lunes, 31 de octubre de 2016

LA ESCUCHA


   —Pero, ¿cuál de los dos le interesa más? le pregunto porque no entiendo muy bien, acláreme Lily, por favor.
   —Los dos me gustan, también me atraen sus hermanos, no sé, los quiero a todos. Presiento que hay tres de la Facu que ocupan mi cabeza. Son muchos, no quiero aburrirlo. El marido de mi vieja, me parece inquietante…
   —Bueno, bueno, Lily, tendremos que elegir, o su vida afectiva será un caos.
   —¿La vio? Kaos me encantó, el episodio de Pirandello fue el mejor, no, el mejor fue el de las tinajas o el del lobizón… ¿A Ud. cuál le gustó más?
   —Supongo que me habla de una película, que no he tenido el gusto de ver. Le recuerdo que en la función psicoanalítica no es atinente intercambiar gustos con el psicólogo.
   —Si Ud. me dijo de la peli, licenciado Trabi. ¿No estará desmemoriado? Ya se le va a pasar. Quiero decir que a mi vieja no me la banco, ni a mis hermanos. Los odio. A veces los quiero, cuando cumplen años, o en Semana Santa.
   —¿Hay alguno en particular, que sienta cerca suyo?
   —El que come a mi derecha, me mastica en la oreja, por eso lo odio, también lo quiero, me da pena lo chancho y el ruido que hace. Quiero decir que me gusta Bellas Artes, Humanidades, Ejército y Policía. Donde toman mujeres. No sé qué elegir para estudiar, el cuerpo humano me encanta, pero no existe la carrera de cuerpo humano ¿no?
   —Lily, para acotarnos un poco ¿cuál de todas las carreras es la que le gustaría seguir?
   —¿Ud. Licenciado Trabi dijo: para acostarnos un poco? Yo no soy así, Licenciado, o me acuesto o no me acuesto. Lo que dijo no sé qué tiene que ver con la carrera que me gustaría seguir. Vamos a acostarnos, si Ud. quiere. En cuanto a las carreras le dije que no sé elegir. ¿No me oyó?
   —Lily, Ud. Me ha escuchado mal, yo dije acotarnos, porque sus dudas son múltiples, hasta brota de su inconsciente que quiero tener relaciones con Ud. Sus interpretaciones son traviesas, aviesas. Piense para la sesión que viene cuáles son sus deseos ¿Nos vemos el Jueves?
   —Licenciado Trabi, dudo si volver a aquí o empezar con su colega de enfrente o el que tiene el consultorio que da a la calle, me dijeron que ése es el mejor. Parece que dice ajá…ajá todo el tiempo ó mm…mmm. ¡Es un genio surrealista! No se mete para nada. Quiero decir que no sé si el psicoanálisis me interesa. Me gustaría viajar a La India, a China, a Inglaterra o a Cruz del Eje, qué dilema ¿no?
                       
                                                                  

domingo, 30 de octubre de 2016

MR AND MRS BROMATOWN

                                                                         
   Carlota no era una persona, era un paisaje. La encontramos en un shopping de Palermo. Traía tantas bolsas que su cara asomaba de vez en cuando, lo que no permitía darnos un beso. Apareció un señor alto, flaco, canas blancas y barba de corte perfecto. Se presentó a sí mismo 
—My name is Joseph Bromatown.
   Nos dimos la mano. Carlota lo tomó a Joseph de las manos y llenó su humanidad de bolsas. Ahora, con manos libres, nos abrazamos emocionadas.
   —Cuando una es grande no saben lo que es no dar con nadie, en un viaje a Londres, para visitar a mis hijas, no sé para qué, las dos tienen cara de “Cuándo te vas”. En mi tercer viaje a Londres conocí a éste.
   Lo señaló con el pulgar —Bueno, pero es un señor muy distinguido y educado…
   Saltó Carlota —Sí, todo lo que quieras, pero tiene ochenta y siete años, un viejo choto.
   Le dijimos que él estaba ahí y sordo no era.
   —No sirve para nada, es un marido de adorno, ustedes no se preocupen, no entiende un pomo de castellano. Me compra lo que me dé la gana. Vamos a comer a lugares exóticos. Vivimos en una casa tudor, donde te perdés. Una suerte no verle la cara al vejete todo el tiempo. A mí los ingleses no me van, son piratas y esa Reina, con esa cara de culo…en fin, mi vida es un sacrificio.
   Cuando nos despedimos, primero de Carlota, que seguía hablando pestes de los ingleses, mientras caminaba rápido. Salió Joseph de entre las bolsas, las apoyó en la vereda —Disculpen, no he participado de la charla porque Carlota lo impediría ¿Saben que nuestra querida amiga ignora que hablo castellano? Fue un gusto conocerlos, acá les dejo mi tarjeta. Si van, lugar es lo que sobra. Los espero. No hablo de ella, que jamás espera a nadie. Observen a la Sra. Bromatown. Dos cuadras adelante y hablando sola, a lo mejor la alcanzo.
   Corrió como un atleta, ofreció su brazo y Carlota se colgó como si fuera un pasamanos. Parecían un paisaje. 
                                                                             

sábado, 29 de octubre de 2016

CONEJOS DE ANGORA


   Soplaba el viento a favor, como una mano en su espalda, en las esquinas cruzaba en rojo. El viento hacía lo que quería, pudo ver la mujer de negro que dobló, la bufanda roja era de ella, le tapó la cara, fue oportuno, le dio dos vueltas al cuello. Sacó un brazo, sintió que el frío lo tapaba y la bufanda no alcanzaba. Casi siguió de largo la puerta de su casa, el viento lo llevó unos pasos más allá, tomándose de las rejas de otras casas llegó a la suya, se agarró del marco de la puerta y entró.
   Le costó cerrar. Extendió la bufanda sobre la mesa, la midió, dos metros cincuenta, tibia como cien conejos, en una etiqueta decía “100% conejo”.
   En el micro repleto recibió cuerpo a cuerpo la mirada de una mujer vestida de negro —Esto es mío, gracias, recuerdo el día. Aquí bajo.
   Se la entregó con inmediatez, el viento dejó la mujer abajo y la bufanda arriba. Él la sostuvo y la acomodó en su cuello. Pensó que había recuperado su accesorio preferido. Quedó el beneficio de la duda…
   El recital fue el sábado, en medio de música electrógena bailaba con la bufanda puesta, alguno arrastró una punta y quedó enroscado a la mujer de negro que gritó —¡Por fin juntos!
   Ella puso cara de orgasmo, una avalancha a la derecha apretó su garganta y le pisaban un extremo. Ella estaba violeta, quedaba linda junto al rojo. Murió de asfixia, la pobre.
   Él rescató la bufanda, observó cómo estaba. De tanta inclemencia había manchas que molestaban al rojo, caminó mirando el piso, había gente tirada, unos sobre otros, estaba la mina, no cabía duda, había muerto. La pisó y para asegurarse saltó sobre su cuello.
   Miró la hora 9.30, abren “Los Chinos”, es la Tintorería por excelencia de la zona.
   Él la esperó sentado. Son lentos pero muy amables.
   Se la entregaron, no permitió que la envolvieran —La llevo puesta.
   Le preguntaron si hacía tanto frío en pleno verano. Él contestó —Sra King Kong y Señor Noché, es para mí imposible separarme de mi novia, de mi bufanda…bueno, uds disculpen, es una historia compleja.
                                                                         

viernes, 28 de octubre de 2016

SÚBITO


    Asiste al café matutino como a misa. Espera la bendición de escuchar una conversación rara, interesante o absurda, que provenga de otra mesa.
   Ella está sola y se produce una alteración en el sonido. La llegada del mesero: — Buenas tardes, ¿qué va a tomar, señora?
    Correcto el muchachito, explotado doce horas, con ojeras y sonrisa “Si no me echan”. Ella tiene ganas de pedir cianuro en las rocas, invitarlo a compartir el suicidio.
   Se siente egoísta, tacaña de la vida ajena. El chico es joven, piensa un futuro que ni él mismo ve. Pero lo tiene. Ella no. Piensa en la muerte, pero no viene, sola no se atreve.
   Le falta audacia, lucidez, puntería. Cuando llega se dirige a la cocina, el piso está gastado en los mismos lugares. Las pisadas son diarias e inequívocas. Saca un huevo de la heladera. Lo hierve. Come de pie, se quita los zapatos, uno con otro. El piso le da frío, corre al living, prende la tele. Aparece Mirtha con un invitado viejo y operado. Ese actor, de joven, la dejó sin aliento. Se mete más de la mitad del huevo en la boca, mientras sube el volumen. Justo cuando el tipo recuerda su primer película, ella tose. Mucho huevo pegado al paladar, se le parte el postizo que venía despegado. Baja por su garganta media prótesis, rebozada con huevo y diente de dientes. Miró la pantalla, el viejo actor, la dejó sin aire para siempre.
                                                                                           

jueves, 27 de octubre de 2016

DOGMAS

                               
   —Hija mía. -Le decía el cura que respondía a las ideas pedofílicas de sus colegas-.
   —Para ser feliz, escribió un Sabio Vietnamita al borde del Jamalaya, deberás “Plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro”.
   Martirio, que lo escuchaba con devoción adolescente, tiempo más tarde, plantó un marido, no tuvo un hijo, carecía de ovarios, ni pudo escribir libro alguno, por ser analfabeta.
   Se sintió culpable ante el cura. Cuando lo cruzaba, inclinaba la cabeza y no saludaba.
   Una mañana de plafón bajo lo tropezó, se puso de rodillas y colgada de la sotana rogó —Perdón cura! Perdón cura!, diga que sí, por fa, por re, por si, o cualquier nota de su pentagrama.
   —Hija mía, para mí sería un martirio no perdonarte.
   Ella se abrazó a las exiguas caderas del religioso, con tanto ímpetu, que sintió una especia de crac, proveniente de la sotana. —Que dios te perdone, Martirio, me has rasgado la sotana y es la única que tengo, has dejado mi orgullo partido.
   Ella se levantó y con voz devota preguntó 
—Señor cura, no comprendo bien… ¿Qué le he partido de su orgullo?
  Martirio estaba igual a la estampita de María Magdalena, el cura, con el rostro desfigurado por el dolor, respondió —Hija mía, has partido mi miembro viril. La única familia que poseía. Sal de mi vista, temo que quieras repararlo con un alambre oxidado.
   Martirio de fue corriendo hacia otras tierras. Avistó un lugar desconocido y preguntó a un pescador —¿Señor pecador, cómo se llama este sitio?
   El pescador la miró como un pecador —Ud. Se encuentra al borde del Jamalaya, a cuatro pasos de la ermita del Sabio Vietnamita, ande con cuidado, el Sabio Vietnamita que otrora fue feliz, ahora es infeliz y en cuanto vea una mujer tan buenazaza, como está usted, le cortará la cabeza.
   Martirio huyó y no paró hasta encontrar un Seminario, donde le dieron un trabajo para limpiar pisos. Los aspirantes miraban los cuartos traseros de Martirio laboriosa. Misteriosamente, se metían en los sanitarios, en dulce montón, no tardaban nada.
   Martirio fue canonizada por el Papa Peculado XIV.
   Nadie supo bien por qué, todos piensan que hubo acomodo.
                                                                 

miércoles, 26 de octubre de 2016

MÈRDE


   Hacían obras complacientes, dos hombres y cuatro mujeres. Ensayaban en horas nocturnas, posteriores a sus trabajos que pedían descansos inmediatos. Bajaban las escaleras arrastrando los pies. En cuanto ocupaban el escenario, nacían de nuevo, olvidaban el cansancio, las improvisaciones eran el pan que no comieron y el café que no tomaron. Hacían obras anunciadas en pizarras negras, con tizas de colores. Por encima del pequeño teatro, pasaba el subterráneo. Si la obra era buena, nadie notaba la molestia del sonido del “carcamán”, así le llamaban. Tenían poco público, la vez que tuvieron diez espectadores les pareció un sueño. En general asistían dos jóvenes y una vieja. O una pareja y el hijo adolescente. Como son las cosas ahora, dos para uno, tres para dos.
   Ellos subían obras que ensayaban meses y duraban en cartel una quincena. El hijo adolescente de la pareja era asistente a todas y aplaudía aunque fuera un garabato. Le daba ganas de hablar con ellos y sugerir algún camino, con otra dinámica. Era un joven que había leído teatro desde chico. Durante un saludo final y viendo que era único espectador, dijo —Perdonen mi intromisión, pero acá falta vida, cualquiera puede ser buen actor si está convencido de hacer lo que piensa o pensar lo que hace…
   —Bueno, pará un poco. –Dijo uno- ¿Vos experimentaste alguna vez?
   El chico miró hacia el fondo —No, pero si no experimento ahora, no voy a experimentar nunca.
   Las chicas, entusiastas, preguntaron —¿Vos nos vas a dirigir?
   —Bueno…eso lo manejan uds, tengo una obra escrita, y si los actores masculinos están dispuestos, pueden, con todo respeto, empezar mañana. Uds fueron mi inspiración, acá les dejo mis escritos.
   Justo pasó el “carcamán”.
   Él se fue con el ruido, hasta el siguiente día.
   Cuando ensayaban, sudaban la camiseta en pleno invierno. Les llevó sangre, sudor y lágrimas. Peleas terminantes y arreglos amorosos.
   Llegó el día del estreno. Imprimieron el nombre de la obra, con sus actores y el director, que era uno de ellos. Faltaba el nombre del autor
   —No sé si es necesario que vaya mi nombre, me da pudor.
   La actriz más pizpireta lo consideró un acto de cobardía. Cuando el pendejo subió el primer escalón —Si no decís tu nombre, la suspendemos.
   —Bueno, si va de eso te lo digo, pero les hará bajar el nivel, me llamo Luigi Pirandello.
   —Mérde.    
                                                      

martes, 25 de octubre de 2016

ELLA

   
   Salgo muerto, quiero esa mesa, un café con una media luna. Si está ocupada la espero, no importa cuánto.
   O ésa o nada. Hay un balcón en un edificio antiguo, justo enfrente y una vieja de pelo entrecano, tiene una vincha de plástico rosa chicle, un batón azul mareado, un brazo laxo y otro descansando en la balaustrada. Los ojos son grandes, acá es lejos y los veo grandes. Si le da el sol y es invierno los entorna como los gatos.
   Se me enfría el café, ejerce una hipnosis, está conforme, con un rictus joven en la boca, ese rayo que la enceguece y ella que lo disfruta.
   Al balcón le faltan pedazos, me da vértigo. Cuando descubre que la espío se asoma más y frunce los ojos con intriga. Ella es una mujer pobre y la pieza debe pertenecer al edificio hecho conventillo. Ella debe estar enferma y el médico le aconsejó tomar sol. No puedo dejar de ir, de lunes a viernes, aunque salga muerto.
   El café siempre lo dejo, igual, me hace mal. Cuando miro el balcón y la mujer olvida el mundo con los ojos entornados y la sonrisa escondida, a mí se me van las ganas de comer la medialuna. Hace diez años, el mozo me conoce, ni pregunta, me ve y trae un café y una medialuna. Es un mozo sin asombro, anónimo, sigiloso y prudente.
   Yo sé quién es ella, no voy a cruzar ni tocar el timbre.
   La quiero así en mi memoria y en los días que le queden. El ángulo del sol, la mesa, el café y la medialuna son el viaje para estar un rato con ella, que no sabe quién soy. Fui criado por mi tía Pilar, antes de morir, entre delirios hablados, me apretaba las manos y relataba de su hermana que fugó y del hijo que le dejó, contó detalles. Echó tanta luz sobre lo negro, casi me ciega.
   Ahora yo también soy viejo.
   ¿Qué me puede decir? ¿Qué le puedo decir?
                                                            

lunes, 24 de octubre de 2016

ES LO QUE HAY

                                                    
   Charo salió del cine, la película terminó bien, ella se sintió bien.
   Volvió a la pensión, tomó café, abrió la heladera, sacó dos cubitos y puso uno en cada ojo, para descansar la vista. Miraba una película por día.
   Esta vez terminó mal, se sintió mal, le dolía la cabeza. En su pieza lloró porque la chica murió, justo antes de The End. Se fue a la cama sin comer.
   Hoy se aseguró una comedia light, reidera, compró un helado, que cayó en la vereda, le dio la misma risa que en el cine. Había una gorda en el banco de la plaza, leía un misal. Charo preguntó si era creyente.
   —Sí, voy a misa todos los días, le pido a dios que me cure la arterioesclerosis ¿Ud cree?
   —No, soy atea, a lo mejor le pido a su dios una entrevista para que me cure la peliculosis.
   La gorda la miró con desprecio, se levantó con dificultad y caminó apretando el misal.
   Charo mudó de banco, había un paquete, ella pensó que un paquete era superior a una persona. Lo abrió, moría de curiosidad, era un oso con ojos casi humanos, caminó a la pensión con el paquete bajo el brazo. Lo depositó en el centro de la mesa, lo levantó con delicadeza, era mullido, tenía un cierre por detrás y algo rígido, un aparato negro con dos botones.
   Apretó el rojo, con voz finita el oso dijo —¿Cómo te va?
   Y repitió —¿Cómo te va?
   Luego una voz rasposa —No sos feliz, lo siento en tus manos, la vida es una mierda, tanto cine enferma, la peliculosis te da más mierda.
   Charo entró en pánico, el oso no cesaba, lo sacudió para detenerlo.
   —No hagas eso, me duele, no me hundas los ojos, ¡¡Mala!! Apretá el botón negro y callo para siempre, te prometo.
   Con el dedo temblando, Charo apretó el negro.
   La explosión abarcó diez manzanas, con Estaciones de Combustible y réplicas y réplicas y réplicas.
                                                             

domingo, 23 de octubre de 2016

SOMO TODO IGUALE


   Se durmió en el micro. —Es el fin de mi jornada, los recorridos terminan aquí.
   Nina descendió con ojos pegados y andar sonámbulo, llovía tanto y su casa quedaba tan lejos. Le alegró que no necesitaría bañarse, el pelo y la piel quedan seda con agua.
   Fue su día de cobro, cuando sus piernas dijeron basta, llamó un taxi.
   —En la esquina está bien.
   Sacó su billetera vacía —Chofer, disculpe, pero me robaron la plata, tal vez en el micro, cuando quedé dormida, no sé cómo solucionar el tema.
   —El problema se soluciona pagando, Srta, entre en su casa y vea.
   Nina recordó que allí tampoco tenía un mango.
   —Un café con galletitas ¿Podemos arreglar así?
   El chofer entró en su casa, con vergüenza, se sentó en el banco más incómodo. Tomó café, dijo gracias. Comió una galletita, dijo gracias. Espiaba la biblioteca que forraba cuatro paredes —Lee mucho usté, se nota.
   Nina dijo que antes de trabajar doce hs por día, devoraba libros en cualquier momento y lugar.
    —¿Se los come? Con razón en la escuela le dicen traga a los que leen mucho.
   Nina rió a carcajadas y el chofer bajó la cabeza, pensando que había dicho alguna burrada. Ella sacó dos libros impecables y se los regaló. “La Cabaña del Tío Tom” y “Corazón”.
   —Ah…sí, estos los leí de chico, ¿No tendrá “Cien Años de Soledá”, o alguno de Brudburry?
   Nina quedó tan sorprendida, buscó “Cien Años de Soledad” que incluía el árbol genealógico, en una tarjeta amarillenta, escrita algún día para no perderse y “Farenheit”.
   —Ahora le tengo que dar yo, el vuelto, Srta. ¿Usté no acectaría ir al cine conmigo el domingo? La paso a buscar y despué me gustaría que conociera a mi vieja, se parece a usté, los ojo son igualitos. Debe ser que ella también es una gran letora.
    Nina durmió vestida y pensó en el tachero, bastante buen mozo, por cierto.
                                                                 

sábado, 22 de octubre de 2016

HAY CON QUÉ, FALTAN VOLUNTARIOS


   El bípedo humano, a lo largo de su historia e histeria, tuvo y tiene la manía del muro. La muralla china, el muro de los lamentos, el muro de Berlín, el muro de Guantánamo, el muro que separa México de Estadosunidos, el muro que rodea algunas casas, cantris, organimos gornamentales, mitilares, los muros para tapar la pobreza amontonada del cartón, la chapa y los indigentes; los muros de Haití o República Domingada para que los turistas no sean deglutidos por las personas hambrientas de afuera de los joteles.
   Hay variedades de muros, los hay de alambres de gallinero para los poyos, de púas para los campos de concentración improvisados o definitivos, de ladrillos o piedras serranas para circundar las viviendas hechas sin honra. Los muros de algunas conchas privadas que tapan el sol de nosotros, los desamurados.
   Muros tácitos, el de mi primo y mi hermano conmigo (yo no participé en su construcción), el muro de mi madre, hasta que se fue. Los muros de otras familias, las más hipócritas. Los tienen y formulan, mendaces, que no hay nada que los separe. Si nunca estuvieron unidos. Muros gentétricos.
  Al bípedo humano siempre le gustó ocultar y acumular riquezas y perversiones, el muro le vino fenómeno.
   El bípedo ama separar lo que sea, para eso están los muros.
   Me compré la bipolaridad, no me costó nada, la dan gratis y viene con el nombre inventado. Tengo un polo que me tienta a darme la cabeza contra el muro. Está mi otro polo, que propone hacer mierda todos los muros del mundo y andar por cualquier lado, pastando y mirando la luna.
                                                                     

viernes, 21 de octubre de 2016

LÍNEA B


   Lo vi y latió, él me miró, la hora pico del subte, no a mí, era al reloj del techo. Sentí el corazón que dejó su oficio tres minutos. Por hacer lectura comparada, entre el mío y el del techo, perdí el subte. Registré 19.30 hs, subí los escalones contenta, hasta me reí sola fuerte, dos dijeron algo, estoy acostumbrada, siempre fui una diferente.
   A los iguales les encanta rubricar —Está loca.
   Para mí es un orgullo ser loca, una angulación interesante para combatir el aburrimiento.
   Hoy es otro día, a las 19.30 hs. Ésta vez lo seguí, me hizo correr. Casi quedo enjaretada entre las puertas, por suerte tengo el espesor de un papel y un ímpetu de caballo. Me senté al lado. Él tenía las rodillas separadas y los pies juntos en los talones. Yo al revés, las rodillas juntas y los pies separados, con dedos enfrentados.
   Miraba la ventanilla dejando un bostezo abandonado que humedeció el vidrio. Se levantó imprevisto, dijo —Permiso.
   Y bajó apresurado.
   Ocupé su lugar, besé el aura de su bostezo.
   Dejó el asiento tibio, me dio calor a todo el cuerpo. Bajó en la Estación Facultad de Medicina. Hoy es otro día del día anterior al anterior, no pude cumplir con las 19.30. Tuve taquicardia y mis labios cianóticos hicieron que la portera llamara una ambulancia.
   Fui directo a Emergencias, alguien dijo —Hay que intervenir, en media hora.
   Entramos al quirófano. Entreabrí los ojos, era él, con su mano envolviendo la mía.
                                                       

jueves, 20 de octubre de 2016

AFASTA DE MIM


   Fuimos amigas de la Facu, desconocía su lado perverso.
   La cara de Virgen del Renacimiento y su sabiduría mentida, compraron mi corazón de boluda alegre.
   Sí señor, yo era alegre, perdí mi alegría, ni recuerdo dónde. Era caradura Roberta Roca, expuso sus mamarrachos en la Galería Lirolay. Apareció un empresario con nombre coincidente, Roberto Roca. Compró todas sus obras y le entregó un sobre con un cheque de valor descomunal. —Espero que visites a tu abuelo, si es solo como yo, lo pondrá feliz.
   El viejo partió sin mirar atrás.
   La despedida de Roberta fue una orgía con aviso, su último abrazo y
—No vayas, eso no es para vos.
   Se lo agradecí… Compró su pasaje y en una semana llegó a Milán, la esperaba el abuelo con su auto casi de museo —Pero anda, eso es lo principal.
   Mandó una postal para todos. Fue la última noticia de su existencia.
   Caminando por Bs As, tropecé con Omar, el mejor grabador que he conocido. El único que ignoraba su genialidad, era él mismo. Nos tomamos un café en Ouro Preto. Tenía la misma cara de niño asombrado, a pesar de los años. Recordamos nuestros compañeros, evitando comentario alguno de la década infame. La charla estaba compuesta de —¿Te acordás de Fulano?¿Te acordás de Mengano? ¿Te acordás de Perengano?
   En el cuarto café  apareció el nombre de Roberta, ahí sí pregunté
—¿No me digas que ella tamb…
Me interrumpió —¿Te acordás que era flaca palito? Cuando los ignorantes me becaron a Milán, sentí tanta ajenidad que recorrí lugares alejados, con verdes y sin acústicas citadinas. En una especie de meseta alta, bajo un árbol frondoso, había una mujer gorda. No gordita, gorda de dos plazas, que me gritó “¡Omar! ¡Omar!, soy Roberta…” me pareció un sueño o una pesadilla, digamos en el medio, subí una escalera de piedras, hasta una construcción pintoresca, con un cartel que decía “Pizza Argentina”. Traté de darle un abrazo, pero Roberta me quedaba grande y ¿sabés por quién me preguntó primero?
   —No, no tengo la más puta idea.
   —Por vos, por nadie más que por vos.
   Miré los ojos niños de Omar y no le conté. Roberta fue la primera persona, que comió parte de mi alegría.
                                                                

miércoles, 19 de octubre de 2016

EL HUMO NECESARIO


   Ema no quería volver a la soledad, pero ellas en realidad, le ofrecían más soledad. Optó por no visitarlas ni recibirlas. Encontró salir sola de noche. Comía mirando sin ver y se metía en un bar a escuchar jazz de los sesenta, quería dejar, pero eran su compañía.
   Prender uno, tener el humo en la garganta y sacarlo a los rajes o lento, como uno quiera. Es el pucho de uno, Ema no imaginaba alguien tan cercano. Hay tantas cosas del corazón que sólo él expresa. Proyecta y le sale mejor con él. Y es así, el tabaco es una droga. Tanto que a veces no sabés ni para qué estás prendiendo este y con la otra mano apretás el paquete, para ver cuántos te quedan. Había momentos en que Ema tenía un pucho prendido en cada tablero, era su respiración el humo. Si se terminaban y el lugar para comprar era lejos, se quedaba sin aire y hasta que no aparecía un pucho sus pulmones dejaban su función.
   Ema vivió ochenta y seis años y sus últimas palabras fueron: —Ché, alcanzame un pucho prendido, rápido.
   Le dio una pitada terminal. Así era Ema, leal a quien nunca la traicionó.
                                                                            

martes, 18 de octubre de 2016

PAPI, MAMI Y ÉL


   Mi hijo me despertó —Feliz día, Mami.
   Tenía voz de trasnoche, yo también. —Te llamo a la noche.
   Día gris topo, algún rayo de sol pijotero.
   Una ducha, cinco minutos, es mi record. Papi tarda más. Le pedí que no mirara mi celulitis.
   Lavé ropa. —Mami ¿Vamos a tomar un café?
   Estaba frío, no reclamé, Papi tampoco. Siempre odié las parejas que se llaman “Papi, Mami”, bizarro, grasún.
   Estamos viejos, ya vamos por ahí. No importa.
   Me dio triste, pensé que lo olvidaría, era a las diez, me adelanté y llamé yo. Su voz proyectó Bariloche, San Martín de los Andes, El Bolsón. Hará tatuajes en los tres lugares. Después cruza a Chile. Tiene muchos después. Como yo cuando fui joven. Preguntó qué regalo, le dije todo caro, mi consigna es boicotear compras.
   —No sos pobre, Mamá, yo tampoco. Acá estamos haciendo empanadas, te dejo, te quiero ¿Sabés?
   Sí, sé. —¡Pará hijo! Le dieron el Premio Nobel de Literatura a Bob Dylan, no piensa ir.
   —¡Bravo Dylan!
   Fue la única información que tuvimos en común.
   Aquí estoy, soplando en el viento.
   Papi hace brusquetas, yo distribuyo platos. 
                                                                  

lunes, 17 de octubre de 2016

DERECHOS HUMANOS


   La internaron con contracciones de embarazo psicológico, le practicaron un legrado por las dudas. Fue atendida por dos residentes que no entendieron ni quisieron investigar. Siguieron con sus desocupaciones.
   Les pareció mejor depositar aquello junto a los residuos patológicos. Tenía forma de huevo de codorniz.
   Mis padres se retiraron llorando. Era un lugar tibio el tarro de residuos, la cáscara se partió y salí yo, el olor me expulsó al piso, tenía los ojos tan pegados, que no podía saber hacia dónde dirigirme, apareció una cucaracha y sus crías recién paridas, con suaves movimientos abrieron mis ojos, me cubrieron con algodones y en el idioma cucaracho preguntaron dónde era mi casa, les di mi dirección exacta, uno nace sabiendo todo, luego olvida en tres días. Tan solidarias la cucaracha madre, como sus hijitos, me depositaron en la entrada de lo que sería mi casa. No tuve frío porque era verano, pero sí hambre. Me descubrió mi padre, barriendo, levantó ese objeto extraño por curiosidad. Cabía en la palma de su mano, tenía cabeza, brazos, piernas y una boca grande que rogaba alimento. Mi mamá me reconoció enseguida, a pesar de mi tamaño mínimo usó un gotero y de su teta lo cargaba y lo entregaba como una madre. En tres meses logré pesar dos kilos ochocientos y a los seis ya era un bebé tamaño normal. Cuando hablé por vez primera dije —Les prohíbo el uso de Raid para matar cucarachas.
  Ellos esperaban un Pá, un Má, jamás imaginaron un discurso a favor de los derechos humanos del holocausto cucarachil. Ellas agradecieron señalando kioscos narcos. 
                                                                   

domingo, 16 de octubre de 2016

LA CONVERSA CONVIERTE


   —Srta. Flora ¿Ud. es misionera?
   —No, soy maestra querido.
   —¿Y entonces porqué dice todo el tiempo “Ay dios mío, ay dios mío”, con la mirada dirigida al cielo con fervor de creyente?
  —Es que ustedes me vuelven loca escribiendo mensajitos con sus celulares. Les mando mis clases grabadas, a ver si en la casa aprenden algo. Lo único que logro es encontrar palabras obscenas en mi Face y encima con faltas de ortografía. Usé todos los métodos didácticos que conozco y nada. Pegan chicles en mi silla, me tiran con el borrador y gritan como animales. Rayaron mi auto con sus navajas, llegaron a escribir “Soy puta y cobro varato”, barato con v corta.
   El alumno Mendieta dijo —Srta. es  ud. ingrata, encima que le damos la idea de una profesión donde cobraría mejor que una docente, se enoja mal.
   —Mendieta ¿Vos creés que no lo pensé? Sólo que me da un poco de asquito y sería un mal ejemplo para uds., que a pesar de todo son nuestra esperanza de un mundo mejor. Es ingenuo pensar que se revierta todo gracias a uds. De cualquier modo voy a renunciar. Estoy harta de trabajar gratis.
   —¡¡No!! Por favor no nos deje solos, piense en los narcos, esperando que usted se vaya, para instalar kioscos de venta dentro del aula. Y nosotros no somos de palo, a pesar de ser del palo.
   —Me van a hacer llorar y no quiero, porque son los hijos que no tuve. Mendieta, armame un porro antes de quebrarme.
   —Ya mismo Srta. Flora, que la paz sea con nosotros.
   —Y con nuestro espíritu, Mendieta. ¿Cuánto tengo que pagarte?
   —Paga dios Srta. ¿puedo darle un abrazo?
                                                       

sábado, 15 de octubre de 2016

PAS DE DEUX


   Los resultados de los análisis de Humberto fueron perfectos.
   Su médico, de enorme prestigio, Dr. Vaporano, al contemplar con asombro la transparencia de su orina, la bebió de un solo trago.
   —Mi querido Humber, esta bebida es superior a un whisky añejo, es ud. el hombre más sano que he conocido.
   Salió del consultorio tan feliz con sus estudios en la mano, que bajó las escaleras de dos en dos. En la mitad de un escalón realizó un “pas de deux”, que lo hizo rodar hasta la calle. Se partió las costillas flotantes, quebró la pierna izquierda, el hombro derecho contó con tres fracturas. Lo atendieron en el Hospital. Quedó un Humberto puro yeso, no necesitó vestirse, le vendaron hasta los testículos, una de la zonas más afectadas. Podía caminar con muletas. Nunca se separó de sus estudios impecables. Fue al bar de inmediato, sus amigos lo esperaban ansiosos e interesados por los resultados de sus análisis. Cuatro mozos lograron sentarlo, en tres sillas y una banqueta.
   —Muchachos, me encuentro sano, en absoluto, lamento no poder mostrarles mis estudios impecables, se me pegaron al yeso. Los amigos quedaron sin habla, el más audaz preguntó 
—Humberto, ¿estás delirando? ¡Mirá cómo estás!
  —No te preocupes hermano, sólo hay que esperar que todo suelde, no tengo dolor alguno, salvo en los huevos cuando me siento, eso sí que es ver las estrellas. En cuanto al Dr. Vaporano y sus putas escaleras, le deseo que ruede hasta el medio de la calle, le pase un camión Prosegur por encima y lo deje como una estampilla. 
                                                                  

viernes, 14 de octubre de 2016

CAOS


Una mosca de adorno, para tapar alguna cicatriz. Parece tan real, tan asquerosamente real que me convenció. El tipo engominado tenía una mosca, cuyas patitas pugnaban por despegar, pero la gomina se lo impedía.
Pasaban las estaciones y él no bajaba, tenía el perfil tranquilo y hasta feliz, parecía. Poco frecuente, parecer así. La mosca no, la mosca exhausta de tratar, estaba de costado.

Tenía que bajar, pero como el tipo y la mosca no salían, me quedé. No quise dejarla sola en esa ciénaga.
Podría rescatarla y llevarla a un bar, aquí cerca, en los baños encontraría sus congéneres.

En las últimas estaciones, pude apreciar que agonizaba. Tomé al tipo de las solapas, con una sola mano y con la otra, rescaté la mosca. El tipo estaba armado e hizo uso, pensando un robo. Estoy en el piso, pierdo sangre y la mosca no puede despegar de la sangre. Veo la rueda de la ambulancia, el enfermero que trae una camilla en el hueco de su mano. Deposita la mosca y se la llevan al hospital. Ya no tengo fuerzas, encima la gente me pisa, me patea, me empuja. Ahí viene el señor que barre, me junta, por fin descanso en el fondo del latón.
                                                               

jueves, 13 de octubre de 2016

NIEVAN PLUMAS


   —Papá, mataron cinco personas durante el Yom Kippur.
   —¿Y cuántas personas nos matan todo el tiempo?¿Por eso no vamos a festejar el año nuevo?
   —Si te parece poco, yo me voy. –Dijo Raquel-.
   Los hermanitos lloraban, porque ella dio un portazo, caminó y luego corrió. Un auto la seguía, pensó que era su padre. El auto abrió la puerta y detuvo su marcha, bajó un tipo y preguntó, Raquel dijo
—Necesito un trabajo, no tengo hogar ni familia ¿Me puede ayudar?
   —Mi nombre es Trifón, vivo en una casa grande, donde podrás dormir y tu tarea sería ordenar mis libros y preparar café.
   Raquel subió sin hablar,  llegaron a la casa grande. Sintió frío, todo era el puro cemento y vidrio, podría haber sido de cualquiera.
   Paredes desnudas y todo comunicaba con todo, sin puertas, el baño expuesto. Él le trajo una manta y café caliente. Se sentaron en el piso. Había libros, cientos.
   Raquel preguntó por una cama. Él la llevó en andas hasta un colchón tibio y un edredón de dos plazas. Se acostó a su lado, ella tembló —No tengas miedo, cuando hace frío hay que borrar los prejuicios.
   Trifón se durmió, ella aprovechó el baño, apretó un botón y un cilindro polarizado cubrió todo “algo de pudor arquitectónico”, pensó Raquel. Por la mañana temprano empezó su tarea, logró cubrir cinco estantes, por autor. Escuchó la voz de él 
—¡Quiero café!
   Se lo sirvió con bronca, el tono le recordó a su padre. Llegaron tres cajas por encomienda, otros cientos de libros. Siguió con su tarea, sin dormir por tres días, cayó exhausta sobre libros. Trifón aprovechó para mirar sus pestañas y demás accesorios del cuerpo de Raquel, que apolilló cuatro días consecutivos.
   Cuando despertó estaba en la cama, él la miraba sin descaro, con ternura —Gracias por tu trabajo, en cuanto a las otras cajas, no te apresures. Me gusta tu silencio, detesto que me hablen, sobre todo las mujeres. Raquel pensaba igual. Él era palestino. A ella se le soltó la lengua como una serpentina —¿A vos te parece que haya tantos muertos por un pedazo de tierra?
   Trifón pensó que de su tierra no quedaba casi nada, ni su familia, ni sus hijos. Recordó que no sólo ellos, la humanidad estaba matando a la humanidad. Consideró oportuno que Raquel leyera, él seguiría ordenando, lo que nunca imaginó es que ella leía en voz alta, no le molestó, los sonidos eran tranquilos y suaves. Resultaron dos lobos esteparios, donde los unía el respeto y la admiración mutuos. De tanto tironear del edredón cuando dormían, se soltaron las plumas de ganso y nevó adentro. Se refugiaron en el baño, apretaron el botón del cilindro e hicieron el amor en el bidet. 
                                                      

miércoles, 12 de octubre de 2016

SUEÑOS DE VISTA


De la calle a la vereda. Rugiendo salvaje.
Entraba en la galería, reculaba y estacionaba la moto como los apasionados, con un sapucay de sonido ronco, roto. Peguntaba si había mate, Luca alcanzaba uno dulce, Artemio escupía en un canasto, con asco.
“- Si un tipo no usa patillas, no toma mate amargo y no le gustan los Beatles, es una mierda. Son tres mandamientos, Luca, no seas puto, son códigos. ¿Calás?” Y había que cumplir, era un personaje mítico para la tribu de la galería.
Artemio tenía tres amores, su Harley Davidson, original, su mujer y sus hijos: Elvis y Porro. 
“-Comemos con sesenta mangos por día, los cuatro. Austero pero completo, somos todos sanitos, pura fibra.” El día que le preguntaron los años dijo que era la pregunta más estúpida que se le podía hacer a un ser humano. “- A veces tengo ocho, a veces mil, otras siento que todavía no nací, depende del día, el humor y los latidos.” Sintió un olor conocido, en un local desconocido. Corrió la puerta y sin permiso, tomó el pucho de un adolescente azorado. Le dio tres pitadas “- Excelente material pibe, ahora viene la mejor parte. Cerrá los ojos, imaginá pendejo, desierto de Arizona, un Ford Thunderbird con el acelerador hasta el culo, una mina al lado, rubia, muda y gomas de nacimiento. ¿Me seguís? En el medio de los dos, una botella de Jack Daniel’s, le das un beso de vez en cuando… ¡No boludo! Al whisky. La mina viene después, lo más pibe, lo más. Lo más no se cuenta, se vive.” Los otros lo escuchan, la voz rebota en el techo, en el piso y en las cabezas, todos tienen los ojos cerrados, cuando Artemio arranca la Harley y se pierde. Pasa algunos días a tomar mate y les remonta la bobera.
Transcurrió tanto tiempo sin él, que empezaron a extrañar. Apareció una mujercita, de mirada inquieta, preguntó por Luca. “- Mucho gusto, soy Vicenta, la mujer de Artemio, disculpá que aparezca así, pero me preocupa.
Luca ¿vos tenés alguna noticia? Artemio fue a España, a Barcelona. Se despidió sólo de nosotros y no sabemos nada… ¿así que vos tampoco?”
La acompañó a la embajada, se comunicaron con Barcelona, nadie sabía nada. Vicenta lloraba y Luca trataba de convencerla de que Artemio era un personaje anárquico y tal vez… “- Sí, sí, entiendo pero él fue a buscar un dinero que le correspondía, es todo tan extraño. Dijo que nos llamaría ni bien llegara.” La mujercita despidió a todos con sonrisa triste y ojos de agua.
   A cuatro meses de la partida, encontraron su cuerpo entre escombros, en las afueras de Barcelona. La pericia demostró que Artemio murió apuñalado, el mismo día que llegó a Barcelona. Interpol desconoce móviles e involucrados. Vicenta limpia casas, Elvis y Porro trabajan en la galería, con Luca y el resto. Hay fotos de Artemio en las paredes de todos los locales.
                                                                               

martes, 11 de octubre de 2016

¿QUERÉS QUE TE CUENTE UN CUENTO?

                                                        
   Primero pagame. Después dame alguna idea, tengo las compuertas cerradas. Si yo no lo puedo empezar, terminalo vos, tal vez se me ocurra un principio inquietante. Tengo miedo de arrojar anzuelos que no conduzcan, sería ingrato para el lector.
   Otra cosa fundamental: la propaganda. El cuento, aunque no esté escrito, si tiene difusión el público se interesa. Hacer afiches notables por sus dimensiones, que digan que el cuento todavía no tiene nombre, es el componente ideal para que sus comisuras dibujen una sonrisa  y borren la cara de culo que portan anormalmente.
   Es importante la presencia de alguno que entreviste. Una grabación, de esos que saben todo de nada. No le quiero ver la cara, la estupidez humana carece de límites.
   Necesito un fotógrafo, la imagen es primordial, vamos a contratar mi doble con veinte años menos, quiero el mejor fochotopeador que exista.
   Repartir figuritas con la exclamación “¡Qué cuento el que te cuento!”, sobre la sombra de mi perfil, arrojarlas a la marchanta en los lugares más concurridos.
   —¿Y el cuento?
  Si lo querés, primero pagame.
                                                                                          

lunes, 10 de octubre de 2016

INQUILINOS NÓMADES


   Alquilaba películas, se metía en otras historias y abandonaba, por unas horas, los grises, las negativas, el aburrimiento, la ausencia de amigos. La chatura de la calle, sus gentes, iguales entre sí y asombrados sólo por el diferente. Julia tenía ahí sus medios de vida y no encontró formas de partir hacia otros medios. El país parecía un gueto, los demás países eran un gueto, todos los continentes convertidos en guetos agobiantes. Las personas abandonaban su condición humana. Tenían los deseos puestos en la moneda y el poder. Acumular riquezas a costa de esclavizar al mundo. Leer era un esfuerzo para Julia, años pasaron libros por sus ojos, clásicos y de los otros. Y de los inleíbles también.
   Se guareció en parejas que tuvieron tiempos de exaltación, desgaste y abandono. Después aparecieron sus tiempos solos y resignó sus fantasías de cuentos ingenuos. Iba al mismo negocio todo los días, el dueño bajaba películas de Internet, cuando advirtió que Julia había visto todas. Él también era cinéfilo, pero no cruzaba palabra con ella. Habían tenido sufrimientos y alegrías similares. Compartir idénticos no despertaba más que nada.
   Julia era feliz con un alquiler nuevo todos los días. Y él era feliz, aunque le llevara el día entero conseguir filmografía digna. Ella lo notó cansado un día y se lo hizo saber. Él aseveró que sufría insomnio, sólo dormía cuatro horas diarias. Julia le regaló sus pastillas para conciliar el sueño, que él tomó riguroso, por venir de esas manos angeladas. No le quedó tiempo para buscar tanta película nueva. Dormía mucho. Julia se cansó de lo que había y cambió por el video de a la vuelta.
                                                                              

domingo, 9 de octubre de 2016

ALLÍ


   Toribio jugaba solitarios y las horas pasaban. 
—¿Vos no naciste para peón?
   —Si sabía que nacía para peón, no nacía.
   Se cansaba de manejar tractores, ayudar en el tambo. Las vacas lo conocían y Toribio a ellas, hasta le puso nombre a cada una. Cuando se enteró cual era el destino de los animales, ordeñó sin mirarles las caras.
   Sabía montar en pelo y un día se largó a campo traviesa. Le gustó salirse de la explotación cruel del patrón. En medio de la noche más oscura vio una luz y un ranchito. Ató el caballo y abrió la puerta, un viejo tomaba mate, levantó los ojos —Haga de cuenta que es su casa.
   Toribio entendió bien, pidió disculpas —Están acectadas, si gusta un mate con tortafritas.
   Extendió el primero con manos de árbol. Se habló todo, desde que nació allí y seguía allí. —Usté que anda con cara de sueñear, consigasé un allí, como hice yo.
   El viejo tenía razón. Partió al día siguiente y corrió bajo la lluvia intensa, no daban más ni él ni el caballo. Se guarecieron en un bosque, donde se produjo el milagro, un rancho desvencijado sin nadie. Con una cama usada por muchos. Acondicionó el su allí, con maderas del bosque. La bomba de agua funcionaba. Cuando teminó su trabajo sintió orgullo. No quedaba lejos del camino de autos. Amasaba barro todo el día, construía conejos, abejas, ovejas, cuises y gatos de los pajonales. Los cocinaba al sol. Cortó los pastizales hasta el asfalto y puso un cartel “Vendo animalitos de mentira”. Ubicó las piezas a los costados, camino a su rancho, de mayor a menor.
   Pasaban autos y le compraban, una señora se llevó media docena de conejos. Otros le encargaban, tuvo que renovar la producción. Mientras amasaba barro, recordó al viejo diciendo “No esperes mujer, porque ese es el precio de encontrar un allí”. Justo ahora que Toribio andaba extrañando mujer, sin querer le salían mujeres de tetas grandes y culonas. Esos diseños fueron vendidos a una empresa.
   Una mañana de sol apareció una chica de piernas largas, pelo largo, lisa como una tabla, austera se presentó con lenguaje citadino —Me llamo Nora, ando buscando un lugar.
   Y señalando todo, encontró un allí, lejos de Toribio. Él la acompañó, era un rancho sin dueño. —No quiero ayuda, yo puedo sola.
   Él se fue con el sonido terminante de su voz. Pasó una semana, cuando apareció Nora con una mula cargada de bultos.
   —Si no te jode, me gustaría trabajar con vos, soy profe de escultura y cerámica. Podemos intercambiar conocimientos, técnicas…no sé ¿Te parece?
   Brindaron con grapa para festejar la asociación, se aflojaron los cuerpos, Nora armó un porro, quedaron blandos y se abrazaron fuerte, para sellar, no sé bien qué…
                                              

sábado, 8 de octubre de 2016

FELIZ FINDE...


    Era el mejor geriátrico de la zona, Feliz Finde…, arbolado, florido, sillas cómodas de mimbres ruidosos.
   Modesta, la más jovencita, tenía noventa y ocho años. Le seguía Eveready, con cien. Zotolinga, cientotrés  y Diestra, de cientoveinticinco.
   Vivían en casitas separadas y se atendían mejor que las de setenta, se resistieron al pañal geriátrico, hasta sus finales.
   Todas hablaban en inglés, francés, en italiano y jerigonza. A Diestra le costaba tanto el idioma jerigonza, que dejó de oírlo.
   Eran amigas, cada una sabía de memoria la vida de las otras, por repetición permanente. Diestra, que era lenguaraz y lúcida le propuso que cada una que repitiera un párrafo de su vida, contado más de cien veces antes, todas la señalarían con el dedo.
   Al mes sucedió lo esperado, las cuatro pensaban que, esa historia, era la de la otra, menos Diestra, que se tomó el trabajo de aprender, de memoria, su propia vida. Las demás ignoraban que Diestra tuviera memoria. Fallecieron de menor a mayor. Es injusta la vida con los números, la muerte también. Cuando quedó Diestra sola, con cientotreinta años, le pedía a Dios que se la llevara de una vez por todas. Dios no acusaba recibo. Una enfermera aceptó recibo, a cambio de una inyección. No lo pensó dos veces, más rápida que Dios. Pensó Diestra en el último suspiro. Las cuatro donaron sus respectivas fortunas, para la construcción de más casitas y ampliar el sector jardín de invierno.
   Los médicos se compraron casa nuevas, cambiaron sus autos.
   Las enfermeras refaccionaron sus casitas y adquirieron autos utilitarios.  
                                                                          

viernes, 7 de octubre de 2016

CAPERUCITAS Y EL LOBO


      Mataron a la abuela entre ella y su amante, la enterraron en el fondo, debajo de las calas. Ahí la tierra era blanda y se pudo cavar profundo. Rufi hizo todo. Se ocupó del veneno que diluyó con edulcorante y ralladura de limón.
   La viejita hasta le dio las gracias por la pócima, su último comentario fue: “- Qué intensas son las tisanas por estos días.” Y ahí quedó. Ceci lo quiso más después de ver la devoción y el afecto que Rufi pareció sentir por la abuela. Hasta le hizo perder tiempo haciendo el amor, al lado de la finada. Era una mujer ardiente y ninfómana, como su madre. A Rufi los imprevistos lo excitaban y Ceci era ideal para sus bajos instintos.
   Él distribuyó las calas en sus mismos lugares, agregó piedras con musgo y licopodios, para fundir los verdes. Se lavó las manos y la cara, para rezar un padrenuestro y tres avemaría, junto a Ceci, que lloraba de verdad, no tanto por la abuela sino porque Rufi olvidó usar profiláctico y eran sus días de más fertilidad. Sería desafortunado quedar embarazada de un asesino como Rufi. Prefería un hijo más light, manso e incapaz de matar a nadie. Rufi le secaba las lágrimas con la manga embarrada de su camisa. Ella lloraba más, porque le raspaba y le dijo: “- Basta Rufi, estoy bien, vamos a casa, tenemos que avisar a mi mamá y a mi marido. Desde ya te digo que no te asombres si a mami no le hace mella, siempre la odió.” Rufi era el jardinero de la finca y le tenía más miedo al marido de Ceci, con respecto al deceso de la viejita. Rufi una vez los encontró en situación marital, al marido con la abuela. Nunca se lo dijo a Ceci, temió traumatizarla.
   Se dirigieron a la casa principal y ambos a coro dieron la noticia:“ – Lamento madre y esposo mío, pero la abuela murió en mis brazos, Rufi es testigo. Y excelente trabajador, él mismo se encargó del entierro.” El marido se puso bordó, un hueso que comía se le atrancó en el esófago y a pesar de que Rufi se comidió y le metió los dedos en la garganta, para salvarlo, murió de asfixia y paro cardíaco simultáneo. Desde el otro extremo de la mesa, la madre contempló con indiferencia el episodio. Le pidió a su hija y al jardinero que procedieran igual que con la abuela.
   Al día siguiente fueron al pueblo. La madre, Ceci y el jardinero, declararon que la abuela descocada y el marido infiel, de Ceci, huyeron juntos sin destino conocido.
                                                                          

jueves, 6 de octubre de 2016

HISTORIA SOBRE TODO

                                                                
   Su primera compra se hizo en Londres, hace un largo tiempo. Tenía un corte que no parecía ni cortado. Pelo de camello, un sobretón, no un sobretodito. El Dr Olmos Pajo fue su comprador, cuidadoso, no conoció la tintorería, la limpieza profunda la realizaba el Doc Olmos, decidió anular su segundo apellido. Le gustaba más la naturaleza. Lo de Pajo, hacía que recibiera bromas de mal gusto. Cuando el Doc murió, quedó para su hijo, el sobretodo, algo más triste, pero seguía imponiendo respeto.
   Siguieron tres generaciones de uso continuo del sobretodo que resistía hasta los tratamientos feroces, como caer en el barro o el boludo de mi primo Ramón, que lo  estiró en una cuneta para darle paso a una tilinga, le pareció un gesto distinguido.
   Su último dueño lo obtuvo, como obsequio, de un gestor que le realizó una jubilación con cientos de complicaciones.
   Cuando recibió el obsequio hizo tantas reverencias que se incrustó en un espejo —No pasa nada, vaya tranquilo hombre.
   El último dueño no había salido del edificio, al sobretodo le faltaban dos botones y estaba sucio, tocó el timbre del gestor —Disculpe, gestor Don Pajo, me manda a la tintorería este sobretodo, tiene olor a humedad.
   —Bueno, no lo molesto más. Le dejo el sobretodo y lo paso a buscar el jueves.
   Era buenazo, Don Pajo y fue a buscar el armatoste. El tipo, puntual, jueves por la mañana, miraba los resultados.
   Don Pajo le extendió el costo, él miró la boleta y dijo —Lo qué cobran! Dios mío! Bueno amigo, ahora sí, no lo molesto más. Lamento que la tintorería le haya costado lo mismo que el sobretodo. Nos vemos.