lunes, 3 de octubre de 2016

JUSTICIA MARITAL


   —¿Venís a comer temprano?
   Seguro que llega a las nueve como todos los días, lo voy a sorprender con un salmón a la castellana. Se anuda la corbata, la mejor que tiene. Contesta con desgano. —Llego tarde, la invité a Pelu, festejamos los diez años que es mi secretaria.
   Un cerdo que no recuerda nuestros aniversarios. —Preparo para tres, entonces.
   Él dubita frente al espejo, tiene una mancha de dentífrico en la corbata, no la ve. No le aviso. —No, mejor prepará para seis, nunca se sabe, Pelu es impredecible, si trae al marido y los tres hijos, seremos seis. Una cuenta fácil.
   —Te equivocás, somos siete.
   Nunca me mira, me sabe de memoria —Vos a la noche no comés, podés servir y esperar en la cocina, yo te aviso qué hace falta traer.
   Le hablo de espaldas, como en los teleteatros 
—Sos muy ocurrente, andá nomás, se te hace tarde.
   Olvidó su bolso de agenda y escritos. Me asomé, vivimos en el quinto, —¡Te olvidaste el bolso! Te lo tiro.
   Gritó —Dale, ¡Gracias!
   Aterrizó en la vereda, se abrió y los papeles volaron, la agenda fue aplastada por un micro. Lo vi correr de un lado a otro, el viento alejaba los escritos. Cerré las ventanas y corrí la cortina. En el ex dormitorio de servicio encontré el uniforme de la ex mucama. Debimos prescindir de sus servicios, no le pudimos pagar más, le debemos dos meses. Llegaron Pelu, el marido, los tres chanchitos y él. Sorprendidos con mi uniforme de mucama, él se puso rojo, los otros miraban la mesa con codicia, abrí la puerta, dije —Vamos, vamos, hice reservas en el mejor restorán de Puerto Madero.
   Fui muy solicitada, las personas de otras mesas me pedían sal, vino, postres.
   Les sonreía, se acercó un mozo, me preguntó si era la nueva —Te equivocaste feo, yo presido esta mesa, ¿cómo confundís una señora distinguida como yo, con personal de servicio? Es un oprobio que amerita una disculpa inmediata.
                                         

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