Dio mal el
Ingreso, Inesita. Había dado más tiempo para hablar por celular, que para
estudiar.
La mandaron al
campo como castigo, un año sabático o un año campático. Tenía trabajos
asignados: —Esto me lo encargó su Padre y yo como Capataz, le tengo que
cumplir. Inesita, si usted quiere levantarse a las doce, en vez de a las cinco,
sabré guardar el secreto y desde ya mi Mujer. La conocemos de chiquita y
esperábamos el verano, para verla aparecer. Fue y sigue siendo como la hija que
no pudimos tener. Una Mujer que aceptó ordeñar y hacía entrar al corral las
vacas al atardecer. Un buen día se fue y dejó a Nico, nosotros lo criamos.
Ahora tiene tu edad, tendrás alguien para jugar.
Nico le preguntó
a Inesita, si le podía hacer el favor de enseñarle a leer y escribir, nunca
había ido a la Escuela.
—Sí pero no
estoy segura si dará resultados.
Nico le dijo que
sabía todas las tablas, sumar, restar, dividir y también multiplicar. —Son
números y yo quiero saber leer y escribir. Tengo una Novia, allá en Tilcara, me
escribe, yo no entiendo lo que me dice, ¿vos me podrás enseñar y leerme esas
cartas para devolver lo que me quiere?
Inesita leyó en
voz alta lo que su Novia le comunicaba, que lo quería, que lo amaba y cómo
quisiera darle un beso, igual que cuando fue de visita con su Padre y él le
mordió la boca. Nico se ruborizó y le pidió que contestara la carta que
recibió.
—Yo te dicto la
respuesta.
A Inesita la
puso en un brete, porque ella nunca había tenido un novio, para ver qué se
siente.
—Bueno, pero
dictame despacio.
“Querida mía, yo
también te quiero mucho, hasta Tilcara ida y vuelta.”
Ella escondió la
respuesta.
—Inesita, ¿viste
que no me contestó?
Puso cara de
aflicción. —¿Y ahora dónde consigo otra Novia? Y es lindo tener una que viva
cerca, para amarnos como se debe, acariciar su pelo, darle un beso en la oreja
y luego hasta dónde ella quiera.
—La tenés
enfrente y no te diste cuenta. Yo seré tu Novia para amarnos como se debe, me
gusta cómo sos. ¿Podemos hacer de cuenta que nos casamos para siempre? Será un
secreto entre nosotros, que no se enteren los grandes.
A los pocos días: —Nico, tengo que decirte algo, me
mandaron un pasaje, antes de lo esperado, quieren que vaya para dar el Ingreso,
ellos suponen que en Buenos aires voy a llegar a las finales. No quiero que me
despidas, porque después vuelvo al campo y me quedo, te lo juro.
Pasaron cinco
años, Nico se casó y tuvo dos hijos.
Inesita lo que
más recuerda de cuando estuvieron juntos, fueron las siestas a la orilla de la
laguna.
Un día Nico le trajo
mandarinas.
Un chico pasó
con olor mandarinas, ella le pidió un gajito y él le regló una entera, el chico
tenía la misma cara de Nico, la forma de caminar y ese modo de pelar una
mandarina. Sintió celos, porque se había casado, guardó dentro de su relicario
un pedazo de cascarita.
Inesita lo que
más recuerda de cuando estuvieron juntos, es el regalo que le hizo Nico.
Apareció en Buenos Aires y le contó que su Mujer, siguió el ejemplo de su Madre
y se mandó a mudar. La fue a buscar con el pretexto que les enseñara a leer y
escribir, ella aceptó. Le asombró el campo lleno de mandarinos en flor.
Inesita lo
sintió, como el mejor regalo del mundo.