Mis cuñadas
tenían un Jardín de Infantes. Era amiga de las tres, con ellas aprendí que a un
chico no se le habla como a un estúpido, ni poner la voz finita, ni agacharse
para que el chico se sienta enano. A los de cuatro, dejarlos hablar, es como comer
chocolate y si se logra una conversación
entre ellos, sería una lástima que perdieran ese conocimiento del disparate,
irracional, sin embargo coherente.
Había cuatro
niños tímidos, el de cinco me miraba y se ponía colorado, bajaba la cabeza al
piso. Seguro que le gustaban las trenzas, el flequillo y que le armara rulos
rubios. Se quedaba quieto y me decía: —Gracias, a mi Mami no la dejo, pero a
vos sí.
Se llamaba
Maximiliano, su Madre pidió que no le redujeran el nombre a Maxi o Max. También
nos pidió que no le elogiáramos el pelo rubio, los ojos celestes y la boca Mick
Jagger. Decía que a los chicos no había que elogiarlos mucho, porque se ponían
tontos.
Él se enamoró de
mí y yo me enamoré de él. Se festejó el 25 de Mayo y apareció Maximiliano con
un traje de terciopelo azul, jabot y puños con puntillas. Lo más parecido a un
principito. Me oculté detrás de una casuarina, para espiar tanta lindura.
Cuando terminó el Acto, corrí lo abracé y le besé los cachetes.
—¿Vos cuántos
años tenés?
Me hubiera
gustado decirle cuatro, pero un Principito merecía la verdad: —Yo tengo
dieciocho años.
Se pisaba la
punta de los pies. —Mami me dijo que había una diferencia de edad enorme, para
casarnos, que yo tenía que esperar muchííísimo tiempo.
La Madre me
contó y se reía y no paraba, hice lo mismo para acompañarla.
El divino
Maximiliano se agarró una peste maligna, perversa y desubicada. A la semana
subió al cielo.
No se lo cuento
a nadie, porque van a decir que estoy loca, pero el amor más grande que tuve en
la vida, fue el angelito Maximiliano.
Mi Marido tiene
pelo rubio ensortijado y ojos celestes. Tuvimos un hijo que lo bautizamos:
Maximiliano. Va al mismo Pre-Jardín, de aquel querubín, cuando lo voy a buscar,
la casuarina, aunque no haya viento, me regala una brisa cálida. Son los
pasillos de un amor imposible.

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