jueves, 18 de abril de 2019

SIN RESPUESTAS



   Alquilaron los cuatro una cabaña, forrada en maderas térmicas. Los dormitorios tenían paredes herméticas, para las situaciones maritales de la picazón del séptimo año. Los cuatro Arquitectos, competían entre ellos, en tonos bajos, las disidencias y los niveles, que habían alcanzado. Bobby y Carola se casaron, luego Teo y Alicia. Se conocieron en la Ciudad de La Plata, cursaban juntos, estudiaban en grupo y eran reconocidos por sus logros modernosos, no asquerosos.
   Todos pensaban en casas construidas sobre la tierra, dándole importancia a la armonía entre plantas y construcciones. Odiaban los edificios altos. Los jardines colgantes de Babilonia, se involucraban en sus ideas.
   Ese verano transcurrió en una playa, rodeada de tamarindos. Hacían fogatas y quedaban dormidos hasta que el frío los calaba. Una noche etílica, Carola y Teo, durmieron en el dormitorio equivocado. Alicia y Bobby los buscaron como sonámbulos, arrastraban los pies en la arena, gritando sus nombres. Resignaron no encontrarlos y desmayaron en los sillones del living.
   No era novedad para ninguno, Teo y Carola curtían en el laburo antes de sus respectivos casorios. Igual procedieron Alicia y Bobby. La adrenalina de los cuatro tenía dimensiones de silencios no compartidos. No se nombraban los encuentros y había un goce en ignorar ambas situaciones. Estalló una tormenta inesperada, hubo sol el día entero, oscureció y el sol se fue sin despedirse. Carola y Teo trabaron las ventanas del lado de afuera, también las puertas.
   La cena estaba lista y ellos tardaron más de lo previsto. La cabaña estaba cerrada en su totalidad. Se quedaron criticando y riendo, de Profesores devotos: “Lo sé todo”, que les quemaban la cabeza. Un temor compartido, antes del amanecer, lograron a mazazos, romper la ventana de la cocina. Esta vez no gritaron, corrieron hasta el médano más alto, un faro natural. Sobre unas piedras que el mar castigaba, Carola y Teo yacían sobre y entre ellas. Tomados de las manos, Carola envolvía la espalda de Teo, con su pelo de sirena. El mar llevaba los cuerpos y los devolvía, como si se pudiera volver de una muerte convenida…  

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