martes, 14 de junio de 2016

IDIOMA

                                                 
   Un personaje decía —¿Y qué?¿Te vas a quedar a vivir sola?
   La otra le contestaba —No voy a estar sola, voy a estar conmigo. Entre lágrimas descascaradas corría el rimel por su pérdida, quería abrazarla, decirle que el primer año es insoportable y a medida que pasan se forman nubes en la memoria. Y recordás buenos atributos, que en la tierra no tuvo el finado.
   No dije nada, era aquí y ahora donde las palabras no sirven, no alcanzan, son ajenas al idioma del dolor.
   Esperé que transcurriera una semana y la fui a visitar sin previo aviso. Estaba envuelta en la bata de su marido y las pantuflas que él usaba. Sus ojos habían comenzado a mirar hacia afuera. La puerta entornada y la voz ronca seca, me dice —Pasá.
   Desconectó teléfono,  celular, luz y gas. Usé uno de sus prolongados silencios para decir algo que hacía mucho tiempo debería saber.
   —Daría mi vida porque me prestes la bata y las pantuflas de él. (Se quitó todo y me lo entregó).
   —Llevate todo y andate.
   Se miró en el espejo y dijo —Cuánto más sola se siente una.
   Lo dio vuelta, tenía papel arañado. Yo quería contarle que su marido fue mi amante durante cuatro años y él decidió volver con ella.
   Me interrumpió, —Él me dijo todo, lo resistí porque me pareció honesto, me alegró que tuviera carne con otra cuatro años y un amor eterno para mí. Decile a tu marido que para él dejé de existir. Es bueno y honesto, él también te dirá algo. Mendaz, seguro, vos sabrás si sobrás.
                                                                  

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