jueves, 6 de febrero de 2020

LA ESPERA


   Estábamos comiendo brótola, recién pescada, la hacían a la plancha, con un ligero tostado y papas con cáscara, hervidas. Había una chica que miraba el mar, junto al crujido de su lapicera, escribiendo palabras agrias.
   Fruncía el entrecejo y le preguntaban: —¿Usted quiere comer lo mismo?
   Ella seguía sin contestar, llegó el plato, levantó la lapicera y le señaló un rincón. Saturada de la tarea, comió. Le pregunté si escribía un cuento o una carta.
   —Según cómo lo mires.
   Preguntó si podía sacarnos una foto en un banco de plaza desubicado, en medio de la playa.
   —Ustedes sueltos, dejando que el tiempo fluya.
  Juan preguntó si era una réflex.
   —Es para radiografías del mundo, como rayos x, el esqueleto de la nada.
   Nos divertimos en el banco, Juan subió las piernas y quedó con la cabeza colgando, yo dejé las piernas sobre la arena y nos tiramos un beso lejano.
    Antes de partir: —Se las mando por mail.
   En el desayuno siguiente estaba sentada, con otra como ella, se tenían las manos. Lloraban las dos, cuando llegó el ómnibus, subió la otra. Ella se quedó mirando y se abrazaba a sí misma.
   Los tamarindos de enfrente, lugar de carpas protegidas, ella se metió en una blanca, como su vestido. Bajó los cierres.

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