domingo, 31 de mayo de 2020

KE KAGADA


   Me propongo salir de casa en estado de gracia, no indignarme cuando en el Banco sufro una cola de una cuadra, para cobrar la miseria. Soporto estoicamente conversaciones vacuas. Dura poco, hago kilombo por cosas que no ameritan tanta pasión. A mi edad el mundo me interesa y lo disfruto todavía. Tropecé con un escalón inapropiado para cualquier transeúnte, caí frente al negocio donde acostumbro hacer alguna compra. Los anteojos rodaron a la calle y una moto les pasó por encima. Me costó incorporarme, la rodilla sangraba y sufrí la humillación de mi pollera, que dejó mi trasero al aire. De los veinte pares de ojos mirando el episodio, nadie me ayudó. Entré al negocio diciendo —La puta madre, cómo me duele! Te saco un rollo de papel porque esto no se detiene así nomás.
   Me lo alcanzó con desgano mientras atendía  a una señoritinga con tetas a la bandeja. Yo seguía puteando contra todo. Cuando logré cierto equilibrio, la señoritinga me miró, una símil a la primera, también. Habló la primera —¿Le pasó algo señora?...Digo, porque sus palabras no son apropiadas para que escuchen mis dos criaturas.   Miré los engendros blanco departamento con uniforme del colegio privado “San Gimnasio” —¿Me vas a decir que en tu casa nunca puteaste a tu marido?¿Cómo podés ser tan hipócrita, irrespetuosa y chusma? Se nota que sos de Tandilandia, todos uds son de molde. Bah, ni sé porqué me gasto si tenés cara de no entender nada.
   En la caja me arrepentí —No quise ofenderte, me salió…una pena, mil disculpas. –Y apoyé mi mano en su camisa blanca refulgente, dejé la huella de mi mano ensangrentada-. Dijo —La puta madre, mi camisa nueva y esta sangre no sale con nada ¡Carajo!
   Me retiré con mis dos compritas pensando que el mundo era un kilombo irreparable.
   En la esquina estaba la moto que reventó mis anteojos, los tenía incrustados en la rueda delantera. Las llaves estaban puestas, la puse en marcha y subí. A cinco cuadras se encontraba la calle con más declive pronunciado de Tandilandia, allí la dejé, se perdió en el horizonte del atardecer, sin conductor.

sábado, 30 de mayo de 2020

CALLE 44


   Cuando recién me ingresaron, tenía la presión tan alta, veía que cada cosa era múltiplo de cuatro. Un brazo que no sentía lo pellizcaba, lo arañaba y hasta apagué un cigarrillo en el hombro. Metí la mano en una cacerola con agua hirviendo, quemaduras de tercer grado. El traslado en ambulancia, con sirena a decibeles tan altos, me hizo sentir alfileres que se clavaban en la mitad de mi cuerpo.
   Me dejaron esperando en un pasillo. Dos Enfermeras dijeron que en unos minutos tendría mi cama definitiva. Pasó una camilla con un hombre tapado hasta la cabeza. El lugar que dejó él fue ocupado por mí. Pasé de la camilla a la cama. Un Médico que ni miró, recomendó una inyección inmediata. Cuando desperté, al lado mío, había otra cama y después otra, todas eran múltiplo de cuatro. Pabellón 4°, largo y angosto. Hay una ventana al costado, tiene geranios y malvones, a veces vislumbro a mi Abuela diluida, viene a regar las plantas cuatro veces por semana. Es raro, porque mi Abuela murió hace mucho.   Duermo y despierto con las flores, si tengo suerte con sol.
   Escucho los pasos del Médico con sus alumnos, rodean mi cama y una Enfermera me destapa y me desnuda. Me revisan sin saludar y se dirige a los alumnos: —Este hombre se contagió de otros contagiados, que vinieron de Italia.
   No tengo visitas, no dejan pasar a nadie.
   —Doctor, quiero saber cuál es mi diagnóstico.
   Cuando me responde no escucho nada y soy consciente, he preguntado con una voz que no emite sonido alguno. Recibo cuatro inyecciones por día. Ésas sirven para volver a ser chico, recupero los juguetes, el triciclo y mi Mamá, que me acaricia la frente mientras dice: —Ya va a pasar, ya va a pasar. -Y lo repite cuatro veces más-.

viernes, 29 de mayo de 2020

CARA Y SECA


   En el año 1900, Waldo y Alan, tenían una novia en común, era hija de nobles y hacía cosas que no debía. Selva coqueteaba con los dos. Iba de uno a otro. Sabía que a Waldo le gustaban los polizones, se apoyaba una y rebotaba dos veces, se agarraba sin querer, las manos en sus tetas, pensando que eran los hombros.
   Selva entregada a las rígidas costumbres sociales, quería a los dos novios casi por igual y de ese casi salió una idea, romper todas las convenciones y permanecer con ambos.
   Una tarde de tibieza, salió Selva con ocho ramos de violetas en el escote. Después que Alan coronara ese escote, apareció Waldo, quería convertirse en un solo novio, un único. Venía de familia acaudalada.
   Madres y padres se reunieron para hablar sobre la dote. El Padre de Waldo, preguntó si Selva estaba bien dotada. Se produjo un incómodo silencio. Sirvió para pensar la estupidez que hacían, si todavía la pareja estaba en elecciones. El resultado fue que Selva aceptó a Waldo.
   Habló la novia primero, cuando iba a comenzar: —Me parece que el ojo me pija, con perdón de la palabra, quise decir que el ojo me pica.
   El novio salió al ruedo: —Mi querida, mi amada, te puedo jurar que pija tendrás de sobra, con perdón de la palabra, quise decir que si te pica, tendrás un palenque para rascarte. Fue una confusión que me contagiaron los peones del campo. Quiero regalarte un ajuar completo con sombreros y zapatos, lo podés elegir por internet.
   —¿Pero si internet no existe? Te has adelantado en el tiempo.
   Llegó Alan, nombrado Padrino de los novios, le regaló un inmenso ramo de rosas verdes, teñidas y le puso una enredadera alrededor del cuello. Se ocupó del ajuar, se encargó de vestirla, usaron el baño y le echaron llave. Él quería darle un baño de inmersión, después secarla y ponerle la ropa.
   Cuando Selva y Waldo se casaron, dijo el Cura: —Si existe algún impedimento,  que lo digan ahora o callen para siempre.
   Se escuchó la voz de Alan: —Sí, yo no, yo no, no quiero que se produzca esta boda, ella debe confesar la verdad, tuvimos relaciones hará unos veinte minutos.
   La gente murmuraba enardecida, todos sintieron la estafa. Selva declaró: —Prefiero casarme con ambos, Alan, como Waldo, dan placer en la geografía de mi cuerpo. Además estoy pregnant y no sé quién es el Padre, en estos tiempos, el ADN no se descubrió. Gracias a todos por escuchar esta nueva modalidad. Si muchos siguen nuestro ejemplo, serán vanguardia como nosotros y podrán borrar esas caras de culo. Porque les aseguro que se van a divertir y es una forma de cambiar el statu quo, de esta sociedad melindrosa. No perdamos más tiempo, me voy a la cama con los dos.

jueves, 28 de mayo de 2020

EL DESALOJO


   —Mi nombre es Ferdiduke, vengo para asentar una denuncia. Soy dueño de una casa en altura, que parece un castillo, hay alguien que merodea y roba ladrillos de mi casona. Robó tanto que el castillo está inclinado, la ventana de la cocina no se puede abrir, está enterrada. Quiero que antes que se derrumbe, ustedes intervengan, hacer algo, por lo demás yo les ayudo a investigar.
   —Siento mucho su pérdida. Falta personal y armas. Mientras tanto busque en todos lados, durante el día y durante la noche también.
   No dormí dos días consecutivos, al tercero encontré todas las ventanas abiertas con las cortinas volando, tan alocadas como las más de ochenta personas brindando. Llamar a mi propia casa daba miedo, porque eran muchos adentro, se pasaban pipas de agua, joins y algo blanco que ponían en fila, aspirando de a uno. En un costado de la casa, habían construido un cubículo con los ladrillos que robaron, había una cocina y un humo con olor raro. Golpeé las puertas de mi casa, fueron muy amables, me invitaron a pasar, una copa de champagne, que no sé cómo vino a parar a mis manos. Una mujer vestida del 1900, me dio cinco pitadas y dijo que me metiera en el toilette, para que tome ese sobrecito. Por curiosidad probé, me forró toda la boca. Me lavé la cara y las energías que tenía, más un revólver, los fiesteros se fueron de una, más por el arma que por mí. Junté los petates que dejaron y fui a la Policía, a presentar la denuncia.
   —Seguimos con escaso número de policías. Nuestras camionetas se encuentran en reparación, pero veamos lo que nos trajo. Es interesante, hay por lo menos 200 papelas gorditas. Voy a llamar al distribuidor, que anda en moto y empezamos el reparto. Vivimos de esta porquería. Hace tres meses que no percibimos sueldo y estamos protegidos porque somos policías. Tenemos clientes fijos, que no andan con chiquezas. Si usted gusta participar, lo nombro policía ad honorem, a cambio muéstreme dónde queda la cocina.

miércoles, 27 de mayo de 2020

EN LA CABEZA


   —Hijo, tengo que hablarte.-Ese tono que usa, me parece de mala espina-. Mami, está esperando un bebé, para que puedas jugar con él y cuando deje el cochecito y aprenda a caminar, vos lo podés sacar a pasear.
   —Me niego a aceptar tu idea, soy un niño lindo y bueno y no quiero tener un hermano. Si fueras más generosa, podés suspender el embarazo. Lo dicen todos los días por radio. Te mandan una pastillita y tenés derecho a un aborto.
   —Mirá, querido yo no soy partidaria de todas esas cosas. Lo que me mandó Dios, lo debo aceptar.
   —Mami, perdoname, pero éstas son cosas de hombres, lo voy a hablar con Papi, cuando vuelva del trabajo. Vos no sabés lo que te espera, yo tampoco sé, pero Papi se va a poner furioso.
   Llegó temprano.
   —¿Papi, sabés que Mami está esperando un bebé? No es hijo tuyo, se lo mandó Dios.
   Papá entró en la cocina como un drone.
   —¿Por qué no me dijiste que estabas embarazada? Sos una mentirosa. Primero le das la noticia a nuestro niño lindo y bueno, si no fuera por él, ni me enteraba.
   Va a nacer una bebé, yo no quiero conocerla, me imagino el olor, cuando haga caca o vomite y Mami le dará la teta. No quiero presenciar nada.
   Conseguí cajas de cartón y las voy llenando con mis juguetes y toda la ropita que tengo, no quiero que ese engendro me use mi ropa, que es una herencia. Cuando terminé de guardar todo, fui bajando las escaleras de a uno. Todo tenía su peso y yo quería disimular.
   Me senté en el umbral de mi casa y tomé un taxi.
   —¿Vos no sos muy chiquito para escapar de tu casa?
   Y entonces le conté la verdad, no me gusta mentir.
   —Va a llegar a mi casa un engendro, que sin conocerlo, ya lo odio el doble, porque además es una bebeza.
   —No sé si me vas a entender, te devuelvo a tu casa, para mí es mucha responsabilidad. Te ayudo a bajar estas cosas, vas a ver qué contentos se van a poner tus papis.
   —¡Qué suerte que volviste!, niño bonito y bueno, te hicimos una broma, Mami no tiene nada en la panza, fue para ver tu reacción.
   —Es cierto, Mami, veo que tu panza está chatita. Pero la broma que me hiciste, indica que no tenés nada en la panza, ni en la cabeza.

martes, 26 de mayo de 2020

ME PARECE


   Ni bien sale Alberto, salta Amparo, lo sigue para ayudarle a subir las bolsas. Antes yo hacía la lista, ahora la hace Amparo. Me tratan con desprecio los dos. Decide Amparo qué va a hacer de comer. Para poner la mesa ella hace lo peor que puede. Alberto le retira los platos para que no se caigan y se rompan.
   Amparo comía en la cocina y nosotros en el comedor. Hoy me empujaron a la cocina. Había dos cubiertos y dos platos. Se sentaron cada uno en su lugar. Ella me llamaba para que le alcance la quesera. Me tuteó cuando pidió el pan. Lavé los platos y fui a dormir la siesta, cuando me voy a acostar, sentí que mi lugar era muy angosto. Pasaba que éramos tres, Alberto, Amparo y yo.
   Ella pidió que me retirara y durmiera en la piecita del fondo. Amparo iba explayando su autoridad. Me hacía bañar en el bañito del fondo, con agua helada, mientras se sumergían los dos en agua caliente con  hidromasaje. Entré a mis aposentos y estaban los dos secándose sobre la cama, ella a él y él a ella. Recién ahí me di cuenta. Alberto no me quiere más, quiere que me vaya, me echó.
   Ahora estoy en un rincón de la estación, envuelta en una manta que les robé. Antes de salir el sol me fui al kiosco de los diarios, lo pedí prestado y anoté todos los lugares que necesitaran Mucama. Yo no sé por qué Alberto, que es mi Marido, no me dio una carta de recomendación. Igual me tomaron, era un Matrimonio. Imité a Amparo, el tipo resultó ser un buenmozo, me permite hacer de Amparo y comenzar mi expansión.
Me casé con el tipo buenmozo. Su Esposa fue despedida.

lunes, 25 de mayo de 2020

EL AGUJERO


   Las hojas amarillas están pegadas al piso. Las que aman pasar la escoba por la vereda y el cordón, el día de hoy lo suspendieron.
   Hay una Vecina que trataba mal a sus hijos, los chicos se hicieron grandes y los mandaba a barrer la vereda. Yo miraba a los tres fregando, para quitar las hojas. Las hojas las tiraban donde comienza mi casa.
   A mí no me importaba, las hojas secas son humus para la tierra. Donde dejaron el montículo, empezaron a salir tréboles de cuatro hojas, el sol de la tarde invitaba a la reposera. Cerré los ojos para descansar y comí el último bombón que tenía en la mano. Sentí una puntada en el ojo derecho y algo que se ensañaba con fuerza, una caña larga seguía perforando. Los Médicos hicieron lo posible. Me dijeron que perdí mi ojo derecho. Volví en un taxi y llegué casa.
   Cambié de idea y me presenté en la Policía para hacer la denuncia. Tardaron tantos días en detenerla, me miraba en el espejo con ese agujero negro. Escuché que la Vecina barría la vereda con tanto empeño, con el impulso de la locura. Tomé un leño con diez clavos en la punta, me acerqué descalza y le di tres veces en la cabeza, en la cara y en todo el cuerpo. Cayó muerta sobre los tréboles, no aplastó ninguno. Los hijos miraban tras las rejas, los tres me sonrieron, tenían lastimaduras y el chico la cara desfigurada. Por primera vez los vi sonreír. Abrí la puerta cavilando dónde sentarme. Volví a mirar en el espejo, imaginé la profundidad del agujero negro, era único modo de mirar. Mi ojo izquierdo siempre fue ciego.
   A mí no me importa, yo aprendí a mirar con mis sentimientos.

domingo, 24 de mayo de 2020

WILLENDORF


   La Señora va a la verdulería, conoce al Verdulero de antes y de antes de antes.
   —Dos kilos de papa lavada.
   El tipo le abre el escote y deja caer las papas. 
—No tenemos bolsas.
   —Para eso traigo esta remera elastizada, que se estira largo y ancho, me la trajeron de Miami. Quiero verdurita, tres y tres sin nabo. Media docena de bananas y perejil, me olvidaba.
   —Lo que pidió se lo puse en la remera, le agrego en las mangas chauchines y el perejil, corra la bombachita y se lo pongo en el culo, con los tallos para adentro. El Don lo puede sacar enseguida, darle un poco de jabón, ayuda.
   Salió caminando la Señora, moviendo todas las verduras. Le decían piropos. Cuando llegó le contó al Don, los piropos que le gritaron. Se puso cachondo el Don y vio a su Mujer como a la Venus de Willendorf. La puso en la cama, no le dio con todo por el perejil y las papas, pero le tocó las tetas con placer. Se sorprendió al ver que eran dos zapallos.
   El Don fue a pelear con el Verdulero: —¿Con qué derecho se atreve a colarle a mi Mujer, la verdura en todo el cuerpo?
   —Pero mire que era fresca, recién cosechada en la quinta.
   El Verdulero siguió y le respondió: —Ella se ofreció a pagar con su propio cuerpo, no sé si le contó. La pasamos de primera. Esperamos con ansiedad su próxima llegada. Corremos a atenderla y el que llega primero es el ganador y recibe un pago de cuerpo. Y si tanto le molestan esas pavadas, ¿por qué no viene usted?, lo atenderemos como a su Mujer. A nosotros nos da lo mismo. Nunca hemos tenido problemas de género.

sábado, 23 de mayo de 2020

UNA GRANDE QUE NO LE IMPORTA



   Quintina siempre fue vanguardia. Fueron malas las críticas de su primer concierto, la abucharon, le tiraron tomates, huevos y cualquier verdura. Se presentó a un segundo concierto. Ejecutó música de Chopin, Beethoven, Mozart y fue aplaudida de pie, saludó cinco veces.
   —¿Viste cómo les gusta la música clásica a estos burgueses de mierda?
   —El público es como vos decís, pero la música clásica agoniza, estos conciertos son escuchados por grupos reducidos, sólo en espacios enormes como el Colón. Y después venís vos, con tu música nueva que te abre la cabeza, mucha mérde, yo te miro entre bastidores.
   Se acercaba al piano como a un desconocido. Abría con música clásica, parecía colgar de una tecla para cederle el espacio a una sola.  Extendía sus brazos a las cuerdas interiores, parecía querer cortar todas y mientras dejaba que corrieran, golpeaba la tapa del piano creando sonidos que inquietaban. Solía tocar de espaldas al teclado. Los acordes más difíciles de los clásicos, de pie. Se desmayaba sobre las teclas con el cuerpo tocando negras y blancas. Lograba tonos medievales y terminales rockeras.
   Dio uso a todo lo que implicaba un piano. Abandonaba y hacía un saludo principesco. El público esperaba en un silencio asombrado. Rompieron con un aplauso cerrado, que pareció eterno. Le arrojaban rosas, claveles y ramos. Justo los que le daban alergia. No se quedaba a escuchar elogios individuales. Yo la esperaba con la puerta abierta del auto.    
—¿Quedaste contenta con este triunfo?
   Quintina seguía tocando el piano sin piano, en el tablero del auto.
   —No. Quiero más, necesito crecer para domar mi instrumento y tirárselo a la gente como ellos me tiran flores, que sé que no merezco todavía. Vayamos a un tugurio de amigos, tomamos unas copas y ellos tienen el piano libre, porque voy todas las noches y toco lo que me pidan. Cuando se llena me premian con dinero.
   —¿Y eso no te complace?
   —El dinero no me interesa, yo no toco por dinero, toco porque amo la música. Cuando llega y cuando se va. Siempre vuelve, sabe que la espero.

viernes, 22 de mayo de 2020

EL NIÑO SIGUE


   —Una compañerita del Jardín se puso de novia conmigo. Ni me preguntó si yo quería, pero como soy un niño lindo y bueno, la invité al Cine.
   —Te prohíbo tener novia, a tu edad mejor lavate los calzoncillitos. Olvidate de tu novia y del Cine.
   —¿Mami, vos tenés complejo de Esopo?
   —En todo caso sería de Edipo. ¿Quién es Esopo?
   —Era un filo-sofo que contaba cuentos muy bonitos, son ideales para tu edad.
   —¿Por qué para mi edad?
   —Para antes de dormir, me contás alguno que te hayas aprendido de memoria.
   —Hijito, si hay veces que me olvido de ponerme los zapatos, antes de salir a la calle. No puedo aprender un cuento de memoria. Te puedo contar uno inventado.
   —Bueno, Mami, tratá de ser creativa e inteligente. De eso último olvidate. Dejate llevar.
   —¿Te gustó la fábula?
   —Es para los niños mucho más chicos que yo. Te pregunto de nuevo: ¿No puedo salir con mi compañerita al cine de la esquina?
   —Me dejás sin siesta. Pero prefiero sacar las entradas y llevarlos yo.
   —¿Qué tal la película, la compañerita? ¿Qué hacen los novios en el Cine?
   —¿Cómo querés saber, todo junto o paso a paso? La película tenía una novia y un novio que pasaron toda la película haciendo porquerías, en esas escenas yo le tapaba los ojos a mi compañerita y ella hizo lo mismo, pero me parece que espiaba. Rozamos nuestros brazos sin despegarnos. Después ella me habló en secreto, dijo que quería un piquito. Le dije: ¡No, por favor! Soy un niño lindo y bueno. ¿sabés lo que me contestó?: “Es cierto sos lindo, bueno e imbécil.

jueves, 21 de mayo de 2020

PALO DE ROSA


   Estaba en un rincón del alféizar. Fue caja de cubiertos, para guardar, cerrada con una llavecita, que se perdió. Resultó tan pesada para limpiar, que la abrieron por la fuerza con un destornillador. Llevaron los cubiertos a la cocina y fue transformada en depósito de cartas que nunca se enviaron. Los niños la cambiaron cuando le agregaron rueditas y fue un carrito de palo de rosa, que trasladaba de a un niño por vez.
   Volvió al rincón del alféizar. Su inmovilidad daba escalofríos. Durante la mudanza, sus dueños la olvidaron y a nadie le importó su ausencia.  Dieron de baja el matrimonio. Llegaron los nuevos, pusieron una carpeta bordada sobre su superficie, parecía la antelación de su sepelio.
   Ella sigue en el mismo rincón, nadie la mira ni la toca, ni la mueve. Abrieron una ventana que siempre estuvo cerrada. Ahora le da el sol, se resquebraja, perdió su brillo. Envejeció la madera.
   La caja transcurre su vejez, en un rincón del alféizar y finalizó su vida como leña de una salamandra.

miércoles, 20 de mayo de 2020

PUERTA ANGOSTA


   —Yo soy Irma la dulce.
   Y Cacho, el Jefe, le contestó: —Yo soy Cacho el salvaje.
   Irma era nueva y no era dulce, era amargada la pobre.
   —Agustín, a ver si conseguís un lugar para esta chica.
   La conduje a una silla que estaba frente a mi escritorio. El pelo negro le tapaba la cara, por debajo de su flequillo había unos ojos de brasa, de un verde intranquilo. La boca le temblaba de miedo, tal vez porque se sentía mirada por todos. Estaban asombrados que hubieran tomado otra empleada. Empleados era lo que sobraba.
   Le dije en secreto, que tenía el primer botón desprendido.
   —Es que si me lo prendo me ahogo. ¿Vos decís que se me ve mucho?
   Allí comprendí que le hablé mirando las tetas.
   —No, así está bien, tengo algo divertido para mirar, vamos a trabajar, ¿sí? Tenemos que llevar esta pila, es pesada para vos sola.
   La puerta que debíamos usar era angosta, pasé yo, la pila, pasó ella y listo. Faltaba el regreso, encaramos juntos y nos atascamos de frente en el vano de la puerta. Logramos despegarnos del lado interior del archivo. Di una vuelta a la traba y volvimos a nuestro encastre.
   A Irma pareció gustarle, porque me dejó sin aliento. Me dieron ganas de vomitar cuando metió su lengua hasta tocar mi campanilla. La gambeteé con mi lengua y ella reculó, “relenguó” es la palabra indicada. Se dio vuelta con oficio, se escuchó el sonido de un cierre y luego su mano, condujo el resto en lo mejor del final.
   Un puntapié abrió la puerta, era Cacho el salvaje, que no tardó nada en ver cual era la situación. El calzón de Irma colgaba de un gancho y mis pantalones, hacían un acordeón en mis tobillos. Cacho la agarró del pelo.
   —Este trabajo te lo conseguí yo, ¿no le contaste a tu violador, que soy tu amante? ¿o vos lo violaste?, sos capaz! Como hiciste conmigo.
   Irma abrió su cartera y sacó un revólver, le apuntó a Cacho.
   —Soy policía y estoy aquí porque soy Oficial de la Primera. Mi función es investigar los posibles culpables de un crimen pasional. Sucedió en este lugar. Te canto la justa: sos el primer sospechoso. Por eso te di bola, ¿o vos te creías que era por tu linda cara? A mí me mandaron y a las pruebas me remito, es un asco hacer el amor con alguien que no tiene lo que Agustín, a quien tuve el gusto de conocer, recién me hizo sentir el universo. Ahora date vuelta.
   Cacho obedeció, ella guardó el arma y lo esposó.
   —Tapate con tu campera, cubrite las manos, para que no vean tus compañeritos. Caminá adelante, yo voy por atrás, te acompaño hasta la calle, hay un Movil Policial, subí sin abrir la boca, vaya, vaya, vaya.
   Yo los seguí como un imbécil. Irma me tomó de la corbata y me subió a su auto, bajándome la cabeza como a los delincuentes.
   —Perdoná, Agustín, es un reflejo que me dio esta profesión.
   Yo me dejé.
   —Decime Irma, ¿a dónde vamos?
   Me miró la bragueta mientras daba vuelta el volante. Colocó en un costado del techo una sirena roja.
   —¿Por qué tan rápido?, te digo que es bárbaro, se abren todos.
   Tenía una mano en el volante y la otra en mi bragueta.
   —Tranquilo, que llegamos a mi bulín.
   —¿Y qué me harás, Irma?
   —No te hagas el boludo, vamos a terminar lo que empezamos en ese lugar mugriento.
   En el trabajo secreteaban: —Faltan Cacho, Agustín y la nueva.
   Y otro contestó: —No olviden que hubo un crimen en este lugar. A lo mejor los llevaron a declarar, los tres tienen antecedentes.
   Algunos fueron a mirar el sucucho de los expedientes, lo único que se movió a uno y otro lado era un calzón de mujer.   

martes, 19 de mayo de 2020

LAS RAMAS


  —Necesito verte ahora.
   Barbi lo reconoció enseguida: —Después de haber desaparecido diez años, me llamás.
   —Estoy en una encrucijada, me sigue la Policía, el FBI, Valentina y mis tres hijos. Me tengo que esconder, es ideal tu casa, a nadie se le ocurriría que me escondo en lo de una persona que odio. Todos saben que te deseo lo peor y me gustaría que hubieras muerto, el mismo día que me largaste.
   Craneó lo que estaba en sus manos hacer. Trató de olvidar el pasado, para que le permitiera pensar.
   —Charly, acá tengo una habitación secreta, con una puerta trampa, venite hasta aquí caminando, para que nadie se dé cuenta. Ponete cerca de la puerta y te hago entrar.
   —Barbi, valés un millón, te debo diez años de ausencia.
   —A cambio que me cuentes qué fue lo que pasó.
   —Mi actual mujer tenía en el sótano, seis millones de dólares. El día que fue a visitar a sus Tías, me apropicué del dinero, como generoso que soy, le dejé tres millones. Creo que es suficiente. Ahora voy para allá.
   Estaba como lo dejé, la misma cara y un bolso de dimensiones considerables.
   —Acá traigo mi parte del botín, te cedo un millón. Me sucedieron otras cosas, quise hacer escalones en los árboles, con una sierra eléctrica, había un podador haciendo lo mismo que yo, vi una rama que me servía y era la pierna del podador, por la sangre me di cuenta que una rama no era. Llevé la sierra para defenderme de algún otro incidente. Cruzó entre mis pasos el gato preferido de mi mujer. Pensé en una serpiente y con la sierra lo partí en dos. El Seguridad del country apoyó la mano en el picaporte del auto y le serruché el brazo. Viste que yo soy bueno, le hice un torniquete y lo rodeé de papel cocina. Estaba tan nervioso que choqué un Micro Escolar, bajé del auto para mirar y justo explotó. Más de diez chicos y el Conductor, saltaron en pedazos, algunos en el asfalto y otros en la banquina. Parecía un accidente, eso me dio tranquilidad. A quien más temo es a mi Esposa y los chicos, hasta ahora están todos detenidos, por homicidio culposo. Los acusan de ser autores de toda esa carnicería. Cuando llamé por teléfono para decir que fui yo, en quince minutos escuché las sirenas. Como verás te vuelvo a dar las gracias, por permitir que me escondas aquí. Antes de cerrar la ventana, mirá lo que sucede en la calle.
   —Hay un incendio lejano, pero llegaron los Bomberos, debe ser el micro que estalló. Hiciste barbaridades, tenés tu escondite armado. Todo es a cambio de algo, me tenés que dar los dos millones que te quedan. Igual voy a llamar a la Policía, yo no quiero cargar con semejante quilombo, quiero que sepas que además, yo también te quiero.

lunes, 18 de mayo de 2020

FAMILIAS EQUIVOCADAS


   Me lavé la cabeza, hoy es sábado, me toca. En el balcón, mientras se secaba, me sorprendió verlo con una copa. Vivimos desde hace un tiempo una relación rozada.
   Es el Marido de mi hermana Irene, discuten por el poder, Irene se apodera de todo y cuando gana lo mira con cara triunfal. Las peleas las llevan al balcón y se reprochan toda la vida, a los gritos y “Te mataría”. Creen que desde el balcón nadie escucha y se equivocan como echados de panza. Se escucha en todos los edificios. Gente que sale a mirar “obra de teatro en vivo”.
   Cuando terminé de cepillar mi pelo, bajé a verlo. Lo encontré solo. Saludó con dedos vencidos, seguro que Irene le destruyó la autoestima. Me acerqué a la ventana y resbalé, se me vio la bombacha, Roberto me ayudó a ponerme de pie. Casi sin rozarme, pero donde apoyaba la mano, quedaba hirviendo.
   —Son cosas que pasan en esta casa, donde no existe ningún piso que Irene no lustre, como para resbalar.
   Lo dijo disculpando mi golpe, que no me avergonzara. Rocé los pelitos del sweter, daba electricidad. Él me puso el pañuelo, yo rozaba sus nudillos. Cuando logré levantarme, mi pelo se había enroscado en su cabeza. Con todo dolor nos separamos. Que tiren del pelo de una, duele.
   Apoyados en la baranda, codo a codo, menos medio milímetro, pero me distraje y fui acercando mi brazo, pegándose al de él. Tenía la respiración controlada, lo que no podía controlar eran los latidos de su corazón. Entró mi hermana: —¿Qué pasó?
   —No pasó nada, ¿qué va a pasar?
   —Tenés el vestido trepado hasta la cintura y están los dos despeinados, parece que hubieran curtido. Espero haberme equivocado.
   Con una sonrisa hipócrita: —Te llaman de tu casa.-Dijo Irene-. Después nos vemos.
   Hice cuatro escalones. Estaban en el balcón y ella le gritaba que yo afanaba Maridos.
   —Si yo me acuerdo, de chica era bastante putita, pero si no me casé con ella, ahora me arrepiento, no lo agrandes, a todos les pasan esas cosas. A mí me da más placer mirarla de lejos, a hacer el amor en el balcón. Mirá tu hermana, se calentó conmigo y ahora coje con su Marido. Mirá cómo disfruta, seguro que piensa en mí, mientras está en otra cosa.
   —¿Y esto sucedió ahora?
   —Fue desde el principio, los amores que no se concretan, duran toda la vida. 

domingo, 17 de mayo de 2020

REVERSIBLE


   Un Profesor sabio, me dijo fuera de Clase: —“Si uno no cambia, no conoce”. Lo dijo mi Padre que tomó la decisión de no cambiar de lugar. Tenía las piernas paralizadas y estaba enojado por haber participado en una guerra inútil y sangrienta, como son todas las guerras. Le hizo quitar las ruedas a una silla que le donaron. En un encuentro familiar, declaró que pensaba seguir clavado en ese lugar. Hizo cerrar todas las persianas y correr las pesadas cortinas. Pidió que no fuera nadie a visitarlo, prefería su vida hermética. Yo vivía arriba estudiando. Pasaron dos años y de mi Padre, lo que delataba que todavía estaba vivo, era el ruido de la silla que arrastraba no sé cómo. Toqué en la puerta reseca. “Quiero que me saquen a pasear”. Entré, lo busqué y no estaba, escuchaba su voz fuera de casa: “Mirá qué hago”. Sin ruedas, como él pidió, vi que la silla andaba en cuatro patas, tenía cierta velocidad, Papá llevaba las manos apretando su asiento, doblaba y seguía usando sólo una pata. Ése era el combustible, sus propias manos. Lo aplaudí, lo silbé y redoblé un sapukay. Le fui a dar un abrazo, se puso de pie. “¿Padre, podés caminar?”. “Sí, también saltar y brincar, vení que te muestro una bendición”. Era un gimnasio construido a partir de todos los muebles de casa, su trabajo era notable, un kit de preparación. Llevaba puesto su traje de combate. Se había inscripto para aumentar el número de soldados, en la próxima guerra. “Bueno, andá nomás y gracias, no se lo digas a nadie, pero vuelvo a clavarme, para pensar estrategias y reventar al enemigo”. Abrí la puerta reseca, cerró con tanta fuerza que cayó en la galería, me costó, pero pude poner la puerta, la dejé apoyada. Seguro que mi Viejo se ingeniaría, para arreglarla mejor. Apareció tres meses después: “Qué bien me hicieron estos viajes, recorrí todos los países, conocí personajes que hablaban idiomas que no había escuchado nunca y me falta conocer un montón, vuelvo a mi ermita y descansaré, hasta mi próximo viaje”.
   —Qué Padre genial tuvo, Profesor.
   Hizo una leve inclinación de cabeza pensante. 
   —No era genial, estaba loco.

sábado, 16 de mayo de 2020

SENTIMIENTOS PENETRANTES


   Fuimos amantes prohibidos, nuestros encuentros intensos no le importaban. Yo estaba tan pendiente de su ficción, que le entregué mis secretos. Se reía sin motivos, frente a mi cara. Hasta llegué a pedirle perdón por sus abandonos, diciéndole que yo en su lugar, haría igual. Mi cuerpo lo demandaba, él luchaba consigo, para no necesitar nada de mi persona.
   Un amigo ingenuo, me contó que visitaba la casa de una mujer, Madre de un hijo de catorce. Entendí, eran compañeros de gimnasia dura y ella le enseñó ejercicios de yoga, para calentar y en otros le corregía las posturas con las manos. Se instaló a vivir en la casa de la mujer.
   Veinte años más tarde, cinco de ellos lloré su ausencia. Mis proyectos personales crecían en horizontes. No pude establecer otra relación como aquella. Nadie sabía de los artilugios inventados por él, rompiendo conmigo su celibato. A esta relación le di una dimensión que no existía, poco a poco me resigné y hasta recordé la historia como una perversión de los dos.
   Fui a una Conferencia, la daba él. Era mi propia Tesis, que la asimiló de memoria. Adelante, en primera fila, estaba aquella mujer. La agarré del brazo con una cierta violencia: —Tu Novio, casi de la misma edad que tu hijo, plagió todo mi trabajo, decile y esto va para vos también, que su única verdad, era el mástil de su miembro.
   Los encontré en el Subte, la mujer masticando chicle con la boca abierta y colgándose de su hombro. La gente me empujó hasta ella, se lo grité: —Vos lo tendrás ahora, pero yo lo estrené, mientras él me entrenaba.
   Cuando me bajé del Subte, me di vuelta para mirarlo.

viernes, 15 de mayo de 2020

NOVENA


   Por respeto al protocolo de mí misma, seguí tomando mi cafecito de salir todas las mañanas. Lo compraba en la Estación de Servicio, frente a la plaza. Me sentaba en un banco, me quemaba la lengua para partir de inmediato, por respeto al protocolo.
   Árbol por medio, se sentaba una viejita de cabeza vencida, apoyada en un bastón que le permitía mirar las copas de los árboles.
   Tenía plantados los pies en la tierra y una melodía en la boca. Escucharla detenía el viento, las hojas dejaban de caer. Movía la cabeza, siguiendo notas de algo que yo desconocía. Me acerqué, tenía el pelo blanco como la nieve y ojos jóvenes, le hacía un aura de esperanza convencida, dejó de cantar y me dio los buenos días.
   —No pude determinar su canción, si fuera tan amable, dígame el nombre de esos acordes.
   Me devolvió con una sonrisa: —Es el Himno a la Alegría. ¿Cómo no lo conoce?
   No le contesté, porque un viento repentino y muchas hojas amarillas, nos cubrieron las espaldas, cuando dejó de cantar.
   —Espere, porque así no podemos hablar.
   Siguió con su canción y detuvo el viento y las hojas dejaron de caer.
   —Siga con ese himno, me llena de alegría.
   Me fui de su lado, a medida que me alejaba, su mano, de huesos nudosos, saludaba como si dijera hasta mañana. Dejó calor en mi bufanda. No volvió ni al día siguiente ni al otro ni a ninguno.
   Me contaron que había muerto. Ese día le llevaba mi bufanda de regalo. La dejé en su banco. Se enroscó en una rama que tenía un raro parecido con sus manos. La rama y la bufanda me saludaban, pidiendo que fuera mañana, su melodía quedó en ese banco, donde ahora me senté.

jueves, 14 de mayo de 2020

¡ACÁ TÁ!


   Quedamos en encontrarnos a las 19 hs, en la puerta del Restaurante. Casi junto con nosotras, entraron Elisa y él. Me di vuelta para mirarlo, no sé por qué, él ni me reconoció.
   Elisa sí, vino y me dio un abrazo y el consabido: —Cuánto tiempo hace.
   Encarrilé en la misma dirección, me alejé de aquella bienvenida, Elisa estaba cargada de olor a él.
   —Te voy a presentar a mi futuro, uy, desapareció justo. Es muy de desaparecer.
   Si sabré yo que es muy de desaparecer.
   —Mejor entro, a ver si, después en el postre o cuando puedas.
   Miró a mi amiga de reojo.
   —Vení para que te lo presente. Vas a ver que te va a gustar.
   El caradura nunca le dijo nada. Me levanté para ir al baño, mientras mi amiga devoraba chancho frito. Había una silla libre y me senté, Elisa puso cara de contenta y ojos de celos infundados. Se notaba que algo ocultaba. Fue muy extraño, no me lo presentó. Hablaba ella sola de cosas que a mí no me concernían.
   —Presentame a tu amiga, la conozco de algún lado, o también puede ser que la haya confundido.
   Elisa siguió con su perorata, quería tapar lo que se avecinaba. Cuando logró detenerse, le cedió el espacio.
   —Debe ser que Elisa me habló tanto de vos, que es como si te conociera.
   —No hay mucho para decir de mí.
   Se le subió el vino a la cabeza y dijo que fue en otra vida, tal vez fuimos novios. Elisa tenía ganas de sacarle los ojos.
   —¿En otra vida dijiste?, mentiroso, hipócrita, traidor. ¿Cómo me proponés que nos juntemos, si todavía estás casado con la amiga de mi infancia?
   Aproveché para arrojar algo mentido: —Tiene razón Elisa, sos mi Marido y tenemos tres hijos, me parece prudente salir de aquí. Sigamos en la calle.
   Me levanté y me fui, caminé despacio, compré un cucurucho para mí y un kilo de helado para mis hijos. Por el reflejo del vidrio, vi que estaba él. Me di vuelta para mirarlo. Subió al auto de Elisa y se escuchaba que discutían.
   Entré a casa y los chicos me arrebataron el helado. Por suerte estaba mi Marido, arreglando la cañería, nos dimos un beso chuponero.
   —Apropósito, ¿cómo te fue con tu amiga en el Restorán?

miércoles, 13 de mayo de 2020

LARGARON


   —Dieron el permiso para caminar, alrededor del Dique, el que vos decís que es un pantano. Si anunciaron que podés dar la vuelta de un charco, yo me voy con vos.
   —¡Sí! Vamos, estoy repodrida de estar adentro, aunque no responda al protocolo vamos igual. Pero quiero que salgas con barbijo, el protector de celuloide y te ponés algún pegamento alrededor del barbijo, el buzo que te tape hasta la boca y listo.
   —Mami, no quiero caminar con ese armatoste y el cierre del buzo, que lastima mi cuellito.
   —Salimos porque te has portado muy bien durante la última semana.
   —Siempre me porto bien y aunque soy un niño tan lindo, me encerraste en esta casa chiquita, con barbijo puesto hasta para dormir. Y además cuando Papi llegaba, yo no sé lo que hacían los dos encerrados en el dormitorio. Pensando que ya me había dormido.
   —Bueno, no estaba enterada, si no, le decía a tu Papi, que lo dejáramos para otro día.
   —Siempre le decís lo mismo y Papi se lo banca, porque siempre le decís: “no”, antes de la cuarentena también.
   —Son temas de adultos, cuando te cases lo vas a entender.
   —Mami, nunca me casaré y menos con una mujer tan negativa como vos. Si vamos a pasear quiero ir con mi disfraz de Súperman. Decí que sí, por fa. No sabía que era tan largo este camino, pero mirá Mami!, ahí está el pantano. Me voy a tirar tipo bomba, Súperman es tan poderoso como yo.
   —Te mojaste con agua contaminada, vamos a casa, hay que secarte y desinfectarte. Subite en mi espalda y te llevo a caballito.
   Pobre Mami, no sabe que ella es una yegua, no un caballo. Papá le dice “yegua”, cuando se enoja.

martes, 12 de mayo de 2020

PAMELA


   —¿No vas más a la Iglesia?
   —Sí, voy, pero ahora se transformó en comedor. Yo preparo la comida, hago tartas, puré, lechuga, zanahorias. Sin postre. Comienzan a silbar y golpean la mesa con los cubiertos. Quieren el postre. Es más, me parece que van por el postre.
   —Llevate a Sara, te la presto, te ayuda a lidiar con esa gentuza.
   —Mamá, ella es judía, se corta las venas antes de entrar a una Iglesia Católica. Además es mi amiga.
   —Te dije mil veces que no te juntes con la Sirvienta. Es adorable, servicial, obediente, pero no te olvides que es judía.
   Mi Madre es como un Hitler en escala, racista, xenófoba. Sara es, no por su religión, ella es.
   —Te ve la gente, van a pensar que somos moishes. Viste cómo son, involucran a toda la familia.
   —Sí, claro, después viene el Ku klux Klan y los queman a todos.
   —El Ku Klux Klan, salvaguarda nuestra sociedad, son una protección, impiden que nos contaminemos con la chusma. No te olvides que vos provenís de una familia aristocrática.
   Yo voy con mi novio, que se quiere casar conmigo porque somos ricos. Él lo propuso, así, completo. En la boda podemos tirar tu casa por la ventana.
   —Pamela, te pueden agredir, pegar o violar. Las personas están divididas.
   No creo que me violen, son muchos. Si eso se produce, le cuento a mi Novio. Ya estaré entrenada. Él tendrá menos laburo la Noche De Bodas. Mi dilatación con tantas violaciones, lo va a hacer flotar adentro mío.

lunes, 11 de mayo de 2020

DELIRIO


   Escuché cuando se levantó para hacer el primer pis de la mañana. Parado con la puerta abierta. Fue a la cocina. Yo también fui al baño para hacer lo mismo. Pero sentada. Fui a la cocina, estaba listo mi té verde. Lo llamé.
   El tipo en el deck fumando un cigarrillo. Me presintió, entró a la cocina. —Después de bañarnos, podemos ir a tomar un café y después quiero comprar algo que me guste.
   Salimos bañaditos y ya estaba el auto en la vereda. Repleto el Café. Pedimos uno negro y un cortado. —¿Algo más, chicos?
   Le dijimos: —Dos tostados.
   Luego pedimos de nuevo lo mismo, café y dos tostados. Pagamos, salimos, yo miraba vidrieras, encontré un vestido negro largo y lo compré. Seguimos caminando y me gustó un sobretodo, me lo llevé. No habremos hecho cuatro pasos y me acordé que necesitaba esas zapatillas, me las regaló. Pasamos por una Blanquería: 
—Necesitamos sábanas y tohallas.
   Entramos como saetas y seguimos comprando más. Las bolsas apenas nos dejaron entrar al auto. Hice un desparramo sobre la alfombra, para probarme de a uno todo lo adquirido. Le dije que viniera para saber cómo me quedaba. —Después te miro, ahora me metí en la pileta climatizada.
   —Ay!, qué placer, estamos como queremos. Te invito a comer afuera, vamos todos los días. ¿Vos elegís restaurante?
   Al año subió el estrábico como Presidente y la estúpida de la mujer. Robaron tanto que nuestra clase media se convirtió en clase baja. Primero vendimos el auto, después la casa y el campo. Nos pagaron una miseria, pero alquilamos un monoambiente. Se hicieron manifestaciones que no sirvieron de nada. La Estúpida enviudó y parecía pegada con poxipol en el sillón presidencial. Nadie vio el cadáver del bizco. La gente decía, que con una buena cirugía vivía en Marbella, se fue con lo que afanó.
   Mientras la Estúpida nos seguía robando. A muchos dejó en la calle y a otros en el cordón de la vereda. Nosotros nos quedamos a vivir en la escalera del edificio pedorro. No la puteamos más. Nos entró la saudade, del campo, la casa, el auto, las compras y la pileta climatizada. ¡Puta! (Y ni siquiera.)

domingo, 10 de mayo de 2020

GLOBALIZACIÓN


   Le gustaba flotar en el agua. Se realizó una operación de gomas. Quedaron tan perfectas que el Cirujano, cuando le hacía la revisación, las seguía acariciando. —Son tan suaves, tan redondas.
   Ella le preguntó si podría llegar a Uruguay, haciendo la plancha. Sus amigas le dijeron que con tetas grandes, el cuerpo no tenía peso y no se podía ahogar. Preparó su viaje, compró un traje de neo prene, por la posible hipotermia. Cuando lo probó no le entraban las tetas. En la ortopedia le hicieron dos agujeros, para que éstas asomaran. Sus amigas dieron la información, el día y la hora de semejante desafío. Fueron todos los Medios.
   Apareció con una capa de nenúfares que iban cayendo, cuando empezó la plancha, las flores señalaban la dirección del regreso. En mitad del río, aproximadamente el más ancho del mundo, inclinó la cabeza hacia adelante y las vio tan grandes y nobles, que llegó a la costa con el bamboleo de sus enormes pechos.
   Regresó gracias a los nenúfares que le recordaban por dónde. Subió al tinglado y el resto de sus piernas estaban tan juntas que le nacieron escamas. Fue galardonada, premiada, aplaudida. Dejó pasar un tiempo y fue a ver a su Cirujano.
 —Tengo una teta pinchada. ¿Qué le pasó?
   —Para abaratar los costos, le hice el relleno con un globo de cumpleaños.
   —Bueno, no importa, ahora usted me arregla estas mamas, después haga una boca grande y mullida. También pido que me separe las piernas y quite algunas escamas. No las quite todas. Me gusta la idea que alguien crea que soy unida y no me dé bola, pero si mira y descubre que soy como todas, tal vez se enrosque en mi cuerpo como una serpentina.
   —Mi querida sirenita, ¿podrá pasar por mi Consultorio? La voy a probar hasta el fondo, si no es molestia.
   —Mientras no se pase de listo, yo también quiero hacer algunas pruebas con usted, Doctor.

sábado, 9 de mayo de 2020

ARENAS VERDES PIEDRAS GRANDES


   Richi estrenó su moto que compró usada, invitó a Miguelito a una playa con piedras, olas agresivas, pero sin nadie, fuera de temporada. Estaba la casilla del Cuidador y nadie más. Le preguntó si podían dejar la moto.
   —Vos estás loco, cómo le vas a dejar a ese tipo, con cara de malandra, todas nuestras cosas.
   Iban a ponerse las mallas, llevaron una sola. Se metieron, uno primero con malla y el otro, tapado con arena, esperaba su turno. El intercambio pacífico se fue transformando, tiraron de la malla y quedó cada uno con un pedazo. Tenían las cabezas con marcas azules, ninguno dijo antes, pero las olas rompían sobre las cabezas, con piedras mezcladas.
   Congelados fueron a la casilla, el Cuidador no estaba, la moto no estaba, los vaqueros no estaban. Les robaron el kit completo. Volvieron a Tandil caminando, usando los pedazos de malla como taparrabos. Hicieron dedo a una camioneta policial, les expusieron su pérdida. Los Policías morían de risa, los taparrabos dejaban asomar los testículos y los pitulines.
    —Y, hay gente con mala suerte, ustedes son un ejemplo, queda el consuelo de saber que a las personas, los cambios les sientan bien. Vemos que ustedes tienen con qué sentarse.
   Y se fueron, lo extraño fue que estacionaron en la casilla del Cuidador, bajaron dos y subieron la moto a la camioneta.
   Retornaron al lugar, la casilla cerrada. El Cuidador brillaba por su ausencia. Caminaron hasta el Pueblo, 250 kilómetros.
   Fueron inseparables, ahora ni se saludaban. Al año, Richi se compró una camioneta y fue a buscar a su amigo Miguelito.
   —Creo que tenemos que salvar nuestra amistad, ajustemos cuentas con los cacos, vamos para Aguas Verdes, no tenemos que pensar mucho.
   Llegaron a la casilla, sin darse cuenta, apretaron el acelerador y les pasaron por encima, al Cuidador, a los Policías y a la Casilla. Retrocedieron y volvieron a pasarles por encima, para que no quedaran testigos.
   —¡Mirá, Miguelito, la moto estaba fuera de nuestra vista!
   Richi la fue a buscar, estaba tal cual, se subió, la arrancó y le dijo a Miguelito: —Yo vuelvo en la moto y vos en la camioneta.
   A aquel tiempo de humillación, le llegó su revancha.  

viernes, 8 de mayo de 2020

DESGRACIA PROPIA


   —Pero mirá cómo se mueve pasando el mismo estropajo, para la vajilla y luego por el piso. Deja la cocina pringosa y como es una cholita, hace pis en la rejilla. O si le sale la tripa, va a cagar al lado del árbol. Cuando llega mi Marido, limpia moviendo el culo, en cuanto lo ve se pone cachonda y lo abraza. ¿Sabés lo que hace él? Ni idea tengo yo, pero sale de allí y es otra persona, corre a comprarme flores y una caja de bombones. Es la culpa, se pone a bailar el mambo y me obliga a bailar con él, clásico y moderno, las dos cosas juntas. Lo meto bajo la ducha fría, a ver si le pasa la calentura. Ni bien lo saco, él sale bailando y me pide que lo atienda en la puerta del dormitorio. Yo le digo que se detenga. Hace tanto que estoy con él, que lo siento como un hermano. La cholita dice que tengo mucha suerte de tener un Marido así. Claro, ella lo conoce cuando procede. Yo ni me acuerdo, ya me olvidé. ¿Sabés lo que hace él? Ni idea tengo, pero cuando se encuentra con la cholita, me señala con el dedo y le dice a la chola, quédate aquí y verás cómo la desvirgo. Yo no soy de virgo, soy de géminis. Hago un ocho con las piernas y me dice “desgraciada”, porque tiene razón, yo no tengo ninguna gracia. Pone ojos de loco y exige que me comporte como cualquier otra mina. Termina diciendo que me parezco a un chabón. Está lleno de problemas, por eso todavía me quedo aquí. Le encantan los fines de semana, se aparece con tres pendejas y asegura que las tres son hijas biológicas, recién las conoce. Cierra con llave su escritorio, para terminar de conocer a las niñas. Si me alejo sería lo mejor, así las chicas pierden la vergüenza y también la virginidad. Él sí que es un desgraciado.

jueves, 7 de mayo de 2020

BÚSQUEDA


   Era mi primera salida a la Ruta, dijeron que era más fácil que manejar en la Ciudad. Venía de una discusión, quería saber de mi Padre. La velocidad poco prudente en medio del viaje, hizo que un auto me atropellara. Sentí el golpe y perdí el conocimiento.
   Alguien me despertó con su oxígeno en mi boca, me apretaba el pecho y soltaba, hasta que desperté. Sentí que era prisionera de una neblina. No recordé ni cómo me llamaba. La persona que me rescató hacía preguntas para darme pistas.
   —¿Es usted mi Padre?
   El hombre sonrió: —No lo soy, lamento desilusionarte, yo soy el que atropelló tu vehículo. Ahora lo más importante es ver tus heridas, tuviste suerte, no tenés ninguna herida, sólo algún raspón y parecés no acusar nada más.
   Traté: —Sé que debo encontrar a alguien que todavía no conozco, me da temor, estoy segura que es una casita entre árboles y nieve.
   —Te ayudo a que te pongas de píe, sostenete de mi hombro y subamos a mi maldita camioneta, vamos a buscar el lugar que describiste.
   Qué feo recordar cosas separadas, la búsqueda de un Padre, Médico tal vez, o Escritor. ¿Ambas cosas? Antes que me fuera, alguien dijo: ermitaño. Mi salvador miraba a la derecha y yo a la izquierda. Encontramos un camino serpentina. Lo descubrimos, dejamos la camioneta. Seguimos a pie, un bosque de pinos, mucha nieve y una casa con paneles solares, era el escondite perfecto. Tañí la campana de la puerta. Mi acompañante esperó conmigo. Se escucharon pasos y la puerta se entreabrió. Había ventisca.
   —Pasen, pasen.
   Adentro una leñera prendida.
   —¿Qué los trae por aquí?
   Lo dije rápido: —¿Usted no es mi Padre?
   Me sorprendió la respuesta: —Tengo hijos en cada lugar donde he vivido, alegrate, presiento que sí, investiguemos, sos muy bella.
   Le agradecí y miré hacia atrás, pero ya no estaba. Escuché el motor de su camioneta. Vivo perdiendo seres. La curiosidad de haber encontrado a mi Padre, estaba ahí.
   Mi salvador, lamenté con toda mi alma su ausencia. Él tenía ese no sé qué y miraba no sé cómo y ahora está, no se sabe dónde.