jueves, 2 de junio de 2016

BELLA

                                                                                
   Yo puedo caminar sola, no preciso ayuda. Uno de los chicos aseguraba que siempre la veía sentada o acostada entre pastos altos.
   Ella tenía pelo largo, acaracolado, algo de medusa en los ojos. Cambió de idea, la Bella inmóvil  —Quiero llegar al río pero voy a necesitar que me tomen de los  brazos, estoy tan débil que apenas me podría arrastrar. 
   Para los chicos era un juego, ella pesaría unos cuarenta y dos kilos, hicieron cuatro pasos y estaban sentados en cómodas piedras. Sumergieron sus pies. La Bella apenas rozó el agua, despidieron el día.
   —Tengo frío, apenas puedo mover las piernas ¿puedo pasar los brazos por sus hombros? Quiero ir a mi casa.
   Cuando llegaron a la casa de la Bella, pidió descansar en las escaleras. Dijo que juntaran todos los duraznos que encontraran. Allí no los comía nadie. Les agradeció. —Voy a permanecer sentada en las escaleras, es mi hora de estar sola, me están llamando a comer.
   —Vengan de visita algún día, me gustan las aventuras con ustedes.
   Ellos no la podían olvidar ni por un segundo, pero no entendían porqué les sucedía, al cabo de dos semanas fueron hasta su casa, atendió una señora sonriente, se escuchó por detrás la voz de la Bella —¡Ya voy!
   Entró en el hall con una silla de ruedas, de cambios automáticos.
 —¡Qué suerte que vinieron los dos! Así se turnan para llevarme y me olvido de los cambios automáticos.
   Los chicos nunca entendieron porqué ninguno se dio cuenta, que la Bella era paralítica.


                                                                                

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