pico y subía como un gato. —Qué debilucho, Flaco! Te metés en los agujeros de agua, pozos de barro, ortigales, ahí…ahí…! Tenés una culebra, decile con esta rama: “Fuera bicho si estás aquí”. Poné voz de convencido, sino la culebra te pica, les molesta que les pisemos su terreno.
   El Flaco se agarró el tobillo para hacer creer: 
—Bueno, Suncho, a veces te toca perder, borrá esa sonrisa de argento en Miami, no me picó un carajo. Me rompe las bolas que me des clase.
   ¿Habrá entendido, Suncho?, sino me desconcentra y hago cualquiera.
   —¡Vamos Flaco, quedan dos kilómetros y hay musgo!-No le explico porque se ofende-.
   —¡Suncho! ¡Ayúdame, me resbalé un kilómetro!
   No le ayudaría un carajo, pero quiero que estemos los dos, para que vea. —¡Llegamos, Flaco! Batimos record, veinte minutos.-Porque es lento, sino lo hacemos en diez-.
   —¡Qué vista, Suncho, parece una Ciudad!
   Ahora se va a llevar la sorpresa de su vida: 
—Flaco, mirá para abajo.
   Mirá para qué me trajo, dos soretes de su autoría y los muestra con orgullo, en la punta de las Ánimas, para esto me hizo subir.
   —Sos un tipo de mierda.
   Sonreía. —Tenés razón, Flaco, pero al menos agradecé haber compartido mi experiencia.

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