viernes, 17 de junio de 2016

ARGENTOS SIN FUTURO

                                                                
   El Cholo fue campeón de basket aquí, se lo peleaban distintos países de Latinoamérica y después vino Europa y llegó a Rusia.   Hasta China, tenía más extrañaduras que ofertas. Volvió. Les compró una casa digna a sus padres y regalos para todos.
   Solía pasar las tardes en lo de Tincho, un amigo tattoo empedernido. Autor de los tattoos del Cholo. Todos iban a escucharlo, cuando pasaba a tomar mate. Se iban enterando de a poco, Cholo siempre fue un tipo de tomarse su tiempo. 
   —Bueno, ahora cuéntenme de ustedes.
   Largo el trayecto del silencio, pero bien mateado, nadie dijo nada, hasta que lavandina habló con la verdad. —Mirá Cholo, Tincho, Sebas, Bruno y yo nos separamos. Ideas distintas, proyectos diferentes, nos juntamos a tomar birra, discutimos, nos ofendemos y parecemos putitos.
   Bruno era el catalizador de las caras, estaban todos pensando en los alquileres, los alimentos, cobrar y pagar lo que cobraste. Vender el auto. Tincho se guardaba el odio en la memoria, prefería un mate con Cholo.
   Él explicó que tal vez no advirtieron que vivían en un campo de concentración, tan avieso que ni se percibía. Había que salir, sin salir de lo que era nuestro. Él vio lo que sucedía en otros países y aprendió a querer a su tierra. Les pagó pasajes para que pasaran y vieran.
   Regresaron horrorizados ante tanta antropofagia.
   Cholo compró un puñado de tierra, con casas para cada uno y un predio común para sembrar.
    —Así se lucha contra el enemigo. Para no transformarse en Isis, posibilidad que no descarta nadie.  
                                                                        

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