viernes, 12 de abril de 2019

CALLE TRECE



   Mis cuñadas tenían un Jardín de Infantes. Era amiga de las tres, con ellas aprendí que a un chico no se le habla como a un estúpido, ni poner la voz finita, ni agacharse para que el chico se sienta enano. A los de cuatro, dejarlos hablar, es como comer chocolate  y si se logra una conversación entre ellos, sería una lástima que perdieran ese conocimiento del disparate, irracional, sin embargo coherente.
   Había cuatro niños tímidos, el de cinco me miraba y se ponía colorado, bajaba la cabeza al piso. Seguro que le gustaban las trenzas, el flequillo y que le armara rulos rubios. Se quedaba quieto y me decía: —Gracias, a mi Mami no la dejo, pero a vos sí.
    Se llamaba Maximiliano, su Madre pidió que no le redujeran el nombre a Maxi o Max. También nos pidió que no le elogiáramos el pelo rubio, los ojos celestes y la boca Mick Jagger. Decía que a los chicos no había que elogiarlos mucho, porque se ponían tontos.
   Él se enamoró de mí y yo me enamoré de él. Se festejó el 25 de Mayo y apareció Maximiliano con un traje de terciopelo azul, jabot y puños con puntillas. Lo más parecido a un principito. Me oculté detrás de una casuarina, para espiar tanta lindura. Cuando terminó el Acto, corrí lo abracé y le besé los cachetes.
   —¿Vos cuántos años tenés?
   Me hubiera gustado decirle cuatro, pero un Principito merecía la verdad: —Yo tengo dieciocho años.
   Se pisaba la punta de los pies. —Mami me dijo que había una diferencia de edad enorme, para casarnos, que yo tenía que esperar muchííísimo tiempo.  
   La Madre me contó y se reía y no paraba, hice lo mismo para acompañarla.
   El divino Maximiliano se agarró una peste maligna, perversa y desubicada. A la semana subió al cielo.
   No se lo cuento a nadie, porque van a decir que estoy loca, pero el amor más grande que tuve en la vida, fue el angelito Maximiliano.
   Mi Marido tiene pelo rubio ensortijado y ojos celestes. Tuvimos un hijo que lo bautizamos: Maximiliano. Va al mismo Pre-Jardín, de aquel querubín, cuando lo voy a buscar, la casuarina, aunque no haya viento, me regala una brisa cálida. Son los pasillos de un amor imposible.

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