jueves, 9 de junio de 2016

PERSONA INQUIETANTE

                                                         
   En el último viaje llené el auto con cajas de fotos antiguas, mi forma de combatir las tardes de lluvia, era abriendo las cajas. Encontré cuentas sorprendentes, de centavos, que pagaron arados, peones y un antecesor del tractor.
   Los beneficios a medida que crecía su fortuna, le daban la tranquilidad de asegurar el bienestar de sus hijos. Tendrían estudios y dejarían de jugar toda la tarde a la pelota.
   La carpeta estaba cerrada al descuido, a diferencia de un alto de expedientes, puestos en una caja solitaria.
   La lluvia se detuvo, el arcoiris parecía señalarme la caja solitaria, comencé a leer, era una escritura de cuentas. En ella yo era única heredera de propiedades sorprendentes, aquí y afuera,
   El abogado primero me miró como a una hormiga y luego me vio princesa. Hice el cálculo, quedé con la mandíbula inferior a la altura del ombligo. Durante la ceremonia tribunalesca me fueron entregadas las llaves de todas mis propiedades, un aro de bronce, del cual pendían imágenes barrocas de cada llave. Me dieron ganas de permanecer escondida.
   El abogado, chiquito y extraño, lucía una ropa exótica, corbatón con palmeras y mujeres hawaianas bailando hula hula. Finalmente me invitó a comer con champán para celebrar los resultados, teníamos buena comunicación, él me miraba, no como un banco, sino como se debe mirar, con los ojos bien profundos. Y por esa mirada inquietante, hoy, estamos en nuestra casa de Cancún, rascándonos el ombligo todo el día. Hace dos noches fuimos a una guardia, porque teníamos infecciones importantes entre el ombligo y sus adyacencias. Antes vivíamos sin ropa, pero apareció mucho vecino que ve mal cómo vinimos al mundo.
                                                                  

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