Pidió que me quedara en la casa de la playa, ella viajaba, no explicó a qué lugar, pero le encantaba develar lo que vivió cuando volvía. Quintina quiere estar sola en esa casa, pero cuando se va, acepta que la visite y me deja sus diarios para entretener a su mejor amiga, que soy yo.
“…Nunca me quiso, no sé si porque era negra, con motas, ojos oscuros, nunca lloraba, era una santa, decía mi Abuela. Mi Mamá me detestaba.
Después de diez años nació mi hermano, rubio, de ojos verdes, el pelo lacio, nariz perfecta. Mi Mamá estaba orgullosa de haber parido aquel engendro, casi siempre me encargaba de cambiarle los pañales, darle de comer, llevarlo al Colegio, que quedaba a tres cuadras. En un niño normal, en siete minutos estábamos, pero él se revolcaba en el piso cada cuatro pasos y no lo podía levantar, terminaba por arrastrarlo y al final lo llevaba en brazos, mientras él me arrancaba los rulos de la bronca que le daba.
Nadie podía creer que éramos hermanos. Una vez escuché a una Tía de Mamá, que le decía en voz bien baja: —Qué bien te salió el varón, lástima la nena.
Qué vieja puta!, todo por mi color o por no ser linda como mi hermano. Las muchachas que trabajaron en casa lo adoraban, le daban besos, se reían dijera lo que dijera. Pasaban al lado mío y era como una maceta.
La encargada de tender mi cama y la de él, fui yo: —¿Por qué no se ocupa él de su cama?
Las respuestas de Mamá, eran más injustas que las dictaduras: —Él nació varón y los varones no tienen por qué hacer las tareas de la casa.
A veces me vengaba, le metía el dedo en la sopa, escondía la coca cola y le decía que no habían comprado. El dinero que le regalaban lo guardaba entre las hojas de sus libros. Cuando él no estaba, yo le robaba. El idiota se extrañaba, porque no encontraba sus billetitos.
Un día que le contó a mi Vieja, que un novio me estaba besando en el living, al noviecito lo echó y a mí me encerró en la pieza con llave.
Allí apareció el motivo de mi venganza, saqué toda la plata guardada por el fenicio y lo esparcí dentro del inodoro. Luego: —¿Sabés que encontré tu plata, la que tanto buscabas?
Después que se asomó y la vio, apreté el botón. Se enojó tanto que me lanzó un puñetazo, justo en mi teta. Me dolió tanto que ahí se cortó todo. Nos dejamos de joder mutuamente.
Cuando me fui de casa, me iba a visitar con sus amigos, para mostrarles que tenía una hermana hippie, me abrazaba, me daba besos y decía que era una genia. Los amigos envidiaban la libertad de haberme ido de casa y tener una pareja sin casarnos. A mi hermano le pasó diferente, él era el principal adepto a la dictadura de Mamá, pasaron tantas cosas feas entre nosotros.
Elijo tres, mis Padres murieron en un accidente. Me volví loca, andaba en camisón por la calle, así iba a comprar puchos. Mis ojales no tenían botón para cerrar aquel duelo, hasta que el duque apareció: —¿No te das cuenta que los viejos murieron para beneficiarnos? ¡Nos dejaron el campo!, una casa en Buenos Aires, otra en La Plata y la de Pinamar. Me gustaría saber por qué llorás tanto.
Esa fue la primera puñalada. La segunda fue un episodio delictivo. —Mirá, estuve pensando, sigo en la administración del campo y veo cómo distribuyo las ganancias.
Mi Padre, que era un santo, creía en el buen juicio del infeliz y lo nombró Administrador. Lo que dio como resultado, llenarnos de deudas, hasta quedar en pelotas. Salvamos unas parcelas, que apenas alcanzaban para sobrevivir.
Después tuve suerte, fui a vivir a la casa del mar, tenía una pareja que era un regio, fuimos tan felices, hasta que la muerte se lo llevó. Será por eso que vivo viajando y conociendo gente de corazón grande, que me dejó como herencia, el regio divino de mi pareja…”
Quintina parece que se alimentara de la libertad de sí misma, me dejó una carta breve donde dice: “Querida amiga, no, mejor querida hermana: tengo montones de diarios, si no te aburrís, leélos, a mi soberbio modo de ver, no tienen desperdicio. Si no te gustan, dejalos, andá a la playa, conocé tipos que estén buenos y en la segunda rompiente, te los cojés, es lo más divertido que tiene la vida.”