martes, 9 de junio de 2020

¡OTRA!


   La recepción del Hijo pródigo, del Embajador de Japón en Inglaterra, con gente noble importada, porque acá no hay nobles. Princesas con vestidos transparentes. Megan llegó del brazo del Príncipe, tenía rastas que llegaban hasta donde le alcanzó el pelo, un conjunto Caro Cuore, con una capa apolillada, prendida con un alfiler de gancho en el cuello, calzaba unas Topper sin cordones.
   —Aquí tenemos presente al Rey del Cello, Yo-Yo Ma.
   El japonés entornó los ojos. No quiso comer ni tomar alcohol, lo único que le importaba era tocar su instrumento: —Si Megan se queda en bombacha y corpiño, la inspiración llegará en mi instrumento con mis propios deseos, que Megan se ponga a mis espaldas y siga mis movimientos.
   Al Príncipe no le gustó nada, pero como Príncipe que era, se quedó en su butaca. Yo-Yo Ma tocó como un ángel, fue entonces cuando Megan se quitó la microbombacha, para que el Músico tocara con la Corona puesta. Él no perdió tiempo y le arrancó el corpiño. La gente aplaudía de pie. El Músico cambió acordes y su arco se puso rígido. Yo-Yo Ma saludó una vez y se metió detrás del telón. Quedaron afuera los pies de Yo-Yo Ma y los pies de Megan, que tenían una apertura importante.
   Al Príncipe le empezaron a crecer en la frente, dos cuernos. La gente aplaudía, pidiendo: —¡Otra!

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