lunes, 24 de octubre de 2016

ES LO QUE HAY

                                                    
   Charo salió del cine, la película terminó bien, ella se sintió bien.
   Volvió a la pensión, tomó café, abrió la heladera, sacó dos cubitos y puso uno en cada ojo, para descansar la vista. Miraba una película por día.
   Esta vez terminó mal, se sintió mal, le dolía la cabeza. En su pieza lloró porque la chica murió, justo antes de The End. Se fue a la cama sin comer.
   Hoy se aseguró una comedia light, reidera, compró un helado, que cayó en la vereda, le dio la misma risa que en el cine. Había una gorda en el banco de la plaza, leía un misal. Charo preguntó si era creyente.
   —Sí, voy a misa todos los días, le pido a dios que me cure la arterioesclerosis ¿Ud cree?
   —No, soy atea, a lo mejor le pido a su dios una entrevista para que me cure la peliculosis.
   La gorda la miró con desprecio, se levantó con dificultad y caminó apretando el misal.
   Charo mudó de banco, había un paquete, ella pensó que un paquete era superior a una persona. Lo abrió, moría de curiosidad, era un oso con ojos casi humanos, caminó a la pensión con el paquete bajo el brazo. Lo depositó en el centro de la mesa, lo levantó con delicadeza, era mullido, tenía un cierre por detrás y algo rígido, un aparato negro con dos botones.
   Apretó el rojo, con voz finita el oso dijo —¿Cómo te va?
   Y repitió —¿Cómo te va?
   Luego una voz rasposa —No sos feliz, lo siento en tus manos, la vida es una mierda, tanto cine enferma, la peliculosis te da más mierda.
   Charo entró en pánico, el oso no cesaba, lo sacudió para detenerlo.
   —No hagas eso, me duele, no me hundas los ojos, ¡¡Mala!! Apretá el botón negro y callo para siempre, te prometo.
   Con el dedo temblando, Charo apretó el negro.
   La explosión abarcó diez manzanas, con Estaciones de Combustible y réplicas y réplicas y réplicas.
                                                             

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