Mi hijo me
despertó —Feliz día, Mami.
Tenía voz de
trasnoche, yo también. —Te llamo a la noche.
Día gris topo,
algún rayo de sol pijotero.
Una ducha, cinco
minutos, es mi record. Papi tarda más. Le pedí que no mirara mi celulitis.
Lavé ropa. —Mami
¿Vamos a tomar un café?
Estaba frío, no
reclamé, Papi tampoco. Siempre odié las parejas que se llaman “Papi, Mami”,
bizarro, grasún.
Estamos viejos,
ya vamos por ahí. No importa.
Me dio triste,
pensé que lo olvidaría, era a las diez, me adelanté y llamé yo. Su voz proyectó
Bariloche, San Martín de los Andes, El Bolsón. Hará tatuajes en los tres
lugares. Después cruza a Chile. Tiene muchos después. Como yo cuando fui joven.
Preguntó qué regalo, le dije todo caro, mi consigna es boicotear compras.
—No sos pobre,
Mamá, yo tampoco. Acá estamos haciendo empanadas, te dejo, te quiero ¿Sabés?
Sí, sé. —¡Pará
hijo! Le dieron el Premio Nobel de Literatura a Bob Dylan, no piensa ir.
—¡Bravo Dylan!
Fue la única
información que tuvimos en común.
Aquí estoy,
soplando en el viento.
Papi hace
brusquetas, yo distribuyo platos.
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