viernes, 10 de junio de 2016

AUDACIA PRESTADA

                                               
   Para mí Minnie Cooper era una vieja tramposa.
   Sus mejores años los pasó con un sátrapa que la largó, sin más. Después promueve hábil, como tejido de araña que un negro la había molestado, no lo dice, prefiere que la gente piense que el negro la violó y hay un goce, cuando el chisme va de boca en boca y Minnie Cooper dice sin decir, es una artista la loca. Les da la excusa perfecta para sacarse un negro de encima y un odio mendaz. Lo matan por Minnie Cooper.
   Vino a Tandil, durante el verano, me tomé la libertad de pedirle una entrevista y ella la gentileza de aceptar. La vi viejita, como de cien años, con dos lentejuelas negras, sus ojos.
   Apareció un negro corpulento de pelo blanco, rodeado de muletas. Minnie Cooper me presentó a su marido, que nadie mató, vivía con ella y de ella. El señor Faulkner nos leyó el cuento y me gustó mucho. Nosotros se lo contamos a él, lo hizo bastante parecido, casi idéntico. Mi marido soportó la lectura, hasta donde se dice de mí que soy adúltera. —Eso no se lo permito ni a usted ni a Willy.
   Nosotros fuimos fieles y cuando no, fue con permiso y respeto. Reconozco que lo engañé una sola vez, en cien años no es nada. A mi marido le dieron en ambas piernas y a la altura de la cintura. Lo curaron con sulfato de potasio. Tiene que usar una rueda de bastones para circular de pie y no fue de noche, porque había sol. Nos derivaron a éste país para hacernos una plástica, tenemos que esperar, los médicos todavía no recibieron goma de pegar.
   —Señorita, si nos disculpa, nos retiramos a descansar. Mañana tenemos una jornada intensa, el negro está ansioso por encontrar a Faulkner.
   A través de un juicio donde comprobaron que Willy era lavador de libros. Se enteraron por el diario, se escondió en Tandil, junto a otros que lavaban en otros rubros, negocios, campos, campo, campos, lo encontramos en “La Vereda”, parecía un dandi, nos saludó con una mano lejana y pesada.
   El negro le distribuyó bastonazos en todo el cuerpo, golpeó a William hasta matarlo.
   Minnie Cooper y su marido volvieron a Jefferson.
   Viajaron en el mismo avión donde trasladaban los restos de William Faulkner. No hay seguridad que esos restos fueran de William. Tal es así que continuó publicando cuentos, que le contaron otras personas. Trataba de adaptarlos, pero le salían idénticos.
                                                                                         

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