Un personaje
decía —¿Y qué?¿Te vas a quedar a vivir sola?
La otra le
contestaba —No voy a estar sola, voy a estar conmigo. Entre lágrimas
descascaradas corría el rimel por su pérdida, quería abrazarla, decirle que el
primer año es insoportable y a medida que pasan se forman nubes en la memoria.
Y recordás buenos atributos, que en la tierra no tuvo el finado.
No dije nada, era
aquí y ahora donde las palabras no sirven, no alcanzan, son ajenas al idioma
del dolor.
Esperé que
transcurriera una semana y la fui a visitar sin previo aviso. Estaba envuelta
en la bata de su marido y las pantuflas que él usaba. Sus ojos habían comenzado
a mirar hacia afuera. La puerta entornada y la voz ronca seca, me dice —Pasá.
Desconectó
teléfono, celular, luz y gas. Usé uno de
sus prolongados silencios para decir algo que hacía mucho tiempo debería saber.
—Daría mi vida
porque me prestes la bata y las pantuflas de él. (Se quitó todo y me lo entregó).
—Llevate todo y andate.
Se miró en el
espejo y dijo —Cuánto más sola se siente una.
Lo dio vuelta,
tenía papel arañado. Yo quería contarle que su marido fue mi amante durante
cuatro años y él decidió volver con ella.
Me interrumpió, —Él
me dijo todo, lo resistí porque me pareció honesto, me alegró que tuviera carne
con otra cuatro años y un amor eterno para mí. Decile a tu marido que para él
dejé de existir. Es bueno y honesto, él también te dirá algo. Mendaz, seguro,
vos sabrás si sobrás.
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