jueves, 20 de octubre de 2016

AFASTA DE MIM


   Fuimos amigas de la Facu, desconocía su lado perverso.
   La cara de Virgen del Renacimiento y su sabiduría mentida, compraron mi corazón de boluda alegre.
   Sí señor, yo era alegre, perdí mi alegría, ni recuerdo dónde. Era caradura Roberta Roca, expuso sus mamarrachos en la Galería Lirolay. Apareció un empresario con nombre coincidente, Roberto Roca. Compró todas sus obras y le entregó un sobre con un cheque de valor descomunal. —Espero que visites a tu abuelo, si es solo como yo, lo pondrá feliz.
   El viejo partió sin mirar atrás.
   La despedida de Roberta fue una orgía con aviso, su último abrazo y
—No vayas, eso no es para vos.
   Se lo agradecí… Compró su pasaje y en una semana llegó a Milán, la esperaba el abuelo con su auto casi de museo —Pero anda, eso es lo principal.
   Mandó una postal para todos. Fue la última noticia de su existencia.
   Caminando por Bs As, tropecé con Omar, el mejor grabador que he conocido. El único que ignoraba su genialidad, era él mismo. Nos tomamos un café en Ouro Preto. Tenía la misma cara de niño asombrado, a pesar de los años. Recordamos nuestros compañeros, evitando comentario alguno de la década infame. La charla estaba compuesta de —¿Te acordás de Fulano?¿Te acordás de Mengano? ¿Te acordás de Perengano?
   En el cuarto café  apareció el nombre de Roberta, ahí sí pregunté
—¿No me digas que ella tamb…
Me interrumpió —¿Te acordás que era flaca palito? Cuando los ignorantes me becaron a Milán, sentí tanta ajenidad que recorrí lugares alejados, con verdes y sin acústicas citadinas. En una especie de meseta alta, bajo un árbol frondoso, había una mujer gorda. No gordita, gorda de dos plazas, que me gritó “¡Omar! ¡Omar!, soy Roberta…” me pareció un sueño o una pesadilla, digamos en el medio, subí una escalera de piedras, hasta una construcción pintoresca, con un cartel que decía “Pizza Argentina”. Traté de darle un abrazo, pero Roberta me quedaba grande y ¿sabés por quién me preguntó primero?
   —No, no tengo la más puta idea.
   —Por vos, por nadie más que por vos.
   Miré los ojos niños de Omar y no le conté. Roberta fue la primera persona, que comió parte de mi alegría.
                                                                

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