martes, 11 de octubre de 2016

¿QUERÉS QUE TE CUENTE UN CUENTO?

                                                        
   Primero pagame. Después dame alguna idea, tengo las compuertas cerradas. Si yo no lo puedo empezar, terminalo vos, tal vez se me ocurra un principio inquietante. Tengo miedo de arrojar anzuelos que no conduzcan, sería ingrato para el lector.
   Otra cosa fundamental: la propaganda. El cuento, aunque no esté escrito, si tiene difusión el público se interesa. Hacer afiches notables por sus dimensiones, que digan que el cuento todavía no tiene nombre, es el componente ideal para que sus comisuras dibujen una sonrisa  y borren la cara de culo que portan anormalmente.
   Es importante la presencia de alguno que entreviste. Una grabación, de esos que saben todo de nada. No le quiero ver la cara, la estupidez humana carece de límites.
   Necesito un fotógrafo, la imagen es primordial, vamos a contratar mi doble con veinte años menos, quiero el mejor fochotopeador que exista.
   Repartir figuritas con la exclamación “¡Qué cuento el que te cuento!”, sobre la sombra de mi perfil, arrojarlas a la marchanta en los lugares más concurridos.
   —¿Y el cuento?
  Si lo querés, primero pagame.
                                                                                          

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