viernes, 21 de octubre de 2016

LÍNEA B


   Lo vi y latió, él me miró, la hora pico del subte, no a mí, era al reloj del techo. Sentí el corazón que dejó su oficio tres minutos. Por hacer lectura comparada, entre el mío y el del techo, perdí el subte. Registré 19.30 hs, subí los escalones contenta, hasta me reí sola fuerte, dos dijeron algo, estoy acostumbrada, siempre fui una diferente.
   A los iguales les encanta rubricar —Está loca.
   Para mí es un orgullo ser loca, una angulación interesante para combatir el aburrimiento.
   Hoy es otro día, a las 19.30 hs. Ésta vez lo seguí, me hizo correr. Casi quedo enjaretada entre las puertas, por suerte tengo el espesor de un papel y un ímpetu de caballo. Me senté al lado. Él tenía las rodillas separadas y los pies juntos en los talones. Yo al revés, las rodillas juntas y los pies separados, con dedos enfrentados.
   Miraba la ventanilla dejando un bostezo abandonado que humedeció el vidrio. Se levantó imprevisto, dijo —Permiso.
   Y bajó apresurado.
   Ocupé su lugar, besé el aura de su bostezo.
   Dejó el asiento tibio, me dio calor a todo el cuerpo. Bajó en la Estación Facultad de Medicina. Hoy es otro día del día anterior al anterior, no pude cumplir con las 19.30. Tuve taquicardia y mis labios cianóticos hicieron que la portera llamara una ambulancia.
   Fui directo a Emergencias, alguien dijo —Hay que intervenir, en media hora.
   Entramos al quirófano. Entreabrí los ojos, era él, con su mano envolviendo la mía.
                                                       

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