sábado, 4 de junio de 2016

NO ME DIGAN

                                                                  
   Nos sentamos juntos en el bancote naranja, yo no lo conocía. Estaba triste y lloraba. Hasta el último papelito, no dejé.
   Él, con la mirada recta al Dique, preguntó si me pasó algo grave. Le conté telegrama, —Mi novio me dejó, me echaron del laburo, choqué el auto, a mi viejo le dio un síncope…
   Esperó los instantes del rebobinado, dudó, pero me dijo —Vos tenés que caminar, por todas partes, las sierras, las cuatro manzanas de las luces. Te van a mirar, porque sos linda y por ahí te nace un novio nuevo.
   Es un ingenuo, pensé, optimista y más agradable que el psicólogo. Nos despedimos al atardecer,  me preguntó si el bancote naranja me gustaba, le contesté que no. —A mí tampoco.
   Fueron sus últimas palabras. Estoy siguiendo las recomendaciones de él, camino todo y voy para el mismo bancote a descansar y esperar que aparezca.
   Lo encontré en pleno invierno, tenía el cuello al aire, le regalé mi bufanda.
   Quiso saber si me la tenía que devolver —No, es un regalo por tu ayuda de aquel día. Y porque parecés un ángel.
   Le pregunté cuántos años tenía y me dijo nueve, además estaba acostumbrado a su madre, que era maníaco depresiva, con mis mismos síntomas.
   Regresé temblando por el frío y para alejarme del monstruo, porque ese chico, es un monstruo. Sabio,  oportuno, afectivo, inteligente. Todo lo que me digan, no quiere decir que no sea un monstruo.
                                                                   

No hay comentarios:

Publicar un comentario