jueves, 30 de junio de 2016

NORA INVIERNO

                                                                            
   Entró al negocio como un rayo, Quintina producía electricidad.   Ahora me llamo Nora Invierno, me inspiré en la naturaleza. Tengo otra identidad, sale dos mangos y los hacen los mismos tipos que hacen las verdaderas.
   Aparece Quintina y la abraza, de lejos, porque su ropa podría arrugarse. —Nora Invierno ¿Qué pasó con los libros? ¿Qué son esas porquerías metálicas además del kiosco?  
   No me gustó nada lo que dijo con respecto a mis objetos, con un desprecio que no le conocía.  
 —Mirá Quintina, acá vivimos como podemos, lo que no podemos. Está Iván, mi marido, que se encarga del kiosco.
   Quintina pensó que nunca pensó en los deseos o los proyectos de Nora y dejó que hablara. 
—¿Sabés qué hice con los libros? Los vendí por kilo, fue más redituable que entren tres gatos locos y se vayan sin comprar. Traté de olvidarme de mí, pero no pude, mi mí viene conmigo.
—Nora cómo voy a despreciar tu emprendimiento, sos una reina verdadera, pero sacáte esos collares y pulseras que son horribles. Venía a proponerte un negocio ¿Te acordás que en una época, vendía aire en lata y la gente compraba? Charly, que es como mi marido, me dio la idea. La venta de Pitotangas, en un pack moñoso, con etiqueta de importación. Las viejas te lo compran de cabeza, se harán el bocho con el nombre.
   —Quintina, si para tener mejores ingresos tengo que vender Pitotangas, contá conmigo. Una intriga ¿Qué tienen adentro los packs de Pitotangas?
   Quintina la miró como quien se asombra de la ignorancia.
—¡Por favor, Nora! ¿Qué van a tener? Pitotangas ¡Obvio!  
                                                                    

miércoles, 29 de junio de 2016

COMPAÑÍA

                                                                                      
   Kitty estaba enferma y tranquila como un estanque. Al amanecer empezaba su trabajo de ceramista, cuando el sol se ponía franco, sacaba un banco y tomaba mate. Veía un viejo que pasaba todas las mañanas, encorvado, llevaba cartones en una bicicleta. Kitty, una mañana de frío congelado, llamó al viejo para que tomara algo caliente. Él aceptó. Le dio vértigo cuando miraba los trabajos de ella. Lo llevó a conocer la casa, se hicieron amigos, le contó del abandono de su mujer. Ella le habló de su enfermedad como algo tan natural, que daba tibieza. Se dijeron hasta mañana y se dieron la mano, como los hombres.
   Recibió un llamado de su hermana, agitada, nerviosa y sacada.Encontraron al violador compulsivo de Monte Grande, ¿Sabés quién es?
   Kitty dijo —No, no tengo la menor idea, nunca salgo, qué querés que sepa.
   La hermana contó que era el mismo viejo que tomaba mate con ella y se hacía el amigo.
   Kitty, con voz calma, le dijo que ese señor no se hacía el amigo, era amigo y todo lo que andaban diciendo de su amigo, era una mentira perversa. —Hablar así de un caballero, que leyó El Quijote en castellano antiguo. Si me quitan este amigo, abandono el tratamiento y dejo acontecer, antes o después sucede. No sé qué joden.
                                                  

martes, 28 de junio de 2016

PRE VERTE


   —Ahora llueve fuerte, no me dan ganas de ir a comprar puchos.
   Ella miraba por la ventana, el agua ocupaba el espacio exterior. Pidieron dos cafés, ella revolvía con furia el azúcar que no puso. Él quiso decir algo, pero no le salió nada. Tenía un cubito de azúcar en la boca, lo lanzó en la taza de ella. Buena puntería. Trató al mozo como una lady, cuando pidió que cambiara su café. Luego comió una media luna, que sumergía en el café, que ya no tenía ni café. Les dieron permiso para fumar en el No Fumadores. Él se prendió del cigarrillo, como un búfalo en postura de comenzar la carrera.
   Lo de la lady fue toser y toser. El dueño del bar le acercó un jarabe que paralizaba la tos. La lluvia se puso finita hasta que el arcoíris dijo, ¡Basta!
   Ella se levantó sin hablar, sin decir, —Tantas veces le dije pelotudo, ¿Qué más?
   Él movía con la lengua el aparato multidental. Recordó su costo. Siguió con la vista a la mujer, que se perdía hasta desaparecer en la entrada del subte.
   —Yo no sé para qué todo, si al final nada.
   Tomó su piloto, el triste portafolio, la cartera de ella y el piloto.
   Llegaron casi juntos. Ella casi le dice gracias.
   Él casi le da un beso. Entran a la casa, parecen casi un matrimonio.
                                                                                                                                                                      

lunes, 27 de junio de 2016

LA NOCHE

                                                                           
    Tuvo dos amantes, que la amaron para siempre. A Estela, no le funcionaba ninguno. Había uno que sí amaba, no tanto “como para siempre”, lo de siempre lo asociaba con la vida principio-fin. A cada uno le daba un tiempo de seis meses, para comprobar que los engranajes estaban en su lugar.
   Estela los disfrutaba y descartaba para deslizar su cuerpo hacia otro amante. Todos admiraban sus zonas eróticas, tenía consistencia de almohadón mullido y ella dejaba que se sirvieran a gusto.
   Con los años, enemigos de la vida, como aprendimos los viejos, se fueron muriendo uno tras otro. Estela no asistió a ningún sepelio. Durante la vejez llevaba flores para cubrir las tumbas de sus amantes. A veces se mareaba, porque las tumbas eran separadas y lejanas. —Tengo que llegar a la de él, no puede ser que no la encuentre.
   Monologaba hasta que depositó las manos en una lápida. Resultó ser la de él, estaba mojada y sintió bajo sus pies que la tumba se movía. Tocó el agua que manaba desde la lápida, tenía el olor del perfume de Estela. Ruidos extraños movieron la parte superior y provinieron dos manos, Estela aceptó y se introdujo.
   Nadie quiere ir al cementerio de noche, se escucha una pareja copulando hasta el amanecer.
   El amante fue dado por finado. Tuvo un ataque de catalepsia, sino fuera por Estela, que ayudó a levantar la tapa, no habría sobrevivido.
                                                  

domingo, 26 de junio de 2016

ESTAMPILLA

                                                 
   —El supermercado, mirá dónde nos venimos a encontrar, vamos a sonreír ahora, porque después, en la caja, llorás.
   Era su vecino que tenía ganas de recorrer góndolas, en compañía, a mí me ocurre al revés, prefiero hacer la compra, solo. En el sector limpieza no supo qué papel higiénico elegir. Yo seguí, porque en casa usamos bidet y nos pasamos la tohallita. Papel cocina, eligió uno que trae impresas recetas, siempre es la misma. Yo pasé de largo, en casa usamos repasadores de tela. En las gaseosas, mi vecino compró una de cada marca. Nosotros tomamos agua de la canilla.
   El muy caradura me pidió que lo acompañara al sector carne, estaba vacío, pero él compró por todos. Asado de tira, bifes, mollejas, chinchulines y morcilla. Yo miraba para otro lado, somos vegetarianos. Encontré lavandina, que es nuestro único elemento de limpieza, junto con el detergente. Mi vecino llevaba un carro con montaña y yo con un canasto, yerba, lavandina, detergente, dos zanahorias, un diente de ajo, un cuarto de zapallo y perejil. El vecino se ubicó delante de mí, la cajera pasaba las cosas y le hacía chistes.
   Tardó veinticinco minutos, tuvieron que agregar otro carro. Yo, por mi canasto, no pude creer lo que gasté. El tipo me esperaba a la salida, para que yo le transportara un carro y él llevaba el otro. Había dejado el auto a diez cuadras, me caían gotas y sus malditas latas me encandilaron, apareció mi Camus, (todos tenemos uno) le decoré la espalda con su propio cuchillo de hacer asado. 
                                                                  

sábado, 25 de junio de 2016

¿A CUANTO EL SOBRE?

                                                                                                                                               
   Nadie sabe bien lo que pasó con esta niña, ella lo vivió en su cabeza, en su cuerpo. Camila terminaba de comer y daba vueltas entre festucas y retamas.
   Su postre era el perfume de las retamas.
   No era propiedad de su familia, no tenían jardín ni vecinos. A ella le interesaba conocer un caserío de tejas, provenían luces de colores en todas las ventanas. Se acercó y escuchó música con volumen de bandas, había un chico de unos veinte largos —Pasá, es una fiesta…
   Iba a continuar, pero a Camila se le pusieron redondos los ojos —Mi mamá me mata si se entera, no quiere que hable con desconocidos, ni que vaya a fiestas.
   El chico la miró con media sonrisa y ofreció acompañarla a la casa. El trecho se hizo largo, porque a él lo pinchaban las festucas y parecía querer enfilar para la ruta. Camila lo seguía, como él era mucho más grande, seguro que sabía de alguna cortada. Los sapos, las ranas y algún gallo solitario hacían un ruido mayor que el normal. Las festucas se movían sin viento. Camila decidió escapar del chico que la guiaba, de los cantos de sapos, ranas, gallos y las festucas que se movían sin viento, tropezó y cayó de cara al cielo.
   Había cinco sombras de chicos que la ayudarían.
   Nadie sabe bien lo que pasó con esta niña.
   ¿Cuál es el precio de no saber? ¿Pagan bien?
                                                           
                                                    

viernes, 24 de junio de 2016

EL CAÑITO

                                                        
   El dúplex constaba de dos dormitorios y estar espacioso, bien articulado, un jardín minúsculo.
   Sus lugares anteriores eran agobiambientes.
   Los demás dúplex estaban desocupados, sembré árboles y hasta tres palmeras, daban la sensación que no se venderían nunca. Construí una selva.
   Intenté calentar agua y no salía gas. No estaba conectado, olvido involuntario. Ocho treinta horas, Gas del Estrato mandaría el instalador, perdí el día de trabajo, Gas del Estrato no apareció hasta el jueves, donde yo le hice un juego completo de llaves de la casa y le dije que cuando volviera quería el trabajo terminado y las llaves en mano, con el cobro en la inmobiliaria —Vaia tranquilo señó, no lo va a crier.
   Dijo el paraguayo con pestañas de caballo. Vino el invierno repentino y asesino. Prendí la estufa, no funcionaba, gas había, pero no encendía. Llamar al paraguayo.
   —Ia le voy sen…, ia le voy.
   Estaba con mi mejor amigo grandote, los dos recibíamos ofertas para patovicas. El paragua, cuando le abrimos la puerta, se achicó como cuarenta centímetros, se arrodilló ante la estufa, desarmó el cañito —Cómo si hace tó hoy, dio mío, losotro departamento tiene el mismo problema, mire ¿Ve que tá sucio petrificado?
   Mi amigo grandote se agachó, miró el caño y le dijo —Son arañuelas en expansión, con un alambrito, lo pasás por dentro y te queda funcionando.
   El paragua lo miró con ojos perdidos —Io no tengo alambre, tá caro la lambre. Pero si io tenía un cachito.
   Subí a mi cuarto, arranqué el alambre de un cuadro, de un tirón y volando lo puse en las narices del paragua —¿A ver, si su amigo me da una mano?
   Yo, con el diablo en el cuerpo le dije —Ya te enseñó, las boludez que es hacerlo!
   Miraba cómo salían los cúmulos de arañuelas, tardó quince minutos en conectar el caño.
   Me pidió un frasco para llevar las arañuelas. ¡Por fin tengo estufa! Adiós a la congelación perpetua. La mañana siguiente aparece el mismo paragua, para rellenar filtraciones aparentes, de todas las ventanas, no me explico cómo las filtraciones aparentes llevan kilos de yeso.

   —Le limpio tó señó, pa que vea, cuando me precisás me llama, io vengo, me gusta usté, tiene cara de bueno. Disculpe, pero, usté no es argentino, seguro. 
                                                                     

jueves, 23 de junio de 2016

UNIPERSONAL

                                                           
   Se me ocurren ideas nuevas del arte culinario, en cuanto la veo. Creo que nací horneando y me gustó, no sé si soy bueno, soy único. Me disfrazo de contento, pero estoy triste. Mi laboratorio de comidas tiene tan sólo dos ventanas, enfrente hay un ventanal donde sólo miro cortinas que se agitan y alguien que anda y se cae a cada rato. Es un pasillo de aire sin sol, pero con olores tibios. Hay un puente invisible entre las ventanas. Me da vergüenza, pero yo le llevo unos micropanetones rellenos de crema.
   Tarda en atender, entreabre la puerta, toma mi bandeja con ligereza y cierra diciendo gracias, se puso colorada igual a mí. Tenemos algo en común.
   Me anoté en un curso de Gourmet, para conocer el mundo exterior, que se me estaba borrando en el humo de la cocina. En la calle la gente me miraba  y se reía, llegué al curso y tuve miedo del Chef, de mis compañeros, de volver en subte, de volver caminando. Elegí caminar, percibía que me seguían. Yo caminaba rápido y los pasos de atrás se aceleraban, llamé un tacho, sospeché del chofer, sentí miedo XXL, pero me dejó en casa, no me quiso cobrar —Pibe, vos seguí cocinando así. ¡Genio!
   Y se fue a mil. El calor de la casa hacía pensar que era verano, bajé la temperatura por el acaramelado barroco con el engarce de confites de Birmania y macetas de chocolate con margaritas “Pétalos de hostia”. Los elogios me produjeron síndrome de audacia. Toqué el timbre de mi vecina. Entornó y preguntó qué necesitaba. —Te quería invitar a que conocieras mi casa.
   Puso cara de felicidad repentina. Me sorprendieron los volúmenes de mi vecina, para entrar a casa lo hicimos por etapas, primero pasó su escote, repleto de desbordantes tentaciones. Cuando vi esos enormes cuatro culos, pensé que debía calzarme los guantes de mudanza y brindar ayuda para su traslado completo al interior. Todo iba bien con mis empujes, hasta que se trabó en el último trayecto.
   Por suerte tengo frascos de miel de Pompeya, la unté, siempre con guantes, de ambos lados y entró como seda. Admiró tanto el decorado de la cocina, que se comió más de la mitad. Se fue a su casa, porque sigue una serie. Nos besamos las mejillas como despedida. Los hilos de miel de Pompeya no se cortan, atravesaron puertas y ascensores. Cómo me gustaría tener una novia así, con una superficie tan vasta, que podría dormir en su regazo, hecho huérfano con madre nueva. 
                                                                     

miércoles, 22 de junio de 2016

YO EL PEOR DE TODOS


   Había un aljibe en el centro del jardín de nuestra abuela. Cuando ella vivía decía que ya no cumplía su función, el agua de la napa secó. Parecía que andaba, tenía una roldana oxidada, un arco de hierro, una cadena con un gancho hacia afuera y el balde que se hamacaba abrigado por jazmines.
   Una noche yo, que soy el peor, según mis padres, maestros, amigos y proveedores. Les propuse a mis hermanos abrir el aljibe y cortar el misterio. El más chico que pesaba como dos gallinas y media, fue el elegido. Corrimos las tapas, lo metimos en el balde y empezó a descender, antes de tocar el fondo cayó un macetero de bronce, repleto de cactus, de espinas gigantes.
   Le dio en la cabeza, logramos subirlo. La sangre salía a borbotones, él nos decía que era cierto, agua no había. Estaba más que contento, mi madre miró feo, me dijo: —Satanás.
   Y volaron a la Guardia, tuvieron que pelarlo, pero las costuras quedaron rebuenas. A medida que crecíamos nos íbamos dispersando. Mi madre sufrió tanto con el síndrome del nido vacío, llegó a decir que yo era su hijo predilecto. Después me enteré que a todos les dijo lo mismo, pero por separado, para que ninguno se sintiera denostado.
   De los del medio hay dos que viven en Australia. Uno en EEUU, es el de peor gusto, sin duda.
   Hace meses que no veo al enano, es hippón y nómade, no se comunica con nadie. Alguien me dijo que escaló el Himalaya, con cien personas y lo vio, llegó primero. —Ahora descubrió unas islas de coral cerca de Tailandia, fuma todo el día, ahí no hay gente estúpida que lo prohíba.
   Estuve pensando, si vendo mis equipos y me divorcio, voy a encontrar dónde está el enano.
   No va a ser fácil, aunque andar por otras islas me lavaría el odio, la bronca y la impotencia de vivir en un país que no quiero ni nombrar.
   La casa del aljibe la compró un narco. Que la usó como reducto, el aljibe ya no estaba pero el caco cayó en el agujero que ahora sí, tiene una napa oceánica de aguas servidas.
   No me quiero enganchar con más nada de aquel lugar. Ahora vienen las islas, vienen las islas y mi hermano que corre de frente, con rastas
 multicolores.
                                                                           

martes, 21 de junio de 2016

¿QUÉ SE FESTEJA?

                                                                
   El día del padre jugaban en el jardín los hijos y los nietos. Se acercó a mirar el crepitar de la leña, mientras el asado se hacía sólo, antes les avisaba, ahora no. En la mesa estaba sólo el padre. La esposa le dijo feliz día del padre.
   —No soy tu padre, soy tu marido y por lo que veo podrías decirle a tus hijos que nos acompañen, toqué tres veces la campana y los truhanes nada.
   De pronto llegaron todos juntos, hablaban todos juntos e ignoraban al padre todos juntos. Comió una molleja, le pareció cruda. Dejó, no sin antes decir qué rica estaba. Le habló al aire, nadie lo escuchaba. Se fue por la puerta de atrás de la cocina, los árboles y arbustos llovían sus hojas secas y el padre lloraba su soledad.
   Llegó a lo de sus amigos que comieron en sus casas, escaparon de sus familias, igual que él. Jugaron a las bochas, comieron un asado de ternera, que se casaba con vinos estacionados en la vereda, me refiero a las botellas vacías. Luego volvió en su Auto Unión. En la casa seguían cada uno en lo suyo. El jardín sufría una invasión de compus, laptops, celulares, símbolos tecno que el padre sufría. Como los hombres tristes, tenía un humor sarcástico. Llamó al celular de su hijo que estaba tomando luna en una reposera.
   —Disculpá hijo, no te felicité por este día, olvidé que vos tenés un hijo, o dos, la verdad no recuerdo.
   El hijo tenía un enorme cubo de hielo en su whisky.
   —¿Porqué me decís eso? ¿Qué pasa en este día?

   Estaba tan beodo que cayó en la pileta, con celular y todo —Me quedé sin celu, culpa del viejo. Ahora que me compre uno.
                                                                   

lunes, 20 de junio de 2016

FAMILIA

                                                                        
   Le decían María la Laucha, iba a trabajar con su hijo, petiso y gordo. Jorge limpiaba vidrios, se miraba mejor cuando estaba sucios. La dueña de casa no reparaba, era medio cegatona y todo le parecía limpio, oscurecía la casa, por si quedaba algún sillón sin aspirar.
    María la Laucha y su hijo, Jorge, dormían en el piso de la cocina, si hacía calor, sobre las baldosas y en el invierno extendían viejas y rotas frazadas para la siesta. Cuando María la Laucha faltaba por razones de salud y el derecho del domingo, la dueña de casa perdía la razón. Gritaba, iba y venía golpeando puertas y trasladaba el polvo de los muebles, con un plumero. Cuando hacía el almuerzo su locura iba en aumento, terminaba por hervir agua con una papa y cuatro ruedas de cabello de ángel.
   Todo volvía a la normalidad cuando aparecían María la Laucha y su hijo Jorge. Llenaba un balde con un trapo de piso y con la misma agua y con la misma agua repasaba todos los pisos. Volcaba el agua y salía tinta negra. Le dio fiaca ir y venir a su casa y se instaló en lo de sus patrones, no se dieron cuenta de su presencia permanente.
domingo, la dueña de casa perdía la razón. Gritaba, iba y venía golpeando puertas y trasladaba el polvo de los muebles, con un plumero. Cuando hacía el almuerzo su locura iba en aumento, terminaba por hervir agua con una papa y cuatro ruedas de cabello de ángel.
    Todo volvía a la normalidad cuando aparecían María la Laucha y su hijo Jorge. Llenaba un balde con un trapo de piso y con la misma agua y con la misma agua repasaba todos los pisos. Volcaba el agua y salía tinta negra. Le dio fiaca ir y venir a su casa y se instaló en lo de sus patrones, no se dieron cuenta de su presencia permanente.
   Les hicieron una casita para perros, pero más grande. Allí dormía ella con su hijo, separados por una cortina de flores rojas, la señora les regaló dos colchones viejos, con olor a pis y las frazadas que usaron en la cocina. María la Laucha estaba consternada, le contó a la señora —Son los estudios médicos, parece que Jorge no es mi hijo…si no… mi hermano.
   Le preguntó cómo se sentía por la noticia 
—Siento que por fin tengo un hermano y un marido, en cinco meses voy a tener un hijo. Una familia, como la que tiene todo el mundo, o diferente, nos vamos a ver todos los días y le seguiremos desmugrando, patrona. Si ustedes estuvieran dispuestos, seremos parte de la familia.                                                               

sábado, 18 de junio de 2016

DR ¿PORQUÉ SE TOCA?

  
   Vivía con las manos en la bragueta, la mamá le decía —¡Sacá las manos de ahí, no es normal, a los cinco años, estar todo el día con el pito agarrado. Onorato, se lo estiraba y lo medía todos los días, largo y circunferencia. Era casi despreciable su crecimiento —Yo quiero ser como Papá, tener un pito marrón y grueso, rodeado de pelos. Mami, no sabés lo que es Papi desnudo! Algún día lo tenés que ver. No tiene desperdicio.
   Subió unas fotos del padre a Face, en distintas posturas que resaltaban sus atributos.
   Tuvo diez mil entradas. Pasaron ocho años y Onorato lucía un importante crecimiento, admirado por sus amigos telemáticos, que miraban sus autorretratos con envidia.
   Un día se le ocurrió poner su foto con la de su padre al lado. El hombre disminuyó la superficie
de su trofeo. Onorato ya constituía un fenómeno y tenía doscientas mil entradas.
   Dejó la compu abierta y fue a correr con calzas que lo destacaban como si tuviera un push-ball.   El padre encontró las fotos, no le resultaron interesantes, hasta que se vio a sí mismo, primero favorecido y luego enroscado como una lombriz solitaria, con bombinhas tipo pasa de uva.
   —¡¡Onorato!! Inconsciente, no sabés que tengo un laburo importante. Se deben estar agarrando la panza, riéndose a carcajadas, nuestros amigos, la familia!! Sos lo que apareció en tu foto, un boludo.
  Le pegó un puntapié en el trasero, Onorato gritaba porque le dio justo ahí —¡Pará Papá, mirá que con esto podemos hacer mucha guita y sólo ponés la cara. Y tus órganos sexuales, en pleno deterioro, explicando un poco, cómo los años producen retracciones insolubles.
                                                                                        

viernes, 17 de junio de 2016

ARGENTOS SIN FUTURO

                                                                
   El Cholo fue campeón de basket aquí, se lo peleaban distintos países de Latinoamérica y después vino Europa y llegó a Rusia.   Hasta China, tenía más extrañaduras que ofertas. Volvió. Les compró una casa digna a sus padres y regalos para todos.
   Solía pasar las tardes en lo de Tincho, un amigo tattoo empedernido. Autor de los tattoos del Cholo. Todos iban a escucharlo, cuando pasaba a tomar mate. Se iban enterando de a poco, Cholo siempre fue un tipo de tomarse su tiempo. 
   —Bueno, ahora cuéntenme de ustedes.
   Largo el trayecto del silencio, pero bien mateado, nadie dijo nada, hasta que lavandina habló con la verdad. —Mirá Cholo, Tincho, Sebas, Bruno y yo nos separamos. Ideas distintas, proyectos diferentes, nos juntamos a tomar birra, discutimos, nos ofendemos y parecemos putitos.
   Bruno era el catalizador de las caras, estaban todos pensando en los alquileres, los alimentos, cobrar y pagar lo que cobraste. Vender el auto. Tincho se guardaba el odio en la memoria, prefería un mate con Cholo.
   Él explicó que tal vez no advirtieron que vivían en un campo de concentración, tan avieso que ni se percibía. Había que salir, sin salir de lo que era nuestro. Él vio lo que sucedía en otros países y aprendió a querer a su tierra. Les pagó pasajes para que pasaran y vieran.
   Regresaron horrorizados ante tanta antropofagia.
   Cholo compró un puñado de tierra, con casas para cada uno y un predio común para sembrar.
    —Así se lucha contra el enemigo. Para no transformarse en Isis, posibilidad que no descarta nadie.  
                                                                        

jueves, 16 de junio de 2016

PISAR LA NO VIDA


   —¡Ey!¿No me conocés, Mercader?
   Miró adivinando —¡Sos vos, sos vos, ni te reconocí, ¿Dónde está aquel cuerpo infartante?¡Y la cara! Qué cruel es el tiempo.
   Inclinó la cabeza, se tomó la mejilla derecha y apoyado en un árbol, dijo —Cómo envejeciste tanto y yo nada, es muy impresionante.
   Le pregunté cómo estaba, sabiendo que su tema preferido, era él.
   Me miró con piedad, me dieron ganas de un revolcón al paso y se lo propuse.
    —No, ya no, ya no, ahora me gusta la carne fresca.
   Hacía cuarenta años que no nos veíamos. 
—Cambié de idea, un polvito me sentaría bien, quiero que hagas todo lo que te indique, ponete un gorro que te tape la cara. Supongo que te habrás hecho lolas, culo, lipo, teñite el pelo, a mí no me vengas con esas canas. Bañate con esponja desfoliante. No quiero desodorante ni perfume. 
—¡Por favor, basta Mercader! Sí, me comprometo a tus deseos y los agregados también los acepto.
—Corte de uñas, manos y pies, supongo que habrás dejado de fumar, con todo lo que insistí para que abandones. No quiero olor a cigarrillo. Me gusta el sexo fuerte, aunque sea tarde, fortalecé tu musculatura, pilateá unos días.
   Y pensar que ese coso fue mi novio, sin nada adentro (sólo el eco de goles) y un seductor por fuera. Le pregunté si se había casado, me llené de furia cuando dijo —pssí, algo así.
   Se me soltaron las bridas y lo arañé de arriba abajo.
   Sangraba de cabeza a pies…
   —Por eso lo soñé, yo no sería capaz, le dije al oficial. —Soy casi una discapacitada motriz, tengo operadas las caderas, en fin. Lo que sí le puedo decir, porque lo vi, es que apareció una mujer, mucho más joven, que le tiró un pitbull encima, a lo mejor mi información ayuda. Lo hago desinteresadamente.
                                                                     

miércoles, 15 de junio de 2016

PAÍS GENEROSO

                                                                                
   —Este banquito ya me lo tengo estudiado ¿Me escuchás Betty?
   La chica lo abrazaba porque la moto iba a mil 
   —Pipi ¿vas a estudiar no se qué?                               
Él paró de golpe —No entendiste, boba, ¿ves la ochava de la esquina? Hay un banco tan chico que lo hacemos en dos minutos, de noche, Porsegur deja las sacas a las doce y se las lleva al día siguiente, nos llevamos 200.000 como mínimo.
   Betty se puso a llorar, verseó que robar estaba mal, le ofreció trabajar más horas y darle la mitad. Puso frente de pensar —Como quieras Pipi, pero necesitamos la moto de tu hermana, con dos es más fácil, sino fijate en los diarios, hay toda una estrategia y es tan común, le sale bien a todos. Él terminó convencido, quiso dejar sentado algunos detalles.
   —Betty sos una genia, pero si lo hacemos, nada de birra,  ni faso o merca. Debemos estar lúcidos-. Ella baja la cabeza, los hombros y el casco.
   —Si Pipi, todo bien pero yo una raya me hago, adrenalina viejo, vos hacé la tuya, yo un nariguetazo necesito, uno sólo.
   —Loca, te aviso que hay una pareja de play móvil celestes, de seguridad, pelotudean la manzana, son novios y chuponean todo el tiempo, no hay que preocuparse, también hay un auto, cana de la Federal, es drogón, la semana pasada atropelló un pendejito y siguió de largo. Al poco tiempo se llevó una vieja puesta, esa murió, pobre.   El tipo, si nos ve dispara al aire y se charla un arreglo, vive de eso el miserable.
   Lo hicieron la noche del jueves, forrados de negro por las cámaras, entraron por una puerta de latón, no sonaron las alarmas, hubo corte de luz o algo así. Las sacas estaban bien llenitas y a mano. Las pusieron en sus respectivas mochilas. El de la Federal dormía en el auto con un cacho de pizza que le caía de la boca.
   Rajaron a velocidad luz. Llegaron a su guarida canuto y abrieron las sacas, casi desmayan, adentro tenían papas, kilos y kilos de papa sucia.
   Se putearon todo, mientras Betty preparó puré de papas y comieron en silencio.
   Salieron en sus motos vestidos como para bolichear, había unos de tránsito local, los hicieron parar. Recibieron una multa cada uno por no llevar casco. Los obligaron a dejar las motos. Tenían hasta el martes para retirarlas del destacamento.
                                                                                     

martes, 14 de junio de 2016

IDIOMA

                                                 
   Un personaje decía —¿Y qué?¿Te vas a quedar a vivir sola?
   La otra le contestaba —No voy a estar sola, voy a estar conmigo. Entre lágrimas descascaradas corría el rimel por su pérdida, quería abrazarla, decirle que el primer año es insoportable y a medida que pasan se forman nubes en la memoria. Y recordás buenos atributos, que en la tierra no tuvo el finado.
   No dije nada, era aquí y ahora donde las palabras no sirven, no alcanzan, son ajenas al idioma del dolor.
   Esperé que transcurriera una semana y la fui a visitar sin previo aviso. Estaba envuelta en la bata de su marido y las pantuflas que él usaba. Sus ojos habían comenzado a mirar hacia afuera. La puerta entornada y la voz ronca seca, me dice —Pasá.
   Desconectó teléfono,  celular, luz y gas. Usé uno de sus prolongados silencios para decir algo que hacía mucho tiempo debería saber.
   —Daría mi vida porque me prestes la bata y las pantuflas de él. (Se quitó todo y me lo entregó).
   —Llevate todo y andate.
   Se miró en el espejo y dijo —Cuánto más sola se siente una.
   Lo dio vuelta, tenía papel arañado. Yo quería contarle que su marido fue mi amante durante cuatro años y él decidió volver con ella.
   Me interrumpió, —Él me dijo todo, lo resistí porque me pareció honesto, me alegró que tuviera carne con otra cuatro años y un amor eterno para mí. Decile a tu marido que para él dejé de existir. Es bueno y honesto, él también te dirá algo. Mendaz, seguro, vos sabrás si sobrás.
                                                                  

lunes, 13 de junio de 2016

ARRORRÓ

                                                
  —Siéntese donde quiera, Claudio, ése es su nombre, ¿verdad?
  — Mmnno, Claudio, ése es mí lugar, elija entre lo que le queda.
  — Mire, Doctor…
  — Llámeme Jorge, por favor.
  — Mire Doctor Jorge, soy un adulto ubicado en tiempo y espacio. Esté dónde esté, lo sé perfectamente y eso es lo que me preocupa. Me casé, tengo hijos. Mi trabajo es estable. Hice todos los duelos por los que ya no están.
  — Su vida parece perfecta, Claudio, continúe, porque no entiendo bien cuál es el conflicto.
   — Mire Jorge o Doctor, como guste, vine porque hay un duelo que no puedo superar. Me da tanta vergüenza, que el único modo que encontré, apropiado, es pagar a alguien para que me escuche, alguien que no sepa la clase de persona que soy. Desde ya le advierto que no quiero venir una vez por semana. Me mataría.
  — Claudio, tranquilo, cuénteme y olvídese del después, ¿nos parece bien?
  — Atajate ésta, Dr. Jorge, no pude nunca, elaborar la pérdida del chupete. Los servicios que me daba, teta cuando no había, caramelo cuando no me dejaban, mejor que el chicle para la bronca y más placentero que el dedo en la boca para dormir.¿Cómo hago Jorge? Es un papelón para mí mismo.
  — No es ningún papelón, Claudio, tengo pacientes que
también extrañan sus chupetes, es un vicio, como fumar.
  — ¿El chupete es un vicio?
  — Como si lo fuera, Claudio, para usted no lo es, pero lo
extraña, lo sufre.
  — Jorge, ¿Qué debo hacer? Otra sesión no quiero.
  — Ud. Elige, Claudio, por ser nuestra primera y última sesión, le sugiero, que se compre un chupete, lo use y trate de no perderlo. ¿Me explico?
                                                                  

domingo, 12 de junio de 2016

SORPRESAS DESGRACIADAS

                                                               
   India y sus sorpresas, cuando le robaron la billetera en pleno mercado, donde vendían de todo. Allí mismo, le dieron una tarjeta, escrita en inglés, una pareja se ofrecía de chaperones. Dirección, número de teléfono. Cuando llegó al hotel los llamó y con voz nerviosa les adelantó que sin compañía él no salía. Lo llevaron esa misma noche a comer rarezas indias, luego unos batidos de coco, con un alcohol gelatinoso. Se sintió flotando entre nubes, aparecieron los dos y lo llevaron a un lugar ideal para la sobremesa. Era una pareja fornicando, con espectadores alrededor, observando, cada uno en actitudes diferentes, una vieja indiferente, con boquilla y anteojos negros oblicuos, una pareja joven que se sumó a los protagonistas.
   Él, que no pudo contenerse y les vomitó encima. Nina y Marco se lo llevaron a otro sitio. Había cuatro que bailaban como pulpos y mostraban traseros que lo marearon, no sabía dónde estaba. A veces aparecía Marco o Nina, para ver si le había pegado. Él decía que nadie le pegó. Nina desapareció de escena y se reía. Una de los cuatro pulpos bailó para él, en exclusiva. Se dieron unos revolcones de oficio, hasta que se hizo de día. Quedó paralizado cuando vio a sus chaperones con parejas indias. Lo primero que preguntó Nina fue si le había gustado. Le dijo que sí. “Qué bueno que te gusten los hombres y las minas también. Alegrías dobles.” Él ignoraba que había estado con un hombre, le agarró el argentinismo y tuvo ganas de suprimir dos vidas. Pero Nueva Delhi era su lugar preferido, Nina y Marco lo conocían hasta el último rincón. Les pidió lugares históricos o populares, no quería escenografías porno, perversas o les pusieran el nombre que quisieran.
   Anduvieron de templo en templo y casas de milenios. Les perdonó la vida, ellos lo llenaron de vida. Regresó, dice que son dos degenerados, pero los extraña.
                                                          

viernes, 10 de junio de 2016

AUDACIA PRESTADA

                                               
   Para mí Minnie Cooper era una vieja tramposa.
   Sus mejores años los pasó con un sátrapa que la largó, sin más. Después promueve hábil, como tejido de araña que un negro la había molestado, no lo dice, prefiere que la gente piense que el negro la violó y hay un goce, cuando el chisme va de boca en boca y Minnie Cooper dice sin decir, es una artista la loca. Les da la excusa perfecta para sacarse un negro de encima y un odio mendaz. Lo matan por Minnie Cooper.
   Vino a Tandil, durante el verano, me tomé la libertad de pedirle una entrevista y ella la gentileza de aceptar. La vi viejita, como de cien años, con dos lentejuelas negras, sus ojos.
   Apareció un negro corpulento de pelo blanco, rodeado de muletas. Minnie Cooper me presentó a su marido, que nadie mató, vivía con ella y de ella. El señor Faulkner nos leyó el cuento y me gustó mucho. Nosotros se lo contamos a él, lo hizo bastante parecido, casi idéntico. Mi marido soportó la lectura, hasta donde se dice de mí que soy adúltera. —Eso no se lo permito ni a usted ni a Willy.
   Nosotros fuimos fieles y cuando no, fue con permiso y respeto. Reconozco que lo engañé una sola vez, en cien años no es nada. A mi marido le dieron en ambas piernas y a la altura de la cintura. Lo curaron con sulfato de potasio. Tiene que usar una rueda de bastones para circular de pie y no fue de noche, porque había sol. Nos derivaron a éste país para hacernos una plástica, tenemos que esperar, los médicos todavía no recibieron goma de pegar.
   —Señorita, si nos disculpa, nos retiramos a descansar. Mañana tenemos una jornada intensa, el negro está ansioso por encontrar a Faulkner.
   A través de un juicio donde comprobaron que Willy era lavador de libros. Se enteraron por el diario, se escondió en Tandil, junto a otros que lavaban en otros rubros, negocios, campos, campo, campos, lo encontramos en “La Vereda”, parecía un dandi, nos saludó con una mano lejana y pesada.
   El negro le distribuyó bastonazos en todo el cuerpo, golpeó a William hasta matarlo.
   Minnie Cooper y su marido volvieron a Jefferson.
   Viajaron en el mismo avión donde trasladaban los restos de William Faulkner. No hay seguridad que esos restos fueran de William. Tal es así que continuó publicando cuentos, que le contaron otras personas. Trataba de adaptarlos, pero le salían idénticos.
                                                                                         

jueves, 9 de junio de 2016

PERSONA INQUIETANTE

                                                         
   En el último viaje llené el auto con cajas de fotos antiguas, mi forma de combatir las tardes de lluvia, era abriendo las cajas. Encontré cuentas sorprendentes, de centavos, que pagaron arados, peones y un antecesor del tractor.
   Los beneficios a medida que crecía su fortuna, le daban la tranquilidad de asegurar el bienestar de sus hijos. Tendrían estudios y dejarían de jugar toda la tarde a la pelota.
   La carpeta estaba cerrada al descuido, a diferencia de un alto de expedientes, puestos en una caja solitaria.
   La lluvia se detuvo, el arcoiris parecía señalarme la caja solitaria, comencé a leer, era una escritura de cuentas. En ella yo era única heredera de propiedades sorprendentes, aquí y afuera,
   El abogado primero me miró como a una hormiga y luego me vio princesa. Hice el cálculo, quedé con la mandíbula inferior a la altura del ombligo. Durante la ceremonia tribunalesca me fueron entregadas las llaves de todas mis propiedades, un aro de bronce, del cual pendían imágenes barrocas de cada llave. Me dieron ganas de permanecer escondida.
   El abogado, chiquito y extraño, lucía una ropa exótica, corbatón con palmeras y mujeres hawaianas bailando hula hula. Finalmente me invitó a comer con champán para celebrar los resultados, teníamos buena comunicación, él me miraba, no como un banco, sino como se debe mirar, con los ojos bien profundos. Y por esa mirada inquietante, hoy, estamos en nuestra casa de Cancún, rascándonos el ombligo todo el día. Hace dos noches fuimos a una guardia, porque teníamos infecciones importantes entre el ombligo y sus adyacencias. Antes vivíamos sin ropa, pero apareció mucho vecino que ve mal cómo vinimos al mundo.
                                                                  

miércoles, 8 de junio de 2016

SOMOS FAMILIA


   Vivíamos las cuatro juntas. Delirio, la más chica, de setenta años, atendió el timbre. Había tres hombres y un perro. Los dejó pasar, Angustias, de ochenta y cinco años y Martirio, de noventa años, dejaron sus tejidos. Los hombres entraron y se presentaron de uno en uno. Educados, bien vestidos y comedidos.
   El perro desapareció en las habitaciones y los tres se dedicaron a buscarlo. Tardaban tanto, que la mandamos a Delirio para ver qué sucedía. Vio a los hombres contando dinero en euros, poniendo en un bolso las joyas de todas nosotras. Bajó a decir lo que vio —Delirio, tus descubrimientos siempre son un delirio. Mirá si esos señores, tan distinguidos iban a cometer imprudencias.
   Los tres dijeron ser sobrinos nietos de Martirio, justo la que perdió la memoria, igual pensó mucho en qué quería decir sobrinos, nietos, ella misma. Los invitó con un té, Angustias pudo ver el reloj de su padre, colgando del bolsillo del más alto. —Eso que tiene colgado, era de mi padre.
   El tipo se puso Kung Fu y sacó una soga y una navaja, nos amuchamos bajo el piano. Nos tenían cercadas. Tomaron nuestros licores con toda tranquilidad y se fueron dejándonos encerradas. Los golpes de la desesperación fueron escuchados por todos y tiraron la puerta abajo, cayó sobre Martirio, quedó planchada para siempre, como decía ella —Me sobran años y esto de la vida me aburre, tal vez sea hora…
   Quedamos sólo tres, parece que lo de Martirio y nosotros tuvo prensa a nivel nacional e internetón.
   Nos pagaron muy bien, la parte de Martirio se la dejamos a los sobrinos ladrones, que después de todo, eran sus sobrinos.
                                                                     

martes, 7 de junio de 2016

LA IGLESIA DE LOS PAPELITOS DE COLORES

                                                              
   El muro de los lamentos. Gris frío del lado del viento, a veces no hay viento. Una vez por mes nos encontramos, hay un señor que siempre es el primero, dice que se levanta a las cuatro, toma unos mates y llega a las siete de la mañana. Hay quien viene a las ocho, entre ellos estamos nosotros. Nos conocemos de la fila, somos solidarios por dos horas, aunque sea. La gente dice por boca de otro que dijo. Hay creativos que con dos palabras describen su vida, como para que uno pregunte  y el tipo empieza la historia desde su nacimiento en Vela. Es interrumpido por alguien que dice haber vivido, para la misma época y en el mismo lugar. Hasta las diez que abren, sobra el tiempo o no alcanza, según quiénes haya. Había un señor, con su señora, que no tenían ningún diente. Cuando se reían, uno se enteraba. Les ofrecí mis servicios y aceptaron con la inmediatez del que necesita.
   La mujer era chilena y sufrió los embates del dictador Pinochet. Fue torturada, pertenecía al grupo “Acción por la Revolución”. No me contó más, dijo que le dolía el alma.
   Se abrió el BANCO NACIÓN, la puerta semicircular imitando el bronce de las caras de los empleados.
   Entramos de uno en uno, nos dieron un número, seríamos llamados. Perdí a mis amigos circunstanciales.
   Si nos encontrábamos a la salida, nos dábamos la mano. Excepto la Señora Chilena, que la abracé y le grité cuando se iba:
   —¡Viva Chile, Mierda!
                                                              

lunes, 6 de junio de 2016

LA CLASE VIVA

                                                 
  — El lenguaje se redujo hasta en las malas palabras, éstas últimas ahora son buenas, más aptas para el no consumo y liberan apetencias asesinas.  Un adolescente llama a su compañero: ¡Ché puto! Y el otro responde: ¿No ves, boludo?, la rueda se hizo concha.
   Los ejemplos serían infinitos. Está la sensación común de creer cada vez menos. Entonces, las malas palabras, dejan de serlo, como las palabras semáforo, helado, zapallo, cada una tiene un valor intrínseco, que no necesita nombre. Aparece la era de la seña, fuck you, los cuernitos, el dedito acusador. La función del dedo tiende a expandirse, tanto para un moco seco pendiente, como para digitar un celular.
   Prepárense, falta poco para las cuatro patas.
   —¿Qué piensan de mi desarrollo nueva era?
   Los alumnos le arrojaban tizas, chicles masticados, cantaban a coro —¡Que se vaya! ¡Que se vaya!
   Dieron vuelta los bancos formaron barricadas y jugaban a la intifada.
   El profesor renunció y vive en Bolivia, tuvo un encuentro casual con cuatro de sus fucking alumnos, estaban haciendo dedo.
  Los reconoció,  su auto le patinó raro, encima de sus ex alumnos.
                                                              

domingo, 5 de junio de 2016

VIVA RUMANIA


   La conferencia bien nutrida debatía temas, mientras afuera se escuchaban tiros, bombas y derrumbes. Le pedí a mi hija que regresara de inmediato —Vos no sabés cómo la gente te contagia la idea de libertad, soy periodista, traductora y rumana. Hace poco que murió el tirano. Dejó residuos importantes de sus ideas genocidas. En eso estoy trabajando. Los rumanos quieren recuperar un tejido sin nudos. Mamá, esta llamada me va a salir un huevo, un abrazo.
   “Queridos padres, prefiero escribirles. No sé si llegará, el correo de acá funciona, pero después ¿Cuántos ojos leerán esta carta? Seré optimista. Les cuento, durante el debate de la conferencia, todos corruptos, cuatro vigas cayeron sobre su mesa y una araña de bronce. Rumania se sacó un enorme peso de encima, sin tener que hacer nada. Tomé unas fotos del evento del derrumbe. Se las mando por internet.
   Tengo una noticia para darles, vivo con Klovis, mezcla de alemán, con ruso y conmigo. No es un perro, es un chico que está rebueno y es bueno. Tengo la Ciudadanía Rumana, no sé cómo anular la Argentina. Me salvó este bebé divino, que se llama como vos, papi y tiene tres años. Cuando trabajo lo cuelgo en mi espalda y cuando debo traducir, se dedica a encerar pisos. Recibí una oferta delicada, útil, pero necesito dejar mi bebé con alguien ¿Te lo puedo mandar?, llega cinco treinta, Mamá no te olvides.”
   Lo aprendí de Klovis “No hay que olvidar”. 
                                                                                

sábado, 4 de junio de 2016

NO ME DIGAN

                                                                  
   Nos sentamos juntos en el bancote naranja, yo no lo conocía. Estaba triste y lloraba. Hasta el último papelito, no dejé.
   Él, con la mirada recta al Dique, preguntó si me pasó algo grave. Le conté telegrama, —Mi novio me dejó, me echaron del laburo, choqué el auto, a mi viejo le dio un síncope…
   Esperó los instantes del rebobinado, dudó, pero me dijo —Vos tenés que caminar, por todas partes, las sierras, las cuatro manzanas de las luces. Te van a mirar, porque sos linda y por ahí te nace un novio nuevo.
   Es un ingenuo, pensé, optimista y más agradable que el psicólogo. Nos despedimos al atardecer,  me preguntó si el bancote naranja me gustaba, le contesté que no. —A mí tampoco.
   Fueron sus últimas palabras. Estoy siguiendo las recomendaciones de él, camino todo y voy para el mismo bancote a descansar y esperar que aparezca.
   Lo encontré en pleno invierno, tenía el cuello al aire, le regalé mi bufanda.
   Quiso saber si me la tenía que devolver —No, es un regalo por tu ayuda de aquel día. Y porque parecés un ángel.
   Le pregunté cuántos años tenía y me dijo nueve, además estaba acostumbrado a su madre, que era maníaco depresiva, con mis mismos síntomas.
   Regresé temblando por el frío y para alejarme del monstruo, porque ese chico, es un monstruo. Sabio,  oportuno, afectivo, inteligente. Todo lo que me digan, no quiere decir que no sea un monstruo.
                                                                   

viernes, 3 de junio de 2016

EL SABOR

                                                  
   Las chicas andaban pataperreando en los shoppings “Yo te Oferto”. Desde la mañana, con sus valijas colgantes, hombres de bronce, ojos tímidos y miedo al fondo. Ocupaban lugares que estimulaban la venta de collares, pulseras, colgantes, anillos y todas esas porquerías que les encantan a las mujeres.
   Superior a la compra es la charla, una tilinga le pregunta cosas personales —Madame, Senegal es una montaña de pobreza, con niños seguidores  de panzas redondas, llenas de nada, existe la esclavitud con cadenas. Hay alegría también, hacen recitales, de corazón, Amadou et Mariam, esos días olvidamos los tormentos y la música invita a danzar, tres días consecutivos sin memoria.
   La mujer estaba prendida del relato, mientras elegía collares y pulseras.  —¿Vos aceptarías comer en mi casa, hoy por la noche? Es aquí a la vuelta, la casa de las palmeras.
   El senegalés le sonrió, sandía, —Allí estaré Madame, merci.
   Ella prendió velas por toda la casa. Comieron salmón a la parrilla y una orquesta de frutos de mar, terminaron el Champán en la habitación. Mientras Senegal la recorría de norte a sur, con el clásico final, la mujer abajo, Senegal arriba. Llegando a la curva final, abrió la puerta el marido de Madame. —¿Se puede saber qué estás haciendo?
   Lo miró entornado y murmuró —Pasale la lengua por la espalda, despacio, es quisquilloso y tan gostoso.
   Al esposo también le pareció gostoso. Pidió a Madame, que los dejara solos.
                                                                         
                                                              

jueves, 2 de junio de 2016

BELLA

                                                                                
   Yo puedo caminar sola, no preciso ayuda. Uno de los chicos aseguraba que siempre la veía sentada o acostada entre pastos altos.
   Ella tenía pelo largo, acaracolado, algo de medusa en los ojos. Cambió de idea, la Bella inmóvil  —Quiero llegar al río pero voy a necesitar que me tomen de los  brazos, estoy tan débil que apenas me podría arrastrar. 
   Para los chicos era un juego, ella pesaría unos cuarenta y dos kilos, hicieron cuatro pasos y estaban sentados en cómodas piedras. Sumergieron sus pies. La Bella apenas rozó el agua, despidieron el día.
   —Tengo frío, apenas puedo mover las piernas ¿puedo pasar los brazos por sus hombros? Quiero ir a mi casa.
   Cuando llegaron a la casa de la Bella, pidió descansar en las escaleras. Dijo que juntaran todos los duraznos que encontraran. Allí no los comía nadie. Les agradeció. —Voy a permanecer sentada en las escaleras, es mi hora de estar sola, me están llamando a comer.
   —Vengan de visita algún día, me gustan las aventuras con ustedes.
   Ellos no la podían olvidar ni por un segundo, pero no entendían porqué les sucedía, al cabo de dos semanas fueron hasta su casa, atendió una señora sonriente, se escuchó por detrás la voz de la Bella —¡Ya voy!
   Entró en el hall con una silla de ruedas, de cambios automáticos.
 —¡Qué suerte que vinieron los dos! Así se turnan para llevarme y me olvido de los cambios automáticos.
   Los chicos nunca entendieron porqué ninguno se dio cuenta, que la Bella era paralítica.


                                                                                

miércoles, 1 de junio de 2016

CONVIVENCIA

                                                                        
   Hablaba desde que llegaba hasta que se iba, una suerte el regalo de su amigo, escuchar música, dentro de su cabeza. Tenía inconvenientes, él, que llegaba hablando contando pavadas, pero a veces, eran cosas importantes, como la fecha del alquiler. Cuando había que hacer los depósitos bancarios. Él no escuchaba nada.
   Sufrieron desalojo de inmediato y cartas documento, anunciando corte de luz, gas, agua, teléfono. —Sí, te tapás los oídos para no escucharme y por boludo nos llegan estas facturas impagas desde mayo. ¿Qué hiciste con el dinero? Eso no lo escuchaste, pero viste la plata y las cuentas, en tu escritorio.
   Se quita los auriculares mientras su compañero de departamento decía —Irresponsable, te gastaste todo.
   Le parecieron reproches tardíos, herido en su dignidad, dijo —Vendo el auto, la moto, el cuatriciclo, la pantalla de tv de dos plazas, las obras completas de Borges, los muebles de mi abuela y tu falso Rolex. Pagaron todo, quedaron hechos.
   Se encontraron en la misma inmobiliaria, allí se perdonaron con un apretón de manos. Habían sido compañeros en cuarto grado. Se recordaban muy parecidos en los comportamientos, alquilaron juntos un departamento, con dos dormitorios y baño en yunta. Les ocurrió como a los matrimonios, primero todo bien, segundo algunos raspones, tercero, aprender a convivir y luego viene una cuarta vuelta donde nadie es responsable de sus actos. Les pasó durante su segundo alquiler. Un monoambiente con un monobaño. El odio creció entre ellos, alto como la inundación que los sorprendió de noche. Fueron arrastrados por el agua, no llegaron a matarse. El agua se encargó de sanear las diferencias.