Richi estrenó su
moto que compró usada, invitó a Miguelito a una playa con piedras, olas
agresivas, pero sin nadie, fuera de temporada. Estaba la casilla del Cuidador y
nadie más. Le preguntó si podían dejar la moto.
—Vos estás loco,
cómo le vas a dejar a ese tipo, con cara de malandra, todas nuestras cosas.
Iban a ponerse
las mallas, llevaron una sola. Se metieron, uno primero con malla y el otro,
tapado con arena, esperaba su turno. El intercambio pacífico se fue transformando,
tiraron de la malla y quedó cada uno con un pedazo. Tenían las cabezas con
marcas azules, ninguno dijo antes, pero las olas rompían sobre las cabezas, con
piedras mezcladas.
Congelados
fueron a la casilla, el Cuidador no estaba, la moto no estaba, los vaqueros no
estaban. Les robaron el kit completo. Volvieron a Tandil caminando, usando los
pedazos de malla como taparrabos. Hicieron dedo a una camioneta policial, les
expusieron su pérdida. Los Policías morían de risa, los taparrabos dejaban
asomar los testículos y los pitulines.
—Y, hay gente
con mala suerte, ustedes son un ejemplo, queda el consuelo de saber que a las
personas, los cambios les sientan bien. Vemos que ustedes tienen con qué
sentarse.
Y se fueron, lo
extraño fue que estacionaron en la casilla del Cuidador, bajaron dos y subieron
la moto a la camioneta.
Retornaron al
lugar, la casilla cerrada. El Cuidador brillaba por su ausencia. Caminaron
hasta el Pueblo, 250 kilómetros.
Fueron
inseparables, ahora ni se saludaban. Al año, Richi se compró una camioneta y
fue a buscar a su amigo Miguelito.
—Creo que
tenemos que salvar nuestra amistad, ajustemos cuentas con los cacos, vamos para
Aguas Verdes, no tenemos que pensar mucho.
Llegaron a la
casilla, sin darse cuenta, apretaron el acelerador y les pasaron por encima, al
Cuidador, a los Policías y a la Casilla. Retrocedieron y volvieron a pasarles
por encima, para que no quedaran testigos.
—¡Mirá,
Miguelito, la moto estaba fuera de nuestra vista!
Richi la fue a buscar,
estaba tal cual, se subió, la arrancó y le dijo a Miguelito: —Yo vuelvo en la
moto y vos en la camioneta.
A aquel tiempo
de humillación, le llegó su revancha.

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